Discurso de Barack Obama en la convenci¨®n de Denver
Al presidente Dean y a mi gran amigo Dick Durban; y a todos mis conciudadanos de esta gran naci¨®n:
Con profunda gratitud y una gran humildad, acepto vuestra nominaci¨®n para la Presidencia de Estados Unidos.
Dejadme expresar mi agradecimiento a la hist¨®rica lista de candidatos que me han acompa?ado en este viaje, y especialmente a quien ha llegado m¨¢s lejos -una campeona para los trabajadores americanos y una inspiraci¨®n para mis hijas y las vuestras - Hillary Rodham Clinton. Al presidente Clinton, que anoche demostr¨® la necesidad de cambio como s¨®lo ¨¦l puede hacerlo, a Ted Kennedy, que encarna el esp¨ªritu de sacrificio; y al pr¨®ximo vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, os doy las gracias.
Estoy agradecido de terminar este camino con uno de los m¨¢s brillantes estadistas de nuestro tiempo, un hombre con el que se siente a gusto todo el mundo, desde los l¨ªderes mundiales hasta los revisores de la compa?¨ªa de trenes Amtrak que todav¨ªa toma para regresar a su casa cada noche.
Al amor de mi vida, nuestra pr¨®xima primera dama, Michelle Obama, y a Sasha y Malia - os amo mucho y estoy muy orgulloso de vosotras.
Hace cuatro a?os, estaba delante vuestro y os cont¨¦ mi historia - de la breve uni¨®n de un joven de Kenia y una joven mujer de Kansas que no les iban muy bien las cosas ni eran muy conocidos, pero que compart¨ªan la creencia de que en Am¨¦rica, su hijo pod¨ªa alcanzar lo que se propusiese en su cabeza.
Es esa promesa la que ha hecho este pa¨ªs destacar - que con un duro trabajo y sacrificio, cada uno de nosotros puede tratar de alcanzar nuestros sue?os y tambi¨¦n seguir siendo parte de la familia americana para asegurarnos que la siguiente generaci¨®n podr¨¢ perseguir igualmente sus sue?os.
Es por ello por lo que comparezco hoy esta noche. Porque durante 230 a?os, en cada momento en el que esa promesa estaba en peligro, hombres y mujeres corrientes -estudiantes y soldados, granjeros y profesores, enfermeras y limpiadoras- encontraron el coraje para mantenerla viva.
Nos encontramos en uno de esos decisivos momentos - el momento en el que nuestra naci¨®n est¨¢ en guerra, nuestra econom¨ªa atraviesa una situaci¨®n confusa, y la promesa americana ha sido amenazada una vez m¨¢s.
Esta noche, m¨¢s americanos est¨¢n sin trabajo y m¨¢s trabajan por menos. Muchos de vosotros hab¨¦is perdido vuestros hogares y muchos m¨¢s veis c¨®mo cae en picado el valor de vuestras casas. Muchos ten¨¦is autom¨®viles que ahora no os pod¨¦is permitir conducir, deudas de las tarjetas de cr¨¦dito que no pod¨¦is pagar, gastos de matr¨ªculas inalcanzables.
Todos estos desaf¨ªos no son todos atribuibles al Gobierno. Pero el no haberles hecho frente es la consecuencia de la descomposici¨®n de la vida pol¨ªtica en Washington y las fallidas pol¨ªticas de George W. Bush.
Am¨¦rica es mejor que estos ¨²ltimos 8 a?os. Somos mejor pa¨ªs que eso.
Este pa¨ªs es m¨¢s decente que uno en el que una mujer de Ohio, a punto de jubilarse, se encuentra por una enfermedad en una catastr¨®fica situaci¨®n despu¨¦s de una dura vida de trabajo.
Este pa¨ªs es m¨¢s generoso que aquel en el que un hombre de Indiana tiene que ver c¨®mo la maquinaria con la que ha trabajado durante veinte a?os es embarcada hacia China y, turbado, ha de explicar c¨®mo se siente fracasado al regresar a casa y contarle lo ocurrido a su familia.
Somos m¨¢s compasivos que un Gobierno que permite que sus veteranos duerman en la calles y sus familias caigan en la pobreza; que permanece de brazos cruzados mientras delante de nuestros ojos se hunde una gran ciudad de Am¨¦rica.
Esta noche, le digo al pueblo americano, a los dem¨®cratas y a los republicanos, a los independientes de toda esta gran naci¨®n. Ya basta. Este momento -esta elecci¨®n- es nuestra oportunidad para mantener viva en el siglo XXI la promesa americana.
Como la pr¨®xima semana, en Minnesota, el mismo partido que os ha tra¨ªdo dos mandatos de George Bush y Dick Cheney le pedir¨¢ a este pa¨ªs un tercero, estamos aqu¨ª ahora porque amamos este pa¨ªs demasiado para dejar que los pr¨®ximos cuatro a?os se parezcan a los ¨²ltimos ocho. El 4 de noviembre tenemos que levantarnos y decir: ya estamos hartos.
Ahora no dejemos ninguna duda. El candidato republicano, John McCain, ha vestido el uniforme de nuestro pa¨ªs con valor y distinci¨®n, y por ello le debemos respeto y gratitud. La pr¨®xima semana, tambi¨¦n escucharemos sobre esos momentos en los que hab¨ªa roto con su partido como prueba de que el puede traer el cambio que necesitamos.
Pero los hechos son claros, John McCain ha votado con George Bush el noventa por ciento de las veces. Al senador McCain le gusta hablar de juicio, pero en realidad, qu¨¦ os asegura a vosotros que George Bush ha estado en m¨¢s del noventa por ciento de las ocasiones acertado. No s¨¦ lo que pens¨¢is vosotros, pero yo no estoy dispuesto a asumir s¨®lo una posibilidad de cambio en el diez por ciento.
La verdad es que en cada uno de los asuntos, en cada uno de los que afecten a vuestra vida -salud, educaci¨®n y en la econom¨ªa-, el senador McCain ha sido todo, menos independiente. Asegura que nuestra econom¨ªa ha hecho grandes progresos bajo este presidente. Sostiene que los fundamentos de la econom¨ªa son fuertes. Y cuando uno de sus principales consejeros - el hombre responsable de escribir su programa econ¨®mico- hablaba de la ansiedad en la que viven los americanos, dijo que estamos viviendo s¨®lo una recesi¨®n mental y que somos, y cito textualmente, una naci¨®n de quejicas.
?Una naci¨®n de quejicas ? D¨ªgale eso a los orgullosos trabajadores de las plantas de automoci¨®n de Michigan que, despu¨¦s de enterarse de que iba a cerrar, todav¨ªa siguen yendo cada d¨ªa a trabajar tan duro como siempre, porque saben que hay quienes cuentan con los frenos que han hecho. D¨ªgale eso a las familias de los militares que cargan sus problemas en silencio, sobre sus hombros, mientras ven c¨®mo sus seres queridos parten para su tercer o cuarto o quinto despliegue. Estos no son quejicas. Trabajan duro, lo entregan todo y a¨²n siguen sin quejarse. Estos son los americanos que yo conozco.
Bien, no creo que al senador McCain no le importe qu¨¦ es lo que est¨¢ pasando con la vida de los americanos. Pienso que es que no lo sabe. ?Por qu¨¦ otro motivo si no podr¨ªa ¨¦l definir a la clase media como aquella que gana menos de cinco millones de d¨®lares al a?o? ?De qu¨¦ manera si no podr¨ªa proponer cientos de miles de millones en rebajas fiscales para las grandes corporaciones y compa?¨ªas petroleras pero ni un solo penique de ayuda fiscal para m¨¢s de cien millones de americanos? ?C¨®mo si no puede ¨¦l ofrecer un plan de salud que penalizar¨¢ con impuestos a las personas o un plan educativo que no servir¨¢ para ayudar en nada a las familias a pagar las escuelas, o el plan para privatizar la seguridad social y jugarse vuestras pensiones".
No es porque a John McCain no le importa, es porque no lo capta.
Durante m¨¢s de dos d¨¦cadas ha estado abonado a esa vieja, desacreditada filosof¨ªa republicana -da m¨¢s y m¨¢s a los que m¨¢s tienen y conf¨ªa en que la prosperidad descienda a los dem¨¢s. En Washington, lo llaman la sociedad de propietarios, pero lo que realmente significa es que est¨¢s s¨®lo. ?Te has quedado sin empleo? Mala suerte. ?no tienes seguro de salud? El mercado lo resolver¨¢. ?Has nacido pobre?
Arr¨¦glatelas con tu propio esfuerzo, aunque no puedas. Est¨¢s s¨®lo.
Es hora de que paguen por sus fracasos. Es nuestro momento para cambiar Am¨¦rica.
Lo veis, los dem¨®cratas tenemos una medida diferente de lo que es el progreso en este pa¨ªs.
Medimos el progreso por el n¨²mero de personas que pueden encontrar un empleo en el que ganen lo suficiente para hacer frente a las hipotecas, que tambi¨¦n permite un poco de dinero extra a final de mes para poder ver alg¨²n d¨ªa a vuestros hijos recibir sus diplomas universitarios. Medimos el progreso en los 23 millones de nuevos empleos que fueron creados cuando Bill Clinton era el presidente - cuando la familia media estadounidense vio subir sus ingresos hasta 7.500 d¨®lares en vez de los 2.000 que ha ca¨ªdo bajo George Bush.
Nosotros medimos la fortaleza de nuestra econom¨ªa no por el n¨²mero de multimillonarios que tenemos o los beneficios de las empresas de la lista Fortune 500, sino si alguien con una buena idea puede tomar el riesgo y emprender un nuevo negocio, o si las camareras que viven de las propinas pueden librar un d¨ªa para poder llevar al m¨¦dico a su hijo enfermo sin ser despedidas - una econom¨ªa que honra la dignidad del trabajo.
Las claves que empleamos para medir la fortaleza econ¨®mica son si estamos cumpliendo con la promesa fundamental que ha hecho que este sea un gran pa¨ªs - una promesa que es la ¨²nica raz¨®n por la que estoy aqu¨ª esta noche.
Porque en las caras de esos veteranos j¨®venes que regresan de Irak y Afganist¨¢n, veo a mi abuelo, quien se alist¨® despu¨¦s de Pearl Harbor, march¨® en las filas del Ej¨¦rcito de Patton y fue premiado por una naci¨®n agradecida con la oportunidad de ingresar en la universidad mediante del Acta para los veteranos.
En la cara del estudiante joven que duerme s¨®lo tres horas antes de entrar en el turno de noche, pienso en mi mam¨¢, quien, s¨®la, nos cri¨® a mi hermana y a m¨ª mientras trabajaba y estudiaba para un t¨ªtulo, quien una vez recurri¨® a la asistencia p¨²blica para la alimentaci¨®n pero todav¨ªa pudo enviarnos a las mejores universidades del pa¨ªs con la ayuda de los pr¨¦stamos para estudiantes y las becas.
Cuando oigo a otro trabajador que me dice que su f¨¢brica ha cerrado, recuerdo a todos aquellos hombres y mujeres del barrio sur de Chicago con quienes me solidaric¨¦ y por quienes luch¨¦ hace dos a?os, despu¨¦s del cierre de la planta sider¨²rgica.
Y cuando oigo a una mujer que habla de las dificultades de abrir un negocio propio, pienso en mi abuela, quien progres¨® trabajando, desde el grupo de secretarias hasta ser supervisora, pese a los a?os en que no fue considerada para un ascenso por ser mujer. Es ella quien me ense?¨® lo que es el trabajo duro. Es ella quien aplaz¨® la compra de un nuevo autom¨®vil o un nuevo vestido para que yo pudiera tener una vida mejor. Me entreg¨® todo lo que ten¨ªa. Y aunque ya no puede viajar, s¨¦ que est¨¢ sigui¨¦ndonos esta noche y que esta es su noche tambi¨¦n.
No s¨¦ qu¨¦ tipo de vidas cree John McCain que llevan los famosos, pero ¨¦sta ha sido la m¨ªa. Estos son mis h¨¦roes. Sus historias son las que me formaron. Y es en nombre de ellos que pretendo ganar estas elecciones y mantener nuestra promesa viva, como presidente de Estados Unidos.
?Qu¨¦ es esa promesa?
Es una promesa seg¨²n la cual cada uno tiene la libertad para hacer de nuestras vidas lo que queramos, pero que tambi¨¦n tenemos la obligaci¨®n de tratarnos mutuamente con dignidad y respeto.
Es una promesa que dice que el mercado deber¨ªa premiar la ambici¨®n y la innovaci¨®n y generar crecimiento, pero que las empresas deber¨ªan cumplir con sus responsabilidades en cuanto a la creaci¨®n de empleos americanos, vigilar por los trabajadores americanos, y atenerse a las reglas de buena conducta.
La nuestra es una promesa que dice que el gobierno no nos puede solucionar todos los problemas, pero lo que s¨ª debe hacer es lo que no podemos hacer por nosotros mismos, Protegernos del da?o y proveer a cada ni?o una educaci¨®n adecuada, mantener nuestra agua limpia y nuestros juguetes seguros, invertir en nuevos colegios y nuevas carreteras y nueva ciencia y tecnolog¨ªa.
Nuestro gobierno debe trabajar por nosotros, no contra nosotros. Debe ayudarnos, no da?arnos. Debe garantizar la oportunidad no s¨®lo a aquellos que m¨¢s dinero e influencia tienen, sino a cada americano dispuesto a trabajar.
Esa es la promesa de Am¨¦rica. La idea de que somos responsables de nosotros mismos, pero tambi¨¦n de que nos levantaremos o caeremos juntos como una naci¨®n: la creencia fundamental de que yo soy el guardi¨¢n de mi hermano: yo soy el guardi¨¢n de mi hermana.
Esa es la promesa que debemos cumplir. Ese es el cambio que necesitamos ahora mismo. Por tanto, dejad que precise exactamente qu¨¦ es lo que significar¨¢ ese cambio si yo soy elegido Presidente.
El cambio implica un c¨®digo fiscal que no premie a los "lobbys" que lo redactaron, sino a los trabajadores americanos y las peque?as empresas que lo merecen.
A diferencia de John McCain, dejar¨¦ de conceder ventajas fiscales a las corporaciones que trasladen los empleos al extranjero, y comenzar¨¦ a darlas a las empresas que creen buenos puestos de trabajo aqu¨ª mismo en Am¨¦rica.
Eliminar¨¦ los impuestos sobre ganancias para los peque?os negocios y empresas reci¨¦n establecidas que van a crear los empleos bien remunerados y de alta tecnolog¨ªa del ma?ana.
Rebajar¨¦ los impuestos - los voy a rebajar - para el 95% de todas las familias que trabajan, porque en una econom¨ªa como la nuestra lo ¨²ltimo que se debe hacer es aumentar los impuestos para la clase media.
Y, por el bien de nuestra econom¨ªa, nuestra seguridad y el futuro de nuestro planeta, establecer¨¦ una meta clara como Presidente: en un plazo de diez a?os, pondremos fin a nuestra dependencia respecto al petr¨®leo de Oriente Medio.
Washington lleva 30 a?os hablando de nuestra adicci¨®n al petr¨®leo, y John McCain lleva 26 de esos a?os all¨ª. En este tiempo, ¨¦l ha dicho "no" a las exigencias de mayor eficiencia energ¨¦tica de los autom¨®viles, "no" a las inversiones en energ¨ªa de fuentes renovables, "no" a los combustibles renovables. Y hoy, importamos el triple de petr¨®leo que el d¨ªa que el senador McCain asumi¨® el cargo.
Ahora es el momento de poner fin a la adicci¨®n, y de comprender que sacar petr¨®leo de los pozos es una medida para salir del paso, no una soluci¨®n a largo plazo. Ni remotamente.
Como presidente, aprovechar¨¦ nuestros recursos de gas natural, invertir¨¦ en tecnolog¨ªa del carb¨®n limpia, y encontrar¨¦ la manera de aprovechar con seguridad la energ¨ªa nuclear. Ayudar¨¦ a nuestras empresas del autom¨®vil a readaptarse, para que los autom¨®viles de bajo consumo del futuro se construyan aqu¨ª mismo en Am¨¦rica. Voy a facilitar que los americanos tengan suficientes recursos para comprar esos autos nuevos. Y voy a invertir 150.000 millones de d¨®lares en la pr¨®xima d¨¦cada en fuentes renovables de energ¨ªa que podamos costear - energ¨ªa e¨®lica, y energ¨ªa solar y la pr¨®xima generaci¨®n de biocombustibles; una inversi¨®n que desembocar¨¢ en nuevas industrias y cinco millones de empleos que paguen bien y que nunca puedan ser externalizados.
Am¨¦rica, ahora no es el momento de peque?os proyectos.
Ahora, es el momento de cumplir por fin nuestra obligaci¨®n moral a facilitar a cada ni?o una educaci¨®n de primera clase, porque es lo m¨ªnimo para poder competir en la econom¨ªa global. Michelle y yo estamos aqu¨ª esta noche s¨®lo porque nos dieron la oportunidad de una educaci¨®n. Y no voy a conformarme con una Am¨¦rica donde algunos ni?os no tienen esa oportunidad. Voy a invertir en la educaci¨®n de los m¨¢s peque?os. Voy a reclutar a un ej¨¦rcito de nuevos maestros, les pagar¨¦ salarios m¨¢s altos y les dar¨¦ un mayor apoyo. Y, a cambio, voy a pedir un list¨®n m¨¢s alto y que se rindan cuentas. Y mantendremos nuestra promesa hecha a cada uno de los j¨®venes americanos - si t¨² te comprometes con tu comunidad o con tu pa¨ªs, garantizamos que podr¨¢s pagar una ense?anza superior.
Ahora es el momento de cumplir, por fin, la promesa de un acceso a precios razonables a cuidados sanitarios para todos y cada uno de los americanos. Si ya ten¨¦is acceso a la Sanidad, mi proyecto supondr¨¢ el desembolso de primas m¨¢s peque?as. Si no lo ten¨¦is, vais a poder disfrutar de la misma cobertura que los miembros del Congreso se conceden a si mismos.
Yo mismo vi c¨®mo mi madre discut¨ªa con las empresas de seguros desde la cama donde mor¨ªa de c¨¢ncer y voy a asegurarme de que esas mismas empresas dejen de discriminar a los que est¨¢n enfermos, los que m¨¢s necesitan atenci¨®n sanitaria.
Ahora es el momento de ayudar a las familias con bajas pagadas por enfermedad y mejores permisos por asuntos familiares, porque nadie en Am¨¦rica deber¨ªa tener que elegir entre salvar su empleo y cuidar a su ni?o o a su progenitor enfermo.
Ahora es el momento de cambiar nuestras leyes sobre quiebras para que vuestras pensiones est¨¦n protegidas por encima de las primas de los ejecutivos; y es la hora de salvaguardar la Seguridad Social para generaciones futuras.
Y ahora es el momento de cumplir la promesa del mismo salario por el mismo trabajo, porque yo quiero que mis hijas tengan exactamente las mismas oportunidades que vuestros hijos.
Ahora, muchos de esos proyectos van a costar dinero, y es por eso que he explicado de d¨®nde va a proceder cada c¨¦ntimo - cerrando los resquicios corporativos y los para¨ªsos fiscales que no ayudan a Am¨¦rica crecer. Pero tambi¨¦n voy a analizar el presupuesto federal, l¨ªnea por l¨ªnea, eliminando los programas que no dan resultados, y mejorando y reduciendo costes en los que s¨ª necesitamos - porque no podemos afrontar los desaf¨ªos del siglo 21 con una burocracia del siglo 20.
Los Dem¨®cratas tambi¨¦n debemos reconocer que realizar la promesa de Am¨¦rica va a necesitar m¨¢s que dinero. Requiere un sentido renovado de la responsabilidad por parte de cada uno de nosotros, para recuperar lo que John F. Kennedy denomin¨® nuestra "fortaleza moral e intelectual". S¨ª, el Gobierno debe dar ejemplo en la dependencia energ¨¦tica, pero cada uno de nosotros debe ayudar a hacer nuestros hogares y negocios m¨¢s eficientes. S¨ª, debemos ayudar a salir de su situaci¨®n a los j¨®venes que caen en la delincuencia y la desesperaci¨®n. Pero debemos reconocer que los programas por s¨ª solos no pueden sustituir a los padres: que el Gobierno no puede apagar el televisor para que una ni?a haga sus deberes: que los padres deben asumir una mayor responsabilidad a la hora de dar el amor y la orientaci¨®n que sus hijos necesitan.
La responsabilidad individual y la responsabilidad mutua: esa es la esencia de la promesa de Am¨¦rica.
Y de la misma forma que nosotros cumplimos nuestra promesa a la pr¨®xima generaci¨®n aqu¨ª en casa, tambi¨¦n debemos cumplir la promesa de Am¨¦rica en el exterior. Si John McCain quiere protagonizar un debate sobre qui¨¦n tiene el mejor temperamento, y juicio, para servir como el pr¨®ximo Comandante en Jefe, ese es un debate en el que yo estoy dispuesto a entrar.
Porque mientras el senador McCain dirig¨ªa la vista hacia Irak en los d¨ªas justo despu¨¦s del 11-S, yo me levant¨¦ para oponerme a esta guerra, sabiendo que nos iba a distraer de las aut¨¦nticas amenazas que afrontamos. Cuando John McCain dijo que podr¨ªamos "arregl¨¢rnoslas" en Afganist¨¢n, yo habl¨¦ a favor de recursos y tropas adicionales para terminar la lucha contra los terroristas que realmente nos atacaron el 11 S, y dej¨¦ claro que debemos eliminar a Osama bin Laden y sus lugartenientes si se ponen a tiro. A John McCain le gusta decir que perseguir¨¢ a Bin Laden hasta las puertas del Infierno - pero ni siquiera se acercar¨¢ a la cueva d¨®nde vive.
Y todav¨ªa hoy, cuando mi llamamiento a establecer un marco temporal para retirar nuestras tropas de Irak ha encontrado el eco del Gobierno iraqu¨ª e incluso la administraci¨®n Bush, incluso despu¨¦s de saber que Irak tiene un super¨¢vit de 79.000 millones de d¨®lares mientras nosotros nos ahogamos en d¨¦ficits, John McCain se queda solo en su negativa obstinada a poner fin a una guerra equivocada.
Ese no es el "juicio" que necesitamos. Eso no nos mantendr¨¢ seguros. Necesitamos a un presidente que sepa afrontar las amenazas del futuro, no aferrarse a las ideas del pasado.
No se derrota a una red terrorista que opera en 80 pa¨ªses al ocupar a Irak. No se protege a Israel y se detiene a Ir¨¢n simplemente con un discurso duro desde Washington. No se puede realmente dar la cara por Georgia cuando se ha puesto en entredicho a nuestras alianzas con m¨¢s solera. Si John McCain quiere seguir a George Bush con m¨¢s discurso duro y estrategia equivocada, es su opci¨®n - pero no es el cambio que necesitamos.
Somos el partido de Roosevelt. Somos el partido de Kennedy. As¨ª que, no me digan que los Dem¨®cratas no defenderemos a este pa¨ªs. No me digan que los Dem¨®cratas no nos mantendremos seguros. La pol¨ªtica exterior Bush-McCain ha malgastado el patrimonio que generaciones de estadounidenses -Dem¨®cratas y Republicanos- han construido, y estamos aqu¨ª para restaurar ese patrimonio.
Como Comandante en jefe, nunca dudar¨¦ en defender a esta naci¨®n, pero no enviar¨¦ a nuestras tropas para enfrentarse al peligro sin una misi¨®n clara y un compromiso sagrado para aportarles los materiales que necesitan en la batalla y la asistencia y ayudas que se merecen cuando vuelvan a casa.
Pondr¨¦ fin a esta guerra en Irak de forma responsable, y terminar¨¦ la lucha contra Al Qaeda y los Talib¨¢n en Afganist¨¢n. Reconstruir¨¦ nuestras fuerzas armadas para hacer frente a futuros conflictos. Pero tambi¨¦n reanudar¨¦ la diplomacia dura y directa que puede impedir que Ir¨¢n obtenga armas nucleares y frenar la agresi¨®n rusa. Construir¨¦ nuestras alianzas para vencer a las amenazas del siglo XXI: el terrorismo y la proliferaci¨®n nuclear, la pobreza y el genocidio, el cambio clim¨¢tico y la enfermedad. Y restablecer¨¦ nuestro nivel moral, para que Am¨¦rica una vez m¨¢s sea esta ¨²ltima, mejor esperanza para todos los que acuden a la causa de la libertad, que est¨¢n deseando vivir en paz y que anhelan un futuro mejor.
?stas son las pol¨ªticas que voy a desarrollar. Y en las semanas venideras, quiero debatirlas con John McCain.
Pero lo que no voy a insinuar es que el Senador adopta sus posturas con fines pol¨ªticos. Porque una de las cosas que tenemos que cambiar en nuestra vida pol¨ªtica es la idea de que la gente no puede discrepar sin poner en duda la ¨¦tica y el patriotismo del otro.
Los tiempos son demasiado graves, est¨¢ demasiado en juego para seguir este mismo gui¨®n pol¨ªtico. As¨ª que pong¨¢monos de acuerdo en que el patriotismo no tiene partido. Yo amo a este pa¨ªs, y John McCain tambi¨¦n lo ama. Los hombres y las mujeres que prestan servicio en nuestros campos de batalla pueden ser Dem¨®cratas y Republicanos e independientes, pero han luchado y derramado sangre juntos y algunos han muerto juntos bajo la misma orgullosa bandera. No han prestado servicio a una Am¨¦rica roja o a una Am¨¦rica azul - han prestado servicio a los Estados Unidos de Am¨¦rica.
As¨ª que, tengo una noticia para usted, John McCain. Todos damos la prioridad a nuestro pa¨ªs.
Am¨¦rica, nuestra tarea no ser¨¢ f¨¢cil. Los desaf¨ªos a que nos enfrentamos exigen hacer elecciones dif¨ªciles, y tanto Dem¨®cratas como Republicanos tendr¨¢n que deshacerse de las desgastadas ideas y pol¨ªticas del pasado. Una parte de que lo que se ha perdido en estos ¨²ltimos ocho a?os no se puede medir en sueldos perdidos o mayores d¨¦ficits comerciales . Lo que se ha perdido en esos ¨²ltimos ochos a?os es nuestro sentido de una misi¨®n com¨²n -nuestro sentido de una misi¨®n superior. Y eso es lo que tenemos que restablecer.
Puede que no estamos de acuerdo sobre el aborto, pero seguramente podemos ponernos de acuerdo sobre la reducci¨®n de los embarazos no deseados en este pa¨ªs. La realidad de la tenencia de armas puede ser diferente para cazadores de las zonas rurales de Ohio que para aquellos castigados por la violencia de bandas en Cleveland, pero no me digan que no podemos defender la Segunda Enmienda mientras mantengamos los AK-47 fuera de las manos de delincuentes. S¨¦ que hay discrepancias sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero seguramente podemos estar de acuerdo en que nuestros hermanos y hermanas gays y lesbianas se merecen poder visitar a sus seres queridos en el hospital y llevar vidas libres de la discriminaci¨®n. Los ¨¢nimos est¨¢n enardecidos en cuanto a la inmigraci¨®n, pero no s¨¦ a quien le beneficia cuando se separa a una madre de su hijo en la infancia o un empleador socava los sueldos estadounidenses al contratar a trabajadores ilegales. Esto tambi¨¦n forma parte de la promesa de Am¨¦rica - la promesa de una democracia donde podemos encontrar la fuerza y la elegancia para superar las divisiones y unirnos en un esfuerzo com¨²n.
S¨¦ que hay quienes desprecian tales convicciones como meras palabras bonitas. Ellos afirman que nuestra insistencia en algo mayor, algo m¨¢s firme y sincero en nuestra vida p¨²blica supone simplemente un caballo de Troya para impuestos m¨¢s altos y el abandono de los valores tradicionales. Y eso es de esperar. Porque si careces de ideas frescas, entonces empleas t¨¢cticas pasadas para espantar a los votantes. Si no tienes historial para sostener tu candidatura, entonces presentas a tu contrincante como alguien del cual la gente deber¨ªa huir.
Haces una gran elecci¨®n de cosas peque?as.
Y ?saben una cosa? - ha servido en el pasado. Porque se alimenta del escepticismo que todos tenemos con respecto al gobierno. Cuando Washington no funciona, todas sus promesas parecen huecas. Si tus esperanzas has sido frustradas una y otra vez, lo mejor es dejar de esperar, y conformarse con lo ya conocido.
Lo capto. Reconozco que no soy el candidato m¨¢s convencional para este cargo. No encajo en el pedigr¨ª t¨ªpico, y no he pasado mi vida profesional en los pasillos de Washington.
Comparezco ante vosotros esta noche porque a lo largo y ancho de Estados Unidos algo comienza a moverse. Lo que no entienden los esc¨¦pticos es que estas elecciones nunca han sido sobre m¨ª. Han sido sobre vosotros.
Durante 18 largos meses vosotros hab¨¦is dado la cara, uno por uno, y hab¨¦is dicho basta a las pol¨ªticas del pasado. Vosotros entend¨¦is que en estas elecciones el mayor riesgo que podemos correr es intentarlo con las mismas viejas pol¨ªticas, con los mismos viejos protagonistas y esperar una resultado diferente. Vosotros hab¨¦is demostrado lo que nos ense?a la Historia - que en un momento determinante, como ¨¦ste, el cambio que necesitamos no procede de Washington. El cambio llega hasta Washington. El cambio ocurre porque el pueblo estadounidense lo exige - porque se levanta
y reivindica ideas nuevas, liderazgo nuevo, y una vida pol¨ªtica nueva para tiempos nuevos.
Am¨¦rica, ¨¦ste es uno de esos momentos.
Creo que, por muy dif¨ªcil que sea, el cambio que necesitamos se nos acerca. Porque lo he visto. Porque lo he vivido. Lo he visto en Illinois, cuando aportamos asistencia sanitaria a m¨¢s ni?os y pasamos a m¨¢s familias desde ayudas sociales hasta empleo. Lo he visto en Washington, donde trabajamos, superando las divisiones partidistas, para hacer m¨¢s transparente el gobierno y pedir responsabilidades a los "lobbys", dar mejor asistencia a nuestros veteranos y mantener las armas nucleares fuera de las manos de los terroristas.
Y lo he visto en esta campa?a. En los j¨®venes que votaron por primera vez y en aquellos que volvieron a participar despu¨¦s de mucho, mucho tiempo. En los Republicanos que pensaban que nunca recoger¨ªan una papeleta Dem¨®crata, pero s¨ª lo hicieron. Lo he visto en los trabajadores que preferir¨ªan recortar su semana laboral en una jornada a que sus amigos perdiesen el puesto de trabajo, en los soldados que vuelven a enrolarse despu¨¦s de haber perdido una extremidad, en los buenos vecinos que acogen a un desconocido cuando golpea un hurac¨¢n y llegan las inundaciones.
Este pa¨ªs nuestro tiene m¨¢s riqueza que cualquier naci¨®n, pero no es eso que nos hace ricos. Tenemos las fuerzas armadas m¨¢s poderosas de la Tierra, pero no es eso lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y cultura son la envidia del mundo, pero no es eso lo que hace que el mundo siga llegando a nuestras costas.
En vez de todo eso, es el esp¨ªritu americano - esa promesa americana- que nos impulsa adelante aun cuando el camino es indefinido, que nos une pese a nuestras diferencias, que nos hace fijarnos no en lo que se ve, sino en lo no visto, ese lugar mejor a la vuelta de la esquina.
Esa promesa es nuestra mejor herencia. Es una promesa que hago a mis hijas cuando las acuesto por la noche, y una promesa que vosotros hac¨¦is a los vuestro -una promesa que ha motivado a los inmigrantes a cruzar oc¨¦anos, a los pioneros a viajar al oeste; una promesa que llev¨® a los trabajadores hasta los piquetes y a las mujeres a aspirar al sufragio.
Y es esa promesa que hace hoy 45 a?os atrajo a estadounidenses desde cada rinc¨®n de esta tierra a reunirse en una explanada en Washington, ante el monumento a Jefferson, para escuchar a un joven predicador de Georgia hablar de su sue?o.
Los hombres y las mujeres que se concentraron all¨ª pudieran haber escuchado muchas cosas. Podr¨ªan haber escuchado palabras de ira y discordia. Pudieran haber sido empujados a rendirse ante el miedo y la frustraci¨®n de tantos sue?os demorados.
Pero lo que escucharon, en vez de eso, las personas de todas las confesiones y todos los colores, de todas las condiciones - es que en Am¨¦rica nuestros destinos est¨¢n inextricablemente unidos. Que, juntos, nuestros sue?os pueden ser uno.
"No podemos andar solos", dijo el predicador. "Y mientras andamos, tenemos que jurar que siempre marcharemos hacia delante. No podemos volver atr¨¢s".
Am¨¦rica, no podemos volver atr¨¢s. No cuando hay tanto trabajo por hacer. No con tantos ni?os por educar y tantos veteranos por cuidar. No con una econom¨ªa por arreglar y ciudades por reconstruir y granjas por salvar. No con tantas familias por proteger y tantas vidas por reparar. Am¨¦rica, no podemos volver atr¨¢s. No podemos andar solos. En este momento, en estas elecciones, tenemos que prometer una vez m¨¢s marchar hacia el futuro. Que cumplamos con esa promesa -esa promesa americana- y en las palabras de la Biblia agarrarnos firmemente, sin flaquear, a la esperanza que profesamos.
Gracias. Que Dios os bendiga y que Dios bendiga los Estados Unidos de Am¨¦rica.
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