B¨¦lgica se resquebraja
La reforma constitucional de 1993 abri¨® la caja de los truenos en B¨¦lgica. Desde entonces, flamencos (de habla neerlandesa) y valones (franc¨®fonos) tiran cada uno por su lado. Hasta el rey Alberto II reconoce: "Debemos inventar nuevas formas de vivir juntos". Mientras tanto, el separatismo crece en Flandes
Se pregunta famosamente Mario Vargas Llosa en Conversaci¨®n en La Catedral: "?En qu¨¦ momento se jodi¨® el Per¨²?". Responder a lo mismo con respecto a B¨¦lgica, perdida hoy en un acelerado torbellino centr¨ªfugo con imprevisible calendario de evoluci¨®n, tiene una fecha: 1993. Ya hubiese querido Zavalita tener una respuesta tan clara a su ag¨®nica demanda en la novela: B¨¦lgica se jodi¨® en 1993. Fue en aquel a?o cuando entr¨® en vigor la cuarta reforma institucional con un nuevo Art¨ªculo 1 de la Constituci¨®n: "B¨¦lgica es un Estado federal que se compone de comunidades y regiones". Los desavisados confiaban en que el momento marcara la definitiva consumaci¨®n del proceso descentralizador lanzado por la primera reforma del Estado, la de 1970, que dio la puntilla al Estado unitario hist¨®rico, pero ya otros vieron que lo que se acababa de hacer era abrir el portillo por el que pretender¨ªa huir la neerland¨®fona Flandes, o, al menos, los flamencos m¨¢s extremistas. La palabra separatismo dej¨® all¨ª mismo de ser tab¨². Entre 30.000 y 50.000 personas, en su mayor¨ªa franc¨®fonos, se echaron en aquella primavera a las calles de Bruselas para manifestarse "contra el separatismo" y la voladura de la B¨¦lgica de siempre. El pasado mes de noviembre, otros tantos miles, de nuevo esencialmente franc¨®fonos, volvieron a tomar las calles de la capital para clamar "por la unidad" de un pa¨ªs que temen perder. Tampoco esta marcha tuvo efecto sobre una clase pol¨ªtica nacida de la reforma de 1993, que se desconoce e ignora mutuamente y vive volcada, como quiere la Constituci¨®n, en los intereses que cubre el radio de la sombra del campanario.
Yves Leterme, hoy primer ministro, dec¨ªa en 2006:"Un Gobierno federal pasa a segundo plano ante el inter¨¦s de Fland¨¦s"
Las etapas de Estado Unitario, regionalizado y federal est¨¢n agotadas. La siguiente fase es una confederaci¨®n
Las elecciones de 2007 mostraron que los flamencos quieren reformar el Estado, y los valones, dejarlo como est¨¢
Paul Dirkx, profesor de universidad: "No hay partidos nacionales, todos quieren ampliar las atribuciones regionales"
La econom¨ªa condiciona la pol¨ªtica. Se dio la vuelta a la tortilla y Flandes es ahora m¨¢s rica que Valonia
Flamencos y valones viven en planetas separados, con la ciudad de Bruselas como ¨²nico punto de conexi¨®n
"Si no hay nuevas transferencias de competencias a las regiones, mi partido no participar¨¢ en un Gobierno tras las elecciones de 2007. La necesidad de tener un Gobierno federal pasa a segundo plano frente a los intereses de Flandes. Aqu¨ª la gente lleva siglos viviendo sin ser belga", advert¨ªa hace ahora dos a?os el entonces ministro-presidente de la regi¨®n de Flandes Yves Leterme, hoy primer ministro de B¨¦lgica. Leterme gan¨® arrolladoramente al frente del partido Cristiano Dem¨®crata y Flamenco (CD&V) las elecciones de junio de 2007 -con 800.000 votos, ninguno de fuera de su regi¨®n, gracias a las peculiaridades de una Constituci¨®n que no permite candidaturas a escala nacional- y recibi¨® el encargo regio de formar el Gobierno central, el mismo que ve¨ªa supeditado a los intereses de Flandes, que agrupa al 60% de los 10,6 millones de belgas. Fracas¨® dos veces en el intento de crear la imprescindible coalici¨®n en el complejo mosaico pol¨ªtico belga y por dos veces tir¨® la toalla. Al cabo de nueve meses fue de nuevo llamado por Alberto II y a la tercera logr¨® amalgamar un Gabinete del que volvi¨® a dimitir hace dos semanas.
La inesperada espant¨¢ de Leterme se produjo en pleno marasmo pol¨ªtico, por la negativa de su propio partido a tolerar que se pospusiera la prometida discusi¨®n sobre la transferencia de m¨¢s competencias a las regiones, retraso aceptado por el primer ministro a instancias de los otros partidos de la coalici¨®n gubernamental (democristianos y liberales flamencos y valones, y socialistas valones), que antepon¨ªan la urgencia socioecon¨®mica a la urgencia regionalista. La petici¨®n de relevo no fue aceptada por el soberano y la subsiguiente reconfirmaci¨®n del jefe del Gobierno vino seguida de un en¨¦simo llamamiento a la reforma del Estado y a la b¨²squeda de un nuevo -sexto, en puridad, desde 1970- equilibrio institucional, del que toda la clase pol¨ªtica belga habla como si del b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s se tratara. Pero a la sexta no ir¨¢ la vencida porque no hay equilibrio posible ni p¨®cima que aplaque las inagotables ansias descentralizadoras de Flandes, que suscitan enconadas resistencias en Valonia. Ya lo tiene escrito en sus memorias Jean-Luc Dehaene, flamenco, correligionario de Leterme y ex primer ministro: "Cada fase de la reforma del Estado est¨¢ pre?ada de la reforma siguiente, presente en ella de forma embrionaria". O como dice Didier Reynders, hoy viceprimer ministro, liberal y franc¨®fono: "Todas las estructuras federales est¨¢n en continua evoluci¨®n".
La cadena evolutiva a la vista est¨¢. Estado unitario, Estado regionalizado y Estado federal son etapas ya agotadas. "Tenemos que inventar nuevas formas de vivir juntos en nuestro pa¨ªs", declar¨® hace dos domingos a la naci¨®n el propio Alberto II en su solemne discurso (escrito por Leterme) con motivo de la fiesta nacional. Estado confederal -aunque no lo sea en puridad jur¨ªdica, dado que no ser¨¢ una uni¨®n entre Estados independientes, si bien se trabajar¨¢ como si las distintas partes belgas lo fueran- y desmembramiento del pa¨ªs, como desean los m¨¢s calenturientos, son las fases que vienen.
Hablan de Estado confederal los l¨ªderes del CD&V, el propio Reynders y el vicepresidente socialista franc¨®fono, Philippe Moureax, quien mantiene que "s¨®lo el confederalismo puede salvarnos". Habla ya de independencia para Flandes, sin eufemismo ni ocultaci¨®n, el N-VA (Nueva Alianza Flamenca), partido coligado al CD&V, para el que el confederalismo que se dibuja en el horizonte inmediato no es sino una fase inevitable del objetivo ¨²ltimo y ¨²nico. "Lo que queremos al final es un Flandes independiente", reconoce sin ambages Jan Jambon, l¨ªder del N-VA en la C¨¢mara de Representantes de Bruselas. "No se puede conseguir de golpe, hay que ir paso a paso". Tambi¨¦n exigen la independencia otros partidos, incluido el notoriamente xen¨®fobo Vlaams Belang (Inter¨¦s Flamenco), cuyo radicalismo lleva a los dem¨¢s a hacerle el vac¨ªo pol¨ªtico... mientras no le necesitan.
La reforma de 1993 desvincul¨® la composici¨®n de los parlamentos regionales del Parlamento nacional, que hasta entonces proporcionaba diputados y senadores nacionales para las c¨¢maras auton¨®micas. La gesti¨®n de la nueva bater¨ªa de atribuciones transferidas hacia las regiones y comunidades, al tiempo que se vaciaba de contenido al centro, pas¨® a manos de otra cohorte pol¨ªtica, sin experiencia a escala nacional, sin socializaci¨®n pol¨ªtica con los j¨®venes del otro lado ling¨¹¨ªstico, sin conciencia de la existencia del inter¨¦s com¨²n, pensando y actuando s¨®lo en nombre de los intereses de la respectiva regi¨®n: Flandes, Valonia y Bruselas.
Leterme "forma parte de esa nueva generaci¨®n de pol¨ªticos flamencos que comenzaron su carrera pol¨ªtica tras la reforma de 1993", se?ala su bi¨®grafo Filip Rogiers. Jo?lle Milquet, otra de la nueva generaci¨®n, tambi¨¦n democristiana, pero de Valonia y, por lo tanto, en las ant¨ªpodas del secesionismo flamenco, hace notar que cuando la vieja generaci¨®n acord¨® la reforma de 1970 no pod¨ªa ni imaginar hacia d¨®nde llevar¨ªa la deriva descentralizadora. Los viejos se conoc¨ªan a la perfecci¨®n, eran colegas que hab¨ªan librado durante d¨¦cadas intensas disputas en la C¨¢mara y el Senado, pero se respetaban y ten¨ªan conciencia del com¨²n. Incluso encarnizados rivales compart¨ªan ocasionalmente jornadas de vacaciones. Un mundo desaparecido.
Ahora son ocho las c¨¢maras parlamentarias en el pa¨ªs, de las que s¨®lo la de Representantes y el inane Senado piensan a escala nacional. Y seis los Gobiernos. El famoso compromiso belga ha consistido a lo largo de los a?os en una continua superposici¨®n de estructuras para responder a las necesidades sobrevenidas, lo que ha creado una mara?a institucional de tal calibre que en estos momentos, junto a la disputa de fondo (?qui¨¦n se lleva qu¨¦, c¨®mo y para qu¨¦?) se debate acerbamente sobre qui¨¦nes tienen derecho a sentarse a la mesa para discutir el venidero arreglo, con el lugar que deba ocupar Bruselas en el remozado edificio institucional belga como gran manzana de la discordia. Y todo ello bajo la responsabilidad de un primer ministro que nunca antes hab¨ªa ocupado una posici¨®n de responsabilidad pol¨ªtica nacional.
Dehaene, padre de la reforma federal del 93, la repudia ahora y habla de ella como de "un gran error". Hace unos d¨ªas le preguntaban a Wilfried Martens, otro ex primer ministro, coet¨¢neo de Dehaene y mentor de Leterme, si lamentaba haber lanzado a su pupilo hacia la jefatura de Gobierno. "No, no lo lamento. Pero tengo remordimientos", respondi¨® en el diario La Libre Belgique. El buen cat¨®lico Martens no abund¨® en sus remordimientos, pero confes¨® su inquietud con lo que est¨¢ sucediendo en el pa¨ªs: "Estamos en el coraz¨®n de Europa y me parece inconcebible, impensable, que B¨¦lgica se separe. Estoy preocupado. Siempre se pueden encontrar soluciones, pero me preocupa que no haya respeto y confianza entre las personas".
Recuerda Dehaene c¨®mo sus actividades de joven turco a favor de m¨¢s poderes para Flandes hac¨ªan fruncir el ce?o a Gaston Eyskens, el primer ministro de la reforma de 1970, para quien la autonom¨ªa cultural otorgada entonces a la regi¨®n neerland¨®fona deb¨ªa colmar todas las aspiraciones de Flandes. Ahora les toca a los Dehaene y Martens sentirse inc¨®modos con los manejos de la nueva generaci¨®n y es Reynders quien les responde. Les hace notar el viceprimer ministro que dejaron al pa¨ªs en bancarrota, con una deuda del orden del 130% del PIB, y que ¨¦l en sus diez a?os como responsable de la finanzas nacionales la ha rebajado al 85% y que, por lo tanto, nadie puede darle lecciones sobre lo que es bueno o no para B¨¦lgica.
"La verdad es que en este pa¨ªs faltan dos o tres personas que est¨¦n intelectual y pol¨ªticamente a la altura del desaf¨ªo", dice Pascal Delwit, decano de la Facultad de Pol¨ªticas de la Universidad Libre de Bruselas. El CD&V, el partido mayoritario, es una jaula de grillos, con chirriantes relaciones personales. Leterme parece haber abandonado pragm¨¢ticamente el radicalismo flamenco de que hac¨ªa ostentaci¨®n cuando gobernaba la regi¨®n y ahora su sucesor le siega la hierba bajo los pies. "Hay dificultad para encontrar alguien con una palabra fiable y cre¨ªble en el CD&V", apunta Delwit. "No se sabe muy bien qui¨¦n lleva la voz cantante. Se logra un acuerdo con alguien y al poco le desautorizan". Exactamente lo que a mediados de julio forz¨® la tercera dimisi¨®n del primer ministro, saboteado por el nuevo ministro-presidente de Flandes, Kris Peeters, y sus propios socios de la N-VA.
Leterme, que tiene una notable capacidad para la falta de tacto y el ofender a la otra parte, declar¨® en aquella reveladora entrevista al diario Liberation que "no hay que olvidar que B¨¦lgica naci¨® como una accidente de la historia" y que lo ¨²nico que hoy tienen en com¨²n los belgas son el rey, la selecci¨®n de f¨²tbol y la cerveza. El rey es cuestionado a veces, en particular por los flamencos, y los diablos rojos son un desastre sin paliativos, como tendr¨¢ Espa?a ocasi¨®n de comprobar en la fase clasificatoria para el mundial de Sur¨¢frica. S¨®lo a las m¨¢s de 400 cervezas belgas de todo tipo, graduaci¨®n, sabor, color y textura se les puede vaticinar un futuro risue?o.
En su visi¨®n sobre el "accidente hist¨®rico" y la artificialidad del Estado belga Leterme tiene nutrida compa?¨ªa. El pa¨ªs hoy acongojado por su futuro naci¨® en 1830, tras haber pasado de mano en mano de las grandes potencias continentales desde el siglo XVI, como herencia, al principio, para la Espa?a de los Austria -que conserv¨® los Pa¨ªses Bajos del Sur tras la p¨¦rdida de las protestantes provincias norte?as que devendr¨ªan en Holanda- a la que siguieron la Austria imperial, la Francia revolucionaria y napole¨®nica y la Holanda del d¨¦spota ilustrado Guillermo I. Son tierras hist¨®ricamente ensangrentadas por los designios y ambiciones de otros, hasta el mism¨ªsimo siglo XX de las dos ocupaciones alemanas. Vio la luz como un modesto Estado tamp¨®n concebido por la astucia de Londres para poner tierra de por medio con Francia, por lo que el Congreso de Viena sancion¨® la entrega del escueto territorio belga, poblado por cat¨®licos, a la protestante Holanda tras la derrota napole¨®nica de Waterloo en 1815. Guillermo I intent¨® imponer a sus nuevos s¨²bditos flamencos la oficialidad de su lengua, versi¨®n can¨®nica de la mir¨ªada de dialectos neerland¨®fonos hablados en B¨¦lgica, y contra ello se alzaron las ¨¦lites pol¨ªticas y la burgues¨ªa de sus nuevos dominios, tanto en Flandes como en Bruselas y Valonia, franc¨®fonas hasta la m¨¦dula como correspond¨ªa a la ¨¦poca en todo el continente. Una revuelta callejera acicateada por la representaci¨®n en la Monnaie de la ¨®pera "La muette de Portici" ('La muda de Portici', retrato de un alzamiento popular contra la presencia espa?ola en el N¨¢poles del XVII que se vio como un espejo en aquella Bruselas antiholandesa) acab¨® forzando la retirada b¨¢tava y la proclamaci¨®n de la independencia por las provincias belgas. En consonancia con los tiempos, el improvisado Congreso Nacional opta por el r¨¦gimen mon¨¢rquico por 147 votos frente a los 13 de quienes prefer¨ªan una rep¨²blica para el naciente Estado.
La b¨²squeda de un rey para el nuevo trono se cierra con la aceptaci¨®n de la oferta por el apuesto Leopoldo de Saxo-Coburgo-Gotha, un pr¨ªncipe alem¨¢n viudo de Carlota, fierecilla con belleza de porcelana inglesa y espl¨¦ndidos ojos violeta que, de no haber muerto de parto a los 21 a?os, hubiese llegado a ser reina de Inglaterra en lugar de Victoria. Leopoldo es elegido por un parlamento y cuando jura en 1831 lo hace sobre una Constituci¨®n progresista que convierte a B¨¦lgica en uno de los pa¨ªses m¨¢s democr¨¢ticos del momento. No es Leopoldo I quien da una Constituci¨®n a los belgas, sino el pueblo quien se la ofrece al soberano, que as¨ª se convierte en Rey de los Belgas, t¨ªtulo que llega hasta hoy con Alberto II. Rey de los Belgas, no rey de B¨¦lgica.
Aquella primera Constituci¨®n reconoce al pueblo libertad en el uso de la lengua, pero de hecho y de derecho el franc¨¦s se convierte en la lengua nacional oficial. El holand¨¦s era la lengua del enemigo y como tal imposiblemente merecedora de otro trato que no fuera el de dejarla reducida a la cacofon¨ªa del habla popular. La unidad nacional deb¨ªa cimentarse sobre el franc¨¦s, apenas hablado por el 10%-15% de la poblaci¨®n, la minor¨ªa pol¨ªtica, social y econ¨®micamente dominante, frente a un pueblo an¨®nimo e ignaro que en el norte manejaba variados dialectos flamencos y en el sur se desenvolv¨ªa con bastardas hablas valonas, emparentadas con m¨¢s o menos fortuna con la lengua de Voltaire. Esa discriminaci¨®n ling¨¹¨ªstica es el pecado original y error gen¨¦tico que lleva 178 a?os envenenando constitucionalmente la convivencia interna belga.
Son casi dos siglos marcados por la incansable lucha de la mayor¨ªa flamenca del pa¨ªs por recuperar la identidad y el respeto, combate que en la lengua encontr¨® el catalizador natural. En 1898 el neerland¨¦s es reconocido por primera vez como lengua oficial en B¨¦lgica y se hace acreedor de los mismos derechos que el franc¨¦s, aunque habr¨¢n de pasar d¨¦cadas hasta que realmente los ejercite. En 1930 se concede a Gante el privilegio de ser la primera universidad neerland¨®fona del pa¨ªs. En 1932 se consolida el monoling¨¹ismo administrativo de Flandes (neerland¨¦s) y Valonia (franc¨¦s), dejando el biling¨¹ismo s¨®lo para Bruselas. A partir de 1938 los soldados flamencos empiezan a recibir formaci¨®n en su lengua, sangrante deuda de la naci¨®n con un Flandes humillado por la mortandad de sus hijos durante la Gran Guerra por recibir ¨®rdenes incomprensibles de una oficialidad franc¨®fona... Citas de todo tipo con la historia se suceden a lo largo del siglo XX como disparadas por una ametralladora: el refer¨¦ndum de 1950 sobre la continuidad del rey Leopoldo III, tachado de colaboracionista por la izquierda y muchos valones, revela la fractura Norte-Sur: 72% de s¨ªes en Flandes, frente al 48% de Bruselas y el magro 42% en la socialista Valonia; el establecimiento en 1962 y 1963 de la frontera ling¨¹¨ªstica que crea una capital biling¨¹e y tres zonas oficialmente monoling¨¹es (Flandes, Valonia y un min¨²sculo reducto german¨®fono); la expulsi¨®n en 1968 de los franc¨®fonos de la Universidad Cat¨®lica de Lovaina, fundada en 1425 y basti¨®n secular de la burgues¨ªa belga, que desde entonces es puramente neerland¨®fona. Aquella limpieza ¨¦tnica fue tan traum¨¢tica que provoc¨® la escisi¨®n del partido democristiano en dos alas, una franc¨®fona y otra neerland¨®fona, gangrena de regionalizaci¨®n de la pol¨ªtica que se acabar¨ªa apoderando de las otras formaciones, acicateadas por las sucesivas reformas institucionales, y cimentando la incomprensi¨®n mutua...
Los constitucionalistas belgas ven a su pa¨ªs erigido sobre cinco fechas clave: 1830-1831, el bienio de la independencia y la monarqu¨ªa constitucional; 1932, abandono del biling¨¹ismo de los funcionarios de la administraci¨®n central a favor de la territorializaci¨®n de la lengua, precisamente (iron¨ªa del destino) porque los franc¨®fonos se niegan a aceptar que el neerland¨¦s pueda ser usado tambi¨¦n en el sur; 1962-1963, bienio en que se dibuja el estricto monoling¨¹ismo regional que ser¨¢ la base de las relaciones Norte-Sur; la reforma institucional de 1970, primera de la inacabada serie, que supuso "la muerte de la B¨¦lgica de pap¨¢", como estableci¨® la feliz f¨®rmula ap¨®crifa atribuida al primer ministro Eyskens, al constitucionalizar las regiones ling¨¹¨ªsticas y crear tres comunidades (neerland¨®fona, franc¨®fona y german¨®fona, con sus respectivos legislativos y ejecutivos centradas en los ¨¢mbitos personales: educaci¨®n, cultura, juventud...) y tres regiones (Flandes, Valonia y la regi¨®n de Bruselas, tambi¨¦n con sus legislativos y sus ejecutivos volcados en el gobierno de sus respectivos territorios), y, finalmente, 1993, el a?o de la federalizaci¨®n del pa¨ªs, consagrada en el Art¨ªculo 1 de la Constituci¨®n: "B¨¦lgica es un Estado federal que se compone de comunidades y regiones".
Es la reforma que ha corrido su curso y creado la dif¨ªcil situaci¨®n actual, agravada porque "por primera vez los puntos de vista son muy diferentes sobre el paisaje institucional a crear", seg¨²n el polit¨®logo Delwit. A la deriva constitucional a?ade ¨¦l "la carencia de personalidades federadoras". Las elecciones de 2007 demostraron que los flamencos siguen teniendo sed de reforma del Estado, mientras que los franc¨®fonos se dan por satisfechos con el vigente r¨¦gimen, que de ser movido deber¨ªa serlo para desandar el camino. M¨¢s que por la reclamaci¨®n cultural -ya amortizada, salvo el continuo choque ling¨¹¨ªstico en la periferia de Bruselas, en la circunscripci¨®n llamada Bruselas-Hal-Vilvoorde- es la econom¨ªa lo que mueve las reivindicaciones de Flandes. La tortilla hist¨®rica ha dado la vuelta y la vieja regi¨®n atrasada y agraria es ahora moderna y pujante, y est¨¢ cansada de subvencionar la esclerosis de una Valonia que fue econ¨®micamente grande con la siderurgia y las minas, ya desaparecidas, pero que no ha sabido adaptarse a los exigentes tiempos del cambio tecnol¨®gico y de la globalizaci¨®n. De ah¨ª la consigna propagand¨ªstica del norte de que cada familia de Flandes regala cada cuatro a?os un coche a una familia valona y de que es urgente establecer un nueva relaci¨®n institucional, con transferencias de responsabilidades sobre fiscalidad, trabajo y seguridad social del centro a las regiones. El eterno mantra de la subsidiariedad.
Un riguroso sondeo de opini¨®n realizado por la universidad de Lovaina, en contrate con toda la baratija demosc¨®pica que llena los peri¨®dicos un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, revela que s¨®lo el 9% de los flamencos quiere la divisi¨®n del pa¨ªs, en el extremo opuesto del 11% que desear¨ªa el retorno a la B¨¦lgica unitaria. La mitad de la poblaci¨®n de Flandes, el 48%, prefiere continuar en una B¨¦lgica unida, pero m¨¢s descentralizada. La contrapartida en el sur de ese mismo sondeo corri¨® a cargo de la universidad franc¨®fona de Lovaina la Nueva, creada sobre trigales y maizales de la valona Ottignies a una treintena de kil¨®metros de la vieja Lovaina tras la dram¨¢tica purga del 68. Hoy las relaciones entre ambas son fraternales. Lo que encontraron los soci¨®logos franc¨®fonos en Valonia es que apenas el 4% de la poblaci¨®n est¨¢ por romper la baraja belga. Una relativa semejanza con el norte, por minoritaria en lo secesionista, que salta por los aires al medir las otras dos posibilidades. Casi la mitad de la poblaci¨®n est¨¢ en el sur por el retorno a "la B¨¦lgica de pap¨¢", frente al 17% que aceptar¨ªa profundizar en el federalismo. El historiador Vincent Dujardin, de la universidad de Lovaina la Nueva, que ha revisado un ambicioso trabajo period¨ªstico del diario 'Le Soir' sobre las vicisitudes de la historia de B¨¦lgica, mantiene que "hablar de dos naciones, una flamenca y una franc¨®fona, es inexacto. Hay una naci¨®n belga y una naci¨®n flamenca".
En Nil-Saint-Vincent, muy cerca de Lovaina la Nueva, est¨¢ el centro geogr¨¢fico de B¨¦lgica, marcado con una estructura sin fortuna est¨¦tica que quiere simbolizar la uni¨®n de las peculiaridades institucionales belgas. Es un lugar buc¨®lico, de arbolado y campos feraces, gallos que cantan, campanas que doblan y vacas que pastan apaciblemente junto a pozas que reflejan un cielo rico en nubes. El silencio y la armon¨ªa de Nil inducen a lamentar acremente la barah¨²nda de las maquinaciones de los pol¨ªticos, a juzgar por lo que dejan ver un par de vecinos. Un hombre joven y otro de 73 a?os, la persona que m¨¢s cerca vive del ombligo belga, ponen carne y hueso al fr¨ªo sondeo de la universidad. "No me parece nada bien lo de la divisi¨®n del pa¨ªs", dice el uno. Le secunda el otro: "Los pol¨ªticos son todos una mi-er-da".
Paul Dirkx, belga de la flamenca Overijse, localidad vecina de Bruselas, y profesor de la universidad francesa de Nancy, muestra la vertiente intelectual del hast¨ªo del abuelo de Nil. "Es una situaci¨®n extraordinaria, completamente antidemocr¨¢tica", se queja. "En B¨¦lgica no hay partidos nacionales, as¨ª que los que hay s¨®lo est¨¢n interesados en la ampliaci¨®n de las atribuciones para las comunidades y regiones. Nos dicen que hay que separarse, pero s¨®lo el 9% de lo flamencos lo quiere". Dirkx fue uno de los organizadores de la marcha del pasado noviembre a favor de la unidad de B¨¦lgica, que estuvo precedida por la recogida de 140.000 firmas que no hicieron mayor mella en sus destinatarios. Vuelve a la carga, ahora con la intenci¨®n de crear una organizaci¨®n de nombre extra?o: ZuSamEnsemble, acr¨®nimo que junta palabras de las tres lenguas oficiales de B¨¦lgica para decir "Estamos juntos" de un modo que, asegura, los belgas entender¨¢n. Dirkx ha lanzado un sitio en Internet (www.be-counter.be) para recoger de nuevo firmas de los fastidiados con la situaci¨®n. "Cada firma ser¨¢ una piedra que reforzar¨¢ los puentes entre ambas comunidades", se lee en la declaraci¨®n, que en menos de un mes ha obtenido m¨¢s de 22.000. Es una campa?a quijotesca, de pura base, sin v¨ªnculo pol¨ªtico alguno, que el profesor de Nancy reconoce como numantina: "Nos vemos como el ¨²ltimo reducto de resistencia por B¨¦lgica".
La cultura, la historia y la evoluci¨®n pol¨ªtica han hecho que flamencos y franc¨®fonos vivan en planetas separados, con la ciudad de Bruselas -f¨ªsicamente enclavada en territorio flamenco, pero con una poblaci¨®n culturalmente franc¨®fona- como ¨²nico punto de conexi¨®n gracias los cientos de miles de flamencos que cada d¨ªa entran en la ciudad para trabajar. Los partidos pol¨ªticos, los medios de comunicaci¨®n, las asociaciones, las patronales... hasta la Cruz Roja tienen su versi¨®n a cada lado de la frontera ling¨¹¨ªstica. El desconocimiento del otro es total y el inter¨¦s por ¨¦l, nulo. S¨®lo hay un 1% de matrimonios mixtos en B¨¦lgica. Karla Laureyns y Fabian Louis son una de esas rar¨ªsima avis. Tratan infructuosamente de encontrar un caso semejante entre sus amigos: notan mezclas de nacionalidades, pero no de matrimonios entre neerland¨®fonos y franc¨®fonos. Treinta?eros con dos hijos, ella, nacida en Flandes, es secretaria en Rosas, una de las grandes compa?¨ªas mundiales de danza contempor¨¢nea, y ¨¦l, val¨®n que lleva 16 a?os en Bruselas y se define como bruselense, trabaja en una editorial de Flandes.
Corren ya leyendas urbanas por Bruselas sobre crisis matrimoniales creadas por la situaci¨®n pol¨ªtica en que est¨¢ sumido el pa¨ªs, pero no es el caso de Karla y Fabian, que viven en perfecta armon¨ªa. "Hablar de escisi¨®n es lo pol¨ªticamente correcto, pero no est¨¢ en l¨ªnea con lo que la gente quiere", dice Karla."Es f¨¢cil ir a la separaci¨®n y dif¨ªcil dar marcha atr¨¢s", a?ade Fabian. "Y como es m¨¢s f¨¢cil decir y hacer eso que crear crecimiento econ¨®mico, eso es lo que hay". La pareja tiene sus diferencias (peque?as, sobre las causas originales del conflicto, no sobre la resoluci¨®n) que han servido para acercarles por el conocimiento del verdadero otro, distinto al estereotipo con que cada cual creci¨®. "Cuando una se casa con el otro se aprende mucho", hace notar Karla. "Yo ten¨ªa una imagen muy simple de los franc¨®fonos y ahora s¨¦ que la situaci¨®n es m¨¢s complicada y sutil de lo que se dice en Flandes. Ahora conozco sus sensibilidades. En Flandes se dice que lo bloquean todo, que son unos incapaces, que hay que librarse de ellos, que Bruselas era flamenca y que los franc¨®fonos se apoderaron de ella y que hay que recuperarla y reflamenquizarla".
"Ya lo creo", apostilla Fabian con una sonrisa. "Yo he aprendido la historia de los flamencos, desconoc¨ªa que tuvieran tan v¨ªvida la idea de la opresi¨®n. Pero yo no soy responsable de eso. Los flamencos neerland¨®fonos fueron oprimidos por flamencos franc¨®fonos. Tambi¨¦n he descubierto su cultura". Karla cree que "los franc¨®fonos son m¨¢s defensores de la libertad individual y que los neerland¨®fonos defienden m¨¢s la cultura". Fabian cuenta que en una ocasi¨®n, durante el almuerzo, todos los que estaban en la misma mesa eran franc¨®fonos: "Apareci¨® el director y nos dijo: 'No hay flamencos en esta mesa'. Nosotros ni lo hab¨ªamos notado. Nos sentamos juntos por afinidad. Yo creo que el director ten¨ªa miedo de que se fuera crear una divisi¨®n interna, que se reprodujera en la empresa lo que pasa en el pa¨ªs".
Ni Karla ni Fabian est¨¢n por la partici¨®n de B¨¦lgica. Aprovecha ella el crucial problema pol¨ªtico de c¨®mo encajar a Bruselas -inasible flor¨®n de la corona, que Flandes y Valonia ans¨ªan apropiarse para saldar definitivamente su pulso hist¨®rico- en la futura dispensaci¨®n institucional para decir que la Bruselas biling¨¹e, abierta, desprejuiciada y desacomplejada deber¨ªa ampliarse progresivamente hasta cubrir todo el pa¨ªs.
El parlamento de la comunidad neerland¨®fona convirti¨® hace a?os la torre cruciforme de Yser (IJzertoren, en la lengua de Vondel) en el s¨ªmbolo oficial de los flamencos, decenas de miles de los cuales la visitan cada a?o, con el cl¨ªmax de la embriagadora peregrinaci¨®n nacionalista y separatista de cada ¨²ltimo domingo de agosto en la localidad de Diksmuide, laminada, como toda la regi¨®n, durante la Primera Guerra Mundial. En el rinc¨®n noroccidental de B¨¦lgica, sus 84 metros de altura acogen un museo sobre Guerra, Paz y la Emancipaci¨®n de Flandes que en sus ¨²ltimos tr¨¢nsitos cronol¨®gicos, bajo el t¨ªtulo de Una vieja historia, un nuevo comienzo, habla ya de Flandes en una B¨¦lgica confederal. La descomunal torre -rematada con las siglas en cruz AVV, VVK (Todo por Flandes, Flandes por Cristo), acr¨®nimo que simboliza la militancia radical flamenca- es heredera de otra m¨¢s peque?a dinamitada en 1946 por manos no identificadas que quer¨ªan acabar con lo que ve¨ªan como un insultante monumento a los afines a Hitler. No en vano el lugar hab¨ªa acogido durante la Segunda Guerra Mundial ceremonias de confraternizaci¨®n germano-flamenca.
"?Por qu¨¦ elegimos una soluci¨®n de extrema derecha? ?Por qu¨¦ los extremistas se fueron con Hitler? Porque nosotros solos no ten¨ªamos fuerza para separarnos", explica Charles Vanmeukelen, de visita con su hija, Sigrid, y su novio, Ken Temmerman, flamencos los tres, al lugar "en busca de una explicaci¨®n a las tensiones pol¨ªticas", como dice Sigrid en lo alto de la torre y ante la mejor vista concebible sobre los que hace 90 a?os fueron martirizados campos de Flandes. Ella no ha encontrado respuestas definitivas y su padre, que particip¨® en las revueltas del 68 para limpiar Lovaina de franc¨®fonos, se lamenta ocasionalmente de algunas interpretaciones de la exposici¨®n muse¨ªstica, que ve como mitos y medias verdades interesadas. "Aqu¨ª tratan de hacernos creer que los flamencos tenemos una identidad completamente diferente, ?pero es mentira!", dice ante uno de los expositores, aparentemente ajeno a que la historia de muchas naciones, nacidas y que pugnan por nacer, se enra¨ªza en mitos, medias verdades y puras mentiras.
De vuelta al d¨ªa de hoy, Sigrid se indigna de que en un restaurante de la vecina costa de Flandes, ella, neerland¨®fona, pida salm¨®n en su lengua y el camarero, franc¨®fono, "no me entienda o haga como que no me entiende". A Ken le subleva la arrogancia de los franc¨®fonos. "Desprecian al neerland¨¦s, que consideran una lengua peque?a", dice. Esa disputa cultural y territorial llega al paroxismo en la corona que rodea a Bruselas, donde cada d¨ªa se producen grotescas emboscadas pol¨ªtico-ling¨¹¨ªstico-administrativas. Los franc¨®fonos sue?an con arrancar a los flamencos una cesi¨®n de terreno que permita unir la regi¨®n de Bruselas a Valonia. Se crear¨ªa as¨ª una masa cr¨ªtica (cultural, pol¨ªtica y econ¨®mica) muy da?ina para las ambiciones secesionistas de un Flandes que tiene a Bruselas por capital. Desde la otra trinchera, flamencos hay que ven un plan secesionista franc¨®fono en ese intento de fundar lo que se ha dado en llamar Valo-Brux. "Sobre esa cesi¨®n territorial es imposible que haya acuerdo. Lo tendr¨ªan que tomar por la fuerza", advierte con dureza Marianne Thyssen, presidenta del CD&V. "Ser¨ªa un anschluss", reacciona Charles Vanmeukelen, evocando la ocupaci¨®n alemana de Austria. Dadas las posiciones de partida, suena a quimera resolver el futuro de Bruselas, no s¨®lo por el choque entre flamencos y valones, sino por las distintas estrategias de los diferentes partidos franc¨®fonos ante el electorado de esa circunscripci¨®n de Bruselas-Hal-Vilvoorde. Y sin soluci¨®n satisfactoria para Bruselas, el pa¨ªs seguir¨¢ sumido en el desgobierno, se teme m¨¢s de uno.
Los Vanmeukelen, pese a sus diferencias con los molestos vecinos franc¨®fonos, no desean la partici¨®n de B¨¦lgica. "No quiero la divisi¨®n de B¨¦lgica. Quiero que siga unida, pero que se invierta bien el dinero y que los valones trabajen y respeten a los flamencos", se?ala Ken, a quien padre e hija hab¨ªan presentado como m¨¢s radicalizado. En su despacho de Bruselas, Thyssen abunda en la idea: "Nosotros no vamos a dividir a B¨¦lgica. S¨®lo queremos una confederaci¨®n, nada m¨¢s". Y apostilla con frase claramente dirigida al interlocutor espa?ol: "Estamos orgullosos de que todas las reformas se hagan por v¨ªa pac¨ªfica. Lo que ocurre es que al cabo de un tiempo se descubren nuevos desequilibrios y se hacen necesarias nuevas reformas". Ella no sabe d¨®nde est¨¢ el final de esas transferencias y reformas, siempre insuficientes. Jambon, el dirigente de la secesionista N-VA y socio pol¨ªtico de la democristiana, tiene otra perspectiva: "El CD&V no est¨¢ por la independencia de Flandes, pero va en la direcci¨®n de la independencia. Su evoluci¨®n es hacia la independencia". ?Tiene ¨¦l un calendario en cabeza? "No lo podr¨ªa decir. A veces se va muy deprisa y a veces se frena el proceso. Ahora se va deprisa".
Todos son conscientes de ser el espejo en que se miran parte de Europa, en especial los pa¨ªses infectados de secesionismo. "Es verdad que la construcci¨®n de Europa refuerza los regionalismos", apunta el polit¨®logo Delwit. "Pero la Uni¨®n necesita Estados para funcionar. A la Comisi¨®n le inquieta la hipot¨¦tica desaparici¨®n de B¨¦lgica. Nadie quiere abrir la caja de Pandora. Tras los flamencos y los valones, vendr¨¢n los vascos, los catalanes, los escoceses, los corsos...". La Comisi¨®n mantiene oficialmente que la crisis institucional belga es algo que corresponde a los propios belgas resolver, del mismo modo que el Parlamento Europeo guarda las distancias. Una fuente europarlamentaria cree que vista la inepcia europea en la gesti¨®n de la voladura de la antigua Yugoslavia, con el chusco ¨²ltimo episodio de la divisi¨®n de los Veintisiete sobre el reconocimiento de la independencia de Kosovo, "no se har¨¢ nada por alentar el desmembramiento de un pa¨ªs de la Uni¨®n".
La conclusi¨®n de quienes estudian el fen¨®meno desde fuera, como los profesores Delwit, franc¨®fono, y Marc Swyngedouw, neerland¨®fono responsable del sondeo sobre la opini¨®n p¨²blica del norte realizado por la universidad de Lovaina, es que "no hay apoyo popular a ning¨²n tipo de divisi¨®n del pa¨ªs". Delwit percibe, adem¨¢s, que "no hay voluntad pol¨ªtica secesionista en las ¨¦lites de Flandes". Pero ello no significa que vaya a haber descanso en la eterna noria reivindicativa. "Nunca se encontrar¨¢ una soluci¨®n definitiva", pronostica. Le da la raz¨®n Thysssen al responder a la pregunta de si la sexta reforma que viene ser¨¢ la ¨²ltima: "Si el mundo se para, ser¨¢ la ¨²ltima".
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