El asesinato de tres j¨®venes estadounidenses en Ciudad Ju¨¢rez dispara todas las alarmas
La ciudad fronteriza de El Paso empieza a contagiarse de la violencia de su vecina del sur
Ten¨ªan 15, 16 y 17 a?os. Se llamaban Juan Carlos, Mario y C¨¦sar. Murieron el s¨¢bado en Ciudad Ju¨¢rez, tiroteados por unos desconocidos mientras disfrutaban de unos tacos junto a un negocio de autom¨®viles. ?Por qu¨¦? No se sabe a ciencia cierta. Solo se tiene constancia de que cuatro hombres armados llegaron, les preguntaron por el due?o del concesionario y, al no recibir respuesta, los acribillaron a balazos.
Todo lo anterior no constituir¨ªa noticia en la ciudad m¨¢s violenta de M¨¦xico si no fuera porque, a pesar de sus nombres y sus apellidos latinos -Echeverri, Gonz¨¢lez, Miramontes-, los j¨®venes ten¨ªan la nacionalidad estadounidense, viv¨ªan en la vecina ciudad de El Paso y, seg¨²n todos los indicios, no guardaban relaci¨®n alguna con asuntos turbios. De hecho, el padre de uno de ellos -que pidi¨® el anonimato por temor a represalias? ha solicitado a las autoridades mexicanas que emprendan una investigaci¨®n seria sobre el crimen, si bien las expectativas de ¨¦xito no son demasiadas: solo durante el pasado fin de semana, 23 personas fueron asesinadas en Ciudad Ju¨¢rez, un lugar donde la impunidad es pr¨¢cticamente del 100%.
Hay otra cuesti¨®n, no balad¨ª, que pone el acento sobre las muertes de los tres j¨®venes estadounidenses. Durante los ¨²ltimos a?os, llamaba poderosamente la atenci¨®n que la ciudad m¨¢s violenta de M¨¦xico tuviera por vecina a la ciudad m¨¢s pac¨ªfica de Estados Unidos. Solo una valla y un r¨ªo de cauce rid¨ªculo se bastaban para separar dos realidades diametralmente opuestas. El juego de la frontera se rige por unas reglas no escritas pero muy claras. EE UU pone la demanda de las drogas y las armas de todos los calibres. M¨¦xico, por su parte, contribuye con toneladas de droga y miles de v¨ªctimas. De un tiempo a esta parte, y aunque t¨ªmidamente, el juego empieza a cambiar.
Durante todo el a?o 2010, en El Paso se registraron cinco homicidios. Solo en lo que va de 2011, ya son nueve asesinatos, unidos a un preocupante crecimiento en el n¨²mero de secuestros y extorsiones. Tal vez para intentar poner el parche antes de la herida, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Janet Napolitano, acudi¨® hace unos d¨ªas al campus de la Universidad de Texas en El Paso y lanz¨® un mensaje muy contundente a los carteles mexicanos: "Contengan su violencia a su lado de la frontera. No se les ocurra llevar su violencia y sus t¨¢cticas a trav¨¦s de esta frontera. Ni se atrevan a traerla a EE UU. De lo contrario, afrontar¨¢n una reacci¨®n aplastante".
Durante los ¨²ltimos a?os, tanto en p¨²blico como en privado -los papeles de Wikileaks as¨ª lo demuestran-, M¨¦xico ha venido demandando de EE UU mayor colaboraci¨®n contra el crimen. No solo informaci¨®n sobre el paradero de tal o cual narcotraficante o m¨¢s d¨®lares para el Plan M¨¦rida. Sobre todo, m¨¢s compromiso en el control de las armas. Las declaraciones de Napolitano dan pie para pensar que, ahora que los tiros empiezan a sonar en su propio patio, algo puede cambiar al norte del peque?o R¨ªo Grande.
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