Recompensa a una nueva visi¨®n del mundo
Pasado un primer momento de sorpresa, la concesi¨®n del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama tiene mucha l¨®gica. El Instituto Nobel de Noruega premia as¨ª una visi¨®n del mundo -y del papel de Estados Unidos en el mundo- y no una obra. Obama no lleva ni un a?o en la Casa Blanca, por lo que a¨²n no cabe juzgarle por sus resultados, pero en ese per¨ªodo ya ha cambiado radicalmente la m¨²sica y la letra de la pol¨ªtica internacional norteamericana. Y en un sentido que no puede ser m¨¢s grato para los o¨ªdos de los escandinavos, los europeos y, en general, la mayor¨ªa de los habitantes del planeta.
Obama es todo lo contrario de George W. Bush, el titular de la Casa Blanca m¨¢s impopular de todos los tiempos fuera de las fronteras de Estados Unidos (y puede que incluso que dentro de ellas). All¨ª donde Bush so?aba con un siglo XXI dominado unipolarmente por la potencia imperial estadounidense, Obama ve un mundo multipolar en el que Washington ejerce, sin duda, una gran influencia, pero en gran medida a trav¨¦s de su colaboraci¨®n con otras potencias democr¨¢ticas y en el seno de Naciones Unidas. All¨ª donde Bush ten¨ªa como instrumento preferente la guerra preventiva, Obama opta por el di¨¢logo y la negociaci¨®n. All¨ª donde Bush se re¨ªa de la ayuda al desarrollo de los pa¨ªses y continentes m¨¢s pobres, Obama piensa que el progreso de esas gentes tambi¨¦n es clave para garantizar la libertad, la seguridad y la riqueza de los norteamericanos. All¨ª donde Bush prefer¨ªa seguir haciendo negocios con el petr¨®leo, Obama asume que la lucha contra el cambio clim¨¢tico y la promoci¨®n de las energ¨ªas renovables es imprescindible para la supervivencia de la especie humana.
En tres trimestres Obama ha reconciliado a Estados Unidos con Europa, Rusia y China; ha dirigido un mensaje extraordinario -el de El Cairo- al mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n; ha tenido el valor de decirles a los israel¨ªes que sin el nacimiento de un Estado palestino digno de ese nombre dif¨ªcilmente tendr¨¢n garantizada la paz; ha renunciado al provocador escudo antimisiles de su predecesor y ha dado los pasos que pod¨ªa para desmantelar Guant¨¢namo y retirarse de Irak, y asimismo ha proclamado que su objetivo es liberar al mundo de la ominosa sombra de las armas nucleares.
En relaci¨®n a Am¨¦rica Latina, Obama tambi¨¦n ha dicho algo absolutamente nuevo: Washington ya no considera esa zona como su bananero patio trasero, desea relaciones fraternales con sus pueblos y, para disgusto de los golpistas de Honduras, no consiente que se deponga por la fuerza a presidentes elegidos democr¨¢ticamente.
Obama incluso ha tendido su mano a reg¨ªmenes como Cuba e Ir¨¢n, d¨¢ndoles la oportunidad de que evolucionen pac¨ªficamente hacia una situaci¨®n de normalidad democr¨¢tica y pertenencia constructiva en la comunidad internacional. El que esos reg¨ªmenes no hayan acabado de comprender la oportunidad que se les ofrece s¨®lo prueba de que, am¨¦n de desp¨®ticos, son est¨²pidos.
En cuanto a Afganist¨¢n, el planteamiento intelectual de Obama es correcto: Bush cometi¨® un error monumental al relegar ese pa¨ªs a un segundo plano y concentrar las energ¨ªas de EE UU -y con ellas las de buena parte de la comunidad internacional- en la ilegal, absurda, contraproducente guerra de Irak. En Afganist¨¢n es donde estaban -y siguen estando- las fuerzas coaligadas de los talibanes y Al Qaeda que agredieron a Estados Unidos el 11-S (y luego prosiguieron sembrando de sangre el mundo con los atentados de Bali, Casablanca, Madrid, Londres, Egipto, Estambul...). El problema es que los ocho a?os transcurridos desde la primera intervenci¨®n militar en Afganist¨¢n han permitido a esas fuerzas reorganizarse y reconquistar posiciones. Y puede que el reajuste de Obama llegue tarde porque las opiniones p¨²blicas -en EE UU y en Europa, incluida Espa?a- ya no quieren soportar m¨¢s bajas en ese pa¨ªs.
En cualquier caso, Bush fue el lado oscuro de Estados Unidos para cientos de millones de habitantes del planeta y Obama representa el lado luminoso. Y eso es lo que ha querido premiar -y muy pronto, a fin de reforzarle- el Instituto Nobel de Noruega.
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