El secuestro no ser¨¢ televisado
Los medios mexicanos se entrampan en el dilema de c¨®mo informar sobre el secuestro del ex candidato Fern¨¢ndez de Cevallos
Cuando el principal noticiario de la televisi¨®n mexicana sentenci¨®, muchos quedamos perplejos. ?Joder! ?Y ahora? En horario estelar se nos inform¨® que nada de nada: mientras el secuestro persista, el silencio se impone. Lo impensable: se inform¨® que no se informar¨¢.
Pero, vamos por partes.
El pasado fin de semana desapareci¨® de su finca, el prominente pol¨ªtico y abogado Diego Fern¨¢ndez de Cevallos. Hombre pol¨¦mico, como pocos, y gran polemista; candidato a la Presidencia de la Rep¨²blica, diputado, senador, pieza esencial del hoy gobernante Partido Acci¨®n Nacional; pero tambi¨¦n abogado pr¨®spero, controvertido, litigante de causas dif¨ªciles de digerir, ¨¦sas que, por lo menos en el imaginario, agravian a muchos para favorecer a un pu?ado; mexicano inteligente, apasionado y, por todo lo anterior o m¨¢s, imprescindible en la historia reciente del pa¨ªs. No por nada el mote: "Jefe Diego". Su abducci¨®n, en el estado vecino a la capital, Quer¨¦taro, fue un golpazo. No hay otra manera de calificarlo. Desde las c¨²pulas al ciudadano de a pie: si alguien as¨ª de poderoso e importante hab¨ªa desaparecido, ?qu¨¦ podr¨ªa esperar Juan Ciudadano? El miedo no es moneda de cambio que viaje en litera acolchada; es par¨¢lisis muy real que se enquista en los m¨¢s diversos rincones del alma.
Sucedi¨® en alg¨²n momento de la noche del viernes al s¨¢bado. Y de a poco se fue filtrando la noticia. Un portal informativo de la localidad queretana dio la nota, la retomaron medios y comunicadores, y para el mediod¨ªa sabatino las redes sociales eran un hervidero. Poco contribuy¨® a la calma que otro eminente pol¨ªtico mexicano, Manuel Espino, ex dirigente del partido del hoy desaparecido, enviara por Twitter la informaci¨®n no confirmada -eso se sabr¨ªa despu¨¦s- de que el cad¨¢ver del Jefe Diego estar¨ªa en alg¨²n campo militar. M¨¢s de un ¨¢vido comunicador sac¨® la nota en medios nacionales, y para cuando reaccion¨® el gobierno federal (muchas, y muy muy largas horas despu¨¦s) el vac¨ªo informativo ya hab¨ªa sido colonizado por la especulaci¨®n, las teor¨ªas de la conspiraci¨®n y las m¨¢s expl¨ªcitas fantas¨ªas apocal¨ªpticas. Para unos, la desaparici¨®n del Jefe Diego era prueba clara del fracaso absoluto del actual gobierno. Para los menos, un posible ajuste de cuentas personales dados los negocios propios del pol¨ªtico y litigante. Y para una muy importante representaci¨®n nacional, todo esto es muestra palpable de la tan anhelada justicia po¨¦tica. Afloraron las proclamas revanchistas y los retumbos de odio: "lo que le pas¨® a Diego es m¨¢s que merecido, por abusivo, por tranza, por pol¨ªtico." Tan impresionante la retah¨ªla de v¨ªscera manifiesta, que un diario de circulaci¨®n nacional, El Universal, dedic¨® su editorial a alertar sobre, as¨ª lo nombr¨®, el discurso de odio.
El lunes coron¨® la cadena de entuertos comunicativos. Mientras algunos medios anunciaban que, en la medida en que no hubiese informaci¨®n adicional no se abrir¨ªan los espacios a la especulaci¨®n -cosa muy agradecible-, el responsable del principal noticiario de televisi¨®n del pa¨ªs, Joaqu¨ªn L¨®pez D¨®riga, sal¨ªa a cuadro para comunicar que Televisa no volver¨ªa a informar de este caso hasta su desenlace, todo en respeto a la vida del desaparecido Diego Fern¨¢ndez de Cevallos. Remataba con la siguiente sentencia: "no ha sido una decisi¨®n f¨¢cil, pero s¨ª es una decisi¨®n firme".
Suena un poco a ayuno informativo, pero sobre todo, nos coloca como ciudadanos ante la pregunta fundamental sobre nuestro derecho a la informaci¨®n. Por ello, la perplejidad. Porque la contundencia de la afirmaci¨®n no permite el resquicio: y si antes del desenlace hay informaci¨®n importante (que implique a agencias o actores actuales), ?no se dir¨¢ nada?; y si en el camino se van descubriendo complicidades, ?nadie se enterar¨¢? Vaya que, adem¨¢s, ¨¦stas son preguntas ingenuas. Porque, en el fondo, lo que aflora es la punta de la sospecha: ?ser¨¢ que hay una empresa de televisi¨®n que sabe m¨¢s y por eso calla?; y los que siguen informando, ?traicionan y amenazan la vida del desaparecido?
En la era de la informaci¨®n, la postura de franca contenci¨®n es una osad¨ªa de dimensiones inexploradas. Sin duda, ante el posible secuestro de una persona -y m¨¢s a¨²n alguien de la prominencia del jefe Diego- la cautela es una ficha que juega a favor de la vida del desaparecido. Si fue as¨ª, ?por qu¨¦ no le entraron todos los medios de comunicaci¨®n? Basta ver el exceso de verborrea denunciadora en que han ca¨ªdo tantos medios y comunicadores. Deseable casi, un pacto comunicativo por el bien del pa¨ªs. Pero, si no fue as¨ª, ?de qu¨¦ privilegios gozan los que lo hacen? Y, a todo esto, ?d¨®nde queda el derecho a la informaci¨®n del ciudadano? S¨®lo espero que todos estemos conscientes de que los vac¨ªos informativos, sean por inercia, por incapacidad o por decisi¨®n, son caldo de cultivo de esos fanatismos que se vuelven incontrolables.
M¨¦xico no necesita que se alimente la especulaci¨®n, ni que se avive el ruido discursivo. Las situaciones de inseguridad y de reto a las instituciones que vive el pa¨ªs ameritan que quienes informan no funcionen a golpe de intuiciones, que el discurso del odio no se imponga, y que las decisiones editoriales no generen a¨²n m¨¢s desconfianza. Yo s¨®lo espero, por el ser humano que es, que el Jefe Diego est¨¦ bien. Pero sea lo que suceda, no puedo sino recordar que tanto da?o hace la verborrea excedida como el silencio impenetrable.
Les prometo que, a estas alturas, ya somos mayorcitos, aqu¨ª en M¨¦xico, y podemos aguantar las malas nuevas. Digo, por si no se hab¨ªan dado cuenta, claro est¨¢.
Directora del Departamento de Comunicaci¨®n de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de M ¨¦xico; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.
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