Cicer¨®n ya defend¨ªa la importancia de ser liberal
En la antigua Roma se acu?¨® la idea de que la clave de la civilizaci¨®n est¨¢ en ¡°dar y recibir¡± para contribuir al bien com¨²n, escribe Helena Rosenblatt en su libro sobre la historia del liberalismo
Si pregunt¨¢ramos hoy qu¨¦ significa ¡°liberalismo¡±, obtendr¨ªamos una gran variedad de respuestas. Es una tradici¨®n de pensamiento, una forma de gobierno, un sistema de valores, una actitud o un marco mental. Sin embargo, todo el mundo convendr¨¢ en que el liberalismo tiene que ver principalmente con la protecci¨®n de los derechos y los intereses individuales, y que los gobiernos est¨¢n ah¨ª para protegerlos. Los individuos deber¨ªan disponer de la m¨¢xima libertad para poder tomar sus propias decisiones en la vida y obrar como deseen.
No obstante, lo cierto es que este ¨¦nfasis en el individuo y en sus intereses es algo muy reciente. La palabra ¡°liberalismo¡± ni siquiera existi¨® hasta principios del siglo XIX y, durante cientos de a?os antes de su nacimiento, ser liberal significaba algo muy diferente. Durante casi dos mil a?os signific¨® exhibir las virtudes de un ciudadano, mostrar devoci¨®n por el bien com¨²n y respetar la importancia de la conexi¨®n mutua.
Podr¨ªamos empezar por el estadista y escritor romano Marco Tulio Cicer¨®n (106-43 a.C.), uno de los autores m¨¢s le¨ªdos y citados de la historia del pensamiento occidental, quien escribi¨® con elocuencia sobre la importancia de ser liberal. La palabra deriva del t¨¦rmino latino liber, que significa tanto ¡°libre¡± como ¡°generoso¡±, y liberalis, ¡°propio de una persona nacida libre¡±. El sustantivo correspondiente a estas dos palabras era liberalitas o ¡°liberalidad¡±.
En primer lugar, en la antigua Roma ser libre significaba ser un ciudadano y no un esclavo. Quer¨ªa decir estar libre de la voluntad arbitraria de un amo o de la dominaci¨®n de cualquier hombre. Los romanos cre¨ªan que este estado de libertad solo era posible en un Estado de derecho y con una constituci¨®n republicana. Eran necesarios mecanismos jur¨ªdicos y pol¨ªticos para garantizar que el Gobierno se centrara en el bien com¨²n, en la res publica. Solo si se daban estas condiciones pod¨ªa un individuo esperar ser libre.
No obstante, los antiguos romanos pensaban que para ser libre se requer¨ªa algo m¨¢s que una constituci¨®n republicana; tambi¨¦n era necesario que los ciudadanos practicaran la liberalitas, esto es, que tuvieran una manera noble y generosa de pensar y tratar a los conciudadanos. Lo contrario era el ego¨ªsmo, o lo que los romanos llamaban ¡°servilismo¡±, un modo de pensar o actuar que solo se tiene en cuenta a uno mismo, sus beneficios y sus placeres. En su sentido m¨¢s amplio, la liberalitas significaba la actitud moral y magn¨¢nima que los antiguos consideraban esencial para la cohesi¨®n y el buen funcionamiento de una sociedad libre. La traducci¨®n de la palabra es ¡°liberalida¡±.
Plutarco escribi¨® que una educaci¨®n liberal daba sustento a una mente noble y conduc¨ªa al perfeccionamiento moral
Cicer¨®n describi¨® en Sobre los deberes (44 a.C.) la liberalitas de un modo que resonar¨ªa durante siglos. Escribi¨® que la liberalitas era el ¡°v¨ªnculo de la sociedad humana¡±. El ego¨ªsmo no solo era repugnante moralmente, sino tambi¨¦n destructivo socialmente. La ¡°ayuda mutua¡± era la clave de la civilizaci¨®n. Los hombres libres ten¨ªan el deber moral de comportarse con liberalidad los unos con otros. Y ser liberal significaba ¡°dar y recibir¡± de un modo que contribuyera al bien com¨²n.
Cicer¨®n afirmaba que los hombres no han nacido solo para s¨ª mismos; han sido engendrados en raz¨®n de los hombres:
¡®Por otra parte, ya que no hemos nacido solo para nosotros; y ya que... los hombres han sido engendrados en raz¨®n de los hombres ¡ªpara que entre ellos puedan favorecerse unos a otros¡ª, debemos seguir la gu¨ªa de la naturaleza en lo de poner a disposici¨®n general los bienes de utilidad com¨²n mediante la prestaci¨®n de servicios, aportando y recibiendo; y en lo de afianzar la asociaci¨®n de los hombres entre s¨ª tanto mediante experiencia como por el esfuerzo, como con los recursos¡¯.
Un siglo despu¨¦s de Cicer¨®n, otro famoso e influyente fil¨®sofo romano, Lucio Anneo S¨¦neca (c. 4 a.C.-65), desarroll¨® el principio de liberalitas en su tratado De los beneficios. S¨¦neca puso mucho empe?o en explicar c¨®mo dar, recibir y devolver regalos, favores y servicios de un modo que fuera moral y, por tanto, constitutivo del v¨ªnculo social. Al igual que Cicer¨®n, cre¨ªa que para que un sistema basado en el intercambio funcionara correctamente era necesaria una actitud liberal tanto en quienes dan como en quienes reciben; en otras palabras, un talante desinteresado, generoso y agradecido. S¨¦neca, inspir¨¢ndose en el estoico griego Crisipo (c. 280-207 a.C.), utilizaba como alegor¨ªa de la virtud de la liberalidad la danza circular de las Tres Gracias: dar, recibir y devolver favores. Para pensadores antiguos como Cicer¨®n y S¨¦neca, la liberalidad hac¨ªa girar el mundo y lo manten¨ªa unido.
Ser liberal no era f¨¢cil. Cicer¨®n y S¨¦neca explicaban detenidamente los principios en los que se deb¨ªan basar el dar y el recibir. Al igual que la propia libertad, la liberalidad requer¨ªa un razonamiento correcto y fortaleza moral, autodisciplina y control. Tambi¨¦n era claramente una ¨¦tica aristocr¨¢tica, concebida por y para hombres ricos, acaudalados y bien relacionados que estaban en condiciones de dar y recibir favores en la antigua Roma. Se consideraba una cualidad especialmente encomiable en la clase patricia y entre los gobernantes, como muestran muchas inscripciones antiguas, textos y dedicatorias oficiales.
Si la liberalitas era una virtud adecuada para los arist¨®cratas y gobernantes, tambi¨¦n lo era la educaci¨®n en las artes liberales que los formaba para ella y que exig¨ªa disponer de abundante riqueza y tiempo libre para estudiar. Su prop¨®sito primordial no era ense?ar a los estudiantes a enriquecerse o formarlos para una profesi¨®n, sino prepararlos como miembros activos y virtuosos de la sociedad. Su objetivo era ense?ar a los futuros dirigentes a pensar correctamente y hablar con claridad en p¨²blico, lo que les permitir¨ªa participar eficazmente en la vida civil. Los ciudadanos no nac¨ªan, se hac¨ªan. Cicer¨®n afirmaba con frecuencia que las artes liberales deb¨ªan ense?ar humanitas, una actitud humana hacia los conciudadanos. El historiador griego y ciudadano romano Plutarco (46-120) escribi¨® que una educaci¨®n liberal daba sustento a una mente noble y conduc¨ªa al perfeccionamiento moral, la actitud desinteresada y el civismo de los gobernantes. En otras palabras, era esencial para inculcar la liberalidad.
Helena Rosenblatt (Suecia, 1961) es profesora de Historia en el Graduate Center de la Universidad de Nueva York. Este extracto es un adelanto de su libro ¡®La historia olvidada del liberalismo¡¯, de la editorial Cr¨ªtica, que se publica este martes, 19 de mayo.
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