El Che hist¨®rico, m¨ªstico y comercial conviven en Bolivia
La memoria y la devoci¨®n por el guerrillero argentino-cubano resucitan en el pueblo de Vallegrande 40 a?os despu¨¦s de su muerte
Las tres caras del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, la hist¨®rica, la m¨ªstica y la comercial, conviven en Vallegrande, donde ma?ana se conmemoran los 40 a?os de su muerte en estas tierras del sureste de Bolivia.
Desde hace d¨ªas, guevaristas de varios pa¨ªses est¨¢n reunidos en esta poblaci¨®n situada a 779 kil¨®metros de La Paz, para ratificar su admiraci¨®n por el icono guerrillero que en octubre de 1967 fue derrotado y asesinado por el Ej¨¦rcito de Bolivia, ayudado por agentes estadounidenses.
Vallegrande, que habitualmente vive el sopor t¨ªpico de los pueblos de Bolivia, ha resucitado con la presencia de los seguidores del Che, cuya imagen preside foros pol¨ªticos, unos formales y otros nost¨¢lgicos.
El muy publicitado rostro del Che se materializa en carteles, camisetas, cigarreras y tazas, pero algunos tambi¨¦n le prenden velas, como a un santo. En las calles de esta peque?a localidad, de apenas 7.000 habitantes, incluso se venden peque?os frascos que supuestamente tienen la "tierra que pis¨® el Che" durante su marcha guerrillera de 1966 y 1967, cuando pretend¨ªa crear "uno, dos, tres Vietnam", comenzando en Bolivia.
Casi nadie escapa a la din¨¢mica econ¨®mica de esta feria de los sentidos, e incluso los testigos a¨²n con vida de los ¨²ltimos d¨ªas del rebelde, tanto reales como presuntos, piden peque?as propinas a los informadores para desgranar sus viejas historias.
Guevara fue capturado en la llamada quebrada del Churo el 8 de octubre de 1967, asesinado un d¨ªa despu¨¦s en el caser¨ªo de La Higuera, a unos 60 kil¨®metros de Vallegrande, y su cuerpo trasladado en los patines de un helic¨®ptero hasta aqu¨ª para ser exhibido como escarnio.
Cuarenta a?os despu¨¦s de aquellos violentos sucesos, su imagen sigue siendo motivo de culto en Bolivia, donde sus restos estuvieron enterrados en secreto durante treinta a?os, hasta su descubrimiento en 1997 en la pista ¨¢rea de Vallegrande, junto con los de otros guerrilleros.
El periodista boliviano Carlos Soria Galvarro, que hizo una de las mayores recopilaciones de documentos sobre el Che, y que lleg¨® este fin de semana a Vallegrande, explic¨® a Efe que se puede hablar de un Ch¨¦ hist¨®rico y de un Che m¨ªtico. Parad¨®jicamente, seg¨²n Soria Galvarro, fueron los militares bolivianos quienes alimentaron esa segunda imagen del combatiente al cercenarle las manos, exhibir su cad¨¢ver y luego ocultar sus restos durante tres d¨¦cadas.
Tambi¨¦n contribuyeron la celebre fotograf¨ªa del rostro del guerrillero que le tom¨® en vida Alberto Korda en 1960, as¨ª como la de su cad¨¢ver, tendido sobre la lavander¨ªa de un hospital, con los ojos abiertos, del boliviano Freddy Alborta.
El senador boliviano Antonio Peredo, cuyos hermanos menores Coco e Inti combatieron junto al Che en esta zona, declar¨® que, adem¨¢s de los aspectos hist¨®ricos, m¨ªticos y religiosos, Guevara a¨²n vive "en la lucha por la liberaci¨®n de los pueblos, por la construcci¨®n de un hombre nuevo". "El mito pasa a ser parte de esa historia porque refleja ese sentimiento de relaci¨®n de la gente con un hombre de la altura del Che", explic¨® Peredo, pol¨ªtico cercano al presidente boliviano, Evo Morales, cuya visita se espera hoy en Vallegrande.
Tambi¨¦n hay quienes, en medio de la vor¨¢gine publicitaria y comercial de estas fechas alrededor del Che, dicen que callan para no contribuir al abuso de su imagen, aunque le ratifican su devoci¨®n. La joven universitaria argentina Florencia Dahbar, de 18 a?os, opina que ver al Che como algo excepcional, "como un Robin Hood", es ir contra su pensamiento y sacarlo de la realidad. "Lo que tenemos que hacer es bajarlo a la realidad y pensar que fue un hombre com¨²n, como nosotros, con un compromiso real con los pueblos, y no creer que fue un rom¨¢ntico o un aventurero", apunt¨® esta joven que estudia medicina, como en su tiempo el Che.
Testigos del final de un mito
Ellas fueron testigos del final del Che. Susana Osinaga lav¨® el cadaver del guerrillero argentino-cubano y la profesora Julia Cortez le di¨® el ¨²ltimo plato de comida el 9 de octubre de 1967. La enfermera boliviana que lav¨® el cuerpo del Che cuando fue asesinado en el caser¨ªo de La Higuera, a unos 60 kil¨®metros de Vallegrande, en el sureste de Bolivia, afirm¨® ayer que entonces s¨®lo vio tres heridas de bala, una de ellas mortal, en el pecho, y no las nueve que indican los informes oficiales.
"Mentira, mentira. La ¨²nica [herida] que lo ha matado es la que ha ido directo al coraz¨®n", y al voltear el cuerpo se vio "que no ten¨ªa salida", dijo Osinaga, que cada a?o por estas fechas ve alterada su rutina con la llegada de seguidores del Che y decenas de periodistas que quieren entrevistarla.
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