Los ni?os que quieren ser m¨¦dicos
El enviado especial de EL PA?S relata la situaci¨®n de los j¨®venes y ni?os en Kabul
La ciudad vieja de Kabul, al otro lado del monte de la televisi¨®n, huele a polvo y arena. En 2001 parec¨ªa Grozni o Dresde: una alfombra de edificios derruidos en los que no cab¨ªa una bala ni un muerto. Ocho a?os despu¨¦s han surgido viviendas y mansiones de nuevo rico y p¨¦simo gusto (milagros en un pa¨ªs que produce el 93% de la hero¨ªna mundial), que con sus ventanas reflectantes verdes parecen platillos volantes a punto de despegar. Ojal¨¢ lo logren.
Cerca de la universidad, en la que en los a?os setenta estudiaron la mayor¨ªa de los criminales de guerra que despu¨¦s destruyeron la capital y el pa¨ªs, se halla el cine-teatro de Kabul. Solo queda en pie su esqueleto y la memoria de unos pocos. Eran tiempos de pobreza y tolerancia en los que se ve¨ªan pel¨ªculas indias en tres pases por d¨ªa y la gente se agolpaba en el exterior para comprar su entrada. Hoy solo quedan las sombras, la pobreza y una sensaci¨®n colectiva de que nada volver¨¢ a ser como antes.
Detr¨¢s del cine, que pronto desaparecer¨¢ para dejar paso a una calle m¨¢s ancha en direcci¨®n a ninguna parte, se divisa un parque de escombros presidido por un viejo ministerio de la ¨¦poca sovi¨¦tica. Ahora, es el lugar favorito de los j¨®venes para fumar algo m¨¢s que tabaco y para jugar a la ruleta rusa con las jeringuillas prestadas. Su hora de despegue es el atardecer, un mal momento para darse una vuelta. Los clientes andan escasos de dinero y sobrados de ansiedad. Parece un t¨²nel del tiempo.
Bagha Bala escala por una ladera del monte que divide la ciudad vieja de la nueva. El barrio se concentra en una red de viviendas ilegales. Parece un proyecto de las favelas de R¨ªo de Janeiro. En ese arrabal tan pobre muchos ni?os quieren m¨¦dicos. Dicen los adultos que es influencia de una serie india que causa furor en las parab¨®licas de Kabul. Una idea para la nueva estrategia de Obama en Afganist¨¢n: la buena televisi¨®n podr¨ªa hacer m¨¢s por cambiar la mentalidad que 100.000 soldados estadounidenses vestidos en Coronel Tapiocca pegando tiros por el Valle de la Muerte, fronterizo con Pakist¨¢n.
En casa de Amin Yusuf he conocido a su mujer Gul Makai. Llevan 45 a?os casados. Su relato est¨¢ repleto de fuerza y dignidad. Y esperanza. Amin dispone de 120 d¨®lares mensuales para alimentar a una prole -entre hijos, nietos, sobrinos y a?adidos- de 45 personas. Gul Makai ha conversado con el extranjero y le ha dado la mano, prueba de una enorme aceptaci¨®n. Al llegar a su casa se ha quitado el burka azul con el que sale a la calle y se ha colocado un pa?uelo blanco sobre el cabello. Su nieto tambi¨¦n quiere ser m¨¦dico. Incluso a su edad, 12 a?os, sabe la especialidad: internista. "Lo que sucede es que ven a los m¨¦dicos y enfermeras llevar una vida normal y quieren ser como ellos".
Gul Makai es la encargada de hacer juegos malabares con las finanzas de la casa. Podr¨ªa ser ministra en el pa¨ªs de la corrupci¨®n y el dispendio. Se cas¨® a los 15 a?os. Su madre, como manda la tradici¨®n, le eligi¨® marido. "Cre¨ª que se trataba del hermano, que es de piel oscura y muy feo. Un d¨ªa vi a Amin en su coche y mi madre me dijo: 'Ese es tu esposo'. Creo que de la alegr¨ªa que me dio me enamor¨¦ enseguida. Llevamos 45 a?os juntos y pese a que somos muy pobres he sido muy feliz".
Lea todas las cr¨®nicas de 'Cuadernos de Kabul' escritas por Ram¨®n Lobo desde Afganist¨¢n
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