El Pr¨ªncipe de las Tinieblas
Un controvertido polic¨ªa, John O'Neill, especialista en terrorismo isl¨¢mico, fue una de las v¨ªctimas del 11-S en las Torres Gemelas. Lo cuenta Lawrence Wright en 'La Torre Eleveda'
Un domingo de febrero de 1995, Richard A. Clarke, el coordinador nacional de contraterrorismo de la Casa Blanca, fue a su oficina para leer los cables de inteligencia recibidos durante el fin de semana. Uno de los informes mencionaba que Ramzi Yusef, sospechoso de ser el presunto cerebro del atentado perpetrado contra el World Trade Center dos a?os antes, hab¨ªa sido visto en Islamabad. Clarke llam¨® de inmediato a la sede del FBI, aunque sab¨ªa por experiencia que no era f¨¢cil encontrar a alguien all¨ª en domingo. Un hombre cuya voz no le resultaba familiar respondi¨® al tel¨¦fono.
- O'Neill - gru?¨®.
- ?Qui¨¦n es usted? - pregunt¨® Clarke.
- Soy John O'Neill - respondi¨® el hombre-. ?Qui¨¦n co?o eres t¨²?
Pese a la gran distancia cultural e ideol¨®gica que los separaba, Bin Laden y O'Neill eran adversarios muy igualados
O'Neill acababa de ser nombrado jefe de la secci¨®n de contraterrorismo del FBI. Hab¨ªa sido trasladado desde la oficina del FBI en Chicago. Despu¨¦s de conducir toda la noche, hab¨ªa ido directamente a la sede aquel domingo por la ma?ana sin dejar siquiera sus maletas. Con la excepci¨®n de los guardias de seguridad, O'Neill. Estaba solo en el inmenso edificio J. Edgar Hoover y se supon¨ªa que no deb¨ªa incorporarse a su puesto hasta el martes siguiente. Clarke le inform¨® de que Ramzi Yusef, el terrorista m¨¢s buscado por el FBI, hab¨ªa sido localizado a 14.000 kil¨®metros de distancia. Ahora reca¨ªa en O'Neill la responsabilidad de organizar un equipo que llevara al sospechoso a Nueva York, donde le hab¨ªan acusado formalmente de haber cometido los atentados contra el World Trade Center y de conspiraci¨®n para colocar bombas en aviones de pasajeros estadounidenses [seis a?os antes del 11-S].
(...) En una cultura que fomenta el anonimato y la discreci¨®n, O'Neill era un personaje que llamaba la atenci¨®n. Era guapo y moreno, con el pelo liso peinado hacia atr¨¢s, los ojos negros vivarachos y una gran mand¨ªbula redonda. Apodos como Sat¨¢n o Pr¨ªncipe de las Tinieblas le perseguir¨ªan desde la ¨¦poca de Chicago, en alusi¨®n a su avasalladora vehemencia, su insomnio y el miedo que sol¨ªa infundir a sus colaboradores. El tiempo significaba poco para ¨¦l, siempre ten¨ªa bajadas las persianas de su oficina y parec¨ªa vivir en una noche perpetua.
(...) El FBI hab¨ªa forjado su cultura en las d¨¦cadas en que combat¨ªa a la mafia, una organizaci¨®n formada por individuos con unos or¨ªgenes muy similares. Entonces conoc¨ªa muy bien a su enemigo, pero ahora carec¨ªa por completo de informaci¨®n sobre esta nueva amenaza: los islamistas radicales proced¨ªan de lugares en los que pocos agentes hab¨ªan estado o de los que ni siquiera ten¨ªan noticia. Hablaban una lengua que solo entend¨ªan unos cuantos agentes del FBII (...) Lo que hizo que O'Neill destacara pronto en su cargo fue el hecho de reconocer que la naturaleza del terrorismo se hab¨ªa vuelto global y m¨¢s mort¨ªfero. En su historia reciente, la mayor parte del terrorismo en Estados Unidos hab¨ªa sido un fen¨®meno interno, atribuible a asociaciones clandestinas como el Ku Klux Klan, los Panteras Negras o la Liga de Defensa Jud¨ªa. Lo que O'Neill comprendi¨®, y compart¨ªan muy pocos, era que los islamistas radicales ten¨ªan una concepci¨®n dram¨¢tica m¨¢s amplia que inclu¨ªa el asesinato a gran escala. Fue uno de los primeros en ser consciente de la magnitud de su proyecto y de su presencia activa en el seno de Estados Unidos. Y fue O'Neill quien vio que el hombre que estaba detr¨¢s de toda aquella red era un solitario disidente saud¨ª que viv¨ªa en Sud¨¢n y so?aba con destruir Estados Unidos y Occidente. Desde el principio de la carrera de O'Neill como jefe de contraterrorismo, su inter¨¦s por Bin Laden se convirti¨® en una obsesi¨®n tal que sus colegas empezaron a preguntarse si estaba en sus cabales (...) Aunque era enorme la distancia cultural e ideol¨®gica que le separaba de Bin Laden, O'Neill se dedic¨® a tratar de comprender a su nuevo enemigo en el lado oscuro del espejo de la naturaleza humana. Eran bastante diferentes, pero unos adversarios muy igualados: ambiciosos, imaginativos, implacables y dispuestos ambos a destruir al otro y todo lo que representaba.
(...) Pocos meses despu¨¦s de la investidura de George W. Bush [como presidente], Dick Clarke se reuni¨® con Condoleezza Rice, la consejera de Seguridad Nacional de la Administraci¨®n entrante, y le pidi¨® que le mantuviera en el puesto. Desde el momento en que el nuevo equipo tom¨® posesi¨®n, qued¨® claro que el terrorismo era una prioridad menor. Cuando Clarke inform¨® a Rice sobre la amenaza que Bin Laden y su organizaci¨®n representaban para Estados Unidos, tuvo la impresi¨®n de que ella nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar de Al-Qaeda. Curiosamente, poco despu¨¦s le baj¨® de categor¨ªa, nombr¨¢ndole coordinador nacional de la lucha antiterrorista. Adem¨¢s, deb¨ªa encontrar a "alguien parecido" que le sustituyera. "S¨®lo hay un tipo que re¨²na las condiciones", dijo Clarke. [Pensaba en O'Neill].
(...) El 5 de julio de 2001 Dick Clarke convoc¨® a representantes de varias agencias nacionales (la Administraci¨®n Federal de Aviaci¨®n, el Servicio de Inmigraci¨®n y Naturalizaci¨®n, la Guardia Costera, el FBI y el Servicio Secreto, entre ellas) para difundir un aviso: "Va a ocurrir algo realmente espectacular aqu¨ª y va a ocurrir pronto".
Aquel mismo d¨ªa, John O'Neill y su novia, Valerie James, llegaban a Espa?a, donde ¨¦l hab¨ªa sido invitado a pronunciar una conferencia en la Fundaci¨®n Polic¨ªa Espa?ola. O? Neill decidi¨® tomarse unos d¨ªas de vacaciones para decidir qu¨¦ hacer con su vida. Antes de partir hacia Espa?a, O'Neill se reuni¨® con Larry Silverstein, el presidente de Silverstein Properties, que acababa de asumir la direcci¨®n del World Trade Center. Silverstein le ofreci¨® el puesto de jefe de seguridad. Estaba dispuesto a pagarle m¨¢s del doble de lo que ganaba como funcionario (...) El destino habitual de un alto cargo del FBI retirado es convertirse en asesor de seguridad de una empresa privada, un trabajo muy bien remunerado. O'Neil, consciente de que sus numerosos enemigos iban a imposibilitar que se convirtiese en el sucesor de Dick Clarke, solicit¨® varios empleos de ese tipo, pero cuando regres¨® de Espa?a se decidi¨® por el del World Trade Center (...) Algunos de sus amigos, incluido Mark Rossini, le felicitaban y le dec¨ªan: "Al menos ahora vas a estar seguro. Ya trataron de atentar all¨ª". Y O'Neill les respond¨ªa: "Lo intentar¨¢n de nuevo. Nunca van a dejar de intentar atentar contra esos dos edificios". Una vez m¨¢s, se colocaba instintivamente en el punto de mira.
(...) Cuando O'Neill se encontraba en Espa?a, un agente del FBI de Phoenix, Kenneth Williams, envi¨® una inquietante comunicaci¨®n electr¨®nica a la oficina central, a la estaci¨®n Alec y a varios agentes de Nueva York. "El prop¨®sito de esta comunicaci¨®n es avisar a la oficina central y a Nueva York de que cabe la posibilidad de que exista una iniciativa coordinada por Osama Bin Laden para enviar a estudiantes a Estados Unidos con el prop¨®sito de que se matriculen en universidades y escuelas de vuelo civiles", dec¨ªa la nota. A continuaci¨®n, Williams advert¨ªa a la oficina central de la necesidad de elaborar un registro de todas las escuelas de vuelo del pa¨ªs, entrevistar a los instructores y elaborar una lista de todos los estudiantes ¨¢rabes que hubieran solicitado visados para recibir formaci¨®n como pilotos. Se imprimi¨® y distribuy¨® el informe, y Jack Cloonan fue uno de los agentes de Nueva York que lo ley¨®. Hizo una bola con ¨¦l y lo lanz¨® contra la pared. "?Qui¨¦n va a hacer las treinta mil entrevistas?", le pregunt¨® al supervisor de Phoenix. "?Cu¨¢ndo cojones vamos a tener tiempo para eso?".
(...) El lunes 10 de septiembre (de 2001), O'Neill, ya jefe de seguridad del World Trade Center, telefone¨® a su amigo Robert Tucker, ejecutivo de su empresa de seguridad, para hablar de los problemas de seguridad de los edificios Se reunieron en el vest¨ªbulo de la torre norte, desde donde se dirigieron hacia la nueva oficina de O'Neill, en el piso trig¨¦simo cuarto. Desde all¨ª O'Neill contempl¨® orgulloso sus dominios: siete edificios en seis hect¨¢reas y media de terreno con 836.000 metros cuadrados de oficinas.
(...) En la ma?ana del 11 de septiembre, poco despu¨¦s de las 8 de la ma?ana, O'Neill se dirigi¨® a su trabajo. A esa misma hora, [SU HIJO]John P. O'Neill Jr., experto en inform¨¢tica de la MBNA, se dirig¨ªa a Nueva York para instalar unos equipos en la nueva oficina de su padre. Desde la ventana del tren, el hijo de O'Neill pudo ver el humo del World Trade Center. Llam¨® al tel¨¦fono m¨®vil de su padre, y O'Neill le confirm¨® que estaba en el edificio, que estaba bien y que estaba a punto de salir para evaluar los da?os. Se vio a O'Neill por ¨²ltima vez dirigi¨¦ndose al t¨²nel que conduc¨ªa a la torre sur.
'La torre elevada' de Lawrence Wright. Editorial Random House Mondadori. Se publica el 18 de septiembre. Precio: 27,90 euros.
'La torre elevada' de Lawrence Wright. Editorial Random House Mondadori. Se publica el 18 de septiembre. Precio: 27,90 euros.
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