El fiscal espa?ol Castresana tira la toalla en Guatemala
Una campa?a de grupos criminales acaba con su labor contra la impunidad
Si hiciera falta definir en pocas palabras la figura del fiscal espa?ol Carlos Castresana se podr¨ªa decir que es un valiente incorruptible que habla claro, muy claro. Desde hace casi tres a?os estaba al frente de la Comisi¨®n Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), dependiente de Naciones Unidas. Su dif¨ªcil misi¨®n, en castellano antiguo, era tocar a los intocables, perseguir a los jefes del crimen organizado all¨ª donde estuvieran y cualquiera que fuesen sus apellidos. Lo hizo. Incluso lleg¨® a detener al ex presidente Alfonso Portillo, acusado de un desfalco de m¨¢s de 70 millones de d¨®lares. Pero tal temeridad ten¨ªa un precio. Sinti¨¦ndose amenazados, los grupos criminales orquestaron una feroz y repugnante campa?a de descr¨¦dito personal contra Carlos Castresana, que el lunes termin¨® presentando su renuncia. No quiere que los sucios ataques contra su persona terminen perjudicando la labor de la Comisi¨®n contra la Impunidad.
Carlos Castresana (Madrid, 1957) dijo en su despedida: "Siento que ya no puedo hacer m¨¢s por Guatemala". Eso fue tambi¨¦n lo que le dijo unos d¨ªas atr¨¢s al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, cuando fue a verlo a Nueva York para presentarle su renuncia. El ex fiscal anticorrupci¨®n espa?ol ten¨ªa abiertas 40 investigaciones, hab¨ªa propuesto 16 reformas legislativas -de las que cinco ya se hab¨ªan aprobado- y ordenado y ejecutado 140 ¨®rdenes de captura. Por primera vez en Guatemala hab¨ªa escuchas telef¨®nicas, testigos protegidos, criminales muy poderosos entre rejas. Hab¨ªa logrado tocar a los intocables. ?Qu¨¦ precio ten¨ªa eso?
La respuesta, en palabras del propio Castresana: "Grupos criminales muy diversos, enfrentados entre s¨ª, han cerrado filas en contra de la comisi¨®n, porque han entendido que el peligro era com¨²n y que esta experiencia ten¨ªa que ser detenida". La espoleta fue la detenci¨®n del ex presidente Portillo. Se dieron cuenta de que si Castresana se atrev¨ªa con ¨¦l, se podr¨ªa atrever con cualquiera. Y se pusieron manos a la obra. "Intentaron", explica el fiscal, "recuperar los espacios perdidos en las instituciones. Las estructuras criminales hab¨ªan perdido grandes espacios de poder, pero ten¨ªan y siguen teniendo infiltradas a las instituciones del sistema de seguridad y de justicia". Los criminales no solo se conformaron con congelar los proyectos de la Comisi¨®n o retirar los fondos para seguridad y justicia, sino que emprendieron una sucia campa?a personal contra Castresana. "La destrucci¨®n de las personas que se enfrentan al crimen organizado fue teorizada muchos a?os atr¨¢s -y por desgracia la realidad demostr¨® que no eran teor¨ªas- por el juez Giovanni Falcone, asesinado en 1992. Se lleva a cabo en cuatro fases. Se intenta corromper a las personas. Si no, se las amenaza. Si tampoco, se las desacredita. Y, por ¨²ltimo, se recurre a la violencia...".
Contra Castresana ni intentaron la primera. Pero ya iban por la tercera: "Me han atribuido conductas impropias en mi vida privada que son falsas y que tengo que desmentir. Han logrado filtrar interesadamente investigaciones sin concluir. Hasta han sacado chistes, pegatinas insultantes... Quer¨ªan derribarme a m¨ª para derribar a la comisi¨®n". Lograron que se fuera, pero no que bajara los brazos. Su despedida resume, en el fondo y en la forma, su trayectoria directa y sin tapujos: "Hemos pedido al presidente de la Rep¨²blica la destituci¨®n del reci¨¦n nombrado fiscal general. Conrado Reyes no es la persona que el ministerio p¨²blico necesita, no es el fiscal general que Guatemala merece. Es una persona que tiene un r¨¦cord de corrupci¨®n en su historia personal, y en el escas¨ªsimo tiempo que ha estado al frente de la instituci¨®n ha demostrado compromisos con organizaciones il¨ªcitas y no compromiso con el Estado de derecho. Su nombramiento es consecuencia de un pacto entre despachos de abogados que defienden a narcotraficantes...". Ahora es el presidente ?lvaro Colom el que tiene que decidir de qu¨¦ lado situarse.
De todo lo que dijo Carlos Castresana en su despedida, tal vez solo se equivoc¨® en una frase: "No hay nadie imprescindible".
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