Por qu¨¦ algunos medios conservadores demonizan al ¡®vago de Netflix¡¯
El estereotipo del holgaz¨¢n de clase trabajadora es utilizado, en ocasiones, para erosionar el Estado de bienestar
¡°Que no me vengan con el cuento de que no hay personal, lo que no hay son ganas de trabajar. (¡) Es m¨¢s f¨¢cil estar en casa cobrando ayudas y viendo Netflix¡± (un empresario de la hosteler¨ªa, en declaraciones a El Espa?ol). ¡°Antes hac¨ªas 10 entrevistas al mes y ahora haces cien. Gente joven que se quiera dedicar a esta profesi¨®n [la alba?iler¨ªa] cada vez hay menos¡± (un gerente, en Antena 3). ¡°No hay ambici¨®n ni ganas de trabajar. La gente ha recibido ayudas como los ERTE [expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo] y est¨¢ mejor en casa que trabajando¡± (otro hostelero, tambi¨¦n en El Espa?ol).
El mensaje fue plant¨¢ndose durante meses, muy especialmente en diarios digitales conservadores y en los matinales de televisi¨®n, como Espejo p¨²blico y El programa de Ana Rosa, germin¨® y desde entonces flota en el ambiente. Con ¨¦l se ha dado lugar a una figura un tanto mitol¨®gica: una persona, casi siempre joven, que podr¨ªa tener empleos a su alcance, pero prefiere quedarse en casa cobrando subsidios y viendo Netflix o jugando a Call of Duty. El estereotipo hace agua en cuanto se rasca un poco en datos econ¨®micos y en la sociolog¨ªa del empleo ¡ª?si tan poca gente quiere trabajar por qu¨¦ se presentaron en septiembre 150.000 personas para 3.500 plazas fijas en Correos?¡ª, pero a quienes lo apuntalan a diario en los medios eso les da igual.
Esa figura, el vago de Netflix, tiene claros antecedentes medi¨¢ticos. Uno de ellos es la welfare queen. As¨ª bautizaron los medios anglo en la ¨¦poca del binomio Reagan/Thatcher a las mujeres que eran demasiado holgazanas para trabajar y se dedicaban a enga?ar al sistema y parir un hijo detr¨¢s de otro para acumular subsidios estatales. A veces estas ¡°reinas del subsidio¡± eran personas reales, que se convert¨ªan en una especie de celebrities en negativo cuyas andanzas segu¨ªa la prensa. Los tabloides de Rupert Murdoch a ambos lados del Atl¨¢ntico eran muy dados a construir esas narrativas. Una de ellas fue Linda Taylor, una mujer birracial de Alabama nacida en 1926 con graves problemas mentales que pas¨® a ser una figura conocida en todo Estados Unidos en 1974, cuando 11.000 peri¨®dicos locales (s¨ª, hab¨ªa tantos) publicaron un art¨ªculo detallando c¨®mo comet¨ªa fraude al acumular cheques de los servicios sociales. Reagan, que se refiri¨® a las personas como Linda como ¡°un c¨¢ncer que se come nuestros ¨®rganos¡±, se aferr¨® a su historia para desacreditar el Estado de bienestar. Cuando se present¨® a la presidencia, en 1980, habl¨® decenas de veces en sus m¨ªtines y entrevistas de la ¡°mujer de Chicago¡±, a la que convirti¨® en un monstruo.
El tabloide brit¨¢nico The Sun ha tenido siempre sus welfare queens favoritas. Entre ellas, Marie Buchan, una mujer de Birmingham a la que apodaban Octomum porque tiene ocho hijos de distintos padres. Entre 2016 y 2017 publicaron decenas de noticias sobre ella, desde su operaci¨®n de aumento de pecho por 4.500 libras (5.400 euros) al hecho de que supuestamente hab¨ªa dejado un trabajo parcial de 16 horas a la semana porque le resultaba agotador y prefer¨ªa vivir del paro.
Estudiosos del Estado de bienestar, como el soci¨®logo dan¨¦s Christian Albrekt Larsen y autores como Josh Levin, que en 2019 dedic¨® un libro a la historia real de Linda Taylor, han contado bien c¨®mo la construcci¨®n de esta figura, la reina del subsidio, permit¨ªa hacer un c¨®ctel clasista, racista (por supuesto, los ocho hijos de Marie Buchan tienen distintos tonos de piel) y machista que result¨® muy efectivo para apuntalar constructos neoliberales, como que el Estado quita impuestos a los trabajadores honrados para sostener a un mont¨®n de indeseables. Peor a¨²n si son vagas y promiscuas.
Al economista hispanobrit¨¢nico Roy Cobby, doctorando en el King¡¯s College de Londres, le parece que hay una buena comparaci¨®n hist¨®rica entre la welfare queen y el vago de Netflix. Seg¨²n Cobby, en los a?os ochenta, cuando arreci¨® ese estereotipo, fue cuando ¡°se deposit¨® la responsabilidad de encontrar empleo en el desempleado y los subsidios empiezan a identificar los subsidios como desincentivos para encontrarlo. Todo esto explica el discurso de los tabloides respecto a una clase baja perezosa¡±.
Cobby tambi¨¦n entiende que el hecho de que las generaciones m¨¢s j¨®venes ¡°est¨¦n descubriendo la sindicaci¨®n y la capacidad de negociaci¨®n¡±, en un nuevo auge del laborismo transnacional, estar¨ªa alimentando este otro t¨®pico a modo de reacci¨®n. ¡°Con esos clich¨¦s de la adicci¨®n a Netflix, las redes sociales y la pereza, se desacreditan las demandas de una poblaci¨®n que se enfrenta a una econom¨ªa mucho m¨¢s excluyente que la que afrontaron generaciones anteriores¡±, concluye.
La idea de detectar pobres ¡°poco laboriosos¡± existe desde los albores del capitalismo, desde el siglo ?XVIII, apunta C¨¦sar Rendueles, autor de Contra la igualdad de oportunidades (Seix Barral). ¡°Pero en los ¨²ltimos a?os ese mecanismo est¨¢ siendo empleado ampliamente por la extrema derecha, para diferenciar entre buenas y malas v¨ªctimas de la crisis, es decir, para enfrentar a unas v¨ªctimas con otras¡±.
Si el vago de Netflix no existe, ?por qu¨¦ todos esos empresarios que aparecen en los medios no logran cubrir sus vacantes? La respuesta adecuada requerir¨ªa muchas p¨¢ginas y an¨¢lisis multifactoriales, pero el economista Marcel Jansen apunta a los desajustes derivados de una situaci¨®n hist¨®ricamente ¨²nica, haber parado la econom¨ªa y haberla reactivado a trompicones; a las malas condiciones laborales en sectores como la hosteler¨ªa, que habr¨ªan hecho a muchos trabajadores reconsiderar sus sacrificios, y al famoso pay them more del presidente estadounidense, Joe Biden. Cuando Biden dijo eso, con toda la intenci¨®n de que se convirtiese en un eslogan, estaba aludiendo a los llamados working poor, los millones de personas que siguen bajo el umbral de la pobreza a pesar de tener un empleo o varios.
Aunque Jansen no cree que haya un n¨²mero significativo de personas que estuvieran empleadas y ahora cobren el ingreso m¨ªnimo vital por elecci¨®n (la diferencia de ingresos es demasiado grande), s¨ª pide que se pueda recibir la prestaci¨®n y trabajar a la vez.
Hay una ¨²ltima pregunta, m¨¢s provocadora, que cabe hacerse: ?Y qu¨¦, si existe el vago de Netflix?, ?ser¨ªa tan grave? El derecho a la pereza, de Paul Lafargue, est¨¢ viviendo un momento de enorme popularidad intelectual en esta crisis, que ha obligado a muchas personas en Occidente a replantearse qu¨¦ est¨¢n haciendo con su escaso tiempo en un planeta en llamas. Rendueles cree que es un fen¨®meno a¨²n demasiado marginal, porque nuestra identidad sigue demasiado cosida a lo que hacemos para ganar dinero, pero que, con los datos de La Gran Renuncia en mano, s¨ª hay ¡°cada vez m¨¢s gente que ve el trabajo asalariado desde un punto de vista puramente instrumental, como una fuente de ingresos a la que se debe dedicar el menor tiempo de vida y energ¨ªa posibles¡±. Y eso tambi¨¦n lo habr¨ªa engendrado el sistema: ¡°Desde hace 40 a?os las empresas han roto el contrato social fordista que ofrec¨ªa a los trabajadores seguridad a cambio de disciplina y compromiso laboral, y ahora se asombran de no tener disciplina ni compromiso¡±. La gente, lo dicen cada ma?ana en la tele, no quiere trabajar.
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