El poder de la palabra
Vecinos de una comunidad ind¨ªgena de Guatemala persuaden a 300 pandilleros para que depongan las armas y se rehabiliten
Un grupo de vecinos de una comunidad ind¨ªgena ubicada en el noroeste de la capital guatemalteca, convenci¨® ayer a 300 pandilleros que sembraban el terror en ese lugar para que entregaran sus armas y se rehabilitaran.
"Nos cost¨® mucho trabajo, pero lo logramos. Les hablamos y les advertimos que no est¨¢bamos dispuestos a tolerar m¨¢s da?o en nuestro pueblo y que ya no queremos m¨¢s sangre", explic¨® Julio Luna, uno de los l¨ªderes del pueblo que organiz¨® a sus vecinos para "ponerle fin a las maras", como se denominan las pandillas de delincuentes juveniles.
Luna, un obrero de 35 a?os de edad, logr¨® en menos de una semana lo que ninguna instituci¨®n del Estado pudo conseguir en a?os: hacer desistir a los integrantes de las temidas Mara 18 y Mara Salvatrucha, de la comunidad ind¨ªgena de Cerro Alto, en la poblaci¨®n de San Juan Sacatep¨¦quez, a 35 kil¨®metros al noroeste de la capital, para que dejen "la vida loca".
Todo empez¨® hace una semana, explic¨® Luna, "cuando, hartos de las maras, los vecinos capturaron a dos pandilleros, los vapulearon y quemaron vivos en la plaza del pueblo". "Eso nos preocup¨® mucho, porque somos un pueblo pac¨ªfico y no queremos que se llene de sangre. Por eso tom¨¦ la iniciativa. Habl¨¦ con el maestro del pueblo, y poco a poco se fueron uniendo el resto de vecinos", agreg¨® Luna.
A lo largo de la semana, los pobladores de Cerro Alto fueron de casa en casa para advertir a los integrantes de las pandillas de que, "si no entregan sus armas y se rehabilitan, les pasar¨¢ lo mismo que a sus compa?eros". Es decir, ser¨¢n linchados en la plaza del pueblo.
"La verdad no cre¨ª que de esa forma lo ¨ªbamos a lograr, pero sucedi¨®", relat¨® Luna asombrado de ver c¨®mo cerca de 300 pandilleros, de entre 15 y 35 a?os de edad, llegaron ayer a la plaza y entregaron d¨®cilmente las armas con las que comet¨ªan sus fechor¨ªas y aceptaron de forma voluntaria integrarse en un plan de rehabilitaci¨®n.
"Entregaron armas de todo tipo: desde bombas caseras hasta pistolas autom¨¢ticas, escopetas y tolvas de fusiles AK-47", detall¨® Luna. Agreg¨® que la comunidad quer¨ªa destruir all¨ª mismo las armas, "pero el comisario de la polic¨ªa [Nacional Civil] nos ha pedido que las entreguemos al Ministerio P¨²blico", explic¨®.
Uno a uno, los pandilleros fueron posando ante una c¨¢mara fotogr¨¢fica que registr¨® sus rostros para ilustrar los carn¨¦s que les entreg¨® la comunidad, y que los identifica como "j¨®venes en proceso de rehabilitaci¨®n".
Los vecinos no tienen a¨²n planes concretos sobre c¨®mo ayudar¨¢n a los muchachos a rehabilitarse, "s¨®lo ideas sueltas", se?al¨® Luna, pero esperan que el Gobierno y los medios de comunicaci¨®n "nos ayuden porque los patojos muchachos] necesitan una oportunidad".
La tit¨¢nica tarea iniciada por Luna le ha valido amenazas de muerte por parte de los supuestos cabecillas de las pandillas, que se han negado a imitar a sus compa?eros.
"He recibido muchas llamadas a mi celular, en donde me amenazan de muerte. Voy a llevar a mi familia a otro lugar m¨¢s seguro, pero yo me voy a quedar ac¨¢. No voy a desistir de esto porque muchos de los patojos est¨¢n agradecidos y hasta han llorado porque esperaban una oportunidad como esta", concluy¨® Luna.
Seg¨²n cifras de las fuerzas de seguridad, en Guatemala m¨¢s de 60.000 j¨®venes integran las temidas pandillas juveniles, que se dedican a asaltar, extorsionar y asesinar a quienes se oponen a sus fechor¨ªas.
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