Arnaldo Otegi, el l¨ªder ¡®abertzale¡¯ que persiste
Al coordinador de EH Bildu lo consideran tanto un hombre de paz como un pol¨ªtico sin alma
Soy una persona normal¡±, repet¨ªa Arnaldo Otegi como presentaci¨®n en un v¨ªdeo de campa?a para las elecciones vascas de 2016. No muchos estar¨ªan de acuerdo. Consolidado como l¨ªder indiscutible del independentismo vasco, considerado por los suyos como ¡°un hombre de paz¡± y por sus adversarios como un pol¨ªtico sin alma, el l¨ªder de EH Bildu a?ad¨ªa en dicho v¨ªdeo otro rasgo, seg¨²n ¨¦l, importante: ¡°Soy aficionado de la Real Sociedad¡±. Los grandes ¨¦xitos de su equipo, sin embargo, le han cogido fuera de juego. Cuando los Arconada, Zamora, L¨®pez Ufarte¡ lograron dos t¨ªtulos de Liga seguidos a comienzos de los a?os ochenta, ¨¦l ya llevaba alg¨²n tiempo fugado en Francia como militante de ETA. El tiempo que estuvo huido desde que a los 19 a?os, en 1977, abraz¨® la causa terrorista y el que pas¨® despu¨¦s en la c¨¢rcel por su historial delictivo le impidieron disfrutar plenamente de aquellos momentos gloriosos del equipo de sus amores.
El r¨¦gimen constitucional instaurado en Espa?a en 1978, que Otegi critica ahora con tanto ah¨ªnco, lo combati¨® entonces siendo un activista de la estructura pol¨ªtico-militar de ETA (se pas¨® a la rama militar en 1984 hasta su detenci¨®n en 1987). Se le involucr¨® en el asalto al Gobierno militar de San Sebasti¨¢n, en varios robos o en la colocaci¨®n de bombas, todos en esa ¨¦poca. Tambi¨¦n en cuatro secuestros, aunque solo se pudo probar su participaci¨®n en el del industrial Luis Abaitua en 1979. Su expediente est¨¢ plagado de citaciones judiciales, una decena de juicios y hasta cuatro penas de c¨¢rcel.
Apenas ha hablado de este periodo, de su pasado encapuchado. Otegi, nacido en 1958 en Elgoibar (Gipuzkoa) y padre de un hijo de 38 a?os y una hija de 25, nunca ha renegado de ello. Prefiere destacar el papel que se atribuye en el fin de ETA, pero siempre ha evitado condenar sin paliativos la violencia terrorista y tampoco ha pedido perd¨®n a las v¨ªctimas por haber dado cobertura pol¨ªtica durante tantos a?os a los atentados. En su libro El tiempo de las luces (2012) confiesa: ¡°Si he a?adido dolor, lo siento de coraz¨®n¡±. Autocr¨ªtica ninguna: ¡°?Cu¨¢l es la mayor autocr¨ªtica que ha hecho la izquierda abertzale? Hacer desaparecer la violencia armada de ETA del escenario pol¨ªtico vasco¡±. ¡°Se dice que Otegi o la izquierda abertzale nunca han condenado la violencia. Gerry Adams o Nelson Mandela tampoco¡±, ha llegado a decir.
Con esas mismas palabras lo bendijo Pablo Iglesias, l¨ªder de Unidas Podemos, en 2016, un mes despu¨¦s de que Otegi recuperase la libertad tras seis a?os y medio entre rejas por el caso Bateragune (el intento de reconstruir Batasuna como brazo pol¨ªtico de ETA): ¡°Sin personas como Otegi no habr¨ªa paz¡±, declar¨® el hoy vicepresidente segundo del Gobierno. Mientras estaba preso decidi¨® ponerle a ETA una pista de aterrizaje que desemboc¨® en la declaraci¨®n de cese definitivo de la actividad criminal en 2011: ¡°La violencia de ETA sobra y estorba¡± y ¡°si apostar por la paz y las v¨ªas pol¨ªticas es delito, soy culpable¡±, declar¨® ante la Audiencia Nacional. El atentado contra la T4 de Barajas, en plena tregua en diciembre de 2006, y el asesinato del empresario Inaxio Uria justo dos a?os despu¨¦s hicieron cambiar el discurso que Otegi impuso en su organizaci¨®n. Y lo verbaliz¨® sin medias tintas: ¡°La vuelta de ETA a la violencia ser¨ªa un suicidio para la izquierda abertzale¡±. Este giro le ha proporcionado cr¨ªticas muy duras de los sectores m¨¢s ortodoxos, que le achacan haber renunciado a la amnist¨ªa de los presos etarras y aceptado que estos acaten la legalidad para obtener beneficios carcelarios. A estos disidentes de Sortu les advirti¨®: ¡°No soy pijo ni neoabertzale¡±.
Hijo ¨²nico de una familia con ra¨ªces republicanas, Otegi recibi¨® de peque?o clases de danzas vascas y de ballet, aunque le gustaba m¨¢s el f¨²tbol y salir al monte con sus amigos, seg¨²n cuenta el periodista Antoni Batista en el libro Otegi, la fuerza de la paz. Estudi¨® en la ikastola del pueblo y despu¨¦s en La Salle de Eibar ¡ªm¨¢s tarde, estando en prisi¨®n, termin¨® la carrera de Filosof¨ªa y Letras¡ª. Creci¨® en un ambiente muy euskald¨²n y ya de joven comenz¨® a aficionarse a las lecturas pol¨ªticas, lo que quiz¨¢ le anim¨® a enrolarse en ETA casi al mismo tiempo que conoci¨® a Mari Juli Arregi, su esposa.
Otegi es presente, pasado y futuro, dicen sus correligionarios. Todos los movimientos de la izquierda abertzale, incluido el reciente apoyo a los presupuestos de Pedro S¨¢nchez, han pasado por sus manos y no est¨¢ prevista su jubilaci¨®n a corto plazo, por m¨¢s que lo desee el ministro del Interior. Fernando Grande-Marlaska es una pesadilla para Otegi. Cuando el juez fue fichado por el presidente, Otegi le lanz¨® una andanada: ¡°[Su nombramiento] le pone a uno los pelos de punta. Le he conocido personalmente porque me ha metido dos veces en la c¨¢rcel¡±. El ministro le ha recomendado estos d¨ªas que deje la pol¨ªtica, pero este ya le ha adelantado que no va a complacerle. En 2017 fue elegido primer coordinador general de EH Bildu con un respaldo del 84% y tiene previsto postularse a la reelecci¨®n. Seguir¨¢ en la cocina pol¨ªtica si la justicia no vuelve a impedirlo. El Supremo ha vuelto a ponerle en el foco esta semana, al ordenar que se repita el juicio por el que ya fue castigado y le mantuvo seis a?os y medio encarcelado, hasta aquel d¨ªa de 2016 que sali¨® libre, pu?o en alto, mientras un recluso le desped¨ªa ondeando una camiseta de la Real desde la ventana de su celda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.