Un contrato social amplio
No existe ning¨²n v¨ªnculo necesario entre la desigualdad social y la habilidad de una sociedad para sostener una democracia liberal exitosa. Dado que las democracias liberales est¨¢n enraizadas en las econom¨ªas de mercado y buscan proteger las libertades individuales, es inevitable que generen desigualdades. La legitimidad de una democracia no se basa en su habilidad de garantizar que todos obtengan los mismos resultados; m¨¢s bien, se basa en la idea de que todos pueden mejorar su situaci¨®n mediante su esfuerzo y habilidad, si no para s¨ª mismos, al menos para sus hijos.
Sin embargo, existe mucha evidencia de que las sociedades que est¨¢n sujetas a niveles elevados y persistentes de desigualdad, especialmente la desigualdad que se transmite de una generaci¨®n a otra, no llegan a formar buenas democracias. Este es el caso en gran parte de Am¨¦rica Latina, que es la regi¨®n del mundo m¨¢s aquejada por la desigualdad como expone el Informe Regional sobre Desarrollo Humano que hoy lanza en Iberoam¨¦rica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El resultado es que existe una continua lucha de clases. En las generaciones anteriores, los gobiernos militares abolieron la democracia para proteger los intereses de los grupos de ¨¦lite. Hoy en d¨ªa, las instituciones democr¨¢ticas liberales se han erosionado a manos de gobiernos populistas en pa¨ªses como Venezuela y Nicaragua, que buscan corregir las injusticias sociales. Una democracia endeble no es resultado del populismo, sino que es s¨ªntoma de un problema de desigualdad m¨¢s profundo.
Aunque existen muchas causas hist¨®ricas para la desigualdad de una regi¨®n, los or¨ªgenes recientes son claros y residen en la pol¨ªtica fiscal. Algunos estudios recientes del Banco Mundial, la OCDE y el Banco Interamericano de Desarrollo han mostrado que los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina no exhiben un nivel de desigualdad en los ingresos antes de impuestos y gastos mayor que el que tienen las naciones desarrollados de Europa, Am¨¦rica del Norte o Asia. Pero este ¨²ltimo grupo hace un esfuerzo redistributivo sustancialmente mayor, ya sea mediante transferencias de ingresos de varios tipos (que es el patr¨®n en Europa) o mediante la tributaci¨®n progresiva (como en el caso en de los Estados Unidos). Despu¨¦s de tomar en cuenta los impuestos y los gastos, el nivel de desigualdad se reduce de manera sustancial en los pa¨ªses de la OCDE que no pertenecen a Am¨¦rica Latina; en esta regi¨®n, la desigualdad permanece sin cambios y en algunos casos aumenta. Los gobiernos latinoamericanos no necesariamente gastan menos en servicios sociales que los de Europa, pero la calidad de ese gasto es deficiente: tiende a dirigirse hacia grupos preferenciales, por ejemplo a los trabajadores sindicalizados del sector p¨²blico o a la educaci¨®n superior a costa de las escuelas primarias y secundarias. El efecto es que la riqueza se redistribuye hacia los m¨¢s ricos y hace que la mayor parte de la poblaci¨®n siga batallando en el sector informal.
El hecho de que la desigualdad est¨¦ arraigada en la pol¨ªtica p¨²blica sugiere que existen formas sencillas de corregirla, mediante la redirecci¨®n de los servicios p¨²blicos hacia los pobres. Y efectivamente, las pol¨ªticas sociales innovadoras como los programas de Transferencias Condicionadas de Efectivo (TCE), tales como "Bolsa Familia" en Brasil u "Oportunidades" en M¨¦xico, han sido parcialmente responsables de la disminuci¨®n de la desigualdad que se ha visto durante los ¨²ltimos diez a?os.
Pero los programas sociales sustentables requieren de la participaci¨®n de las ¨¦lites, que son quienes pagan impuestos y cargan con la responsabilidad del gasto p¨²blico. En Europa y los Estados Unidos, los estados benefactores redistributivos surgieron en el siglo veinte porque los partidos de centro-izquierda o de centro-derecha crearon un consenso entre ricos y pobres sobre la necesidad de tener mayor inclusi¨®n social. Las ¨¦lites formaron parte de este contrato social, ya sea por un sentido de noblesse oblige o por temor a una revoluci¨®n social. En contraste, Am¨¦rica Latina ha experimentado, m¨¢s com¨²nmente, una polarizaci¨®n de la pol¨ªtica en la que una izquierda populista y una derecha olig¨¢rquica se enfrentan en una lucha de suma cero. ?sta es exactamente la clase de conflicto social que tr¨¢gicamente ha surgido entre los "camisas rojas" y los "camisas amarillas" en Tailandia.
Por lo tanto, lo que necesita Am¨¦rica Latina es que surjan partidos fuertes de centro-izquierda o de centro-derecha que sean capaces de reflejar un contrato social m¨¢s amplio entre ricos y pobres. Los gobiernos necesitan promover programas sociales sustentables que ofrezcan servicios importantes a los marginados, pero que tambi¨¦n creen las condiciones para fomentar el crecimiento econ¨®mico y el esp¨ªritu empresarial. En las ¨²ltimas d¨¦cadas han surgido gobiernos de este tipo en Brasil, M¨¦xico, Uruguay y Chile. Esto, y no el populismo de los pa¨ªses de la ALBA, tal vez sea el acontecimiento pol¨ªtico m¨¢s importante que se est¨¢ desarrollando en Am¨¦rica Latina en la actualidad.
Francis Fukuyama es fil¨®sofo y polit¨®logo estadounidense
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