"No queremos una tumba"
Se agota la esperanza entre los familiares de los mineros atrapados en Chile
El trabajo de rescate de los 33 mineros atrapados por un derrumbe a 700 metros de profundidad desde hace m¨¢s de dos semanas en la mina San Jos¨¦, cerca de la ciudad chilena de Copiap¨®, puede tardar meses, hasta 11 han dicho los t¨¦cnicos, si es que todav¨ªa permanecen con vida. A medida que pasan los d¨ªas y la b¨²squeda con sondas resulta infructuosa, solo queda la cada vez m¨¢s tenue esperanza de que al menos algunos hayan sobrevivido al infierno subterr¨¢neo.
Las galer¨ªas de esta mina, en las que cab¨ªa un cami¨®n peque?o, se enroscan como una serpiente por el subsuelo hasta una profundidad equivalente a la altura de tres rascacielos. Ah¨ª, en lo m¨¢s hondo de las galer¨ªas, se cree ?es una conjetura? que puede haber supervivientes, aunque los mineros solo ten¨ªan alimentos para dos d¨ªas.
El rescate ha terminado convirti¨¦ndose en un espejo representativo del car¨¢cter chileno y de las contradicciones que arrastra su progreso econ¨®mico y social desde que el pa¨ªs recuper¨® la democracia en 1990. Tal como ocurri¨® con el terremoto del 27 de febrero, la tragedia puso en primer plano el coraje, pero tambi¨¦n la desidia. Con un estoicismo y esperanza conmovedoras, como la que d¨¦cadas atr¨¢s se observaba en las manifestaciones de las v¨ªctimas de la dictadura de Pinochet, los familiares de los mineros se dan ¨¢nimos entre s¨ª y permanecen expectantes en las afueras de la mina San Jos¨¦ desde el derrumbe del jueves 5 de agosto, con banderas chilenas. "Fuerza papito", pide un letrero escrito en cart¨®n.
Cuando fracas¨® la primera estrategia para sacar a los 33 atrapados a trav¨¦s de la chimenea de ventilaci¨®n (los propietarios de la mina no hab¨ªan construido una escalera ni una segunda v¨ªa de acceso) bajando rescatistas sostenidos por una cuerda, y el ministro de Miner¨ªa, Laurence Golborne, se quebr¨®, los parientes de los mineros le reprendieron: "No llore, usted debe dar el ejemplo".
Al frustrarse la segunda sonda, que penetr¨® a 750 metros de profundidad sin ubicar la galer¨ªa donde se supone que est¨¢n los mineros, la paciencia comenz¨® a agotarse. Los parientes propusieron al Gobierno bajar voluntarios abriendo pasajes entre las galer¨ªas, pero las autoridades se negaron por el riesgo de que aumentara la cantidad de v¨ªctimas. Los familiares protestaron frente al acceso a la mina. "No queremos una tumba", ped¨ªa un cartel de los manifestantes.
La tragedia desnud¨® tambi¨¦n las malas pr¨¢cticas de una mediana empresa productora de cobre y oro que, para aprovechar los altos precios del metal rojo, explot¨® la mina al m¨¢ximo, sin respetar las normas de seguridad y sufriendo accidentes con frecuencia. Ex trabajadores cuentan que se sacaba mineral hasta de los pilares que mantienen de apuntalamiento de las galer¨ªas. Los propietarios lograron que la explotaci¨®n fuera reabierta despu¨¦s que hab¨ªa sido clausurada, a pesar que todav¨ªa no cumpl¨ªa con todas las medidas que ped¨ªan los ¨®rganos fiscalizadores del Estado.
El Gobierno ha escogido como blanco principal de sus cr¨ªticas a los fiscalizadores y destituy¨® a los directivos de uno de estos organismos. El presidente, Sebasti¨¢n Pi?era, anunci¨® que se reformar¨¢n los organismos estatales que fiscalizan. Pero muchos advierten de que la falta de normas de seguridad rigurosas es habitual en las faenas mineras peque?as y medianas, a diferencia de las pr¨¢cticas en las grandes compa?¨ªas. Para un pa¨ªs cuya principal exportaci¨®n es la miner¨ªa, la situaci¨®n del sector es muy precaria.
Hasta en la oposici¨®n reconocen que el Gobierno ha hecho lo que est¨¢ su alcance para sacar a los mineros. Al observar la ineptitud de los propietarios de la mina, que tardaron m¨¢s de 10 horas en avisar a las autoridades, las autoridades tomaron en sus manos ?y a expensas de las arcas fiscales? la direcci¨®n del rescate. Golborne ha permanecido casi a diario en el lugar y Pi?era lo ha visitado en tres ocasiones.
La solidaridad ha llegado a raudales. Las empresas mineras han enviado a sus mejores equipos y t¨¦cnicos para el rescate y el Gobierno ha conseguido la ayuda de maquinaria tra¨ªda desde Australia y Estados Unidos. La estrategia actual de b¨²squeda, con sondas, es para determinar si hay sobrevivientes y, de haberlos, entregarles alimentos, medicinas, agua, iluminaci¨®n y comunicaciones, mientras resuelven como sacarlos del subsuelo, "el socav¨®n del diablo" o "la mina maldita", como la llamaron esta semana dos revistas.
En el campamento Esperanza, bautizado as¨ª por los familiares, el dinero no sirve, porque no hay qu¨¦ comprar. Los alimentos y refrescos son gratuitos, hasta el punto de que los indigentes de Copiap¨®, a 50 kil¨®metros de distancia, suben a alimentarse. Un d¨ªa despu¨¦s de que un periodista criticara en televisi¨®n la falta de responsabilidad social empresarial de las telef¨®nicas, porque no hab¨ªa se?al para comunicaciones desde el lugar, una empresa del sector instal¨® una antena.
Los parientes de los mineros duermen en carpas en el campamento, a metros de la mina. Entre ellos, los rescatistas, los equipos m¨¦dicos, la prensa y los curiosos, ha habido jornadas en que cerca de 400 personas conviv¨ªan en el lugar. De d¨ªa esperan ansiosos las noticias y de noche prenden fogatas para combatir el fr¨ªo.
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