La hipocres¨ªa 'yankee'
Frente al tema del narcotr¨¢fico, EEUU agacha la cabeza, no grita mucho y abre compuertas en su territorio
La peor matanza vinculada con el narcotr¨¢fico que se recuerda en toda el ¨¢rea de Ciudad Ju¨¢rez no fue hace unas tres semanas en esa poblaci¨®n fronteriza, donde una pandilla que buscaba a dos pandilleros enemigos que ejecutaron en noviembre a cuatro de sus socios, los asesin¨® junto con otras 14 personas inocentes. Fue en 1997, y no fue en Ciudad Ju¨¢rez, sino en la vecina El Paso, en Texas. Se inici¨® en un bar y termin¨® en un lujoso fraccionamiento al oeste de la ciudad, donde las casas no estaban construidas alrededor de un campo de golf, sino en torno a una pista para avionetas.
Acababa de morir Amado Carrillo, el legendario Se?or de los Cielos, el m¨¢s importante narcotraficante de la poca y l¨ªder del C¨¢rtel de Ju¨¢rez. Sus rivales del C¨¢rtel de Tijuana, que encabezaban los hermanos Arellano Flix, pretendieron adue?arse de la plaza, que era la principal entrada de la coca¨ªna hacia Estados Unidos y donde los c¨¢rteles colombianos pagaban a sus transportistas mexicanos, que colocaban el dinero en los bancos de El Paso. Para esa tarea contrataron a pandilleros del Barrio Logan, de San Diego, California.
Pero los pandilleros del Barrio Logan no pudieron asesinar a los lugartenientes de Carrillo, quienes no solo los repelieron, sino que fueron tras ellos en El Paso. A 14 los mataron en un bar y fueron tras el resto al fraccionamiento, donde se resguardaban en una casa de seguridad. No fue f¨¢cil. Desde la parte alta de la casa opusieron resistencia con una ametralladora, con la que repelieron el ataque hasta que con un bazuka los sometieron. La balacera fue al mediod¨ªa, pero la radio no difundi¨® nada. Los noticiarios de televisi¨®n tampoco. A la ma?ana siguiente, los peri¨®dicos no registraron los hechos.
?Qu¨¦ sucedi¨®? Una autoridad local le dijo al entonces procurador de Chihuahua, Arturo Ch¨¢vez, actualmente procurador general mexicano, que en El Paso ten¨ªan un consejo ciudadano donde participaban autoridades, l¨ªderes empresariales y due?os de los medios de comunicaci¨®n, quienes colectivamente hab¨ªan decidido que lo mejor para la poblaci¨®n era que no supieran lo sucedido, a fin de evitar que empezaran a sentir inseguridad al inyectarles miedo. Callar y ejercer la autocensura era lo mejor, as¨ª como rebotar hacia otros lados con menor fortaleza institucional los riesgos y las inseguridades del fen¨®meno. Digamos, como M¨¦xico.
Los resultados de esa estrategia han sido evidentes con el paso del tiempo. En Estados Unidos el narcotr¨¢fico no es un problema que se haya socializado en toda su dimensi¨®n y El Paso es considerada la ciudad m¨¢s segura del pa¨ªs. A Ciudad Ju¨¢rez se le menciona como la m¨¢s violenta del mundo y M¨¦xico vive una guerra con miles de muertos. Las realidades en ambos pa¨ªses fueron construidas de manera diferente.
En M¨¦xico hay una autocr¨ªtica flagelante y todos son culpables hasta que demuestren su inocencia. En Estados Unidos, cuanto menos se piense en el tema y menos se analice, menos se preocupan y menos cuestionan. Durante a?os, los presidentes mexicanos han sostenido que si existe tanta exportaci¨®n de drogas hacia ese pa¨ªs, es porque hay un elevado nmero de consumidores. Durante a?os, han ignorado las denuncias. Qui¨¦n tiene raz¨®n? Veamos.
En 2007, m¨¢s de 35 millones de personas consumieron drogas en EE UU, pero solo 3,5 millones de mexicanos, hasta ese a?o, lo hab¨ªan hecho alguna vez en su vida. Mientras en Estados Unidos se calcula en millones anuales quienes, a partir de los 12 a?os de edad, hab¨ªan probado una droga, en M¨¦xico la cifra no rebasaba las 600 mil personas. M¨¢s a¨²n, seg¨²n el Consejo Nacional contra las Adicciones, el 2% de los estadounidenses consumen coca¨ªna, frente al 0,4% de los mexicanos. La coca¨ªna que circula en ese pa¨ªs, que en un 90% procede de Colombia y M¨¦xico, no es la principal droga que exportan los c¨¢rteles mexicanos. Es la marihuana, aunque toda la producci¨®n de M¨¦xico es inferior a lo que produce anualmente California.
Sin embargo, la forma de abordar el consumo de la marihuana en EE UU es diferente a como lo hacen otras naciones: agachan la cabeza, no gritan mucho y abren las compuertas legales. Aunque el 65% de quienes son tratados por consumo de marihuana en Estados Unidos se encuentran entre los 12 y los 17 a?os, en 12 estados de EE UU se ha autorizado el consumo de la droga en cantidades limitadas. Es decir, hay una legalizaci¨®n disfrazada de la droga, pero no se atreven a aceptar en p¨²blico que quiz¨¢ ese sea el camino m¨¢s r¨¢pido para reducir la violencia que generan en otros pa¨ªses.
Pero el tema no se discute. Se preocupan en silencio. No han llevado el tema de salud al centro del debate nacional, como tampoco le han alterado los nervios a la industria qu¨ªmicofarmac¨¦utica con regulaciones. El c¨®mo impacta negativamente a otras naciones no est¨¢ en su radar estrat¨¦gico. Lo que s¨ª hacen es reclamar y denunciar el que los c¨¢rteles mexicanos est¨¦n incursionando cada vez m¨¢s en la fabricacin de drogas sint¨¦ticas cuyo destino es el mercado estadounidense. Pero ellos mismos tienen una enorme responsabilidad.
Ni la pseudoefedrina ni el ¨¢cido fenil¨¢ctico, precursores de las metanfetaminas, est¨¢n prohibidas en Estados Unidos, como s¨ª lo est¨¢n en M¨¦xico, el segundo importador de esos productos detr¨¢s de China. Las autoridades estadounidenses se quejan de que las drogas sint¨¦ticas mexicanas, fabricadas en los superlaboratorios que se trasladaron de California a M¨¦xico en el primer lustro de esta d¨¦cada, inundan sus ciudades. Pero lo que no dicen abiertamente, seg¨²n funcionarios mexicanos, es que a¨²n hay unos 11.000 laboratorios de metanfetaminas en esa naci¨®n, que producen parte de las drogas sint¨¦ticas que abundan en su mercado.
En el fondo, el negocio de las drogas es altamente rentable para Estados Unidos. Seg¨²n la Oficina Nacional de Drogas de ese pa¨ªs, los estadounidenses gastan 65 mil millones de d¨®lares al a?o en drogas, que le dejan ganancias a los c¨¢rteles entre 17 mil y 38 mil millones de d¨®lares. El resto, entre 27 mil y 48 mil millones de d¨®lares, se re-inyectan en su econom¨ªa. Del total que va a los c¨¢rteles de la droga, se estima que 11.000 millones regresan a M¨¦xico, con lo cual se compra el 90% de las armas que utilizan los sicarios mexicanos en armeras, claro, estadounidenses, con lo cual esos millonarios recursos vuelven a sus circuitos financieros.
A decir de funcionarios mexicanos, la preocupacin prioritaria de Washington no est¨¢ en el n¨²mero de muertos en M¨¦xico con sus armas y sus balas, ni en c¨®mo se ha elevado el consumo de drogas entre su poblaci¨®n. Est¨¢ en c¨®mo controlar los enormes vol¨²menes de dinero en su sistema financiero, que es un problema que vienen arrastrando hace tiempo. Eso es lo que siempre les preocup¨® de la peque?a ciudad de El Paso, donde se dio una vez, hace no mucho, la situaci¨®n de que ten¨ªa m¨¢s bancos que la pr¨®spera y petrolera Dallas.
Pero sus verdaderos motivos no est¨¢n en la superficie, est¨¢n debajo de la epidermis. Desde 1937, existe en Estados Unidos el Acta de Impuesto a la Marihuana que han suscrito 20 estados. Se supone que se compran las estampas para que se peguen en las drogas ilegales que se supone que no pueden poseer. A nadie extra?a que no las adquieran los infractores, sino los coleccionistas. Pero, ?alguien puede dudar que de esa forma hasta la ilegalidad deje dinero a sus tesoreras estatales? Despu¨¦s de todo, como dec¨ªa El Padrino de Mario Puzzo, nada es personal, es estrictamente negocio.
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