La ola de 'feminicidios' de Ciudad Ju¨¢rez se extiende por Centroam¨¦rica
S¨®lo durante 2009, en Guatemala fueron asesinadas 847 mujeres. En los ¨²ltimos 10 a?os, han muerto de manera violenta 5.027 guatemaltecas. Y en lo que va de a?o, ya suman 160. No se trata de violencia dom¨¦stica a puerta cerrada, sino de mujeres que son torturadas y asesinadas en lugares p¨²blicos, casi siempre por desconocidos. Walda Barrios-Klee (1951, Ciudad de Guatemala), consejera asesora de la Uni¨®n Nacional de Mujeres Guatemaltecas, constata una realidad preocupante en una entrevista concedida a EL PA?S en el marco de un seminario internacional sobre feminicidios en Guatemala y M¨¦xico, celebrado ayer en la Casa de Am¨¦rica de Madrid. "?Por qu¨¦ fue famoso el caso de Ciudad Ju¨¢rez? Porque all¨ª empezaron. Pero de all¨ª comienza a pasar en toda Centroam¨¦rica y en toda la regi¨®n. Ya es una patolog¨ªa social", asegura.
Desde 2008, la legislaci¨®n del pa¨ªs centroamericano reconoce el delito del feminicidio: el asesinato de mujeres por el simple hecho de serlo, motivado por el odio y la misoginia. "Los feminicidios est¨¢n considerados como cr¨ªmenes impersonales. El que mata a la mujer no tiene ninguna relaci¨®n con ella. Es un crimen an¨®nimo. El que asesina no conoce a la v¨ªctima y la mata por el hecho de ser mujer. Es lo nuevo del fen¨®meno", resalta Barrios.
Otro factor distintivo es la brutalidad empleada antes y despu¨¦s de la muerte de la v¨ªctima. "No se mata ¨²nicamente, sino que se persigue todo un ritual en el asesinato: tortura, mutilaci¨®n y violaci¨®n. Hay violaci¨®n siempre, acompa?ada por un sadismo excesivo", precisa. Los cad¨¢veres aparecen a menudo descuartizados, con las u?as arrancadas y la cara desfigurada.
La consejera, que fue candidata a la vicepresidencia de Guatemala en 2007, subraya que la ley contra los feminicidios "ha servido para que aumenten las denuncias ?porque las mujeres pierden un poco el miedo?, pero no la penalizaci¨®n". Y tampoco ha conseguido frenar las agresiones. "La ley fue aprobada en marzo de 2008. Y en marzo de 2009, en lugar de bajar, aumentaron los cr¨ªmenes".
Para Barrios, se trata de un fallo institucional. "La ley es una contribuci¨®n al cambio cultural. No obstante, si el sistema de justicia no funciona bien, aunque haya ley, las cosas no van a cambiar mucho".
El llamado tri¨¢ngulo de la violencia [Guatemala, El Salvador y Honduras, seg¨²n la descripci¨®n acu?ada por Naciones Unidas, ya que tienen las tasas de feminicidios m¨¢s altas de la regi¨®n] ilustra un problema que va m¨¢s all¨¢ de los conflictos armados, que acecharon en el pasado a El Salvador y Guatemala, y en los que la violaci¨®n se us¨® como arma de guerra.
El primer puesto respecto al asesinato de mujeres, en los ¨²ltimos a?os, lo sol¨ªa ocupar Guatemala. "Ahora, Honduras tiene el primero, El Salvador el segundo, y Guatemala el tercero", afirma la defensora de los derechos de las mujeres. Y explica que esta situaci¨®n se da no porque haya bajado la cifra en Guatemala, sino porque ha subido en Honduras.
"?Qu¨¦ tienen en com¨²n Guatemala y El Salvador? Las guerras internas. Honduras, no. Pero Honduras salta despu¨¦s del golpe de Estado. Es lo que cambia la situaci¨®n all¨ª. El problema tiene que ver con el papel del Estado y el debilitamiento de las estructuras estatales, algo que afecta a toda Am¨¦rica Latina", a?ade la activista.
Es cierto que en el caso particular de Guatemala pesa tambi¨¦n la herencia de una guerra fratricida de casi cuatro d¨¦cadas, ?el acuerdo de paz se firm¨® en 1996?, que dej¨® m¨¢s de 200.000 muertos o desaparecidos, sin que se haya juzgado jam¨¢s a los verdugos. "Hemos tenido 36 a?os de conflicto armado durante los cuales el aparato de Estado se us¨® para la represi¨®n. Toda la estructura estatal qued¨® en manos de gente que ten¨ªa esa mentalidad del enemigo interno, que as¨ª se llamaba a la gente que quer¨ªa una Guatemala distinta. Eso no se desmont¨® con la firma de la paz. La estructura del Estado qued¨® como era, con las mismas personas de la guerra. Por eso, no piensan en la justicia", explica Barrios.
A ese clima de impunidad generalizada se une un cambio de perspectiva. Ahora, las mujeres encarnan al enemigo interno, sostiene la activista, "porque empezamos a salir a la calle, a trabajar, a ser aut¨®nomas, a tener ingresos propios, a reivindicar espacios p¨²blicos y cuotas de poder. A medida que hay m¨¢s participaci¨®n pol¨ªtica y m¨¢s mujeres buscando cargos p¨²blicos, hay m¨¢s asesinatos. El mensaje social parece ser que la mujer que sale de casa corre m¨¢s peligro que la que se queda encerrada, aunque esto sea un mito. Porque incluso los maridos que te golpean y pegan en las casas no te matan como te matan en la calle. Es una forma de terrorismo".
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