Estados Unidos considera que Chile afront¨® la muerte de Pinochet mejor que Espa?a la de Franco

Augusto Pinochet muri¨® el 10 de diciembre de 2006. Apenas 60 d¨ªas despu¨¦s, el entonces embajador estadounidense en Santiago de Chile, Graig Kelly, enviaba un cable confidencial a Washington que destilaba optimismo y humor desde el mismo t¨ªtulo: "Pinochet a¨²n sigue muerto". El diplom¨¢tico analizaba con satisfacci¨®n la forma en que Chile hab¨ªa pasado p¨¢gina a la muerte del dictador confront¨¢ndola con el caso de Espa?a y "el dictador Francisco Franco".

"Los apasionados comentarios de los medios [tras la muerte de Pinochet] -alimentados por las im¨¢genes yuxtapuestas de sus seguidores llorando mientras los oponentes descorchaban botellas de champ¨¢n- induc¨ªan a pensar, inicialmente, que Chile entraba en un largo periodo de rencoroso y destructivo debate entre la izquierda y la derecha. En lujar de eso, Chile, ahora una pr¨®spera democracia con fuertes instituciones, ha dado aparentemente un introspectivo suspiro de alivio sobre su pasado y se ha movido hacia los desaf¨ªos del presente y del futuro".

El embajador se permit¨ªa deslizar unas gotas de humor al comparar la realidad pol¨ªtica de Espa?a con la de Chile: "Despu¨¦s de la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 [el c¨®mico] Chevy Chase sol¨ªa abrir sus informativos con la observaci¨®n de que 'Franco a¨²n sigue muerto'. En Chile, el antiguo dictador Augusto Pinochet no s¨®lo sigue igual de muerto sino que casi parece que nunca ha existido. Esto es sorprendente, dada la lluvia de emociones que acompa?aron su defunci¨®n, cuando seguidores y detractores lucharon -afortunadamente, solo de forma figurada- para definir su legado".

El embajador no elude tampoco los juegos de palabra en su an¨¢lisis: "Durante aproximadamente diez d¨ªas despu¨¦s de su muerte, la cobertura de los medios fue intensa (...). Pero a partir de entonces, pr¨¢cticamente, silencio sepulcral".

El debate, seg¨²n el diplom¨¢tico, gir¨® alrededor de tres cuestiones:

-?Al derrocar al Gobierno de Salvador Allende salv¨® Pinochet a Chile de algo peor?

-?Sus medidas en la pol¨ªtica econ¨®mica de mercado -muchas de las cuales causaron muchas privaciones pero ante las cuales la mayor¨ªa coincide en que sentaron las bases del actual ¨¦xito econ¨®mico de Chile- pesan m¨¢s que las negativas e incuestionables violaciones de los derechos humanos?

-?Las alegaciones de corrupci¨®n que pesan sobre ¨¦l y su familia de forma permanente marcar¨¢n su legado, a pesar de c¨®mo se respondan las dos preguntas anteriores?

El diplom¨¢tico se?alaba que la respuesta a estas tres cuestiones depend¨ªa del lugar ideol¨®gico en el que uno se sintiera. "Los simpatizantes de Pinochet -y una parte significativa del pueblo lo es- creen que Allende habr¨ªa llevado a Chile hacia el caos en el mejor de los casos y a una pesadilla totalitaria en el peor". "[Para ellos] las violaciones de derechos humanos eran lamentables pero perdonables en el contexto de una inminente guerra civil. Finalmente, las alegaciones de corrupci¨®n son una calumnia sin pruebas contra un gigante de la historia".

Los detractores de Pinochet, "que seg¨²n las fuentes m¨¢s fiables sobrepasan a sus seguidores", desprecian a un "tirano sin principios" que "traicion¨® al hombre que le otorg¨® su cargo". "[Para ellos] su pol¨ªtica econ¨®mica fue impuesta con mano de hierro y caus¨® gran malestar entre los m¨¢s pobres. (...) Y, sobre todo, fue un sinverg¨¹enza que rob¨®, junto a su familia, millones de d¨®lares a los chilenos".

En cualquier caso, el diplom¨¢tico no cre¨ªa que responder a esas tres preguntas deber¨ªa ser prioritario para los chilenos. Y volvi¨® a comparar el caso de Pinochet con el de Franco: "Hay claras diferencias. La Guerra Civil espa?ola se alarg¨® durante tres a?os. Y la dictadura de Franco dur¨® m¨¢s que el doble que la de Pinochet. Pero hay similitudes tambi¨¦n: en lo referente a la guerra fr¨ªa, una inc¨®moda relaci¨®n con Estados Unidos: el posconflicto de las violaciones de derechos humanos; la impuesta (aunque exitosa) reforma econ¨®mica. Sin embargo s¨®lo hasta ahora, unos 30 a?os despu¨¦s de la muerte de Franco, que Espa?a ha tomado una dolorosa aproximaci¨®n hacia su pasado, y al hacerlo, se est¨¢ produciendo un da?o significativo en su tejido social".

El embajador se preguntaba: "?Est¨¢n los chilenos simplemente posponiendo un an¨¢lisis similar?".

Su respuesta estaba tan cargada de optimismo como de despreocupaci¨®n por el pasado reciente: "Incluso si los chilenos posponen por una d¨¦cada o dos la revisi¨®n del legado de Pinochet, no se prev¨¦n graves consecuencias. Primero, y sin tratar de restar importancia al sufrimiento de cada v¨ªctima del r¨¦gimen, porque el n¨²mero de gente asesinada fue significativamente menor (aproximadamente 3.000) a las de Espa?a (...)".

El diplom¨¢tico concluy¨®: "Para Estados Unidos la respuesta madura de la democracia chilena a la muerte de Pinochet es ciertamente bienvenida. Los chilenos, al menos por el momento, parecen determinados a no gastar demasiado tiempo mirando al pasado o en excesivas introspecciones".

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