M¨¢s que mil palabras
Como suele ocurrir con las afirmaciones falsas, la atribuci¨®n de esta autor¨ªa a un sabio oriental es falsa tambi¨¦n
Nunca estuve de acuerdo con la expresi¨®n ¡°una imagen vale m¨¢s que mil palabras¡±. Porque a ver c¨®mo se expresa en im¨¢genes todo el contenido que ofrecen ¡°escepticismo¡±, ¡°eternidad¡± o ¡°abstracci¨®n¡±. La imagen de un barco transmite muy bien la idea de un barco, pero de ese barco en concreto, mientras que la palabra ¡°barco¡± comunica una idea a la que se pueden asimilar cientos de miles de barcos. Y todas las pel¨ªculas basadas en novelas se nos antojan menos informativas si hemos le¨ªdo previamente la obra de la que parten: tienden a que opinemos que los guionistas han logrado, como mucho, un buen resumen.
Como suele ocurrir con las afirmaciones falsas que repite mucha gente, la atribuci¨®n de la autor¨ªa de esta frase es falsa tambi¨¦n. No la dijo Confucio, ni se trata de un proverbio chino, ni es un adagio japon¨¦s, sino un invento publicitario.
As¨ª lo cont¨® William Safire (1929-2009), quien public¨® durante 30 a?os art¨ªculos sobre lenguaje en The New York Times y obtuvo en 1978 el premio Pulitzer. El 7 de abril de 1996 desenga?¨® con uno de sus textos a los lectores del diario que creyeran ver en esa frase una sabidur¨ªa ancestral. Aquel aserto no constaba en ninguna obra de la antig¨¹edad. En cambio, s¨ª aparec¨ªa por vez primera en la revista estadounidense Printers¡¯Ink, especializada en publicidad, el 8 de diciembre de 1921; y nuevamente el 10 de marzo de 1927. Su verdadero autor hab¨ªa sido Fred R. Barnard.
Safire, que siempre citaba fuentes, atribu¨ªa el hallazgo de esa falsedad al ¡°detective de citas¡± Burton Egbert Stevenson, autor, entre otras obras, del MacMillan book of proverbs, maxims, and famous phrases (diccionario de proverbios, m¨¢ximas y frases famosas, de la editorial MacMillan. 1966).
Fred R. Barnard dirig¨ªa una gran empresa de publicidad, llamada Street Railways Advertising, y se anunci¨® en la mencionada revista del sector con un lema que proclamaba: ¡°Una mirada vale m¨¢s que mil palabras. Eso dijo un famoso fil¨®sofo japon¨¦s¡±. Barnard retoc¨® seis a?os m¨¢s tarde su anuncio. El ¡°famoso fil¨®sofo japon¨¦s¡± desapareci¨®, y esta vez la frase se escrib¨ªa en caracteres chinos, debajo de los cuales se le¨ªa en ingl¨¦s: ¡°Proverbio chino: una imagen vale m¨¢s que diez mil palabras¡±. Como se ve, cambi¨® ¡°una mirada¡± por ¡°una imagen¡±. Con ello obten¨ªa un mejor efecto de contraste entre los dos elementos l¨¦xicos: ¡°imagen¡± contra ¡°palabras¡±. Y adem¨¢s sustituy¨® ¡°mil¡± por ¡°diez mil¡±, pero la memoria colectiva ha dejado la apuesta en la cifra anterior: ¡°mil palabras¡±. Barnard confesar¨ªa m¨¢s tarde que hizo esa atribuci¨®n a un antiguo asi¨¢tico ¡°para que la gente se lo tomara en serio¡±.
Estos hechos son un magn¨ªfico ejemplo de c¨®mo manipular un mensaje: se contraponen dos ideas fuertes de modo que la vencedora salga m¨¢s fuerte a¨²n, se le atribuye un origen de prestigio y se conecta con un prejuicio (algo fundamental para que las mentiras triunfen) resumido as¨ª: ¡°Necesito muchas palabras para describir lo que veo¡±; sin reparar en que todo cuanto vemos lo procesamos con palabras.
En aquella frase perversa se escond¨ªa la misma idea que hoy conduce a la deficiente comprensi¨®n lectora de muchos alumnos, a su impericia en la abstracci¨®n, al suspenso colectivo en el informe PISA: ¡°Las letras no son tan ¨²tiles como parece¡±.
Frente a todo ese sistema de pensamiento, vale la pena seguir sosteniendo que palabras como ¡°te amo¡±, ¡°es benigno¡± o ¡°te haremos un contrato¡± valen mucho m¨¢s que mil emoticonos.
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