No quieren teocracia, quieren libertad, trabajo y dignidad
Obsesionados por los ¨¢rboles del islamismo y el yihadismo que les ocultan el bosque de una regi¨®n gangrenada por el autoritarismo, la corrupci¨®n, el raqu¨ªtico desarrollo econ¨®mico y las profundas desigualdades sociales, muchos europeos no aciertan a entender estos d¨ªas lo que est¨¢ ocurriendo en el norte de ?frica: espont¨¢neas y virulentas revueltas juveniles en T¨²nez y Argelia, reprimidas a sangre y fuego por los gobernantes. Y sin embargo, la clave de interpretaci¨®n es bien es sencilla: la juventud del Magreb y el valle del Nilo tiene sed de libertad, trabajo y dignidad, est¨¢ m¨¢s que harta de malvivir.
Desde el Atl¨¢ntico al mar Rojo, los pa¨ªses norteafricanos tienen una serie de caracter¨ªsticas comunes. Viven all¨ª unos 200 millones de personas, un tercio de ellas menores de quince a?os y dos tercios menores de cuarenta. Estamos hablando de una poblaci¨®n joven y vitalista, que, adem¨¢s, ya no es tan analfabeta. El medio siglo transcurrido desde las independencias de esos pa¨ªses ha hecho que muchos norteafricanos tengan hoy estudios primarios, secundarios o hasta universitarios, y no s¨®lo los varones, tambi¨¦n las mujeres.
Ese mayor nivel de educaci¨®n se corresponde con una menor resignaci¨®n y unas mayores expectativas de vida, a lo que cabe a?adir que los j¨®venes norteafricanos saben c¨®mo va el resto del mundo: ven por sat¨¦lite las cadenas de televisi¨®n occidentales, y tambi¨¦n la ¨¢rabe Al Yazira, y, aunque sea en mugrientos cibercaf¨¦s, son entusiastas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n a trav¨¦s de Internet.
De ra¨ªz derechista, proamericana y liberaloide, como el de T¨²nez, o de ra¨ªz izquierdosa, tercermundista y socialistoide, como el de Argelia, los reg¨ªmenes norteafricanos llevan lustros sin satisfacer las m¨¢s m¨ªnimas expectativas de sus juventudes. Ni dan empleo (el paro entre universitarios puede llegar al 40%), ni garantizan libertades y derechos, ni tan siquiera ofrecen ocio y entretenimiento. Ni pan ni circo.
Entretanto, los gobiernos, y las sociedades civiles, de Europa sostienen hip¨®critamente a esos reg¨ªmenes so pretexto de que son muros de contenci¨®n del islamismo pol¨ªtico. Mientras detengan (y, si es menester, torturen y ejecuten) a los barbudos, la cosa va bien. Pero esta actitud tiene dos serios problemas. Uno, pol¨ªtico y moral: la evidencia del doble rasero de un Occidente que dice defender la universalidad de la democracia y los derechos humanos. El otro, de mera eficacia: estos reg¨ªmenes son bomberos pir¨®manos en relaci¨®n al islamismo; su despotismo y su corrupci¨®n son los principales argumentos de los propagandistas de los partidos de Dios, su incapacidad de ofrecer nada a la juventud la convierte en una cantera de reclutamiento para los barbudos.
Y lo mismo puede decirse respecto a la inmigraci¨®n. Europa apoya a estos reg¨ªmenes para que pongan barreras que impidan o dificulten la traves¨ªa clandestina del Mediterr¨¢neo. Pero es su incapacidad para generar riqueza suficiente y, sobre todo, para distribuirla con un m¨ªnimo de equidad lo que constituye una fuente permanente de creaci¨®n de candidatos a la inmigraci¨®n.
Lo de T¨²nez es particularmente escandaloso. Como ese pa¨ªs est¨¢ abierto al turismo occidental, al que garantiza confort y seguridad, y es dur¨ªsimo con los islamistas, el r¨¦gimen de Ben Al¨ª lleva lustros gozando de carta blanca. As¨ª que en la pr¨¢ctica, el supuestamente mod¨¦lico T¨²nez ha ofrecido en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas menores niveles de libertad que Argelia y Marruecos, lo que ya es decir.
T¨²nez est¨¢ regido por Ben Al¨ª, un militar de 74 a?os de edad que lleva ya 23 en el poder. Se trata de un fen¨®meno com¨²n en el norte de ?frica, donde el gobernante m¨¢s joven es el marroqu¨ª Mohamed VI, con una d¨¦cada en el trono. El egipcio Mubarak, el libio Gadaffi, el argelino Buteflika ya detentaban el poder desde antes de que nacieran la mayor¨ªa de sus, llam¨¦mosles as¨ª, s¨²bditos. Hagan ustedes el contraste entre la juventud de las poblaciones y la decrepitud de los gobernantes, y tendr¨¢n otro elemento de explicaci¨®n para lo que est¨¢ ocurriendo.
?Qu¨¦ podr¨ªa hacer Europa? Para empezar, darle la voz y la palabra a los reformistas y dem¨®cratas del Magreb y el valle del Nilo. En estos tiempos de la informaci¨®n convertida en espect¨¢culo, el exabrupto de cualquier loco yihadista da grandes titulares en nuestros medios, mientras no se les da el menor cuartelillo a los que luchan por un norte de ?frica que evolucione pol¨ªtica, social y culturalmente hacia la convergencia con Europa. Y luego cabr¨ªa darles un apoyo real a esos reformistas. La formula no es tan complicada: cualquier ayuda a los pa¨ªses del sur del Mediterr¨¢neo deber¨ªa estar vinculada a progresos reales en el camino hacia la democracia, los derechos humanos, la igualdad de la mujer y la correcci¨®n de las desigualdades sociales.
Pero dif¨ªcilmente va a ser as¨ª. Los dem¨®cratas del norte de ?frica comparten el sentimiento l¨²cido y amargo expresado hoy en EL PA?S por Mustaf¨¢ Benjaafar, un opositor tunecino entrevistado por Juan Miguel Mu?oz: "No tengo ninguna esperanza en que Europa nos ayude". La salvaci¨®n tendr¨¢ que venir de ellos mismos. Y eso es lo que empuja a los miles de j¨®venes tunecinos y argelinos que, en contra de los topicazos, no se manifiestan estos d¨ªas para pedir la prohibici¨®n del alcohol y la obligatoriedad del hiyab, sino para reclamar trabajo y libertad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.