Israel y el absceso invisible
Si uno fuera capaz de mirar a ese pa¨ªs sin ver su absceso monstruoso, ver¨ªa un lugar casi admirable. Pero eso no es posible
Imaginemos un pa¨ªs rodeado de enemigos en un continente violento. Ese pa¨ªs es un fiel aliado de Occidente, es decir, de Estados Unidos. De hecho, sus dirigentes se sienten europeos. Hablamos de un pa¨ªs mucho m¨¢s rico que sus vecinos, m¨¢s ordenado, m¨¢s limpio. Su sistema pol¨ªtico es una democracia parlamentaria con un poder judicial independiente. Ese pa¨ªs se siente tan amenazado que, por si acaso, dispone de un arsenal at¨®mico. Pero jam¨¢s flaquea, porque se sabe bendecido por un destino especial: como afirma su presidente, su cultura, su religi¨®n y su lengua permanecer¨¢n mientras exista la civilizaci¨®n.
Esta ¨²ltima frase corresponde a Pieter Willem Botha, primer ministro (1978-1984) y presidente (1984-1989) de Sud¨¢frica. El pa¨ªs del apartheid. Botha ten¨ªa las ideas muy claras. Seg¨²n ¨¦l, apartheid significaba ¡°buena vecindad¡±. Una buena vecindad relativa, porque tambi¨¦n dec¨ªa esto: ¡°Soy uno de esos que creen que no hay un hogar permanente para siquiera una parte de los bant¨²es en el ¨¢rea blanca de Sud¨¢frica y que el destino de Sud¨¢frica depende de ese punto esencial. Si se acepta el principio de que los negros puedan residir en el ¨¢rea de los blancos, estamos ante el principio del fin de la civilizaci¨®n como la conocemos en este pa¨ªs¡±.
Sud¨¢frica demostraba su buena voluntad hacia la poblaci¨®n negra asent¨¢ndola en unos territorios semiaut¨®nomos donde pod¨ªan hacer lo que quisieran, salvo molestar a la minor¨ªa blanca. Esos territorios se llamaban bantustanes.
Hay quienes creen que Israel se ha convertido en algo muy parecido a la antigua Sud¨¢frica del apartheid racista. Pero existe una gran diferencia. Israel no ha creado los bantustanes en su propio pa¨ªs, sino en otro que mantiene bajo ocupaci¨®n militar desde hace medio siglo. Mientras Israel coloniza el pa¨ªs ocupado, con localidades comunicadas entre s¨ª por carreteras exclusivas para jud¨ªos, los bantustanes palestinos se hacen m¨¢s estrechos e invivibles. Uno de ellos, Gaza, puede ser calificado de campo de concentraci¨®n, el mayor de todos los tiempos.
Los sucesivos gobiernos israel¨ªes se sienten legitimados para hacer estas cosas porque el pa¨ªs que ocuparon, en realidad, nunca existi¨® (como dice Vlad¨ªmir Putin de Ucrania) y la poblaci¨®n ocupada deber¨ªa, por tanto, irse a otro sitio.
Viv¨ª varios a?os en Israel y viv¨ª bien. Asist¨ª al continuo crecimiento del nacionalismo religioso ansioso por colonizar Cisjordania, un lugar que, dicen, les regal¨® Dios personalmente; asist¨ª a las frecuentes palizas y humillaciones de los j¨®venes colonos a los palestinos; asist¨ª tambi¨¦n al trabajo ingente de las asociaciones israel¨ªes opuestas a la colonizaci¨®n y al apartheid, un trabajo que s¨®lo es posible por el hecho de que Israel es una aut¨¦ntica democracia (para los ciudadanos israel¨ªes, entre los que se cuentan numerosos palestinos). Y asist¨ª a los actos de terrorismo cometidos por palestinos, seguidos indefectiblemente por represalias militares.
Si uno fuera capaz de mirar Israel sin ver su absceso monstruoso (la ocupaci¨®n, el apartheid, la injusticia flagrante), ver¨ªa un pa¨ªs casi admirable. Pero eso no es posible. El absceso est¨¢ ah¨ª.
Esta semana ha sido asesinada la reportera palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh. Aunque el suceso ha ocupado algunos titulares porque era una periodista muy conocida, no es m¨¢s que una muerte entre otras muchas. Nada cambiar¨¢. Seguiremos simulando que el absceso, tan evidente, es invisible.
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