Salvador Illa: el triunfo de la sobriedad
Suele decirse que al ministro de Sanidad lo nombra el presidente del Gobierno y lo destituye una crisis sanitaria, pero esta crisis solo ha elevado a Salvador Illa. Ha pasado de jefe de gabinete del quinto partido pol¨ªtico de Barcelona a segundo ministro m¨¢s valorado. Y, ahora, a candidato del PSC a la Generalitat
La palabra pandemia es el abracadabra de 2020. En el mundo, la sospecha de que algunas autocracias han gestionado el virus mejor que muchas democracias pone patas arriba el orden liberal internacional: lo nunca visto. Europa suspendi¨® las sacrosantas reglas fiscales y va a emitir deuda com¨²n: los viejos anatemas saltan por los aires. En casa, la pol¨ªtica espa?ola de tierra quemada no se sofoca ni con la cruz roja de la pandemia, pero en medio del marasmo han ganado vuelo dos figuras imprevistas, una ministra comunista y gallega, Yolanda D¨ªaz, y un se?or catal¨¢n serio y circunspecto, Salvador Illa, imbuido a la vez de cierto optimismo y de un esp¨ªritu de melancol¨ªa, una rara y contradictoria combinaci¨®n. Espa?a lleg¨® tarde a la pandemia. Las cifras de fallecidos son brutales. ¡°Que se mueran los que tengan que morirse¡± fue la t¨¦trica divisa en las residencias de ancianos de algunas autonom¨ªas. La primera oleada se tuvo que frenar con medidas del medievo; en cuanto se relaj¨® el confinamiento para salvar el verano se vio claro que no hab¨ªamos hecho los deberes y volvimos a parecer un mal anuncio de pompas f¨²nebres, y ya se atisba una tercera ola despu¨¦s de Navidad. Las razones empiezan a estar claras: no es solo que seamos gente bulliciosa y un poco an¨¢rquica, sino que el Estado (en todos sus niveles, nacional, auton¨®mico y local) se ha mostrado incapaz de gestionar eficazmente la informaci¨®n sobre contagios y fallecidos, la creaci¨®n de una red de rastreadores, la compra de material sanitario o el refuerzo de la atenci¨®n primaria. La paradoja, y las paradojas suelen ser interesantes, es que uno de los m¨¢ximos responsables del tinglado sale reforzado. Dice un viejo adagio pol¨ªtico que al ministro de Sanidad lo nombra el presidente y lo destituye una crisis sanitaria, pero la madre de todas las crisis sanitarias no ha hecho m¨¢s que elevar el perfil de Illa. La sorpresa final de 2020 es su candidatura al frente del PSC, un golpe de efecto que descabeza Sanidad en medio del l¨ªo pand¨¦mico a la vez que refuerza a los socialistas catalanes de cara al 14-F.
Entre la veintena de fuentes entrevistadas para este perfil sobresalen dos grandes explicaciones para esa aparente contradicci¨®n que supone la pujanza de Illa en mitad de la mayor crisis sanitaria en un siglo. Por un lado, ¡°un ambiente de cat¨¢strofe global aten¨²a siempre un poco las cat¨¢strofes nacionales¡±, resume el epidemi¨®logo Antoni Trilla: Espa?a lleg¨® tarde y luce una gesti¨®n insoportablemente mediocre, pero lo mismo puede decirse de la inmensa mayor¨ªa de nuestras sociedades occidentales y tirando a socialdem¨®cratas; eso favorece al ministro. La segunda raz¨®n es quiz¨¢ la fundamental: en el escenario de hostilidad de la pol¨ªtica espa?ola, que en medio de una emergencia sanitaria solo supo subir el volumen con las palabras m¨¢s gruesas jam¨¢s escuchadas en sede parlamentaria, Illa sale bien parado por su serenidad a la hora de presentarse ante el Congreso y ante los espa?oles. En una ¨¦poca de estridencias, sobresale un pol¨ªtico aparentemente aburrido que reh¨²ye el tono bilioso y la adjetivaci¨®n apocal¨ªptica. Es el triunfo ¡ªamargo triunfo¡ª del soso, de un tipo que ha sabido surfear una ola salvaje sin que le devore. Illa ha acumulado 300 d¨ªas en el ojo del hurac¨¢n de la pandemia sin apenas acusar desgaste en este 2020 gloriosamente turulato. Y sin cr¨ªticas contundentes que vayan de frente: las dos voces m¨¢s severas de entre las consultadas para este reportaje, un prestigioso epidemi¨®logo y una figura pol¨ªtica del ala conservadora, le atacan pero bajo condici¨®n de anonimato, aunque es m¨¢s que probable que su candidatura a las catalanas eleve la carga venenosa de los reproches.
¡°No es un Churchill en plena guerra, no es un encantador de serpientes como Felipe, no es la esfinge sin secreto de Aznar; no es el t¨ªpico vocinglero que caracteriza ¨²ltimamente a la clase pol¨ªtica¡±, apunta el escritor Javier Cercas, a quien el ministro quiso conocer en la fase m¨¢s aguda del proc¨¦s. ¡°Con su sobriedad, con su capacidad para escuchar y su deseo de convertirse en solucionador de problemas, Illa se parece m¨¢s a los socialdem¨®cratas n¨®rdicos. Eso en Espa?a no termina de gustar. Pero lo cierto es que nos sobran carism¨¢ticas estrellas del rock y nos faltan gestores silenciosos y discretos¡±, a?ade. Cercas deja una duda en el aire: ¡°Illa se define como un catalanista no independentista, y ha sido mucho m¨¢s claro que otros socialistas catalanes durante todo el proc¨¦s; la cuesti¨®n es si ser¨¢ capaz de convertir esas se?as de identidad en un discurso pol¨ªtico compacto dentro de un partido con tantas dobleces¡±.
?Qui¨¦n es, en fin, Salvador Illa? A veces unos cuantos focos descentrados, muy laterales, pueden ayudar a mejorar la iluminaci¨®n de la escena central. Volvamos a la Era Anterior al Coronavirus: el 13 de enero de 2020 es un d¨ªa como pintado a la acuarela en Madrid, con r¨¢fagas de viento y cielos inmensos y enjuagados. En la sede del Ministerio de Sanidad, una mole racionalista con forma de cubo, Mar¨ªa Luisa Carcedo procede al traspaso de carteras. Su ministerio se divide en tres: brilla con luz propia el flamante vicepresidente de Unidas Podemos, Pablo Iglesias; le acompa?a un jovenc¨ªsimo Alberto Garz¨®n, titular de Consumo, e Illa, que se ha quedado con una de las ¨¢reas que no quiere Podemos ¡ªs¨ª: Podemos no quiso Sanidad¡ª, pasa casi desapercibido, como uno de esos personajes secundarios de los cuadros de Edward Hopper. Eso le define bien: su capacidad para pasar de puntillas, pr¨¢cticamente inadvertido. Illa es entonces un desconocido, ¡°la cuota catalana¡± del Gobierno. Carece de la m¨¢s m¨ªnima experiencia sanitaria para lidiar con un ministerio t¨¦cnico, vaciado de competencias y casi de funcionarios. Est¨¢ llamado a manejar la mayor crisis institucional en 40 a?os, el proc¨¦s, m¨¢s que a gestionar una sanidad que controlan las autonom¨ªas. Traje oscuro, camisa blanca, corbata oscura y esas gafas de pasta que parecen un antifaz y que se quita las raras veces que se enfada: tras ese atuendo profesoral ¡ª¡±casi de enterrador¡±, le describe un consejero auton¨®mico¡ª nadie adivina ese d¨ªa el aceler¨®n pol¨ªtico que se avecina. El coronavirus es una implacable m¨¢quina de novelar, una incesante central creativa, y ha elegido a Illa como a uno de sus personajes centrales. Apenas dos meses despu¨¦s de esa ceremonia, ser¨¢ el ministro con m¨¢s poderes de la democracia.
Pero hay que viajar m¨¢s atr¨¢s para perfilar a Illa. Nacido en La Roca del Vall¨¨s (Barcelona) hace 54 a?os, es hijo de obreros textiles, producto bien acabado del ascensor social que a¨²n funcionaba por aquel entonces. Estudia en los escolapios. Despu¨¦s compagina Filosof¨ªa y Derecho, carrera que no llega a terminar. Un fil¨®sofo en Sanidad: un estoico ¡ªla tentaci¨®n de la met¨¢fora¡ª al frente de la crisis v¨ªrica. Illa flirtea con la pol¨ªtica desde muy joven, pero cursa un m¨¢ster en el IESE y acaba como product manager en una empresa de la zona. Por aquella ¨¦poca se enamora perdidamente de una joven b¨²lgara ¡ª Teodora, su primera mujer¡ª en un aeropuerto centroeuropeo. Aquello saldr¨¢ mal. Su coqueteo con la pol¨ªtica sale mejor: de la mano de Rom¨¤ Planas ¡ªdestacado tarradellista al que Illa ha robado uno de sus latiguillos, ¡°estrictamente confidencial¡±, que aplica continuamente: neg¨® su candidatura en el PSC hasta el mismo d¨ªa del anuncio¡ª, acepta ir de n¨²mero dos en las municipales de La Roca. Los socialistas ganan las elecciones, su mentor muere a los pocos meses e Illa ser¨¢ un joven alcalde de 29 a?os. Gobierna con ¨¦xito el municipio ¡ªalgo m¨¢s de 10.000 habitantes¡ª durante una d¨¦cada antes de dar el salto a la pol¨ªtica auton¨®mica como director general en el ¨¢rea de Justicia con el tripartito: fue el responsable de construir las prisiones en las que hoy est¨¢n los l¨ªderes independentistas condenados por el Supremo. De ah¨ª volver¨¢ fugazmente al sector privado, como ejecutivo de la productora Cromosoma, un par¨¦ntesis fallido de apenas unos meses antes de regresar a la pol¨ªtica municipal, al frente del ¨¢rea de presupuestos con el alcalde socialista barcelon¨¦s Jordi Hereu. Illa ya ha tomado una decisi¨®n capital. La pol¨ªtica le tira definitivamente m¨¢s que la empresa, aunque de momento le toca un papel secundario en ese retablo de las maravillas. Cuando el PSC pierde las municipales se quedar¨¢ como jefe de gabinete de Jaume Collboni.
Un jefe de gabinete del quinto partido pol¨ªtico en una Barcelona de capa ca¨ªda: de eso hace solo seis a?os. Ah¨ª su trayectoria hace el clic decisivo. Miquel Iceta lo ficha como secretario de Organizaci¨®n del PSC, por aquel entonces a la deriva, partido en dos por el hurac¨¢n del proc¨¦s y por su propia y legendaria ambig¨¹edad. Josep Maria Carbonell, otro de sus mentores, cuenta que Illa fue esencial para pacificar el PSC; ¡°supo controlar a los alcaldes socialistas¡± que en un momento dado aguantaron las estructuras del Estado en Catalu?a. ¡°Desde el principio sintoniz¨® con Jos¨¦ Luis ?balos y Pedro S¨¢nchez en un momento tambi¨¦n dif¨ªcil en el PSOE¡±, explica Paco Salazar, estrecho colaborador del presidente del Gobierno. ¡°Cosi¨® el partido y supo pactar con Junts en la Diputaci¨®n, con Ada Colau en Barcelona y con ERC en la mesa de di¨¢logo: uno de sus puntos fuertes es la negociaci¨®n¡±, describe Iceta. ¡°Transmiti¨® serenidad y funcion¨® estupendamente como amortiguador en las negociaciones con Esquerra y Junts: ese fue su salvoconducto hacia Madrid¡±, a?ade la vicesecretaria de los socialistas catalanes, Eva Granados.
Illa es un tipo serio. S¨®lido como un mueble antiguo. ¡°Honesto y fiable¡±, coincide todo su equipo. Disciplinado, jer¨¢rquico, cartesiano. Estudioso. Consciente de que carece de esa cosa ingr¨¢vida que denominamos carisma. Del Espanyol, nada menos. Celoso de su vida privada: casado en segundas nupcias con Marta Estruch, tiene una hija que estudia Dise?o y un buen pu?ado de amigos con los que sale a caminar por La Roca, que no faltaron a su toma de posesi¨®n y que solo acceden a hablar con este periodista con el visto bueno del ministro. Illa es la serenidad personificada, pero a veces la procesi¨®n va por dentro: guarda clips en uno de los bolsillos de su americana y juguetea con ellos en los momentos de tensi¨®n. En el otro bolsillo esconde un folio doblado en cuartillas con una detallada agenda del d¨ªa. ¡°Tacha concienzudamente cada cosa que hace y rara vez deja algo para el d¨ªa siguiente¡±, describe su jefa de prensa, Miriam Lorenzo. Jam¨¢s se le ha visto perder los nervios, aunque s¨ª ha levantado la voz en el Congreso: cuando se ha visto acorralado o cuando las cr¨ªticas pasaban de casta?o oscuro. Es madrugador, le gusta correr y lee b¨¢sicamente ensayo; uno de sus libros favoritos es Historia de la guerra del Peloponeso, ¡°que viene a demostrar que el ser humano ha aprendido m¨¢s bien poco en 2.500 a?os¡±, seg¨²n su propia s¨ªntesis. Y colecciona unas misteriosas libretas rojas: van siete desde que es ministro. Ah¨ª anota lo m¨¢s destacado de sus d¨ªas, sus reflexiones y an¨¢lisis, qui¨¦n sabe qu¨¦.
Frugal comiendo, asc¨¦tico viviendo, templado gestionando: el yerno ideal, salvo quiz¨¢ por ese punto de ambici¨®n que se les presupone a los animales pol¨ªticos. ?La prueba? No dej¨® de ser secretario de Organizaci¨®n del PSC en medio de la peor crisis sanitaria en un siglo, y no ha dudado en aceptar el liderazgo del partido a sabiendas de que dejar Sanidad en plena campa?a de vacunaci¨®n es un gesto por lo menos controvertido. ¡°En ocasiones, quiz¨¢ por timidez, le sobraba un punto de austeridad, de estoicismo¡±, cuenta uno de sus amigos, el banquero de inversi¨®n Marc Murtra. ¡°Siempre pens¨¦ que le faltaba sacar a Mister Hyde, no ser siempre tan c¨¢ndido, tan buena persona, tan rematadamente socialdem¨®crata. Yo dir¨ªa que ha dado ese salto¡±.
Cat¨®lico practicante, Illa posee un sentido tarradellista del poder: respeto a las instituciones y los adversarios, capacidad para convertir a enemigos en rivales y a rivales en amigos, o algo parecido a amigos, si es que eso existe en pol¨ªtica. Para ello suele ser recto como la espalda de un viol¨ªn: ¡°Un metro son 100 cent¨ªmetros cuando quieres acordar algo: no pueden ser 101 cent¨ªmetros para ti y 100 para m¨ª; no pueden ser 100 para m¨ª y 98 para ti¡±, dice para arrancar una negociaci¨®n dif¨ªcil. Pero lo fundamental es su forma de narrar, el storytelling, su capacidad para contar historias y sonar convincente en medio de la pesadilla. ¡°Ha sabido encontrar un tono sereno que le da credibilidad y profundidad¡±, dice uno de sus compa?eros en el Consejo de Ministros para explicar por qu¨¦ es el segundo ministro m¨¢s valorado del Gobierno; ¡°tra¨ªa de f¨¢brica ese tono¡±, corrige su amigo y jefe de gabinete V¨ªctor Francos, que comparte vivienda con ¨¦l en La Moncloa. ¡°Tal vez le ha faltado cautela y le ha sobrado un sesgo algo optimista en sus an¨¢lisis, pero eso suele ocurrir cuando las cosas van tan mal, para tratar de generar expectativas favorables¡±, a?ade el periodista cient¨ªfico Javier Sampedro, que le agradece el hecho de que nunca haya ca¨ªdo ¡°en la sensibler¨ªa ni en la sobreactuaci¨®n¡±.
La prueba del algod¨®n ser¨¢ adaptar ese tono a la refriega electoral. Pero de momento Illa ha sabido convertirse en un narrador fiable, suaviter in modo, fortiter in re: capaz de decir las cosas con firmeza, pero suavemente, con una mirada que va m¨¢s all¨¢ de la melancol¨ªa; la mirada de esto es lo que hay. Y con esa forma de dejar caer las r¨¦plicas como si las empujara levemente con el dedo. ¡°Ha aparecido much¨ªsimo y pod¨ªa haberse achicharrado, pero por alguna raz¨®n eso no ha sucedido¡±, analiza Fernando Sim¨®n en una larga charla con EL PA?S, consciente de que tal vez ¨¦l s¨ª se haya quemado algo m¨¢s en esta traves¨ªa. Eso s¨ª, van m¨¢s de 50.000 muertos: ¡°El problema del Titanic era un iceberg, no la estrategia de comunicaci¨®n. Illa ha comunicado bien, eso es impepinable. Cuando haya pasado un tiempo y tengamos perspectiva analizaremos si ha gestionado igual de bien. Pero le respeto porque supo corregir el rumbo despu¨¦s de un inicio titubeante, en el que estaba p¨¦simamente asesorado. Y porque supo pacificar a las autonom¨ªas cuando aquello parec¨ªa un mal sainete y otro hubiera tirado por el camino del medio, por un ordeno y mando contraproducente¡±, asegura uno de los epidemi¨®logos que le han asesorado.
En los ¨²ltimos meses destacan tres momentos cr¨ªticos. ¡°A caballo entre marzo y abril, por encima de las 900 muertes diarias, recibir esos datos era un verdadero mazazo. Camin¨¢bamos pasillo arriba, pasillo abajo por la cuarta planta del ministerio para interiorizarlos, para digerirlos¡±, apunta su anterior jefe de gabinete, Germ¨¢n Rodr¨ªguez. ¡°Tomar la decisi¨®n de decretar el estado de alarma fue dificil¨ªsimo. Las horas previas a aquel 13 de marzo son muy duras¡±, coinciden Patricia Lacruz, directora general, y Alberto Herrera, subsecretario del ministerio. ¡°La conversaci¨®n con Pedro S¨¢nchez inmediatamente anterior a decretar el estado de alarma sabiendo que no est¨¢bamos preparados, porque nadie puede estar preparado para eso, fue quiz¨¢ lo m¨¢s peliagudo¡±, a?ade Fr¨ªas. Hay un tercer momento ¨¢lgido: la segunda ola y la dur¨ªsima confrontaci¨®n con Madrid. ¡°Se sinti¨® traicionado. Tiene una excelente relaci¨®n con el consejero de Sanidad madrile?o, pero aquello de negociar una cosa y de que Madrid saliera diciendo otra le sac¨® de quicio¡±, remata ?Sim¨®n. ¡°Si la crisis le ha afectado en lo personal nunca nos lo ha hecho saber¡±, tercia la directora de la Agencia Espa?ola de Medicamentos y Productos Sanitarios, Chus Lamas.
No todo el mundo es tan amable. Su cambio de destino cuando la pandemia est¨¢ lejos de estar solucionada da munici¨®n de primera a sus cr¨ªticos. En el sector sanitario tiene a mucha gente de u?as. Pero es en el Congreso m¨¢s polarizado de la democracia donde m¨¢s se le censura. Josune Gorospe, parlamentaria del PNV, da una de cal y otra de arena. Destaca ¡°el talante de Illa¡±, ¡°sus habilidades para comunicar en una crisis tan tremenda, la capacidad para no perder ese punto reflexivo y emp¨¢tico a pesar de la tensi¨®n, esencial para que la crispaci¨®n no tomara al asalto la comisi¨®n de Sanidad¡±, y cree que el ministro ha ido sacando ¡°personalidad pol¨ªtica¡±. Pero detecta tambi¨¦n ¡°cierta fatiga¡± y sobre todo critica ¡°la tentaci¨®n recentralizadora¡± en un pol¨ªtico de firmes convicciones federalistas, ¡°pero que ha estado sometido a fuertes presiones¡±. En la Carrera de San Jer¨®nimo le han llamado, en una sola sesi¨®n, ¡°liviano¡±, ¡°vanidoso¡±, ¡°voraz¡±, ¡°aut¨®mata¡±, ¡°obsceno¡±, ¡°poseedor de todos los vicios que describ¨ªa Maquiavelo¡±, ¡°fake news andante¡±, ¡°agujero negro¡±, ¡°experto en oscurantismo¡±, ¡°due?o de intereses sectarios, caprichosos, prevaricadores¡±. Las fuentes consultadas en el PP ¡ªantes de la decisi¨®n de marcharse a Catalu?a¡ª dejan varias cargas de profundidad: ¡°Ni ¨¦l ni los t¨¦cnicos supieron ver la que se nos ven¨ªa encima. Nunca hubo nada parecido a cogobernanza con las autonom¨ªas: se las arregla para no pelearse con nadie, aun a riesgo de generar un l¨ªo terrible. Y en sede parlamentaria es educado y amable, s¨ª, pero se ha convertido en un front¨®n: no entra en cuestiones t¨¦cnicas porque desde luego no es un t¨¦cnico y minutos m¨¢s tarde da una rueda de prensa en La Moncloa si tiene algo que decir. Ha ninguneado al Parlamento¡±. La misma fuente apostilla: ¡°Nos ha faltado una estrategia nacional. Nos han sobrado broncas con Madrid y errores burdos con las mascarillas, con los test de ant¨ªgenos, con tantas cosas. Ha hecho una gran operaci¨®n de marketing pol¨ªtico: es digno de estudio que alguien pueda salir tan bien parado con esa gesti¨®n. Pero ha sido incapaz de reforzar la legislaci¨®n sanitaria porque los socios del Gobierno no toleran nada que suene a hacer pol¨ªticas de Estado. Son decenas de miles de muertes; seguro que muchas eran evitables. ?Qu¨¦ ha hecho Illa al respecto? ?Se ha hecho siquiera esa pregunta?¡±
Y s¨ª, Illa se ha hecho esa pregunta. Una ma?ana de diciembre recibe a este diario en el ministerio y esa cuesti¨®n sobrevuela una hora larga de conversaci¨®n. El ministro arranca despacio y por momentos encaja con la descripci¨®n que hace de ¨¦l uno de sus amigos: ¡°?ltimamente parece algo mayor: es el precio que se paga por vivir de cerca ciertas revelaciones¡±. Se sienta en un sof¨¢, no muy lejos de la mesa de trabajo que hered¨® de Ernest Lluch, uno de sus referentes (y que, como ¨¦l, tampoco era un t¨¦cnico: era historiador econ¨®mico) e ir¨¢ cogiendo velocidad a medida que avanza la charla: ¡°No vimos la dimensi¨®n de lo que ven¨ªa; nadie la vio, era muy dif¨ªcil, entre otras cosas porque China no dijo toda la verdad¡±, concede. ¡°Y hemos cometido errores: el estado de alarma debi¨® alargarse; hab¨ªa mucha presi¨®n para iniciar la desescalada¡±. Pero cierra con un latigazo: ¡°En los momentos m¨¢s complicados, con una incertidumbre radical y una tensi¨®n enorme, hicimos lo que deb¨ªamos¡±. La calidad de las pol¨ªticas depende de c¨®mo se discuten y esa es una de sus autocr¨ªticas m¨¢s agudas: ¡°Espa?a tiene un sistema de salud razonablemente bueno, que hay que reforzar como hemos tenido el disgusto de comprobar. Y tiene una formidable red de seguridad en Europa. Pero deber¨ªamos ser capaces de pensar m¨¢s como pa¨ªs, Gobierno y oposici¨®n, Estado central y autonom¨ªas, pol¨ªticos y sociedad civil: hemos fallado en eso. Deber¨ªamos aprender a discutir de otra manera¡±.
El ministro confiesa que siempre se vio ¡°como un fusible¡±, consciente de que una crisis de este calibre puede barrer con todo. Pero empieza a ver o quiere empezar a ver la luz al final del t¨²nel con las vacunas: ¡°Esto es una cura de humildad para Occidente, y aun as¨ª Europa puede empezar a salir para el verano¡±. En esa entrevista, tres semanas antes de convertirse en cabeza de cartel del PSC, Illa ya dejaba patente una mirada pol¨ªtica estr¨¢bica; ¡°tiene un ojo puesto en la pandemia, pero el otro en Catalu?a, en las elecciones catalanas, en el devenir del proc¨¦s¡±, dec¨ªa la libreta de notas de este periodista despu¨¦s de esa charla. ¡°Los catalanes hemos perdido 10 a?os, hemos malgastado el tiempo en lo que no le importa a nadie¡±, sostiene Illa; ¡°hay que poner punto final a esta d¨¦cada perdida. Los independentistas son conscientes de que han sido derrotados, pero a un coste muy alto: no estoy a favor de los indultos, pero lo que hay que hacer ahora es tener altura, suturar todo lo que se pueda esa herida¡±, a?ade. ¡°No estoy de acuerdo en que el PSC sea un partido ambiguo: la prueba es que en 2017 los alcaldes estuvieron a la altura. Y que Josep Borrell, Iceta y yo mismo estuvimos en las manifestaciones de Societat Civil Catalana. El a?o 2017 fue venenoso, pero ya el primer refer¨¦ndum fue invasivo, terrible, antidemocr¨¢tico. Artur Mas no estuvo a la altura; quienes le siguieron, a¨²n menos. Pero no es el momento de hurgar en la herida, sino de coserla. Y de tratar de mover 300.000 o 400.000 votos¡±. Preguntado sobre si iba a dar el salto a la pol¨ªtica catalana, despach¨® la cuesti¨®n con un lac¨®nico ¡°Iceta es un gran candidato¡±. Pero tambi¨¦n dej¨® un premonitorio ¡°m¨¢s adelante, ambici¨®n no me falta; las cosas vienen como vienen¡±.
Las cosas han venido r¨¢pido. Illa volver¨¢ ahora al punto de partida: dise?ar¨¢ su estrategia de cara al 14-F a caballo entre su despacho en el ministerio y su casa de La Roca. En el pueblo, en uno de esos d¨ªas grises antes de Navidad, se ve alguna bandera independentista, pero ese sarampi¨®n de s¨ªmbolos que fue 2017 ha bajado much¨ªsimo. Hace un fr¨ªo de mil demonios. En una de las calles principales, que se adentra en la localidad como un r¨ªo ancho y oscuro, tras dejar atr¨¢s una iglesia austera aparecen algunos comercios, una tienda de cachivaches, muy pocos j¨®venes: un pueblo soso o sobrio o sereno, como el ministro, al lado de una zona boscosa ideal para dar un paseo, para buscar setas, para pensar un poco. En medio del paseo reaparece aquella frase de Cercas, ¡°no es un Churchill¡±. A la sombra de Churchill hay un pol¨ªtico menos carism¨¢tico, menos conocido: Clement Attlee, el l¨ªder laborista brit¨¢nico que apoy¨® la Rep¨²blica espa?ola y que bati¨®, contra todo pron¨®stico, al inimitable Churchill en las elecciones de 1945, reci¨¦n acabada la guerra. Entre los logros de Attlee destaca la fundaci¨®n del Servicio Nacional de Salud. Durante su mandato los brit¨¢nicos abandonaron India y Palestina. Lord Churchill se burlaba de sus silencios, de su falta de carisma, de su aspecto funcionarial, y lo sentenci¨® con una frase demoledora: ¡°Ayer lleg¨® un taxi vac¨ªo a Downing Street y de ¨¦l baj¨® Clement Attlee¡±. Salvador Illa, en fin, no es un Churchill, y a¨²n tiene que demostrar que puede llegar a ser un Attlee, pero hace justo un a?o alguno pensaba que lleg¨® un taxi vac¨ªo al Ministerio de Sanidad y luego result¨® que el taxi no estaba vac¨ªo, y desde entonces no ha dejado de espigarse hasta su nuevo destino: en la carteler¨ªa electoral del PSC veremos esas gafas que parecen un antifaz.
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