25 minutos de concentraci¨®n y cinco de descanso: vivir obsesionado con la productividad
Ser productivo es ahora un atributo aspiracional. Y estar agotado por exceso de trabajo, un s¨ªmbolo de estatus. Pero estar (o parecer) ocupado es tambi¨¦n una reacci¨®n de los j¨®venes a la precariedad econ¨®mica
¡°Vivo en mi calendario de Google. Agendo literalmente hasta mis horas de sue?o porque el tiempo es un recurso finito¡±. Habla Amy Landino, planner, maga del tiempo, reina de la t¨¦cnica del Pomodoro. Su canal de YouTube lo siguen 401.000 personas que quieren aprender a sacar el m¨¢ximo rendimiento a las 24 horas que se nos concede cada d¨ªa, a golpe de organizaci¨®n y del dominio total de herramientas y apps para optimizar y llenar cada caja del calendario de Google. Una especie de horror vacui salpicado por alarmas varias y que debe conducirlos al nuevo nirvana: la productividad. Amy saca un temporizador de cocina con forma de tomate (el pomodoro) y marca los tiempos: 25 minutos de trabajo y concentraci¨®n plena, 5 descanso. Repetir 4 veces.
Nadie sabe precisar cu¨¢ndo la productividad comenz¨® a tener una dimensi¨®n espiritual. Era febrero de 2019 cuando Erin Griffith escrib¨ªa en The New York Times: ¡°Estamos hambrientos de significado, a medida que ha ido cayendo la religi¨®n organizada, especialmente entre los mileniales y la generaci¨®n Z, se ha ido sustituyendo por la ¨¦pica del trabajo¡±. El art¨ªculo en cuesti¨®n se llamaba ¡®La desgracia de los mileniales que #amansutrabajo¡¯. Una pandemia despu¨¦s, hemos llegado a 2022 con la productividad convertida en una cualidad aspiracional, idealizada y romantizada en las redes sociales, un trofeo que requiere disciplina, inspiraci¨®n, rituales y l¨ªderes.
Los largos y desestructurados d¨ªas del confinamiento trajeron nostalgia por la disciplina y los horarios y abrieron la puerta a un nuevo nicho de influencers: los ninjas de la productividad, los zares de Excel, los capos de Notion. Con millones de estudiantes solos en sus habitaciones, sin horarios y con l¨ªmites entre el ocio y las obligaciones totalmente diluidos, los influencers de la productividad se convirtieron en l¨ªderes espirituales que mapeaban las vidas desestructuradas en calendarios de Google y notas codificadas en color pastel donde se planificaban clases y estudio, pero tambi¨¦n con listas de series, libros y tazas consumidas de t¨¦ matcha para favorecer la concentraci¨®n. Est¨¢n en Instagram, YouTube y Tik?Tok, son creadores que seducen a su p¨²blico con contenidos centrados en una app espec¨ªfica de productividad, descubriendo sus atajos, trucos y f¨®rmulas. Constituyen una parte poderosa del ecosistema de los softwares de productividad y flujos de trabajo, cuyo mercado se estima que valdr¨¢ en 2027 cerca de 103.000 millones de d¨®lares, seg¨²n un informe de Grand View Research, Inc.
Oksana Yakymchuk tiene 25 a?os y se hace llamar Mrs. Excell en TikTok, vive en Alicante y lo sabe todo de Excel. Y todo es todo. ¡°Soy autodidacta y aprend¨ª a optimizar mis plantillas al 500%. Estoy enamorada del Excel y no hay nada que disfrute m¨¢s que ver la cara que se le queda a la gente cuando le descubro sus atajos¡±, cuenta por tel¨¦fono. Dice que siempre le ha gustado ahorrar tiempo. ¡°La productividad la llevo en las venas, siempre he sido muy matem¨¢tica y cuadriculada¡±, reconoce. Su cuenta monotem¨¢tica de TikTok la siguen 708.000 personas y es parte de ese micromundo que se engloba en el hashtag #productivityTok. All¨ª los m¨¢s adorables son los stu?dyblrs, mezcla de las palabras study y Tumblr. En su ingenuidad han conseguido idealizar la productividad y el agotamiento, prestan tanta atenci¨®n a coordinar los colores de sus calendarios y notas como a cumplir a rajatabla con las actividades programadas. Trabajar los enaltece y presumir de cansancio tras 15 horas de autoexplotaci¨®n los hace sentirse semidioses de la meritocracia. Tutoriales, infograf¨ªas de autoayuda, frases motivacionales inspiran a impresionables adolescentes que compiten por alcanzar sus l¨ªmites de agotamiento. Algunos observadores del fen¨®meno vaticinan que de aqu¨ª saldr¨¢ la pr¨®xima generaci¨®n de workaholics. ¡°Es la gamificaci¨®n del trabajo donde la presi¨®n de la producci¨®n es estimulante solo porque es tangible y rastreable¡±, opina Lee Humphreys, jefa del Departamento de Comunicaci¨®n de la Universidad de Cornell.
Humphreys cree que se trata m¨¢s de parecer que de ser realmente productivo. La profesora de Cornell cita v¨ªa e-mail un concepto acu?ado en 1948 por el soci¨®logo Paul Lazarsfeld, la disfunci¨®n narcotizante, que describe c¨®mo los medios nos crean una falsa sensaci¨®n de acci¨®n. ¡°Cuando la gente sabe o lee mucho sobre algo, o simplemente observa a otros trabajar intensamente, suele pensar que, solo por mirar, ya est¨¢ implicado de la misma manera en esa actividad¡±. Seg¨²n la profesora, consumir contenido de superaci¨®n profesional en las redes sociales confunde a la audiencia haci¨¦ndole creer que est¨¢ aprendiendo activamente a cocinar, a estudiar o a administrar su tiempo.
La ilusi¨®n de control que dan los calendarios repletos es un ant¨ªdoto contra la incertidumbre que ha marcado a una generaci¨®n reci¨¦n salida de una pandemia y que acaba de sorprenderse con una guerra. Su consuelo contra el caos es permanecer ocupada y sumergirse en la llamada cultura del ajetreo, de la glorificaci¨®n de estar (o parecer) ocupado. ¡°La cultura del ajetreo debe ser entendida como la respuesta de los m¨¢s j¨®venes a la precariedad econ¨®mica. Probablemente muchos de esos v¨ªdeos y tablas hiperestructuradas se alimenten de sus miedos existenciales¡±, se?ala Humphreys. En la cultura del ajetreo todo es una inspiraci¨®n para seguir trabajando, incluso el autocuidado, el ocio o el deporte, que son vistos como herramientas para resetearse y ser m¨¢s productivos.
Los que hacen culto a la productividad tambi¨¦n son hijos de las pantallas y esclavos de la distracci¨®n. Seg¨²n los c¨¢lculos de Michael Posner, profesor de la Universidad de Obreg¨®n, cada vez que uno es interrumpido necesita 23 minutos para recuperar el nivel de concentraci¨®n previo a la interrupci¨®n. Para la generaci¨®n Z la concentraci¨®n es un atributo aspiracional. Escaso, caro y dif¨ªcil. No parece raro que militen en la excelman¨ªa, o que le sobrevengan descargas de dopamina cuando completan una lista de To-Do.
Un renegado de los stu?dyblrs contaba en su blog c¨®mo, tras varios meses de habitar en esa esquina de TikTok, su autoestima qued¨® ligada a su productividad y al dise?o de sus tablas y notas color pastel. ¡°Personalmente, el consumo constante de contenido sobre trabajo y productividad me desencaden¨® sentimientos de incompetencia. Como alguien que valora mucho los est¨ªmulos visuales, sent¨ªa que mis notas ten¨ªan que alcanzar un est¨¢ndar perfecto de dise?o con un flujo de informaci¨®n claro y conciso. Aprender o no estaba en un segundo o tercer plano¡±.
Tracy Brower, soci¨®loga y autora del libro The Secrets to Happiness at Work (2021), afirma que la obsesi¨®n por la productividad suele estrechar nuestra visi¨®n, y el efecto puede ser muy desmotivador. ¡°La hiperconcentraci¨®n a?ade presi¨®n y es extremadamente paralizante¡±, dice. Adem¨¢s, no deja espacio a las casualidades, a la serendipia o a la creatividad, todo lo que la experta en creatividad Natalie Nixon denomina ¡°el trabajo invisible¡±. ¡°Precisamente la parte del proceso que no se puede medir, y que no emerge en las reuniones ni en una call de Zoom. Incluye observar, escuchar, intuir, perder tiempo, pensar, hacerse preguntas fuera de contexto y enmarcar una y otra vez la realidad. Para ella es el ¨²nico trabajo humano que sobrevivir¨¢ en la cuarta revoluci¨®n industrial. Y es m¨¢s que probable que tampoco pueda agendarse en el calendario de Google.
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