El enigm¨¢tico l¨ªder supremo de los talibanes que no aparece
El misterio rodea a Haibatullah Akhundzada, el hombre que, se supone, tiene la ¨²ltima palabra en los temas clave de Afganist¨¢n
Afganist¨¢n no est¨¢ al borde del precipicio, ha empezado a despe?arse. Desde que los talibanes se hicieron con el poder el pasado agosto, el pa¨ªs ha perdido el acceso a sus divisas y, lo que es m¨¢s grave, a numerosos profesionales de todos los ¨¢mbitos, desde la educaci¨®n hasta la medicina, pasando por la gesti¨®n estatal y la empresa privada. En medio de las peticiones de los dirigentes fundamentalistas para que la ayuda internacional vaya m¨¢s all¨¢ de lo humanitario y se les reconozca como leg¨ªtimos representantes, llama la atenci¨®n el silencio de su l¨ªder supremo, el maulana Haibatullah Akhundzada.
A diferencia de otros responsables talibanes, Akhundzada nunca ha dado entrevistas o comparecido en p¨²blico. Ni siquiera se ha presentado ante los afganos despu¨¦s de culminar dos d¨¦cadas de lucha contra el sistema democr¨¢tico instalado tras la intervenci¨®n de Estados Unidos que les ech¨® del poder. Tampoco se ha dejado ver con otros dirigentes del grupo, que solo ha difundido una fotograf¨ªa suya, en 2016, a ra¨ªz de su elecci¨®n para sustituir a Mohammad Mansur, asesinado por un dron estadounidense. En ella se ve a un hombre en la cincuentena, con un turbante blanco y larga barba, que mira fijamente a la c¨¢mara sin expresi¨®n. ?Es el jeque Haibatullah?
Hay pocos datos biogr¨¢ficos de quien en calidad de l¨ªder supremo de los talibanes tiene la ¨²ltima palabra en los asuntos religiosos, pol¨ªticos y militares del movimiento que controla Afganist¨¢n. Como todo dirigente guerrillero que se precie, gran parte de su vida ha transcurrido en la clandestinidad. Su extremada discreci¨®n, o prudencia, ha suscitado dudas sobre si segu¨ªa vivo. Tiempo atr¨¢s se le dio por muerto en un atentado. El a?o pasado se dijo que hab¨ªa fallecido de covid, extremo desmentido por los fundamentalistas. Pero el hecho de que el grupo tardara dos a?os en admitir la muerte de su fundador, Mohamed Omar, m¨¢s conocido como mul¨¢ Omar, alienta las especulaciones.
Tal vez para silenciar los rumores, fuentes talibanas propagaron una inusual aparici¨®n p¨²blica del elusivo dirigente el ¨²ltimo s¨¢bado de octubre. Seg¨²n ese relato, Akhundzada, m¨¢s conocido con el ambicioso t¨ªtulo de emir ul mominin, o pr¨ªncipe de los creyentes, acudi¨® a la Jamia Darul Aloom Hakimia, una escuela religiosa en Kandahar, la ciudad del sur de Afganist¨¢n considerada el centro espiritual de los talibanes. Pero no hay im¨¢genes de la visita.
Su ausencia p¨²blica no significa falta de influencia, ya que todas las decisiones de calado se atribuyen a su inspiraci¨®n o, como m¨ªnimo, su endoso. Los portavoces talibanes proclamaron en su nombre los primeros pasos del Emirato Isl¨¢mico de Afganist¨¢n, como han bautizado el pa¨ªs, y dijeron que las negociaciones para formar el Gobierno de transici¨®n se realizaban bajo su supervisi¨®n. En contra de lo esperado, cuando finalmente se anunci¨® el Ejecutivo a principios de septiembre, no se le mencion¨® como m¨¢xima autoridad del Estado.
Sin embargo, se difundi¨® un mensaje con su firma que establec¨ªa los fundamentos del nuevo r¨¦gimen. En ¨¦l ped¨ªa a los ministros que respetaran la ley isl¨¢mica (shar¨ªa). Adem¨¢s, aseguraba que los talibanes quer¨ªan ¡°relaciones s¨®lidas y saludables¡± con sus vecinos y todos los dem¨¢s pa¨ªses ¡°basadas en el respeto mutuo¡±, algo que desde entonces se ha convertido en un mantra para todos los portavoces del grupo. La aparente moderaci¨®n de esas palabras se lee de forma diferente a la luz de su trayectoria vital.
Cuando sucedi¨® a Mansur, el servicio afgano de la BBC revel¨® que Akhundzada hab¨ªa sido jefe de los tribunales de justicia del r¨¦gimen talib¨¢n (1996-2001). Bajo su mandato se institucionalizaron los castigos corporales como los latigazos o las ampu?taciones. Los talibanes remitieron a su interpretaci¨®n de la ley isl¨¢mica para justificar esas penas, prohibidas en la legislaci¨®n internacional por su crueldad. Esa reputaci¨®n explica el temor que su llegada al poder ha suscitado entre los activistas de derechos humanos y en especial las mujeres.
Haibatullah, en ¨¢rabe ¡°regalo de Dios¡±, es hijo del director de una madrasa (eso es lo que significa Akhundza?da). Se le calculan unos 60 a?os y naci¨® en la comarca de Panjwai, en la provincia de Kandahar. Su familia pertenece al clan de los Nurzai, parte de la confederaci¨®n tribal Durrani, una de las m¨¢s influyentes entre los pastunes y que tambi¨¦n incluye a la antigua familia real afgana y al expresidente Hamid Karzai. Entre el 40% y el 50% de los afganos son pastunes.
Hasta que sustituy¨® a Mansur, se le consideraba m¨¢s un l¨ªder religioso que un jefe militar, y a ¨¦l se atribuyen la mayor¨ªa de las fetuas que emiten los talibanes. De ah¨ª el honor¨ªfico maulana con el que sus seguidores se dirigen a ¨¦l. Sin embargo, su militancia empez¨® en la lucha contra la ocupaci¨®n sovi¨¦tica durante la d¨¦cada de los ochenta del siglo pasado. En 1994 se uni¨® a la guerrilla talibana bajo la ¨¦gida del mul¨¢ Omar, de quien lleg¨® a ser un colaborador muy cercano hasta su muerte en 2013.
Gracias a sus credenciales religiosas y sus lazos con los dirigentes talibanes afincados en la ciudad paquistan¨ª de Quetta (la llamada Shura de Quetta), Akhundzada pudo controlar pronto el grupo y cerrar las divisiones que se abrieron a la muerte de Omar. Todos los miembros de ese consejo le prometieron lealtad, incluido Mohamed Yaqoob, el hijo del mul¨¢ Omar, que hab¨ªa esperado sucederle y se distanci¨® de Mansur. Akhundzada le nombr¨® adjunto, al mismo nivel que Abdulghani Baradar (cofundador del grupo) y Sirajjudin Haqqani, l¨ªder de una facci¨®n semiaut¨®noma dentro del movimiento. Hoy, los tres controlan los puestos clave del Gobierno provisional.
El desconocimiento del papel concreto de Akhundzada en el d¨ªa a d¨ªa del grupo ha producido an¨¢lisis contradictorios. Desde quienes le atribuyen la l¨ªnea dura que llev¨® a los talibanes a rechazar negociar con el anterior Gobierno afgano hasta quienes ven en ¨¦l m¨¢s una figura simb¨®lica que un l¨ªder operativo.
Akhundzada sufri¨® en su propia familia las consecuencias de la militancia radical a la que ha consagrado su vida. De acuerdo con la agencia Reuters, uno de sus hijos, Abdul Rahman, muri¨® ejecutando un atentado suicida contra una base del Ej¨¦rcito afgano en la provincia de Helmand, en julio de 2017. Ten¨ªa 23 a?os. Dos a?os despu¨¦s, la cadena de televisi¨®n Al Jazeera inform¨® de la muerte de un hermano menor del l¨ªder, Ahmadullah, en un ataque contra la mezquita en la que predicaba a las afueras de Quetta. En la explosi¨®n tambi¨¦n resultaron heridos dos hijos de ¨¦ste. ?l mismo sufri¨® un intento de asesinato en esa misma ciudad hace algunos a?os, seg¨²n revel¨® uno de sus estudiantes al diario The New York Times.
Su reclusi¨®n sigue la l¨ªnea del mul¨¢ Omar, quien tampoco se dejaba ver en p¨²blico y rara vez recib¨ªa a extranjeros. Solo con motivo de algunas fiestas isl¨¢micas emite alg¨²n mensaje. Queda por ver por cu¨¢nto tiempo m¨¢s va a poder mantenerse en la sombra. A su llegada al poder, los talibanes dijeron que pronto aparecer¨ªa en p¨²blico. El celo con que lo protegen del escrutinio puede volverse en su contra si llegara a confirmarse que ya ha dejado la escena.
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