Lo que hemos perdido en Afganist¨¢n
Quer¨ªa escribir sobre Afganist¨¢n, porque estoy preocupado, con el grave inconveniente para posibles lectores de que no tengo ni idea sobre ese pa¨ªs
En la batalla de Solferino, el 24 de junio de 1859, pasaron dos cosas relevantes. Una, que fue la ¨²ltima de la historia en la que participaron los soberanos de cada bando en persona: el emperador Francisco Jos¨¦ de Austria, que perdi¨®, frente a Napole¨®n III, de Francia, y V¨ªctor Manuel II, del reino de Cerde?a, germen de la futura Italia. Luego lo de matarse se fue delegando, aunque a¨²n correr¨ªa mucha sangre en Europa, y hoy ya preferir¨ªamos que a ser posible lo resolvieran unos drones. Lo segundo que ocurri¨® es que pas¨® por all¨ª un se?or suizo, Henry Dunant, que vio horrorizado el espect¨¢culo rutinario de las carnicer¨ªas de entonces, miles de cad¨¢veres. Pens¨® que aquello no pod¨ªa ser y fund¨® la Cruz Roja. As¨ª naci¨® el esc¨¢ndalo ante la violencia b¨¦lica y el intento de aplacarla. Hasta el punto de que ya hablamos de guerras humanitarias, intervenciones de paz y lo que sea que haya sido lo de Afganist¨¢n.
Quer¨ªa escribir sobre Afganist¨¢n, porque estoy preocupado, con el grave inconveniente para m¨ª, y mucho m¨¢s para posibles lectores, de que no tengo ni idea de Afganist¨¢n. S¨ª, he le¨ªdo libros, he hablado con gente, pero en cada art¨ªculo descubro algo que no sab¨ªa, y siento que debo seguir leyendo y calladito. Y es que as¨ª nunca escribir¨ªa nada, aunque ya llevo p¨¢rrafo y medio. Pero Afganist¨¢n nos angustia, lo notas en conversaciones con conocidos que no son de comentar la actualidad en las comidas. De esos que no tienen ni idea de Afganist¨¢n. ?Por qu¨¦ nos ha afectado tanto? Quiz¨¢ porque, tras la pandemia, es otra cosa m¨¢s que no acaba como en las pel¨ªculas. Han ganado los malos e instaurar¨¢n un Estado majara medieval. En parte el susto se debe, creo, a que la gente no tiene ni idea de lo que pasa fuera, y todo le pilla por sorpresa. En realidad interesa cada vez menos lo que ocurre en el mundo, vivimos una extra?a combinaci¨®n de hiperconectividad y ensimismamiento. Luego salen de la nada miles de pobres y refugiados, y algunos hasta llegan a creer que son vagos y maleantes. Pero incluso los que no sabemos nada de Afganist¨¢n sab¨ªamos que esto iba a acabar as¨ª. Se dijo desde el primer d¨ªa. Es m¨¢s, viendo otras retiradas de Afganist¨¢n, esta no es de las peores. En 1842, el general brit¨¢nico Elphinstone sali¨® de Kabul con 16.000 personas, la mayor¨ªa civiles. Solo se salv¨® una, las dem¨¢s fueron masacradas.
Lo cierto es que matanzas, retiradas chapuceras, guerras mal hechas, y por razones banales, pandemias, teor¨ªas de la conspiraci¨®n, el horror en general, es algo viejo como el mundo, y que aqu¨ª mismo fue normal hasta los a?os cuarenta. Luego entramos en un dulce e ins¨®lito periodo de paz y prosperidad en el que todo lo terrible ya pasaba en otra parte (salvo anacronismos como ETA). Pero ah¨ª fuera todo sigue siendo anacr¨®nico. Seg¨²n nuestro reloj, claro. Para el turismo est¨¢ bien, es m¨¢s aut¨¦ntico, siempre que sea seguro. Cada vez que pasa algo como de otra ¨¦poca nos asombra, pens¨¢bamos que eso en la nuestra ya no pasaba. Pero eso que llamamos nuestra ¨¦poca no existe. Tras la invasi¨®n de EE UU, el mul¨¢ Omar, l¨ªder de los talibanes, dijo: ¡°Vosotros ten¨¦is el reloj, pero nosotros tenemos el tiempo¡±. Sabias palabras, 20 a?os no es nada (aunque entretanto palm¨®).
En Al otro lado del r¨ªo y entre los ¨¢rboles, de Hemingway, la vida de un soldado cambia el d¨ªa que le hieren de gravedad, y no vuelve a ser la misma: ¡°Debi¨® de ser por la p¨¦rdida de la inmortalidad. En cierto sentido es una gran p¨¦rdida¡±.
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