Mujeres tras las barricadas en Bangkok
Las militantes de los 'camisas rojas' se han convertido en una de las grandes fuerzas contra el Gobierno tailand¨¦s
Est¨¢n por todos lados: delante del escenario del campamento de los camisas rojas aplaudiendo las intervenciones de sus l¨ªderes, cocinando en grandes perolas bajo las carpas y los toldos, cuidando de sus hijos tra¨ªdos desde provincias lejanas, bailando sobre las esterillas en medio de un calor agobiante, trabajando como voluntarias en los puestos de socorro de la zona de protesta. Las mujeres se han convertido en una de las grandes fuerzas del Frente Unido por la Democracia y contra la Dictadura, nombre oficial de la agrupaci¨®n de los camisas rojas, que desde mediados de marzo ha desplegado a miles de seguidores en las calles de Bangkok para pedir la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria de elecciones .
Aisladas en el campamento fortificado con barricadas, que ocupan entre 3.000 y 5.000 rebeldes en el barrio m¨¢s comercial de la capital, durante el d¨ªa suponen, junto a ancianos y ni?os, el grueso de los manifestantes en esta ciudad dentro de la ciudad, mezcla de campo de refugiados, feria de pueblo y gran mercado callejero.
Son mujeres como Ampainitsara Soonthornsawad, de 55 a?os, que lleg¨® a mediados de marzo a Bangkok desde la provincia norte?a de Chiang Mai "para pedir democracia". "El Gobierno dice que los 'camisas rojas' somos malos, y que los 'camisas amarillas ' [las ¨¦lites empresarial y militar, y la clase media] son buenos. Nos gustar¨ªa que todos los tailandeses pudieran venir aqu¨ª a ver esto y hablar con nosotros. Pero el Gobierno no quiere, asusta a la gente, ha acordonado la zona y hace muy dif¨ªcil llegar", afirma enojada.
El recinto, de unos tres kil¨®metros cuadrados, protegido con barricadas construidas con neum¨¢ticos, lanzas de bamb¨², alambre de espino y camiones atravesados, est¨¢ rodeado por miles de soldados para estrangular las v¨ªas de suministro, aumentar la presi¨®n sobre los amotinados y evitar la llegada de nuevos manifestantes. Entre los puestos de control y el campamento, ha quedado una tierra de nadie, con kil¨®metros de avenidas desiertas, y colegios, hospitales, edificios de oficinas y complejos residenciales vac¨ªos.
Los militares han declarado algunas calles zonas de fuego real, en las que los disparos y explosiones se han repetido todos los d¨ªas desde que se recrudeci¨® la violencia el jueves pasado, cuando las tropas comenzaron a sellar las entradas al campamento.
Los choques han continuado, aunque con menor intensidad que en d¨ªas anteriores. El Gobierno ha rechazado la propuesta de un grupo de unos 60 senadores para mantener conversaciones de paz, que hab¨ªa sido aceptada por los l¨ªderes de los manifestantes, y ha dicho que s¨®lo negociar¨¢ una vez que hayan puesto fin a su protesta. Las autoridades extendieron las vacaciones en todo el pa¨ªs tres d¨ªas m¨¢s, hasta el viernes. Desde que comenzaron los disturbios a mediados de marzo, han muerto 67 personas -38 en los ¨²ltimos seis d¨ªas-, y han resultado heridas m¨¢s de 1.700.
Si los maridos, hijos y parientes de estas mujeres salen durante el d¨ªa a hostigar a los soldados, arrojar c¨®cteles molotov y quemar neum¨¢ticos, ellas est¨¢n ah¨ª, entre las tiendas de campa?a, las esterillas, las hamacas y los utensilios que son su hogar desde hace semanas , a las puertas de hoteles de lujo cerrados, como el Grand Hyatt Erawan o el Intercontinental.
Aunque la mayor¨ªa son pobres de las zonas rurales y las ciudades, tambi¨¦n hay entre ellas algunas estudiantes, intelectuales e integrantes de la clase media. Como Panee, que dice que ha logrado pasar el control militar y entrar en el recinto porque no llevaba nada que pudiera identificarla con los camisas rojas. "Nos han amenazado con dos a?os de c¨¢rcel si no desalojamos el campamento. Pero no me importa. Todos somos tailandeses. ?Por qu¨¦ nos matan?", afirma esta antigua profesora. "No nos gusta el Gobierno de Abhisit Vejjajiva [el primer ministro], y no es porque queramos a Thaksin Shinawatra [la mayor¨ªa de los camisas rojas son partidarios del populista ex primer ministro, depuesto en un golpe militar en 2006 ]. De hecho, yo no quiero que vuelva. Pero este Gobierno tiene que dimitir", asegura.
Los manifestantes dicen que Abhisit lleg¨® al poder, en diciembre de 2008, de forma ileg¨ªtima, al frente de una coalici¨®n tejida por los militares, gracias a una controvertida votaci¨®n parlamentaria.
Las mujeres rebeldes sonr¨ªen tras las barricadas, y est¨¢n decididas a aguantar hasta el final. Pero tambi¨¦n est¨¢n agotadas, tras semanas de movilizaciones de las que no ven el fin. "Estoy cansada. Pero no tengo miedo. Me quedar¨¦ aqu¨ª. Si vienen los soldados, no har¨¦ nada. Mis manos est¨¢n desnudas. Si quieren disparar, que disparen", se?ala Ampainitsara.
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