La pesadilla mesocr¨¢tica
Cuando las clases medias se sienten confortables, todo va bien. Cuando no, ocurren las peores cosas
Las clases medias suelen tener buena prensa. Es normal. Casi todos nos sentimos miembros de las clases medias, por una raz¨®n o por otra. Ni estamos muy arriba, ni estamos muy abajo. Recordamos (o nos recuerdan) con frecuencia que la formaci¨®n de las clases medias fue crucial para las revoluciones burguesas y para la formaci¨®n de sistemas de gobernanza representativos. Eso que hoy, tras cierta evoluci¨®n, llamamos democracias. Existe la convicci¨®n m¨¢s o menos colectiva de que una clase media robusta proporciona estabilidad y progreso. Vivimos en sociedades hechas a medida de las clases medias, sea lo que sea eso.
Si ¡°nuestra civilizaci¨®n est¨¢ basada en la codicia y el miedo¡±, como dec¨ªa George Orwell (un tipo con bastante buen ojo), las clases medias constituyen el paradigma de nuestra civilizaci¨®n. Mientras los que est¨¢n arriba raramente pierden algo y los que est¨¢n abajo tienen muy poco que perder, los de en medio, los que viven codiciando lo de arriba y con miedo a los de abajo, son propensos a la ansiedad. El trastorno obsesivo-compulsivo es una enfermedad t¨ªpicamente mesocr¨¢tica. Cuando las clases medias, siempre necesitadas de seguridad y de ¡°respetabilidad¡±, se sienten confortables, todo va bien. Cuando no, ocurren las peores cosas.
El historiador John Lukacs, fugitivo del nazismo y admirador de los valores mesocr¨¢ticos, nunca consigui¨® resolver por completo una paradoja que marc¨® su vida: la burgues¨ªa alemana, grande y peque?a, se sum¨® con entusiasmo a un movimiento, el nacionalsocialista, esencialmente antiburgu¨¦s. Umberto Eco, en una c¨¦lebre conferencia sobre ¡°el fascismo eterno¡± pronunciada en 1995, se?al¨® varias caracter¨ªsticas del fen¨®meno. Entre ellas, ¡°el llamamiento a una clase media frustrada, una clase que sufre de una crisis econ¨®mica, se siente humillada y est¨¢ asustada por la presi¨®n de grupos sociales m¨¢s pobres¡± y ¡°la obsesi¨®n con una conspiraci¨®n¡±.
Cuidado con las generalizaciones: un sector de las clases medias socioecon¨®micas, por su rango acad¨¦mico, su participaci¨®n en los medios y/o sus conexiones con el poder pol¨ªtico, prefiere verse como ¡°¨¦lite¡±.
?Alguna vez se preguntaron c¨®mo fue posible que las instruidas y ordenadas clases medias alemanas se sumaran a un movimiento tan nihilista y ca¨®tico como el nazismo? ?Nunca entendieron del todo por qu¨¦ alguien como Mussolini despert¨® tanta admiraci¨®n en Italia y en muchos otros lugares del planeta? La historia ofrece de vez en cuando una clase pr¨¢ctica de repaso. Si quieren comprender c¨®mo funcionan estas cosas de las clases medias, el fascismo y la locura, miren lo que ocurre en Estados Unidos. Es asombroso, ?no? Parec¨ªa imposible que algo as¨ª pudiera ocurrir all¨ª, ?verdad? Pues lo tienen ante sus ojos.
Ah¨ª est¨¢, siguiendo la explicaci¨®n de Eco, una clase media afectada por una crisis (nadie se siente m¨¢s clase media que un trabajador industrial habituado al salario seguro y a cambiar de coche cada dos a?os), regode¨¢ndose en todo tipo de humillaciones imaginarias, asustada por los m¨¢s pobres (los inmigrantes) y obsesionada con las ¡°conspiraciones¡± de las ¨¦lites. Ah¨ª est¨¢, siguiendo la paradoja de Lukacs, una clase media (o un buen pedazo de ella) aferrada a un l¨ªder que encarna lo contrario a los valores mesocr¨¢ticos.
En realidad, no hace falta fijarse en Estados Unidos: encontramos ejemplos por aqu¨ª y por all¨¢. Las pesadillas de las clases medias se parecen bastante en todas partes.
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