A m¨ª me ofrecieron las herramientas
Empiezo por comentar lo obvio: la igualdad, como la interpretamos los seres humanos, no existe en la naturaleza. El concepto de igualdad es parte del esquema de control desarrollado por la capacidad intelectual de la sociedad humana, en forma de leyes y normas de conducta general, dirigidas a regular y limitar nuestras acciones, en un intento por mitigar las consecuencias del ego¨ªsmo intr¨ªnseco a nuestra especie, no necesariamente como una propuesta ¨¦tica, sino m¨¢s bien con el prop¨®sito de proteger vidas y hacienda.
Podr¨ªamos decir, entonces, que el origen del concepto de acceso a la oportunidad, como elemento indispensable para producir la posibilidad de igualdad, no es natural, es una creaci¨®n del intelecto. Comencemos por aceptar esto, como punto de partida realista, si pretendemos hacer una discusi¨®n responsable acerca de un asunto tan sensitivo como el que se ha propuesto.
"Vivimos en lo que parece una constante hipocres¨ªa"
?C¨®mo evitar transmitir/heredar desigualdades que condenen a generaciones a la pobreza? Se me ocurren dos posibles causas de la situaci¨®n actual. Una, los gobiernos no ofrecen suficientes oportunidades de acceso a salud, educaci¨®n, ¨¢mbitos de vida adecuados, trabajo y/o condiciones econ¨®micas; otra, la poblaci¨®n se reh¨²sa a utilizar las oportunidades, cuando las tiene. Algunos individuos fracasan, a¨²n teniendo las oportunidades a la mano. Eso significa que la responsabilidad ha sido s¨®lo suya.
Tal apreciaci¨®n nos lleva a pensar que el problema de la desigualdad social puede tambi¨¦n ser discutido desde otra perspectiva: no es suficiente crear la oportunidad para que se produzca el efecto positivo. A¨²n cuando se ofrezca igual oportunidad a todos, en igualdad de acceso y con iguales reglas de juego, la oportunidad s¨®lo ofrece la posibilidad de que se produzca un efecto, pero no lo garantiza. En todo caso, nuestra actitud sobre la desigualdad resulta hip¨®crita, porque somos indiferentes al dolor ajeno, cuando consideramos que es resultado de una irresponsabilidad personal. El argumento de la transmisi¨®n de la desigualdad, tiene que examinarse tambi¨¦n desde una ¨®ptica espiritual, y no s¨®lo estrictamente econ¨®mica, o pol¨ªtica.
Existen seres humanos que aceptan ser tratados, injustamente, con desigualdad. ?Por qu¨¦? Por un problema de baja auto-estima, que se origina en la etapa de formaci¨®n individual, que tiene su g¨¦nesis dentro del seno familiar. La desintegraci¨®n de la familia, el abandono de valores comunes antes compartidos, la corrupci¨®n y la mediocridad de los grupos pol¨ªticos y la ausencia de un liderazgo social responsable e inspirador, es acompa?ado por un continuo bombardeo de medios de comunicaci¨®n convertidos en instrumentos para el entretenimiento y el consumismo irracional. El aspecto de la herencia gen¨¦tica, incluyendo la inteligencia emocional, tema importante que a¨²n no puede ser discutido con la suficiente amplitud, tambi¨¦n probar¨¢ en el futuro ser un factor importante en la aparici¨®n de conductas inm¨®viles, disociativas, carentes de solidaridad humana.
Por el momento, creo que el problema central tiene varias aristas: la negaci¨®n del acceso a la oportunidad para todos, la desintegraci¨®n de la familia y su secuela de ausencia de valores comunitarios y entrenamiento social primario, y finalmente, la desaparici¨®n de la verg¨¹enza social y de las consecuencias personales que anteriormente produc¨ªan los actos de anti-solidaridad c¨ªvica. Hoy, la base moral ha sido sustituida por la adopci¨®n de "anti-valores" convertidos m¨¢gicamente en paradigmas debido a la ausencia de repudio comunitario, y por las deseables consecuencias econ¨®micas que produce su ejercicio. Resulta mas f¨¢cil persuadir a todo un pa¨ªs para que vaya a la guerra, que disuadir a una persona para que deje de fumar y salve as¨ª su vida.
Vivimos en lo que parece una constante hipocres¨ªa. Pretendemos, por ejemplo, resolver el problema de Hait¨ª concentrando el esfuerzo exclusivamente en la reconstrucci¨®n f¨ªsica del pa¨ªs, sin aceptar que lo que subyace bajo la epidermis social de ese pueblo es un conflicto espiritual e intelectual hist¨®rico. En Hait¨ª, la transmisi¨®n de la desigualdad fue producto de la ausencia de oportunidades, como consecuencia de la extra?a y colosal incapacidad pol¨ªtica de sus dirigentes; pero tambi¨¦n debi¨® ser alimentada por la aceptaci¨®n, por parte de la poblaci¨®n, de que la condici¨®n de desigualdad es su destino com¨²n y la convicci¨®n de que no existe otra salida. Si no, ?c¨®mo explicar la aparente docilidad demostrada, ante la brutal y avasalladora pobreza en la que han vivido por centurias?
Hace poco conclu¨ª un per¨ªodo de cinco a?os como Ministro de Turismo de mi pa¨ªs. Durante ese tiempo sostuve cientos de reuniones con miembros de distintas clases populares, discutiendo la posibilidad de que se integraran al desarrollo de la actividad tur¨ªstica a nivel nacional. Para ello, incluso desarrollamos programas para que j¨®venes pandilleros abandonaran su vida delictiva y se entrenaran como Asistentes Tur¨ªsticos. En esos cabildos p¨²blicos repet¨ª constantemente que, en Panam¨¢, nuestros padres nos alentaban a estudiar "para as¨ª obtener un mejor nivel como asalariado".
En mi caso particular, nunca me dijeron "estudia para que seas un empresario exitoso", porque esa posibilidad estaba fuera de las alternativas de mis padres. Sin embargo, s¨ª pudieron entregarme una formaci¨®n espiritual e intelectual que me abri¨® posibilidades, y all¨ª es donde encuentro la diferencia; me ofrecieron las herramientas necesarias para ser empresario mediante el cultivo del sentido de responsabilidad.
El acontecer social en la actualidad es radicalmente diferente. La gente, especialmente en los sectores m¨¢s pobres, tienen hijos que no pueden mantener y para cuya crianza no est¨¢n preparados. Para conducir un auto se requiere de un permiso especial, sin embargo cualquiera puede tener los hijos que quiera, no importa si tiene la capacidad para cuidarlos y formarlos como ciudadanos. En muchos de estos hogares se espera la obtenci¨®n de la satisfacci¨®n, sin esfuerzo, responsabilidad, ni consecuencias; una especie de derecho que no se fundamenta en m¨¦ritos.
?C¨®mo podemos esperar que no contin¨²e el problema de la desigualdad, sin una dirigencia pol¨ªtica responsable y sin una familia que oriente, dirija y proteja a su prole? Los sobrevivientes de ayer, representamos hoy a una generaci¨®n que ha terminado hablando s¨®lo para s¨ª misma, blandiendo valores desfasados, argumentando conceptos diluidos con palabras cuyo valor carece del apoyo moral que una vez existi¨®, en un mundo diferente, balbuceadas ante una audiencia espiritualmente indiferente y distinta.
La desigualdad se sustenta con la ausencia de esp¨ªritu y amor propio. La creaci¨®n de una sociedad justa no es posible en manos de gente irresponsable, sin auto-estima, sin capacidad solidaria, sin amor por sus ra¨ªces y sus vecinos, sin un proyecto nacional que haga parte de nuestra saludable dosis de ego¨ªsmo, tan necesaria como esencial. Todav¨ªa vivimos bajo el influjo de argumentos demagogos y absurdos, que aseguran, con una simpleza insensata, que el pobre es bueno porque es pobre y el rico es malo porque tiene m¨¢s. La desigualdad, hoy, no se puede atribuir s¨®lo a la insaciable glotoner¨ªa capitalista, aunque es indiscutible que ¨¦sta fue art¨ªfice y sostenedora de su inicial creaci¨®n y desarrollo.
Para alterar la transmisi¨®n de la desigualdad se requiere, adem¨¢s de voluntad personal, elementos fundamentales como la garant¨ªa del acceso general a la oportunidad, la credibilidad del liderazgo pol¨ªtico, revisiones a los c¨®digos normativos que re-planteen deberes ciudadanos y las relaciones econ¨®micas y laborales, honestidad c¨ªvica y ejemplos positivos y constantes.
Lo que esta discusi¨®n no puede ignorar es que tenemos que definir, como sociedad, qu¨¦ hacer con quienes fracasan porque simplemente rechazan o mal utilizan las oportunidades que le han sido ofrecidas. En las leyes de la naturaleza la consecuencia es la muerte, sin lamento comunitario. Bajo las leyes humanas decretamos un abandono c¨ªvico que produce en el sobreviviente la posibilidad de acceso al crimen y al vicio, y en nosotros el deterioro de nuestra capacidad de solidaridad y del esp¨ªritu personal y comunitario.
Resumiendo. Se hace necesario que el Estado formule una respuesta y que defina cu¨¢l ser¨¢ el destino de los auto-abandonados, los "fracasados". Habr¨¢ que crear una nueva instituci¨®n social que asuma el rol formativo de los individuos que nacen n¨¢ufragos de la desintegraci¨®n de la familia moderna, o por la irresponsabilidad o abandono de los padres. La pregunta es, ?desea el pueblo facultar a su gobierno para asumir la responsabilidad requerida, demostrando solidaridad social hacia su familia, hacia sus vecinos, hacia el pa¨ªs y el resto del mundo? ?Acepta el pueblo pagar por el proceso de ayuda a los abandonados y los acepta como iguales, apoyando su reinserci¨®n social a¨²n a expensas de su propio ego¨ªsmo o beneficio personal?
Miremos el caso de Hait¨ª, la mejor muestra de un momento de oportunidad desperdiciado, convertido en un ejemplo del mayor desastre social del Hemisferio Occidental. Mucho discurso, canciones, donaciones, planes y estrategias, con billones de d¨®lares, y al final, ?qu¨¦?
Rub¨¦n Blades es cantante y ex ministro paname?o

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