Un paramilitar guatemalteco acusado de secuestro se sienta en el banquillo
Cusanero supuestamente dirigi¨® patrullas de represores durante la guerra
El juicio contra Felipe Cusanero Coj, un antiguo paramilitar guatemalteco acusado del secuestro y desaparici¨®n de seis campesinos entre septiembre de 1982 y octubre de 1984, cuando la represi¨®n contra la insurgencia alcanz¨® en Guatemala sus m¨¢s altas cotas de violencia, celebr¨® ayer su primera sesi¨®n en Chimaltenango.
Seg¨²n la acusaci¨®n particular, Cusanero Coj dirigi¨® a las patrullas que secuestraron a los campesinos. Siguiendo el patr¨®n represivo de la ¨¦poca, se cree que los campesinos fueron torturados hasta la muerte y despu¨¦s sepultados en fosas clandestinas. Seg¨²n el sumario, Cusanero supuestamente actu¨® en ocasiones acompa?ando a militares uniformados y gui¨¢ndoles hasta el domicilio de las v¨ªctimas. En otros casos, se encarg¨® de dirigir personalmente grupos de paramilitares patrulleros de Autodefensa Civil para la captura de los desaparecidos.
El juicio dio comienzo ayer en medio de una gran expectaci¨®n, no exenta de temores heredados de la brutalidad con la que los paramilitares actuaron en la zona. De entre el p¨²blico, una mujer, que pidi¨® no ser identificada, dijo que la importancia de este juicio consiste en romper la impunidad de la que hasta el momento han gozado los autores intelectuales de la represi¨®n en contra de la poblaci¨®n civil durante el conflicto m¨¢s sanguinario de Latinoam¨¦rica: dur¨® 36 a?os (1960-1996) y se sald¨® con 200.000 muertos y 50.000 secuestrados y desaparecidos.
Al iniciarse el turno de los testigos, Mar¨ªa Dominga Yool, de 56 a?os, dijo que el 23 de noviembre de 1983, tras varios meses de huir por las monta?as, su esposo, Alejo Culajay, que entonces ten¨ªa 22 a?os, decidi¨® que ¨¦l no ten¨ªa razones para huir porque no deb¨ªa nada a nadie y decidi¨® volver a su aldea. Se present¨® directamente en la casa de Cusanero, quien, adem¨¢s de ser la autoridad —era comisionado militar—, pod¨ªa dar testimonio de la inocencia de Culajay en su calidad de vecino.
Pero ocurri¨® lo contrario. Cusanero orden¨® que lo llevaran al cuartel por la fuerza. Dominga Yool narr¨® que oy¨® al comisionado comentar en voz alta: "A este desgraciado hay que darle aguacate de una vez por guerrillero", expresi¨®n que en la jerga de la ¨¦poca significaba que deb¨ªa ser asesinado.
Culajay entr¨® en el cuartel por su propio pie, pero nunca m¨¢s se le volvi¨® a ver. Su esposa recuerda ahora el dolor y c¨®mo qued¨® sola con tres ni?os peque?os, a los que ha logrado sacar adelante a costa de muchas privaciones.
Los or¨ªgenes del proceso reiniciado ayer se remontan a 2003, cuando un grupo de pobladores de la aldea Choatalum (San Mart¨ªn Jilotepeque, 150 kil¨®metros al oeste), una comunidad de la etnia kaqchiquel, con el asesoramiento de la Asociaci¨®n de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (Famdegua) y del Centro de Acci¨®n Legal para los Derechos Humanos (Caldh), iniciaron el proceso legal. Una serie de maniobras dilatorias de los abogados de Cusanero mantuvo el juicio en suspenso, hasta que el Tribunal Constitucional rechaz¨® los recursos por improcedentes.
La figura del comisionado militar es de ingrata memoria entre el campesinado guatemalteco. Antes de la guerra civil, los comisionados eran los responsables de cazar a lazo —literalmente— a los mozos que eran requeridos por los cuarteles para el servicio militar. Sus criterios eran claramente discriminatorios: s¨®lo eran reclutados los ind¨ªgenas y los campesinos mestizos m¨¢s pobres.
Al agudizarse el conflicto armado, los comisionados se convirtieron en confidentes del Ej¨¦rcito. Una denuncia suya era suficiente para que el acusado fuera asesinado. Muchos pasaron a dirigir la represi¨®n al frente de las temidas patrullas de Autodefensa Civil, responsables, seg¨²n el informe Guatemala, memoria del silencio, patrocinado por la ONU, de gran parte de las atrocidades cometidas en contra de la poblaci¨®n civil en zonas aisladas del pa¨ªs.
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