Es hora de democratizar la ONU
Desde su fundaci¨®n, poco despu¨¦s de terminada la II Guerra Mundial, la ONU ha vivido prisionera del veto que se atribuyeron entonces los cinco pa¨ªses vencedores de esa contienda -Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China- y que han ejercido y ejercen, tanto en los episodios m¨¢s cruciales para la paz y la seguridad del mundo como en la elecci¨®n del Secretario General de la Organizaci¨®n.
De esa forma, el Consejo de Seguridad -que ellos controlan con su veto- solamente presenta a la Asamblea General un ¨²nico candidato a la Secretar¨ªa General -el que, de hecho, los cinco han aprobado- y que la Asamblea debe asumir. Con el mismo privilegio del veto, los cinco disponen sobre los m¨¢s graves asuntos internacionales, que, como es natural, finalmente afectan a todos los Estados miembros de la ONU. En otras palabras, cinco pa¨ªses miembros -no electos- del Consejo de Seguridad deciden por los 192 Estados que conforman la ONU. ?Puede haber algo m¨¢s antidemocr¨¢tico?
Los 187 pa¨ªses restantes se rebelan naturalmente contra este estado de cosas, que dura m¨¢s de medio siglo, y a lo largo de estas d¨¦cadas han elaborado diversos proyectos para reformar el organismo, pero no lo pueden lograr sin que los cinco aprueben el plan, y eso frustra cualquier iniciativa expuesta a su veto.
Parece que ha llegado la hora de cuestionar la justificaci¨®n del veto y las bases de su presunta legitimidad. ?Cu¨¢les son? A juicio de los cinco, su victoria sobre Alemania, Italia y Jap¨®n hace 65 a?os. Pero vencedores y vencidos comparten ahora sus mismas organizaciones pol¨ªticas, econ¨®micas y militares, e incluso son aliados en diversas operaciones b¨¦licas a trav¨¦s del mundo. La II Guerra Mundial ha quedado atr¨¢s y ya no es una realidad que permita imponer condiciones a la comunidad internacional y, menos a¨²n, mantener un privilegio exclusivo de cinco de sus miembros.
Pero hay una realidad m¨¢s contundente. Porque desde su victoria de 1945, los cinco pa¨ªses detentadores del veto han sido todos derrotados, y no por potencias mundiales del calibre de las que ellos derrotaron, sino por pa¨ªses del Tercer Mundo, peque?os los m¨¢s, pero pose¨ªdos todos del intenso patriotismo que les dio el triunfo: Estados Unidos por Vietnam; Francia por lo que era Indochina y por Argelia; Inglaterra por su imperio colonial que se rebel¨® y conquist¨® su independencia; Rusia por Afganist¨¢n y China por su propio pueblo, que, alzado en armas, derroc¨® al r¨¦gimen de Chiang Kai-chek, que hab¨ªa recibido el privilegio del veto que hered¨® la Rep¨²blica Popular China.
Otro presunto sustento del privilegio del veto, en t¨¦rminos de poder, fue la capacidad nuclear, de la que EE UU era el ¨²nico poseedor en 1945. Poco despu¨¦s, Rusia la obtuvo por sus propios medios y se la trasmiti¨® a China, Inglaterra la recibi¨® de EE UU y, por la pertinacia de De Gaulle, Francia tambi¨¦n la obtuvo, conform¨¢ndose entonces el monopolio nuclear de los cinco. Pero China se la trasmiti¨® a Pakist¨¢n, y EE UU y Rusia ayudaron a la India a obtener la suya. Y esta proliferaci¨®n nuclear diluy¨® la condici¨®n monopol¨ªstica de los cinco y contribuy¨® m¨¢s bien -mediante la disuasi¨®n nuclear y el equilibrio del terror- a asegurar la paz entre Estados Unidos y Rusia, entre Rusia y China y finalmente entre la India y Pakist¨¢n, por no hablar de Corea del Norte y de las potencialidades de un equilibrio nuclear -positivo o negativo- para la paz en Oriente Pr¨®ximo.
Porque EE UU y sus aliados entregaron tambi¨¦n la capacidad nuclear a dos Estados que no estaban cualificados para recibir ese enorme poder¨ªo y asumir esa grave responsabilidad: Israel, que ya se hab¨ªa apoderado del territorio de Palestina y sojuzgado a su pueblo, y la Sud¨¢frica racista, que manten¨ªa en situaci¨®n de virtual esclavitud a la inmensa mayor¨ªa de su poblaci¨®n. Pero tras la derrota del racismo, Mandela devolvi¨® las armas at¨®micas de Sud¨¢frica para mantener a ?frica libre de armas nucleares, tal como hab¨ªa hecho Latinoam¨¦rica con el Tratado de Tlatelolco, y como debi¨® suceder tambi¨¦n en Oriente Pr¨®ximo, si hubiera habido sinceridad en el proceso de la no proliferaci¨®n.
Los presuntos sustentos del veto de los cinco han perdido, pues, no solo su cuestionada legitimidad sino tambi¨¦n su vigencia hist¨®rica, y los 187 pa¨ªses, que 65 a?os m¨¢s tarde son a¨²n v¨ªctimas del mismo, tienen todo el derecho a objetarlo si queremos construir en este siglo XXI un mundo m¨¢s racional y justo y, consecuentemente, una ONU cuya estructura y sus reglas respondan a las realidades del mundo de hoy.
En ausencia de una propuesta institucional, el Grupo de los 20 cuenta con la visi¨®n, el realismo pol¨ªtico y la capacidad para emprender e impulsar un proceso de reformas que permita el funcionamiento de una ONU democr¨¢tica, capaz de asegurar la eficiencia, la racionalidad y la equidad de la gobernabilidad internacional en beneficio de todos sus Estados miembros. En v¨ªsperas de un nuevo debate en la Asamblea General de la ONU, es, tal vez, hora de iniciar el camino.
Carlos Alzamora es ex embajador de Per¨² en Estados Unidos, ex embajador de Per¨² en la ONU y ex secretario permanente del Sistema Econ¨®mico Latinoamericano
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