Obama recibe por primera vez en ocho a?os a los ca¨ªdos en combate
El presidente de EE UU visita por sorpresa la base a¨¦rea de Dover en el mes con m¨¢s militares muertos estadounidenses en la guerra
Barack Obama ha querido ver de cerca y ense?ar a sus compatriotas el ¨¢ngulo m¨¢s cierto y cruel de una guerra: los f¨¦retros que regresan a casa envueltos en la bandera nacional. Despu¨¦s de a?os de ocultamiento de esa realidad, el presidente norteamericano ha querido as¨ª acentuar la trascendencia de la responsabilidad que tiene entre manos sobre el env¨ªo de m¨¢s tropas al infierno de Afganist¨¢n.
Estados Unidos vive desde hace varias semanas en medio de un debate que parece un mero asunto de contabilidad. ?Cu¨¢ntas fuerzas se necesitan para estabilizar Afganist¨¢n? ?40.000, como dice el jefe de la operaci¨®n, el general Stanley McChrystal? ?M¨¢s? ?Menos? Se olvida a veces que detr¨¢s de que cada uno de esos n¨²meros hay un soldado, dispuesto a morir, pero preferentemente por una buena causa.
Tras ocho a?os de guerra, Obama puso fin a la censura impuesta por Bush
Surgen indicios de que las tropas se concentrar¨¢n en las ciudades afganas
Algunos viven tambi¨¦n esta pol¨¦mica como un problema de testosterona. ?Cu¨¢ntas agallas hay que tener para enviar hombres y mujeres a la guerra? ?Es m¨¢s fuerte o m¨¢s d¨¦bil Obama en funci¨®n de la decisi¨®n que adopte sobre Afganist¨¢n? Se ignora con frecuencia que algunos dirigentes pol¨ªticos presumen de valor a costa de los cad¨¢veres de soldados an¨®nimos.
Todo eso ha sido crudamente puesto sobre la mesa cuando Obama acudi¨®, a medianoche del mi¨¦rcoles (la madrugada del jueves en Espa?a), al acto de bienvenida en la base de Dover, en Delaware, de los 18 ata¨²des con los ¨²ltimos ca¨ªdos en Afganist¨¢n. Y, de repente, de forma silenciosa pero perceptible, el debate ha tomado un giro sorprendente, se ha humanizado y se ha hecho m¨¢s f¨¢cil que, si as¨ª lo quiere, el presidente le niegue a los militares el significativo refuerzo que solicitan.
Todav¨ªa no hay oficialmente una decisi¨®n tomada. Obama volver¨¢ a reunirse el viernes con sus principales asesores de seguridad dentro de la serie de conferencias monogr¨¢ficas sobre Afganist¨¢n que viene manteniendo desde hace semanas. La versi¨®n oficial sigue siendo la de que el presidente anunciar¨¢ una nueva estrategia cuando la tenga, sin plazo predeterminado.
Pero poco a poco van surgiendo indicios de lo que puede ocurrir. Funcionarios de la Administraci¨®n han anticipado que las fuerzas norteamericanas se concentrar¨¢n a partir de ahora en tratar de dar seguridad a las ciudades afganas, donde reside la mayor parte de la poblaci¨®n.
Eso podr¨ªa elevar el apoyo a la presencia de tropas extranjeras por parte de los afganos, pero tambi¨¦n ser¨ªa el reconocimiento impl¨ªcito de que EE UU no se plantea ya controlar el pa¨ªs o derrotar a los talibanes, que tendr¨ªan entonces todas las ¨¢reas rurales pr¨¢cticamente a su disposici¨®n.
Es pronto para saber si una limitaci¨®n de los objetivos en Afganist¨¢n es la antesala de una gradual y controlada retirada, como algunos congresistas y analistas piden. Pero lo que s¨ª prueba es que la Administraci¨®n norteamericana est¨¢ claramente perdiendo la fe en ese conflicto.
Desde la ¨®ptica de Washington, en estos momentos en Afganist¨¢n los talibanes se multiplican con el apoyo de la poblaci¨®n mientras los responsables pol¨ªticos que deb¨ªan unificar el pa¨ªs son reos de la corrupci¨®n y las ambiciones personales. No es s¨®lo el problema del fraude en las ¨²ltimas elecciones presidenciales. Es que EE UU ha dejado de confiar en el presidente Hamid Karzai, incluso aunque gane limpiamente la segunda vuelta.
Con estas perspectivas, el dolor de los cuerpos recibidos en casa se hace m¨¢s insoportable y las dudas sobre si vale la pena continuar con esa guerra se agigantan cada d¨ªa. Por eso la imagen de hoy de Obama en todos los programas de televisi¨®n, firme en la oscuridad, con la mano en la frente en forma de saludo militar, cobra un significado mucho mayor al del mero rito castrense.
Aunque este pa¨ªs lleva ya ocho a?os combatiendo en Irak y Afganist¨¢n, nunca antes se hab¨ªan visto im¨¢genes as¨ª. De hecho, la publicaci¨®n de fotos con los f¨¦retros de los soldados estaba prohibida hasta que Obama levant¨® la censura. George W. Bush no quer¨ªa que los norteamericanos contemplasen esas escenas ni tampoco la sociedad, como es natural, quer¨ªa perturbar su rutina con el recuerdo constante de los soldados muertos.
Al menos 55 han perdido ya la vida a lo largo de este mes en Afganist¨¢n . De la estrategia que Obama decida puede depender la muerte de cientos o de miles m¨¢s en los pr¨®ximos a?os.
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