El confinamiento ha aumentado la lectura en pantallas. ?Es eso bueno para nuestro cerebro?
Una transforma silenciosa de uno de nuestros circuitos neuronales est¨¢ en curso. ?Tiene ventajas consumir contenido en papel frente a hacerlo en m¨®vil o en libro electr¨®nico?
El circuito neuronal que nos da la capacidad cerebral para leer est¨¢ r¨¢pidamente cambiando para todos. Tabletas, ordenadores, port¨¢tiles, Kindles y m¨®viles van sustituyendo a los viejos libros, realizando una silenciosa transformaci¨®n en cada uno de nosotros. El ser humano no naci¨® para leer. La adquisici¨®n de la alfabetizaci¨®n es uno de los logros m¨¢s importantes del Homo sapiens. El acto de leer reorganiz¨® completamente un circuito de nuestro cerebro. Cambi¨® la estructura misma de las conexiones neuronales y eso transform¨® la naturaleza del pensamiento humano. En 6.000 a?os, la lectura ha impulsado nuestro desarrollo intelectual. La calidad de nuestra lectura no es solo un indicador de nuestro pensamiento, es el mejor camino que conocemos para desarrollar v¨ªas nuevas en la evoluci¨®n cerebral de nuestra especie. Pero ?c¨®mo ha cambiado la calidad de nuestra atenci¨®n a medida que leemos m¨¢s y m¨¢s en pantallas y dispositivos digitales? Este proceso se ha visto reforzado durante el confinamiento. ?Estar¨¢, como afirm¨® el fil¨®sofo Josef Pieper, disminuyendo nuestra capacidad de percepci¨®n al enfrentarnos a un exceso de est¨ªmulos y de informaci¨®n?
En su libro Lector, vuelve a casa (Deusto, febrero), la neurocient¨ªfica Maryanne Wolf, directora del Centro para la Dislexia de la Universidad de California en Los ?ngeles, cuenta que en el cerebro impera una m¨¢xima: ¡°Usa esa capacidad o pi¨¦rdela¡±. As¨ª, cada soporte de lectura beneficia unos procesos cognitivos en detrimento de otros. Wolf lanza una pregunta: ?La mezcla de est¨ªmulos que distraen continuamente nuestra atenci¨®n y el acceso inmediato a m¨²ltiples fuentes de informaci¨®n aporta al lector menos incentivos para construir sus propios almacenes de conocimiento o para pensar por s¨ª mismo de forma cr¨ªtica?
Un estudio reciente prob¨® que entendemos peor los textos informativos si los consumimos en soportes digitales
La plasticidad de nuestro cerebro nos permite formar circuitos cada vez m¨¢s extensos y sofisticados en funci¨®n de qu¨¦ leemos y en qu¨¦ soporte lo hacemos. Como sugiri¨® el psic¨®logo cognitivo Keith Stanovich, aquellos que no hayan le¨ªdo mucho y bien, tendr¨¢n menos base para la inferencia, la deducci¨®n y el pensamiento anal¨®gico, haci¨¦ndoles propensos a caer presa de informaci¨®n no contrastada o falsa. Wolf cree que ya no vemos ni escuchamos con la misma calidad de atenci¨®n porque vemos y escuchamos demasiado y, adem¨¢s, queremos m¨¢s. Ella misma experiment¨® el cambio. Tuvo que empe?arse para releer El juego de los abalorios, de Hermann Hesse, uno de los libros que la marcaron en su juventud y que recordaba que no era especialmente ligero. Tras un primer fracaso, tuvo que fijar periodos de 20 minutos de lectura para terminar el libro, lo que le llev¨® dos semanas. ¡°El vertiginoso ritmo al que acostumbraba a leer mis gigabytes diarios de informaci¨®n no me permit¨ªa detenerme lo suficiente como para entender lo que Hesse estaba transmitiendo¡±, escribe en Lector, vuelve a casa.
La ling¨¹ista Naomi Baron es, junto con Wolf, la punta de lanza en este asunto en Estados Unidos. Baron cuenta que los j¨®venes cambian de medio de comunicaci¨®n 27 veces por hora y de media consultan su tel¨¦fono m¨®vil entre 150 y 190 veces al d¨ªa. Por su plasticidad, afirma el neurocient¨ªfico argentino Facundo Manes, el cerebro se adapta a los cambios ambientales y la atenci¨®n que prestamos a los avances posibles gracias a las nuevas tecnolog¨ªas nos enfrenta a una nueva forma de procesar la informaci¨®n. El cerebro debe adaptarse a estos cambios y los ni?os y los j¨®venes que est¨¢n creciendo entregados a las nuevas tecnolog¨ªas posiblemente desarrollen y potencien la capacidad de hacer varias cosas al mismo tiempo ¡°en detrimento de otras capacidades¡±.
?Estar¨¢ disminuyendo nuestra capacidad de percepci¨®n al enfrentarnos a un exceso de est¨ªmulos y de informaci¨®n?
No todos los expertos est¨¢n de acuerdo con esta tesis ni creen que nuestra lectura se vea afectada por el formato elegido. La Comisi¨®n Europea quiso fomentar el debate y sufrag¨® entre 2014 y 2018 (con un mill¨®n de euros en total) el proyecto E-Read, que financi¨® a 200 profesores universitarios de toda Europa para que estudiaran el asunto y se reunieran con cierta periodicidad. Anne Mangen, del Centro de Lectura de la Universidad de Stavanger, Noruega, fue una de las coordinadoras del grupo. De aquella experiencia destacan varios estudios, dos de ellos de la propia Mangen: compar¨® la comprensi¨®n en formato impreso y en Kindle de un relato corto picante y de otro de misterio de 28 p¨¢ginas (el m¨¢s largo estudiado hasta el momento) entre un grupo de estudiantes de instituto. Lleg¨® a la conclusi¨®n de que los estudiantes que hab¨ªan le¨ªdo el libro impreso entendieron mejor ambos relatos, especialmente a la hora de ordenar la historia cronol¨®gicamente.
Ladislao Salmer¨®n, profesor de Psicolog¨ªa Evolutiva y Educaci¨®n en la Universidad de Valencia, fue, junto con su entonces becario, Pablo Delgado, el autor del estudio m¨¢s relevante del conocido como Grupo de Stavanger. Realizaron un metaestudio de 54 estudios realizados entre 2000 y 2017 con un total de 170.000 participantes de distintas edades que demuestra que la comprensi¨®n de textos expositivos e informativos (no narrativos) es m¨¢s elevada cuando se lee en papel que cuando se lee en un medio digital, especialmente si el lector se encuentra con un tiempo de lectura limitado. ¡°Lo que encontramos es que, a igualdad de condiciones, sistem¨¢ticamente se entiende mejor lo le¨ªdo en papel¡±, afirma Salmer¨®n. Y lo que m¨¢s le sorprendi¨®: cuanto m¨¢s j¨®venes eran los sujetos, mayor era la diferencia de comprensi¨®n entre ambos formatos.
Durante la d¨¦cada pasada hubo un importante esfuerzo por acercar las pantallas a las escuelas. El proyecto One Toplap per Child, pensado para reducir la brecha digital, llev¨® miniordenadores a ni?os desde Uruguay a Ruanda. Otros proyectos los llevaron a Glasgow o Kansas. Tambi¨¦n dentro de Espa?a hubo esfuerzos por acercar la tecnolog¨ªa a los menores. La Junta de Andaluc¨ªa entreg¨® un miniordenador a 390.000 menores. Salmer¨®n, que est¨¢ en contacto con la comunidad educativa, afirma que cada vez recibe m¨¢s peticiones para hablar sobre los posibles efectos negativos de la excesiva lectura en pantallas. ¡°La tecnolog¨ªa se meti¨® en las escuelas llevada por una esperanza y una fe¡±, afirma Anna Mangen, ¡°y a mucha gente le da verg¨¹enza quedar anticuado vetando la tecnolog¨ªa¡±. Ladislao no olvidar¨¢ la reacci¨®n de un alto cargo dan¨¦s que asisti¨® a una de las presentaciones del Grupo de Stavanger: ¡°Pero ?qu¨¦ hemos hecho?¡±.
¡°El vertiginoso ritmo al que acostumbraba a leer no me permit¨ªa detenerme para entender¡±.Maryanne Wolf, neurocient¨ªfica
Uno de los asuntos que preocupan a los expertos en ense?anza es los efectos que esta nueva forma de leer puede estar teniendo en las universidades. Una encuesta a profesores universitarios de Estados Unidos y Noruega de Baron y Mangen, que ver¨¢ la luz el a?o que viene, revel¨® que el 40% de los 150 encuestados piden a sus alumnos menos lecturas que antes y un tercio de ellos contest¨® que lo hac¨ªa porque directamente no le¨ªan lo que les ped¨ªan que leyeran. Un 81% afirm¨® que en su opini¨®n la tecnolog¨ªa digital est¨¢ llevando a los estudiantes a hacer lecturas m¨¢s superficiales.
Distintos grados de inter¨¦s en Europa
Antes de que se decretara el estado de alarma, Salmer¨®n estaba preparando un estudio con unos 100 universitarios para detectar, mediante electroencefalograma, el nivel de atenci¨®n durante la lectura en formato impreso y digital (la financiaci¨®n la aportaba el BBVA). En estos momentos est¨¢ elaborando los resultados de una encuesta a 4.000 espa?oles sobre los cambios en los h¨¢bitos lectores durante el confinamiento. El profesor cree que si bien el aumento de la lectura digital va a ayudar a llegar a alumnos que de otra forma no hubieran tenido acceso a lecturas en papel, resulta urgente encontrar soluciones para limitar los efectos negativos que el formato digital tiene en la comprensi¨®n lectora. Ve un importante contraste en el inter¨¦s hacia este asunto respecto al norte de Europa. Afirma que para hacer un estudio sobre el beneficio de la lectura en pantallas encuentra a infinidad de candidatos. En cambio, para estudiar su lado negativo, le cuesta encontrar participantes y patrocinadores. Nombra a Andr¨¦ Schueller-Zwierlein, el responsable de la biblioteca de la Universidad de Ratisbona (Alemania), por su esfuerzo en el fomento de la lectura profunda. Schueller-Zwierlein afirma que, en su opini¨®n, las bibliotecas tienen la responsabilidad de habilitar distintas salas para distintos tipos de lectura (en su biblioteca hay 13 salas distintas) y promover la ense?anza de competencias lectoras.
Hace poco m¨¢s de un a?o, el Grupo de Stavanger public¨® una declaraci¨®n que resume los resultados obtenidos por los investigadores participantes. Uno de los responsables de su redacci¨®n, Paul van den Broek, experto holand¨¦s y miembro del grupo de profesionales que elaboran el informe PISA, destaca que ¨¦l no es contrario a la lectura digital, pero se?ala que cada formato tiene un p¨²blico para el que es adecuado y que se deber¨ªa estudiar m¨¢s el asunto. La declaraci¨®n defiende la relevancia del texto impreso para la lectura de textos largos, especialmente cuando se trata de comprender en profundidad y de retener la informaci¨®n. Entre las recomendaciones que incluye destacan tres: 1) aumentar la investigaci¨®n acerca de las condiciones bajo las cuales aumenta o disminuye el aprendizaje y la comprensi¨®n en textos impresos y digitales, 2) que se ense?e a los estudiantes estrategias para el dominio en los entornos digitales de la lectura en profundidad y que los centros educativos motiven a los estudiantes a leer libros impresos en su espacio curricular y 3) que los maestros sean conscientes de que intercambiar lo aprendido mediante papel y l¨¢piz no es indiferente al cambio por lo digital.
Leer no siempre es divertido. Conlleva esfuerzo, afirma Anna Mangen. ¡°Deber¨ªamos pedir evidencias de que la lectura digital mejora la lectura¡±, afirma la experta noruega, que subraya: ¡°Es importante, pues es una cuesti¨®n de salud mental¡±. Como dijo el visionario tecnol¨®gico Edward Tenner, ser¨ªa una l¨¢stima que una tecnolog¨ªa tan genial acabara amenazando el tipo de intelecto que la hizo posible.
Para qu¨¦ o para qui¨¦n es mejor, esa es la pregunta, Por Facundo Manes (neurocient¨ªfico y doctor por Cambridge)
Leer supone, en primera instancia, reconocer la forma de las letras y, con ellas, las palabras. Pero adema?s mientras leemos percibimos la totalidad del texto como si se tratara de un paisaje. Asi?, nos hacemos una representacio?n mental de este, que nos sirve de base para interpretar la informacio?n que vamos procesando. En las neurociencias no hay consenso sobre cua?l es el formato ma?s adecuado para la lectura. Muchos estudios muestran las ventajas del papel, mientras que otros sen?alan que no hay diferencia alguna entre ambos formatos o bien muestran las ventajas del formato digital. La pregunta importante no es que? formato es mejor, sino para quie?n, para que? y cua?ndo. ?Es lo mismo para un adulto que para un nin?o? ?Es mejor para las lecturas de la escuela pero peor para la lectura recreativa? ?Hay alguna ventaja que justifique el uso de un formato concreto para textos de ficcio?n y no para los te?cnicos?
Uno de los cambios estructurales que se da en la lectura digital es que en ella la experiencia del li?mite no se produce de una manera tan acabada como en la lectura en papel: cuando leemos en pantalla vemos solo una parte del libro, podemos movernos para adelante o para atra?s a lo largo del texto, pero no esta? tan clara esa nocio?n de finitud del texto. Por eso no es azarosa la meta?fora de la ¡°navegacio?n¡± que se usa para referirse a Internet, ya que no hay un camino prefijado y tampoco se sabe do?nde esta? la orilla. Un libro tradicional, en cambio, ofrece al lector unos rasgos topogra?ficos que le permiten orientarse sin perder de vista el conjunto: la pa?gina de la izquierda, la pa?gina de la derecha, las cuatro esquinas y un texto fluido que no se ve interrumpido por enlaces o publicidades. A esto se suma la posibilidad de tocar las pa?ginas con las manos y dejar una huella a medida que se avanza en la lectura, lo cual nos brinda un informe sensorial-motor de cua?nto hemos lei?do y cua?nto nos falta. Todos estos elementos hacen que muchas personas perciban la lectura en papel como algo ma?s controlable, en tanto les ofrece un mapa mental coherente sin ninguna traba. A su vez, la orientacio?n espacial tiene impacto en la memoria: muchas personas afirman que les resulta ma?s fa?cil recordar lo lei?do cuando recuerdan do?nde estaba situada la informacio?n.
La interacci¨®n con el texto es distinta en cada soporte ya que este se halla relativamente obturado (por ejemplo, en un formato sin posibilidad de edicio?n) o tiene una capacidad de insercio?n sin marcas de li?mites entre lo ajeno y lo propio (por ejemplo, en un texto de procesador). Escribir en los ma?rgenes, subrayar, destacar y volver atra?s para releer alguna frase es algo ma?s ligado al libro de papel. Ese sentido de apropiacio?n del texto a partir de los trazos originales hace del libro algo ma?s pro?ximo. Aunque quiza? sea por el hecho de haber lei?do siempre en ese formato. Es importante entender que la comprensio?n lectora es un proceso posterior a la descodificacio?n: primero se lee y despue?s se comprende lo lei?do. Sabemos que, para un lector, no es lo mismo leer en una pantalla que en un libro. Faltan m¨¢s investigaciones que estudien el efecto del uso de la tecnolog¨ªa en el funcionamiento cognitivo a largo plazo. Mientras tanto, la clave estar¨ªa en usar la tecnolog¨ªa de manera equilibrada y saludable.
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