"Para los olvidados de Pakist¨¢n, lo peor est¨¢ por llegar"
El cooperante Guillermo Maceiras ha pasado las ¨²ltimas semanas en Gilgit Baltist¨¢n, una zona al extremo norte del pa¨ªs, azotada por las inundaciones pero demasiado lejos para que llegue la ayuda oficial
Hay un rinc¨®n de Pakist¨¢n donde los efectos del desastre natural que se abati¨® sobre el pa¨ªs en las ¨²ltimas semanas son, si es posible, a¨²n m¨¢s tremendos. Engastada entre China e India, la regi¨®n de Gilgit Baltist¨¢n se encuentra en la zona fronteriza disputada por Islamabad y Nueva Delhi desde la independencia de Reino Unido, en 1947. Si la presencia del Estado, con sus recursos y sus instituciones, en condiciones normales se deja ver con cuentagotas, en la emergencia los vecinos de estos valles rodeados por las monta?as m¨¢s altas del mundo, son los ¨²ltimos a tener acceso a las ayudas.
"Son los olvidados de Pakist¨¢n. Lo han sido siempre desde que el pa¨ªs e India se independizaron". Guillermo Maceiras es un cooperante espa?ol de 34 a?os que volvi¨® el pasado lunes tras casi un mes de estancia en este lugar remoto de Pakist¨¢n. Trabaja para una peque?a ONG fundada hace diez a?os por un grupo de monta?eros vascos en memoria de F¨¦lix I?urrategi que muri¨® durante una expedici¨®n en uno de los ochomiles que cercan Baltist¨¢n, el Gasherbrum II. "Un paquistan¨ª local, Ibrahim Rust¨¢m, que hab¨ªa participado en varias expediciones decidi¨® fundar una escuela para monta?eros, para que no se murieran tantos sherpas en las escaladas. Era muy amigo de F¨¦lix y cuando ¨¦l muri¨®, pidi¨® si pod¨ªa cambiar el nombre de su escuela para intitul¨¢rsela. La respuesta de los espa?oles no fue solo que s¨ª: les dijeron que crear¨ªan una fundaci¨®n para ayudarles", cuenta. Y naci¨® la F¨¦lix Baltist¨¢n Fundazioa que abri¨® su sede a Machulu, un peque?o pueblo en el valle de Hursh¨¦.
Ah¨ª ten¨ªan que llegar Maceiras y su compa?ero Ortzi Akizu, cuando aterrizaron a finales de julio al pa¨ªs. El viaje planeado para revisar y avanzar en los proyectos de la fundaci¨®n se convirti¨® en una expedici¨®n de emergencia. "Yo llegu¨¦ el 26, Ortzi cuatro d¨ªas despu¨¦s. Nos cogi¨® el primer golpe de la lluvia monsonica. La capital se inund¨® y nos dimos cuenta que ten¨ªamos que tom¨¢rnoslo con sentidinho como decimos en Galicia, con mucho cuidado", relata el cooperante. Sentado ahora en una cafeter¨ªa del centro de Madrid, muy lejos de las im¨¢genes de destrucci¨®n que dej¨® a sus espaldas al salir de Pakist¨¢n, habla sin parar y parece que una noche le haya sido suficiente para borrar el cansancio de semanas pasadas en condiciones extremas. "Seis d¨ªas despu¨¦s de llegar a Islamabad, nos arriesgamos y buscamos la manera de llegar hasta la Karacorum Highway, la v¨ªa de comunicaci¨®n principal entre las zonas del norte y el centrosur y que estaba cortada. Pasamos en varios pueblos y pudimos ver la situaci¨®n global. Despu¨¦s de Nar¨¢n, ya en el norte, encontramos el primer puente cortado y estuvimos ayudando a la comunidad local a construir una estructura temporal con troncos y madera". Cuenta Maceiras que tuvieron a veces que hacer hasta 5-6 kil¨®metros andando y cambiaron muchas veces de todoterreno a medida de que ¨ªban dejando el anterior en la otra orilla de un puente destruido. Para hacer 600 kil¨®metros tardaron tres d¨ªas, asegura, por carreteras "ara?adas a la monta?a" donde "los riachuelos que normalmente en verano de deshielan en algunos puntos se convirtieron en una catarata que se llev¨® la carretera".
Cuando finalmente consiguieron llegar a la sede de la fundaci¨®n, en Machulu, se encontraron con la desesperaci¨®n de la gente que adem¨¢s de perder, en algunos casos, la casa y el negocio, se ha quedado sin nada a tan solo pocas semanas del comienzo del invierno. "A 3.000 metros de altura el invierno llega a septiembre. Las temperaturas llegan hasta menos 20", explica Maceiras. En una zona que dista cuatro horas de la primera ciudad con aeropuertos ("pero los vuelos la mitad de los d¨ªas no salen"), que tiene como ¨²nica v¨ªa de acceso una carretera de piedras y cuyos habitantes viven de agricultura de subsistencia, la p¨¦rdida de las cosechas que la inundaci¨®n ha causado agranda las dimensiones del desastre. "Ya no solo preocupa lo que va a pasar en este momento sino lo que pasar¨¢ cuando llegue el invierno. Con la falta absoluta de seguridad alimentaria y familias enteras sin hogar. Lo peor est¨¢ por llegar. Est¨¢s demasiado lejos para que se ocupen de ellos".
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