Igualdad = Libertad
Hay quien dice que el mundo progresa despacio y normalmente es cierto, modificar h¨¢bitos sociales, pautas culturales, tradiciones ancestrales suele ser un trabajo que sigue el lento ritmo del paso de las generaciones.
Sin embargo, hay momentos en la historia, raros y escasos momentos, en los que casi podemos sentir el pulso de un mundo que gira sin descanso. Hay tambi¨¦n situaciones en las que inesperadamente, un simple gesto, una sencilla palabra, un comentario, te hacen caer en la cuenta de lo mucho que hemos cambiado.
Me encontr¨¦ con unos de esos momentos en uno de los pasillos del Instituto Cervantes de Brasilia. La direcci¨®n del centro hab¨ªa tenido la afortunada idea de poner un enorme mural en el que los alumnos pod¨ªan escribir lo que quisieran y, como es l¨®gico, hab¨ªa de todo. Pero entre declaraciones de amor, rivalidades deportivas, deseos de suerte, paz y alegr¨ªa lo que m¨¢s atrajo mi atenci¨®n fueron dos palabras escritas con esa cuidada caligraf¨ªa de quien a¨²n est¨¢ aprendiendo a convertir en texto sus pensamientos. Dos sencillas palabras y un signo: libertad = igualdad.
"El avance ya no tiene marcha atr¨¢s y corre a favor del tiempo"
Poco despu¨¦s, hablando con las alumnas y los alumnos, les pregunt¨¦ qu¨¦ quer¨ªan ser de mayores. Inmediatamente, una de ellas me agarr¨® de la mano y me dijo, sin sombra de duda, "yo quiero ser presidenta".
Quiz¨¢s el mundo cambie despacio, siguiendo el lento paso de las generaciones, es cierto, pero tambi¨¦n lo es que hace tan s¨®lo unos pocos a?os esa joven estudiante ni siquiera habr¨ªa podido plantearse qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor, porque la respuesta ya se conoc¨ªa de antemano.
Tambi¨¦n lo es que, afortunadamente para millones de iberoamericanos, el futuro ya no es lo que era y en muy pocas d¨¦cadas hemos logrado lo que para generaciones y generaciones no fue m¨¢s que un hermoso sue?o.
Tambi¨¦n lo es que ese avance, el avance de la igualdad, ya no tiene vuelta atr¨¢s y corre a favor del tiempo, en Iberoam¨¦rica y en todo el planeta.
Esa es la buena noticia, una magn¨ªfica noticia. La menos buena es que a¨²n nos sigue quedando mucho por trabajar. Los ¨²ltimos a?os, y pese a la crisis, han sido posiblemente los mejores de la historia de Am¨¦rica Latina. La democracia y la libertad se han extendido por toda la regi¨®n y con ella ha llegado el mayor per¨ªodo de crecimiento econ¨®mico conocido hasta el momento.
En apenas diez a?os, el acceso de la ciudadan¨ªa a los recursos econ¨®micos, sanitarios, educativos y sociales ha aumentado m¨¢s que en todo un siglo.
Sin embargo sigue siendo un continente en el que la brecha de la desigualdad -la econ¨®mica, la social, y junto a ellas, realiment¨¢ndose de ellas, la de g¨¦nero- es muy acentuada, y as¨ª lo refleja el informe regional sobre desarrollo humano 2010 del PNUD que hoy se presenta.
Un continente en el que Gobiernos y sociedades que luchan como nunca antes por desarraigar esas desigualdades de siempre tendr¨¢n que hacer frente a otras nuevas, las derivadas de la globalizaci¨®n y de un crecimiento econ¨®mico que no propicia suficientemente la cohesi¨®n social.
Lo cierto es que el reto es formidable y nos va a exigir un gran esfuerzo, pero el momento es especialmente propicio para ello. Am¨¦rica Latina ya ocupa un lugar destacado en este mundo que parece m¨¢s abierto que nunca y en el que todos nos vemos obligados a redefinir nuestras coordenadas econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas.
Y avanzar hacia ese nuevo mundo pasa por evitar que las desigualdades, las nuevas y las de siempre, sigan ceb¨¢ndose en las mismas personas y familias. Pasa por igualar las oportunidades de acceso a la formaci¨®n y la salud en las zonas urbanas y especialmente en las rurales.
Pasa por reconocer los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por facilitar el acceso al empleo, al cr¨¦dito, a la propiedad de la tierra y de las empresas en igualdad de condiciones.
Pasa en definitiva por garantizar el acceso a los servicios sociales, productivos, econ¨®micos y culturales haciendo realidad esa promesa que late en el coraz¨®n de toda democracia, la igualdad de oportunidades para todas y para todos, sin discriminaciones, omisiones ni exclusiones.
Y es que la democracia se basa en la igualdad. No puede haber democracia si no existe igual respeto y sentido de la dignidad para cada uno de los ciudadanos. Todas las democracias est¨¢n obligadas a combatir la exclusi¨®n social, a promover la integraci¨®n, a impedir que en su seno haya ciudadanos de segunda clase. En Iberoam¨¦rica, profundizar la democracia supone hoy dar el paso hacia unas sociedades m¨¢s inclusivas. Una vez conseguida y asentada la ciudadan¨ªa pol¨ªtica, el gran reto al que debemos hacer frente es el de la consolidaci¨®n de la ciudadan¨ªa social.
Y el instrumento m¨¢s eficaz para conseguirlo, para promover la igualdad, la inclusi¨®n, la cohesi¨®n, es sin duda el Estado. Un Estado en el que hay que creer, y para ello ha de merecer ser cre¨ªdo, y un Estado que debe actuar.
Un Estado que debe ser visible, que debe llegar a todos los ciudadanos, atender sus demandas, satisfacer sus necesidades, generar ilusi¨®n y confianza. Son necesarias unas instituciones que concedan la centralidad que le corresponde a la ciudadan¨ªa.
Creo que existe un acuerdo general en considerar que la prioridad en esta actuaci¨®n debe ser la de reducir la elevada desigualdad que la regi¨®n registra en la distribuci¨®n de la riqueza, garantizando un umbral m¨ªnimo de oportunidades a todas las personas. Una sociedad justa debe atender las necesidades de los menos favorecidos, de aquellos que se ven expropiados por la pobreza y la exclusi¨®n social de su leg¨ªtimo derecho a vivir una vida digna y plena.
Para ello son necesarias pol¨ªticas de car¨¢cter social; acciones decididas a favor del acceso universal de los ciudadanos a unos servicios y bienes que hay que considerar esenciales: la sanidad, la educaci¨®n, la vivienda, el empleo, la protecci¨®n social o la seguridad personal. Todos estos elementos hacen de los habitantes de un pa¨ªs aut¨¦nticos ciudadanos, los defienden de la exclusi¨®n social y hacen posible la realizaci¨®n personal de cada uno de ellos. En definitiva, hacen posible su libertad, su capacidad de elegir el propio destino.
Pero, en paralelo, tambi¨¦n son necesarias pol¨ªticas que eleven la eficacia de los Estados. En este sentido, y m¨¢s all¨¢ de mejorar las capacidades t¨¦cnicas y pol¨ªticas de las administraciones p¨²blicas, cosa que es tambi¨¦n muy deseable, es preciso plantearse como objetivo fundamental acrecentar la calidad democr¨¢tica, fortalecer el concepto de ciudadan¨ªa, ampliar los espacios de participaci¨®n, elevar la transparencia y el control de los poderes p¨²blicos. S¨®lo de ese modo es posible elevar la eficacia del Estado a la hora de atender las necesidades de los ciudadanos y, con ello, su sentimiento de pertenencia a un proyecto de convivencia com¨²n.
Fortalecer el Estado, fortalecer la ciudadan¨ªa y unir a ambos mediante un canal permanente de comunicaci¨®n y confianza es una tarea que requiere de toda nuestra atenci¨®n y de toda nuestra voluntad. Debemos tener en cuenta que la ciudadan¨ªa en general, y en especial las generaciones m¨¢s j¨®venes, que han vivido toda su vida en democracia, no han visto mejorar sustancialmente su nivel de vida con este modelo de gobierno.
Los j¨®venes, adem¨¢s, carecen de la experiencia vital de la falta de libertad pol¨ªtica que les permita apreciar las virtudes de este modelo y considerarlo, as¨ª, como la mejor opci¨®n. No debemos correr el riesgo de que el escepticismo, el desprecio de la pol¨ªtica y la desconfianza hacia las instituciones cundan precisamente entre aquellos que han de hacerse cargo del futuro de nuestras naciones.
Y no cabe duda de que hacer realidad ese deseo, invertir en ese futuro que representan nuestros j¨®venes es sobre todo el objetivo de la educaci¨®n.
Otro informe de la ONU se?alaba recientemente que con doce a?os de formaci¨®n o, lo que es lo mismo, con el acceso a la educaci¨®n secundaria, se reduce de un modo muy notable la probabilidad de caer en la pobreza.
El 70% de los hijos de padres universitarios acceder¨¢n a los estudios superiores mientras que s¨®lo un 20% de los procedentes de familias con bajos niveles de estudios llegar¨¢n a la universidad. Un porcentaje que ya es bajo, pero que cae dr¨¢sticamente en el caso de la poblaci¨®n ind¨ªgena y muy especialmente de las mujeres de zonas rurales que se ven sistem¨¢ticamente excluidas del acceso a la formaci¨®n.
Es por tanto en el ¨¢mbito de la educaci¨®n donde m¨¢s patente se hace la transmisi¨®n intergeneracional de la desigualdad, donde m¨¢s espacio tenemos y donde m¨¢s debemos esforzarnos para avanzar.
Porque es tambi¨¦n desde ese espacio, el de la educaci¨®n de calidad, el de la capacitaci¨®n t¨¦cnica, sin duda, pero tambi¨¦n y muy especialmente de la formaci¨®n en valores, desde donde m¨¢s podemos hacer para combatir la transmisi¨®n intergeneracional de la desigualdad social, familiar, econ¨®mica y laboral.
Y lo cierto es que a¨²n tenemos mucho por hacer, pero tambi¨¦n que podemos tener esperanza porque sabemos lo que debemos hacer. Lo saben los Gobiernos, que est¨¢n adoptando pol¨ªticas de corresponsabilidad, de universalizaci¨®n de la educaci¨®n, de avance hacia la igualdad de g¨¦nero, y lo sabe una ciudadan¨ªa cada vez mejor formada e informada.
Creo por todo ello que el reto es importante, pero tambi¨¦n que podemos tener confianza en nosotros mismos y en las generaciones que nos sucedan. En esos j¨®venes de hoy que escribir¨¢n el ma?ana con su pu?o y letra, con esa misma mano, con esos mismos valores y esa misma confianza con la que hoy escriben dos sencillas palabras y un signo cargados de futuro, libertad = igualdad, en el mural de un colegio. No puede haber mejor lugar para hacerlo.
Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega es vicepresidenta primera del Gobierno de Espa?a
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