Romper la frontera de cristal
La l¨ªnea fronteriza entre EE UU y M¨¦xico se calienta, y los recelos surgen de ambos lados
El gran escritor mexicano Carlos Fuentes titul¨® a una colecci¨®n de relatos que public¨® en 1995 como "la frontera de cristal", para caracterizar una de las colindancias m¨¢s intensas, m¨¢s dif¨ªciles y al mismo tiempo m¨¢s fr¨¢giles del mundo: la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos.
Una frontera grande: 3,152 kil¨®metros, en su mayor¨ªa marcados por el cauce de un r¨ªo, que, al norte es conocido como R¨ªo Grande, y al sur como R¨ªo Bravo. Ah¨ª empiezan las desavenencias y los desencuentros. En el r¨ªo, que es una gran met¨¢fora. La met¨¢fora de una relaci¨®n caprichosa y variable, con momentos de secas, crecidas e inundaciones. Una relaci¨®n continua, incesante, a ratos apacible, a ratos turbulenta y tempestuosa.
Una frontera que representa muy bien, una relaci¨®n abrumadora. De r¨¦cord y n¨²meros inmensos en todo. En el cruce diario de personas y veh¨ªculos, en el intercambio, en el consumo, en la migraci¨®n legal e ilegal, en el paso de drogas, de armas y de contrabando. Una frontera en la que todo es tema y todo es problema: los derechos humanos, las relaciones laborales, el comercio, el medio ambiente, la econom¨ªa, el desarrollo urbano y la delincuencia.
Integrada en la desintegraci¨®n. Desintegrada en la integraci¨®n. Comunidades que conviven y son una: Mexicali y Calexico, El Paso y Ciudad Ju¨¢rez, Brownsville y Matamoros, Laredo y Nuevo Laredo, Eagle Pass y Piedras Negras, Nogales de ambos lados. Ejemplo de ciudades con una vida en com¨²n. Mutuamente dependientes. Parte de pa¨ªses, independientes. Ciudades divididas por la soberan¨ªa. Historias compartidas, artificialmente divididas.
Una frontera compleja, dolorosa, contradictoria. Fracaso de la raz¨®n y del intelecto humano. Absurda y llena de errores. Una bomba de tiempo social. Una frontera que parece no tener soluci¨®n. Que no tiene dise?o de largo plazo, una visi¨®n compartida que permita un proceso sustentable de encuentro, de cooperaci¨®n o de integraci¨®n. Una frontera que cada d¨ªa se hace m¨¢s grande, m¨¢s profunda, m¨¢s des¨¦rtica, m¨¢s larga y m¨¢s tonta.
Una frontera que cuenta 47 puentes o cruces fronterizos formales, y miles, cientos de miles de cruces fronterizos informales, que inauguran todos los d¨ªas los miles de mexicanos, centroamericanos, caribe?os y sudamericanos que cruzan por ellos.
Bien, pues esa frontera que siempre ha estado en crisis, hoy vive uno de sus peores momentos, marcado sin duda por el recrudecimiento del problema de la inseguridad en M¨¦xico, por el narcotr¨¢fico, la delincuencia organizada y la violencia.
?Qu¨¦ representa esa frontera para Estados Unidos?: un grave problema. M¨¦xico se ha convertido sin duda en un problema de seguridad nacional para los Estados Unidos.
Imagine usted que de pronto tiene un vecino en el que se reportan 5,000 ¨® 6,000 ejecuciones al a?o. Con actos de creciente crueldad y violencia. Imagine que en la puerta de su frontera sur se tiene una ciudad como Ciudad Ju¨¢rez, en la que se reportan 1000 ejecuciones al a?o, con un despliegue policiaco y militar de miles de efectivos, armados hasta los dientes.
Vivir al lado de un pa¨ªs con tales niveles de inseguridad es en s¨ª mismo un problema de seguridad. Debe provocar miedo, rabia y frustraci¨®n. Ocasiona reacciones viscerales, populistas, y existe en todo momento la idea de elevar la barda, de cerrar la frontera, de dar un golpe de tim¨®n. Exacerba por supuesto patriotismos, nacionalismos y aislacionismos. Inaceptable s¨ª, pero comprensible. Irracional s¨ª, pero natural.
Pero al mismo tiempo ?Qu¨¦ representa esa misma frontera para M¨¦xico?: Tambi¨¦n un grave problema. Estados Unidos tambi¨¦n se ha convertido en un problema de seguridad nacional para M¨¦xico.
Ahora imagine usted de pronto tener como vecino al mayor consumidor de drogas del mundo. A un vecino que le vende armas con toda libertad a las mafias de la droga que operan en M¨¦xico.
Vivir al lado de un pa¨ªs que adem¨¢s de ofrecer toda la oportunidad econ¨®mica de la colindancia con el pa¨ªs m¨¢s rico del planeta, ofrece tambi¨¦n a miles, quiz¨¢ millones de usuarios de toda clase de giros negros, con todas las consecuencias e implicaciones del lado mexicano. Esta realidad por supuesto tambi¨¦n ocasiona miedo, rabia y frustraci¨®n del lado mexicano. Provoca reacciones igualmente viscerales, populistas y poco pensadas. Exacerba tambi¨¦n patriotismos, nacionalismo y aislacionismos. Inaceptable, claro, pero tambi¨¦n comprensible.
En lugar de estar instalados en esa visi¨®n, ?Qu¨¦ deber¨ªa representar la frontera para M¨¦xico y Estados Unidos?: Un problema com¨²n. Un problema compartido. Un proyecto.
Una vez el dictador mexicano Porfirio D¨ªaz dijo: "Pobre M¨¦xico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos." Carlos Fuentes complet¨® la frase de manera afortunada en el noveno relato de "La frontera de cristal" y dice: "Al norte del r¨ªo grande / al sur del r¨ªo bravo, / que vuelen las palabras, / pobre M¨¦xico, / pobre Estados Unidos, / tan lejos de Dios, / tan cerca el uno del otro.
Tan cerca el uno del otro, no hay otro camino que la construcci¨®n de soluciones comunes. No hay otro camino que la visi¨®n compartida del problema de las drogas.
Al inicio de la administraci¨®n de Barack Obama, la creciente delincuencia y sobre todo la violencia en M¨¦xico, cre¨® dos corrientes muy claras al interior del gobierno norteamericano. Por un lado, quienes pensaban que el Gobierno mexicano ten¨ªa el problema bajo control e iba en la ruta correcta de soluci¨®n, y por el otro, un grupo importante de legisladores, algunos oficiales de seguridad y varios l¨ªderes de opini¨®n, que pensaban que el tema desbordaba a las autoridades mexicanas.
Por unas semanas rond¨® en la relaci¨®n bilateral entre M¨¦xico y Estados Unidos el fantasma de la certificaci¨®n, y otras descalificaciones del pasado, que tanto da?o hicieron en su momento a pa¨ªses como por ejemplo Colombia.
Fue sin duda un momento cr¨ªtico de la relaci¨®n bilateral, que elev¨® la tensi¨®n entre ambos gobiernos y que activ¨® todos los motores formales e informales de la diplomacia. Ese momentum afortunadamente se destrab¨® r¨¢pidamente con la visita de Hillary Clinton a M¨¦xico, en marzo de 2009, y con el posterior encuentro entre los presidentes Obama y Calder¨®n, en el que se da un voto de confianza al Gobierno mexicano en la lucha contra el narcotr¨¢fico.
No solo eso, sino que el propio presidente Barack Obama en un giro sin precedentes en la visi¨®n del problema de las drogas, reconoci¨® que Estados Unidos tiene un severo problema de consumo que es necesario tambi¨¦n atender.
A partir de ese momento la secuencia de colaboraci¨®n, aunque magra, dir¨ªa yo muy moderada, ha sido continua y permanente. Desde el Plan M¨¦rida, con su lentitud e interrupciones, como un mecanismo de financiamiento para mejorar los cuerpos de seguridad p¨²blica, hasta la visita, la semana pasada, de la titular del Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, la se?ora Janet Napolitano, ex gobernadora de Arizona y una gran conocedora del tema fronterizo, que estuvo en M¨¦xico para suscribir un nuevo pacto de seguridad fronteriza, centrado en la colaboraci¨®n para operativos e intercambio de informaci¨®n polic¨ªaca.
El convenio de seguridad con la se?ora Napolitano se presenta en un momento anticlim¨¢tico y hasta cierto punto contradictorio, en el que el propio Presidente Calder¨®n da un giro a su discurso y corrige su visi¨®n y su estrategia de combate a las drogas.
Despu¨¦s de m¨¢s de tres a?os de una estrategia, llamada al fracaso desde el principio, y basada s¨®lo en el despliegue militar y polic¨ªaco, Calder¨®n asume en Ciudad Ju¨¢rez hace unos d¨ªas que la estrategia es y era otra: que el problema de las drogas es de largo plazo; que requiere de la colaboraci¨®n integral de toda la sociedad, de todos los poderes y de todos los niveles de gobierno; que debe ser enfrentado y atendido con militares y polic¨ªas s¨ª, pero tambi¨¦n con pol¨ªticas sociales m¨¢s amplias; y sobre todo, que se trata, m¨¢s que de una guerra, de un problema social de largo plazo.
Cede la visi¨®n militarista. La idea y la l¨®gica de ocupaci¨®n y guerra agota y se agota. El propio Secretario de la Defensa de M¨¦xico, el General Guillermo Galv¨¢n dijo el pasado 19 de febrero, en la ceremonia del d¨ªa del Ej¨¦rcito, que "nadie desea que esta lucha se prolongue indefinidamente, a nadie conviene."
Es claro que de la misma manera que en M¨¦xico ya no es posible sostener esa visi¨®n que centra la soluci¨®n de la lucha contra las drogas, en los temas de seguridad y polic¨ªa, en la relaci¨®n bilateral es necesario tambi¨¦n transitar hacia una visi¨®n m¨¢s amplia, m¨¢s integral, m¨¢s social y de largo plazo.
El Plan M¨¦rida y convenios como el que se firm¨® la semana pasada, son necesarios pero marginales e incompletos. La estrategia es de desarrollo social, la educaci¨®n, de valores y de combate a las adicciones. Es necesario tratar de convencer, m¨¢s que de vencer. Construir un blindaje social, que ayude a enfrentar, en cada familia y en cada comunidad, uno de los problemas m¨¢s graves de la civilizaci¨®n contempor¨¢nea.
M¨¦xico necesita trabajar muy pronto en Estados Unidos para tratar de construir una visi¨®n distinta, y parece que con el gobierno de Obama, hoy hay una oportunidad y existen las mejores condiciones para hacerlo.
No hay que olvidar que el escepticismo y la duda prevalecen en muchos sectores conservadores del gobierno y de la opini¨®n p¨²blica norteamericanas. Que en varios sectores de la uni¨®n americana existe una gran preocupaci¨®n por saber si la guerra contra el narcotr¨¢fico en M¨¦xico es sustentable, y sobre todo, si tendr¨¢ cauce y continuidad en el 2012 con el cambio de gobierno. No podemos pasar por alto que persiste la tentaci¨®n de negar, de culpar y de cerrar y que existe incluso en algunos la idea, la locura de militarizar la frontera y de crear muros de cemento.
Es urgente convencer de que es posible y necesaria una ruta distinta, de integraci¨®n civilizada, pactada, con un enfoque de desarrollo social y de cooperaci¨®n para el desarrollo. Es necesario elaborar una visi¨®n geopol¨ªtica m¨¢s estrat¨¦gica, no s¨®lo de la frontera, sino de toda la relaci¨®n bilateral.
Convencer a todos, de ambos lados de la frontera, que la seguridad, la verdadera seguridad, la de largo plazo, no la dan los muros, sino las escuelas.
Es necesario, es urgente, romper la frontera de cristal.
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