Una esperanza para las relaciones entre India y Pakist¨¢n
La apertura de pasos entre ambos pa¨ªses en la disputada regi¨®n de Cachemira se puede convertir en un s¨ªmbolo de paz
A la puesta del sol, con puntualidad brit¨¢nica y al paso de la oca, los guardafronteras paquistan¨ªes se encaran con sus colegas indios del otro lado de la verja. Se trata del ritual arriado de la bandera en el paso fronterizo de Wagah. Pero la fiereza de sus gestos y los esl¨®ganes nacionalistas que corean los numerosos ciudadanos que a diario acuden a la ceremonia, teatralizan una animosidad que ya ha causado tres guerras (y media) entre los dos vecinos. De ah¨ª que el presidente paquistan¨ª, Ali Asif Zardari, haya creado furor al afirmar que "India nunca ha sido una amenaza para Pakist¨¢n". Lo que para muchos paquistan¨ªes (e indios) es un prometedor cambio de rumbo, constituye anatema para quienes han crecido alimentados con la idea de su enemistad.
Wagah, a 30 kil¨®metros de Lahore y otros tantos de Amritsar, es el ¨²nico paso de carretera abierto en los vigilad¨ªsimos tres mil kil¨®metros de frontera entre Pakist¨¢n e India. En realidad, semi abierto. S¨®lo los extranjeros pueden cruzarlo a discreci¨®n. Los nacionales de ambos pa¨ªses tienen que utilizar los autobuses oficiales (uno en cada direcci¨®n) que a diario unen Lahore con Delhi, o uno de los dos trenes semanales que desde febrero de 2006 conectan la provincia de Sindh con el estado de Rajasthan por Khokrapar-Munabao. Y los intercambios comerciales son tan escasos que cada vez que pasa un cami¨®n los guardafronteras vuelven a cerrar las verjas.
"La cooperaci¨®n con India es vital para la supervivencia de Pakist¨¢n, la pol¨ªtica de confrontaci¨®n ha sido un desastre", declara Talaat Masud. Este general retirado concede el beneficio de la duda al nuevo presidente. "Est¨¢ diciendo las cosas adecuadas. Queda por ver que las ponga en pr¨¢ctica", precisa. Sus incumplimientos en otros terrenos no resultan alentadores. Pero incluso si es sincero, le va a costar acabar con la imagen de enemigo oficial que India tiene en Pakist¨¢n.
"S¨ª tenemos un problema de violencia, pero ?qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s? India e Israel", afirma Said Ahmed Jan, un comerciante del bazar de Peshawar. A su lado, Gulzar Mohammad, m¨¦dico jubilado tras 40 a?os de pr¨¢ctica en el Reino Unido, trata de sacar de su asombro a la periodista: "Somos un pa¨ªs musulm¨¢n y tenemos la bomba at¨®mica". La menci¨®n a Israel es m¨¢s novedosa, pero la responsabilidad de India en todos los males que afligen a Pakist¨¢n aparece en la mayor¨ªa de las conversaciones que se mantienen en este pa¨ªs. Nada sorprendente cuando desde la independencia en 1947, se ha alentado el sentimiento anti indio como sustituto del nacionalismo y tambi¨¦n como excusa para inflar los presupuestos de defensa.
En el trasfondo est¨¢ el conflicto de Cachemira, un estado de mayor¨ªa musulmana que los fundadores de Pakist¨¢n inclu¨ªan en sus planes, pero cuyo maharaj¨¢ decidi¨® en el ¨²ltimo momento sumar a la Rep¨²blica India. Cachemira fue la causa de las guerras de 1947 y 1965 (la de 1971 estuvo motivada por la separaci¨®n de Bangladesh, hasta entonces Pakist¨¢n Oriental), y estuvo a punto de desatar un cuarto enfrentamiento en 2002, con el agravante de que para entonces ambos pa¨ªses se hab¨ªan dotado de armas nucleares. Adem¨¢s, la utilizaci¨®n religiosa de ese conflicto es en buena medida responsable de la radicalizaci¨®n y el extremismo que plagan la sociedad paquistan¨ª.
"India est¨¢ detr¨¢s de los atentados suicidas que sacuden nuestro pa¨ªs", declara sin el menor sonrojo el qazi Hussein Ahmed, l¨ªder de Jamaat-e Islami, el mayor partido religioso de Pakist¨¢n. Salvo condenar esos ataques terroristas ("matar a civiles no resuelve nuestros problemas"), su ideolog¨ªa se diferencia poco de los numerosos grup¨²sculos que el propio Estado alent¨® para luchar en Cachemira primero y en Afganist¨¢n despu¨¦s, y que ahora se han vuelto en su contra. Es una evidencia que todav¨ªa muchos pol¨ªticos, analistas y comunicadores se niegan a ver.
"India sigue interviniendo contra nosotros en Afganist¨¢n y en Cachemira, no ha cambiado su hostilidad hacia Pakist¨¢n", subraya Shir¨ªn Mazari, ex directora del Instituto de Estudios Estrat¨¦gicos y una de las voces m¨¢s furibundamente nacionalistas del pa¨ªs. Su actitud refleja la mentalidad de asedio permanente que predomina en buena parte de las elites pol¨ªticas y militares paquistan¨ªes.
En ese contexto resulta dif¨ªcil que, a pesar de las afinidades hist¨®ricas y culturales, la mayor¨ªa de los paquistan¨ªes vaya a aceptar la normalizaci¨®n con India sin un enorme esfuerzo de persuasi¨®n. De ah¨ª, que la decisi¨®n de abrir hoy por primera vez dos pasos fronterizos en Cachemira y normalizar el tr¨¢nsito en los de Wagah y Khokrapar (tal como Zardari y el primer ministro indio, Manmohan Singh, acordaron el pasado septiembre en Nueva York) haya despertado grandes expectativas. Existe la convicci¨®n de que impulsar las relaciones comerciales (y personales) aumentar¨¢ los incentivos para un eventual acercamiento pol¨ªtico.
"Era una antigua y esperada petici¨®n de la comunidad empresarial. Estamos convencidos de que esta frontera, que constituye un s¨ªmbolo del conflicto entre nosotros, se puede convertir en un s¨ªmbolo de paz a trav¨¦s de las relaciones econ¨®micas", celebra Mohamed Iqbal Tabish, secretario general de la rama paquistan¨ª de la Asociaci¨®n de c¨¢maras de comercio e industria de los pa¨ªses del sur de Asia. Sin duda resulta significativo que el comercio bilateral apenas supere los 600 millones de d¨®lares anuales cuando ambos vecinos suman 1.500 millones de habitantes.
Mientras llega ese momento, en Wagah, los gritos de "Pakistan sindabad, yibe yibe Pakistan" (Pakist¨¢n es maravilloso, larga vida a Pakist¨¢n) seguir¨¢n tratando de ahogar a los de "India, madre patria" de sus vecinos (y viceversa). Y los organizadores de la comedia, mantendr¨¢n las formas pidiendo a los asistentes que no insulten "al otro lado" cuyo nombre evitan mencionar.
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