Un desastre diplom¨¢tico para Obama
El primer ministro israel¨ª, Netanyahu suspende su visita a Washington
El ataque israel¨ª contra la flotilla de ayuda a Gaza representa un desastre diplom¨¢tico para la Administraci¨®n de Barack Obama, que confiaba en relanzar precisamente las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos. Esa posibilidad, por la que el Gobierno norteamericano ha apostado fuertemente desde hace meses, se aleja ahora de nuevo y, con ello, toda la pol¨ªtica de Obama en Oriente Pr¨®ximo se ve seriamente comprometida.
El primer ministro israel¨ª, Benjamin Netanyahu, deb¨ªa estar este martes en la Casa Blanca anunciando, seg¨²n lo que se esperaba, su disposici¨®n a iniciar el di¨¢logo directo con las autoridades palestinas. En lugar de eso, Netanyahu suspendi¨® la visita y regres¨® precipitadamente a su pa¨ªs desde Canad¨¢, donde le sorprendi¨® el suceso de la flotilla, para ponerse al frente de la crisis.
El episodio es tan grave y sus consecuencias tan peligrosas que la Administraci¨®n norteamericana ha decidido extremar la prudencia. Un primer comunicado de la presidencia se limitaba a "lamentar profundamente la p¨¦rdida de vidas" y anunciar un estudio para "entender las circunstancias" en las que ocurri¨® lo que defini¨® como una "tragedia".
Para Obama, adem¨¢s de la frustraci¨®n por el nuevo rev¨¦s a un proceso de paz en el que ha trabajado tan afanosamente, este incidente es una enorme complicaci¨®n con m¨²ltiples repercusiones: complica sus relaciones, ya dif¨ªciles, con Netanyahu, obstaculiza la apertura norteamericana hacia el mundo isl¨¢mico y crea nuevos inconvenientes en la pol¨ªtica sobre Ir¨¢n.
Netanyahu y Obama, que hablaron por tel¨¦fono sobre lo ocurrido frente a las costas de Gaza, parec¨ªan haber firmado su reconciliaci¨®n a finales de marzo pasado durante la ¨²ltima visita a Washington del primer ministro israel¨ª. Despu¨¦s de fuertes y p¨²blicas disputas por la exigencia norteamericana de que Israel detuviera las construcciones en el sector ¨¢rabe de Jerusal¨¦n, Obama y Netanyahu hab¨ªan llegado a un acuerdo que permit¨ªa a ambos salvar la cara y reanudar el proceso de paz.
Netanyahu deb¨ªa confirmarlo en Washington, a donde la pr¨®xima semana est¨¢ previsto que venga tambi¨¦n el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, con el mismo prop¨®sito. Todo parec¨ªa dispuesto para lo que deb¨ªa de presentarse como un gran ¨¦xito de la pol¨ªtica exterior norteamericana.
Tras el suceso de la flotilla, las cosas, sin embargo, vuelven a donde estaban o incluso a varias estaciones atr¨¢s. Obama se ve de nuevo presionado a distanciarse de Netanyahu en una actuaci¨®n que ha despertado la condena internacional casi un¨¢nime. Obama se ve de nuevo, tras tantos discursos y tantos esfuerzos, bajo la sospecha de los pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes, que desear¨ªan de ¨¦l en este momento una conducta que jam¨¢s podr¨¢ tener. Obama se ve de nuevo ante el riesgo de que la alianza internacional tan costosamente tejida para aislar a Ir¨¢n salte por el aire como consecuencia de este desastre.
En el caso de la flotilla se ve implicado uno de los pa¨ªses musulmanes a los que m¨¢s insistentemente ha cortejado Obama, Turqu¨ªa, cuya presencia actual en el Consejo de Seguridad de la ONU y su influencia sobre toda la comunidad de su misma confesi¨®n religiosa, lo convierten en un actor determinante de cara a Ir¨¢n.
El Consejo de Seguridad est¨¢ discutiendo la situaci¨®n creada por la acci¨®n israel¨ª. Pod¨ªa ser una primera oportunidad para que Estados Unidos tomase posiciones en el caso y empezase a contener riesgos.
Pero no va a ser sencillo atajar pronto las consecuencias de este ataque. La propia estabilidad pol¨ªtica interna de Israel puede verse afectada. El camino a tomar por Netanyahu respecto a los palestinos queda ahora en duda. De parte palestina, resulta imposible retomar el di¨¢logo de paz en estas condiciones. Adem¨¢s, el ataque potencia moralmente a los radicales, Ham¨¢s y sus socios, que se oponen a la negociaci¨®n, y debilita a los moderados, Abbas y su Gobierno, que no tienen m¨¢s alternativa que solidarizarse con quienes en su d¨ªa intentaron destruirles.
Este es, por tanto, un gran d¨ªa para los amantes de la desestabilizaci¨®n y el caos. Es un gran d¨ªa para quienes pescan en aguas revueltas y pretenden eternizar en Oriente Pr¨®ximo las eternas rivalidades y los mismos victimismos. Es un mal d¨ªa para quienes deseaban cambiar ese statu quo.
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