La reinvenci¨®n del Libertador
Hugo Ch¨¢vez se hab¨ªa empe?ado en desenterrar a Sim¨®n Bol¨ªvar y no ha cejado hasta tener el esqueleto en sus manos. Est¨¢ convencido, dice, de que el Libertador fue asesinado por unos enemigos que, casualmente, coinciden con los suyos propios: la oligarqu¨ªa criolla, Estados Unidos y Colombia, encarnada en la figura de Francisco de Paula Santander, el legalista pr¨®cer colombiano que acab¨® enfrentado al militarista Bol¨ªvar.
Por todo indicio, Ch¨¢vez se aferra a un par de autores desconocidos en el ¨¢mbito historiogr¨¢fico, que enarbolan la teor¨ªa de la conspiraci¨®n con argumentos peregrinos.
La muerte de Bol¨ªvar ha sido objeto de estudio desde el mismo 17 de diciembre de 1830, cuando, camino del exilio, extenuado y consumido, expir¨® en Santa Marta, en el Caribe colombiano. Tanto la detallada autopsia de su m¨¦dico, el franc¨¦s Pr¨®spero R¨¦v¨¦rend, como otros dos trabajos de expertos colombianos y venezolanos apuntan a una tuberculosis que tuvo desde ni?o (y de la que ha quedado un n¨®dulo calcificado en el Museo Bolivariano de Caracas).
Un estudio reciente de un experto estadounidense de la Universidad Johns Hopkins sostiene que los s¨ªntomas de Bol¨ªvar se corresponden m¨¢s con una infecci¨®n pulmonar diseminada (bronquiectasia) derivada, probablemente, de una intoxicaci¨®n cr¨®nica por ars¨¦nico, lo que, se apresur¨® a precisar, no implica ning¨²n asesinato: el ars¨¦nico se empleaba en esa ¨¦poca como remedio para muchas enfermedades, y Bol¨ªvar lo consum¨ªa regularmente para combatir desde las migra?as hasta sus hemorroides.
Plantear una nueva autopsia en el contexto de un debate entre expertos tiene, sin duda, inter¨¦s. El problema es que los objetivos del presidente venezolano van m¨¢s all¨¢ de la pura curiosidad cient¨ªfica. No se trata solo de desplegar una cortina de humo para difuminar la inflaci¨®n, los apagones, la persecuci¨®n de opositores o el apoyo a la narcoguerrilla colombiana. Ch¨¢vez quiere apropiarse de la figura de Bol¨ªvar, como Fidel Castro, su mentor, hizo con Jos¨¦ Mart¨ª. Es cierto que todos los gobernantes venezolanos han echado mano del culto del Libertador, pero Ch¨¢vez ans¨ªa convertirse en su heredero natural, reescribiendo la historia de arriba abajo. Intenta convertir a un arist¨®crata de abolengo en un mulato hijo de esclavo. A un d¨¦spota ilustrado, desconfiado del pueblo, en el ide¨®logo del socialismo del siglo XXI. Y ahora, asesin¨¢ndolo, en el protom¨¢rtir de la lucha anticapitalista.
Habr¨¢ que ver c¨®mo termina la cosa. A los venezolanos no les gusta que se hurgue entre los muertos. Bol¨ªvar es sagrado, y algunas voces ya acusan a Ch¨¢vez de profanaci¨®n. "Esto es un homenaje a la historia", responde la fiscal general de Venezuela. Y los historiadores tiemblan.
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