Estados Unidos reaviva el proceso de paz entre israel¨ªes y palestinos
La negociaci¨®n comenzar¨¢ el pr¨®ximo 2 de septiembre en Washington.- Hillary Clinton conf¨ªa en la creaci¨®n de un Estado palestino en un a?o
El primer ministro de Israel, Benjam¨ªn Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, volver¨¢n a encontrarse en la Casa Blanca el pr¨®ximo 1 de septiembre. Ambos han sido p¨²blicamente invitados este viernes a una cena con el presidente Barack Obama, con la que deber¨ªa abrirse, al d¨ªa siguiente, una nueva ronda de negociaciones directas.
La jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, ha expresado su confianza en que estas negociaciones -tras los fallidos procesos de Oslo en 1993; Camp David, en 2000; la Hoja de Ruta, en 2003, y Annapolis, en 2007- fueran definitivas y condujeran, en el plazo de un a?o, a un acuerdo para la creaci¨®n del Estado palestino.
Las conversaciones indirectas no han conducido a ning¨²n resultado apreciable
Antes del primer encuentro, EE UU ya ha favorecido a una de las partes
Israel¨ªes y palestinos se han visto arrastrados hasta la mesa de negociaciones en un momento que ni a unos ni a otros parece especialmente propicio. El momento, en realidad, lo elige Estados Unidos por dos razones. La primera, el inminente fin de la moratoria israel¨ª (solo relativamente cumplida) en la construcci¨®n de nuevas viviendas en las colonias en Cisjordania: el plazo que se autoimpuso el Gobierno de Netanyahu expira el 26 de septiembre, y solo con el argumento de unas negociaciones en curso y una fuerte presi¨®n estadounidense puede conseguir que el Parlamento de Jerusal¨¦n acceda a una prolongaci¨®n de la moratoria.
La segunda raz¨®n es del todo ajena a Oriente Pr¨®ximo: en noviembre hay elecciones parlamentarias en Estados Unidos, y Obama necesita ofrecer, econom¨ªa al margen, alg¨²n tipo de ¨¦xito diplom¨¢tico. Tras el anuncio de las negociaciones, efectuado personalmente por Hillary Clinton, se espera que el Cuarteto (Estados Unidos, Rusia, Uni¨®n Europea y Naciones Unidas) y su enviado a Oriente Pr¨®ximo, Tony Blair, delimiten un poco m¨¢s el marco del proceso.
Clinton ha dicho que deb¨ªan afrontarse "todos los asuntos fundamentales", incluyendo "fronteras, retorno de refugiados y Jerusal¨¦n", sin fijar orden ni expectativas concretas sobre cada uno de los puntos. Clinton ha pronunciado una frase, "sin condiciones previas", que coloca a la Autoridad Palestina en un punto de partida desventajoso respecto a Israel. El presidente Abbas hab¨ªa exigido al menos una condici¨®n previa: que antes de comenzar la nueva ronda, Israel se comprometiera a no seguir colonizando Cisjordania y empeque?eci¨¦ndola durante las negociaciones. Netanyahu, en cambio, exig¨ªa tener las manos libres.
Antes del primer encuentro, Estados Unidos, que se atribuye el papel de "mediador honesto", ya ha favorecido a una de las partes. Los tres meses en los que el mediador estadounidense George Mitchell ha desarrollado negociaciones indirectas, viajando entre Washington, Jerusal¨¦n y Ramala (sede provisional de la Autoridad Palestina), no han conducido a ning¨²n avance apreciable.
En cierto sentido, las posiciones son m¨¢s distantes que hace 17 a?os, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo. Seg¨²n sus declaraciones p¨²blicas, Netanyahu acepta ya como posibilidad la existencia de un Estado palestino, pero considera inaceptable negociar sobre las fronteras previas a la guerra de 1967 y sobre Jerusal¨¦n, que define como "capital eterna e indivisible" de Israel. Exige adem¨¢s que Israel siga controlando el espacio a¨¦reo sobre una futura Palestina, que mantenga bases en el Valle del Jord¨¢n, para detectar posibles ataques procedentes del Este, es decir, de Ir¨¢n, y que el Estado palestino sea desmilitarizado.
Abbas solo considera posible avanzar si se parte de las fronteras previas a la guerra de junio de 1967 y si se establece que solo Jerusal¨¦n Oriental, y no un barrio remoto de la ciudad o Ramala, puede ser capital del Estado palestino. Adem¨¢s, no acepta que Israel mantenga bases en la ribera occidental del r¨ªo el Jord¨¢n, y propone como alternativa que esas bases de vigilancia, que los israel¨ªes consideran imprescindibles para su seguridad, sean gestionadas por la OTAN o la Uni¨®n Europea.
En cuanto a la desmilitarizaci¨®n del Estado palestino hay diferencias, pero no parecen insalvables. La reapertura del proceso en estos momentos entra?a riesgos serios. Un nuevo fracaso supondr¨ªa una derrota personal para Obama y Clinton, y tal vez algo mucho m¨¢s grave para israel¨ªes y palestinos: las negociaciones que desembocan en nada han suscitado, en el pasado, frustraci¨®n y rebrotes graves de violencia.
Por otra parte, ni Netanyahu ni Abbas cuentan con un poder s¨®lido. Netanyahu preside una coalici¨®n fr¨¢gil, que podr¨ªa romperse por su flanco m¨¢s nacionalista y religioso. Al primer ministro israel¨ª (cuyas propias convicciones sobre la paz resultan dudosas) no le ser¨¢ f¨¢cil convencer a sus socios de que hay que hacer alguna concesi¨®n. El presidente Abbas se ha visto obligado a demorar indefinidamente la convocatoria de elecciones por las divisiones internas de su partido, Fatah, y siente la amenaza del partido islamista Ham¨¢s, que gobierna en Gaza y ya ha descartado que las negociaciones puedan suponer alg¨²n beneficio para la sociedad palestina.
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