Egipto: Lecciones de historia persa
En las postrimer¨ªas de 1979, una heterog¨¦nea pl¨¦yade de grupos tom¨® las calles de Ir¨¢n al grito de "libertad", "muerte al dictador. Congregados en torno a un ¨²nico nexo -el hartazgo-, concitaban a todo el espectro de la sociedad: hombro con hombro marchaban comunistas, socialistas, dem¨®cratas, sindicalistas, intelectuales, laicos, islamistas moderados y radicales... Todos cansados por igual de las arbitrariedades de un monarca que, bajo un leve barniz de democracia, dilapidaba el tesoro nacional ajeno a las miserias e inquietudes de su pueblo, y se sosten¨ªa en unos servicios secretos brutales y represivos. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de ese odio com¨²n al s¨¢trapa, cada grupo ambicionaba una esperanza distinta, un futuro divergente. Bendecida por la anuencia de Occidente, la protesta creci¨® hasta que el asustado rey, abandonado incluso por su poderoso Ej¨¦rcito, apil¨® en ba¨²les su fortuna, acondicion¨® su lujoso avi¨®n y acompa?ado de sus m¨¢s allegados, parti¨® rumbo al exilio en Egipto.
Treinta y dos a?os despu¨¦s, las calles de la ciudad donde descansa sin paz el mal hadado Sha, hierven con ecos de un ayer que no est¨¢ tan lejano. Espoleados por la reciente hu¨ªda en T¨²nez de otro dictador con piel de dem¨®crata, cientos de miles de hastiados egipcios abarrotan plazas y avenidas en demanda del fin de la dictadura de Hosni Mubarak, hasta la fecha "aceptada" por Occidente. Como en aquel ayer todav¨ªa cercano, socialistas, sindicalistas, apol¨ªticos, dem¨®cratas, intelectuales, laicos y religiosos -radicales y moderados- se han asido a un anhelo com¨²n: la ca¨ªda del aut¨®crata que los ha empobrecido, confiado en su posici¨®n de "aliado imprescindible" para la seguridad en la zona.
?ste hoy y aquel ayer son distintos. El Egipto que arde en el amanecer del siglo XXI no es el Ir¨¢n que hirvi¨® en el estertor de la pasada centuria. Tampoco la herencia cultural, hist¨®rica y religiosa es comparable, aunque ambas son naciones musulmanas. Ni siquiera la coyuntura internacional es la misma. El tel¨®n de acero ha desaparecido y los actores mundiales representan otra tragicomedia. Pero merece la pena recordar la transici¨®n y el resultado de la revoluci¨®n iran¨ª para aventar fantasmas pret¨¦ritos. Al igual que entonces, los islamistas -mejor estructurados- han decidido luchar en un segundo plano. Los Hermanos Musulmanes -tradicionalmente la fuerza opositora m¨¢s relevante- se han parapetado tras la imagen "amable" de Mohamad Baradai, premio Nobel de la Paz y hombre de prestigio internacional. Cierto es que Ir¨¢n contaba entonces con una figura emblem¨¢tica como el gran ayatol¨¢ Rujol¨¢ Jomeini, que dinamiz¨® y a la postre se apropi¨® de la protesta, pero en un primer momento los religiosos iran¨ªes tambi¨¦n cedieron gran parte del protagonismo. En la transici¨®n, con el aclamado cl¨¦rigo ya de vuelta en Teher¨¢n, la tarea de formar el primer gobierno revolucionario recay¨® en un laico, Mehdi Bazargan, candidato de Jomeini frente a las ambiciones del ex primer ministro del Sha, Shapour Bajtiar. Apenas siete meses despu¨¦s, con los islamistas escalando por todas las ramas del estado, Bazargan renunci¨® y el poder pas¨® a un Comit¨¦ Revolucionario que con presteza instaur¨® el actual r¨¦gimen teocr¨¢tico.
La historia nunca se repite, pero a lo largo de los siglos hallamos patrones semejantes. Mubarak, que ha visto las barbas de su vecino pelar en el se¨ªsmo pol¨ªtico de T¨²nez, parece haberse preparado para la r¨¦plica. La elecci¨®n de Omar Suleiman como vicepresidente, un cargo vac¨ªo desde que el mismo lo abandonara en 1981 para asumir el poder, as¨ª parece indicarlo. El ex jefe de los servicios secretos es un hombre con prestigio en el seno de las fuerzas de Seguridad y en el Ej¨¦rcito como para poder controlarlo y evitar la deserci¨®n que precipit¨® tanto el derrumbe del Sha como la fuga de Ben Al¨ª, y garantizar cierta estabilidad r¨¢pida que ans¨ªa Occidente en un territorio de alto valor estrat¨¦gico. Tambi¨¦n para el poderoso vecino Israel, que le conoce bien. No en vano era el enviado especial del presidente egipcio para asuntos palestinos. Adem¨¢s, desde que hace m¨¢s de un lustro saliera del anonimato, ha sonado insistentemente como el eventual sucesor, solo ensombrecido por la aspiraci¨®n del hijo de Mubarak, Gamal, ahora tambi¨¦n huido.
Para resolver la ecuaci¨®n, falta saber si el pueblo est¨¢ dispuesto a aceptar el traspaso de poder a Suleiman y cu¨¢nto est¨¢ dispuesto a resistir en las calles. Y tambi¨¦n, qu¨¦ v¨ªa eligen los islamistas. Si como dice el l¨ªder tunecino Rachid Ghanuchi "yo no soy Jomeini", y se inclinan por una vertiente m¨¢s comprensible similar a la que existe Turqu¨ªa. No cabe duda, que en un proceso democr¨¢tico con todas las garant¨ªas, su mejor estructura le recompensar¨ªa con un respaldo popular suficiente para imponer algunas de sus condiciones, como ocurre en el L¨ªbano con el grupo chi¨ª Hizbul¨¢. Es igualmente una prueba para EEUU y Europa, que si aspiran a no repetir errores, deber¨¢n aceptar gobiernos de influencia islamista... si esa es la voluntad de los pueblos ¨¢rabes en las urnas.
Javier Mart¨ªn (Salamanca 1972) es delegado de EFE en Teher¨¢n y ex director del Servicio en ?rabe de EFE en El Cairo. Ha publicado dos libros: "Sun¨ªes y Chi¨ªes, los dos brazos de Al¨¢" y "Hezbol¨¢, el brazo armado de Dios"
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