Un largo y tortuoso camino
Si el Estado es el actor principal, no puede ser el ingenuo que solo paga los platos rotos
Hasta hace poco m¨¢s de dos meses, cuando pens¨¢bamos en los h¨¦roes de nuestras vidas, los identific¨¢bamos, por ejemplo, con los bomberos o los forestales que luchaban contra los incendios poniendo su vida en juego, con el fin de evitar la emergencia clim¨¢tica, el mayor problema de la humanidad. Sus im¨¢genes eran las de trabajadores exhaustos, casi siempre mal pagados, que combat¨ªan el fuego. La pandemia del coronavirus ha dado un golpazo a la lucha contra el cambio clim¨¢tico que, de repente, ha desaparecido de nuestras vidas. Lamentablemente ser¨¢n necesarios otros sustos clim¨¢ticos para reactivar aquellas inquietudes y que se cumpla lo firmado.
Ahora manda una serie de crisis concatenadas que est¨¢ poniendo en peligro la supervivencia de la especie humana. Arreglar cada una de las fases de esa serie no significa solucionar el resto. El coronavirus ha sido un cisne negro de manual que ha cambiado la historia, y ha puesto de relieve la fr¨¢gil vulnerabilidad de los ciudadanos. Tras varias semanas priorizando sus mort¨ªferas consecuencias sanitarias, se manifiesta ahora la segunda faceta de la pandemia: la supervivencia econ¨®mica real, que se concreta en otra Gran Depresi¨®n, equivalente o incluso superior en profundidad (no en duraci¨®n) a la de los a?os treinta del siglo pasado, con tasas de desempleo lacerantes. Otra de sus consecuencias es la desglobalizaci¨®n: el virus ha parado en seco el intercambio de bienes. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, 2020 ser¨¢ el peor a?o desde que naci¨® esta instituci¨®n hace un cuarto de siglo: se pronostica una reducci¨®n del comercio superior al 30% en este ejercicio. Lo que no lograron la Gran Recesi¨®n de 2008 ni los movimientos altermundistas durante m¨¢s de una d¨¦cada ¡ªreprimir la globalizaci¨®n neoliberal¡ª lo est¨¢ logrando un peque?o virus en solo unos meses.
Para combatir la depresi¨®n y reactivar la econom¨ªa, una de las armas de utilizaci¨®n masiva est¨¢ siendo la que desarroll¨® Keynes en sus libros: el endeudamiento. Pagar las gigantescas deudas p¨²blicas y privadas constituir¨¢ la tercera fase de la crisis. Los profesores Mart¨ªn-Ace?a y Mart¨ªnez Ruiz han teorizado la historia del endeudamiento (v¨¦ase EL PA?S del 26 de abril: Sin perd¨®n): desde el a?o 1815 hasta hoy se han producido 358 reestructuraciones de la deuda, que han afectado a 91 naciones independientes; m¨¢s de una por a?o. Un rasgo de esas reestructuraciones es que son siempre dolorosas, y m¨¢s para los deudores que para los acreedores, porque los primeros siempre terminan pagando generaci¨®n tras generaci¨®n. Seg¨²n el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda global (p¨²blica y privada) puede llegar a final de este a?o al 342% del PIB global. Al tiempo que se desescala el confinamiento humano se escalan aceleradamente los niveles de endeudamiento. Los Gobiernos han de elegir entre endeudarse masivamente o no poder sostener el bienestar de sus ciudadanos, con gigantescos programas de gasto p¨²blico.
En la m¨¢s reciente etapa de esta crisis los protagonistas son los pa¨ªses pobres ante la posibilidad de una crisis alimentaria devastadora, como est¨¢ profetizando la ONU. ¡°No nos matar¨¢ el coronavirus, lo har¨¢ el hambre¡±, dicen algunos de los hipot¨¦ticos afectados por las hambrunas. Hay otra categor¨ªa de pa¨ªses que lo est¨¢n pasando mal: los exportadores de petr¨®leo en una coyuntura en la que el precio se ha hundido, el consumo est¨¢ por los suelos y los almacenes llenos: Arabia Saud¨ª, Rusia, Libia, Venezuela, Ir¨¢n, etc¨¦tera.
Ha sido la economista Mariana Mazzucato quien probablemente ha expresado mejor el papel que el Estado est¨¢ jugando en la actualidad: ¡°Ahora que el Estado va a ser otra vez el actor principal, hay que darle el papel de h¨¦roe, no el de ingenuo que paga los platos rotos¡±. Los apoyos estatales deben ser condicionados. Por ejemplo, a las empresas regadas con dinero p¨²blico se las exigir¨¢ que no despidan, que no recompren autocartera ni paguen dividendos o los bonus de sus ejecutivos, que inviertan en productos de desarrollo sostenible, etc¨¦tera. Para que no ocurra como en 2008, que fue el mayor gato por liebre de la historia.
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