La revoluci¨®n ¨¢rabe y la izquierda latinoamericana
En los ¨²ltimos 50 a?os, buena parte de la izquierda latinoamericana defini¨® su identidad bajo el paradigma de la revoluci¨®n social que estableci¨® el modelo cubano, con salud y educaci¨®n como sus grandes ejes de transformaci¨®n. La democracia no fue considerada revolucionaria, sino "burguesa". Las derechas y sus dictaduras tampoco tuvieron como paradigma a la democracia, sino a la modernidad mediante el desarrollo econ¨®mico. Ambas corrientes consideraron que si atend¨ªan las necesidades sociales o el progreso econ¨®mico, las libertades democr¨¢ticas no ten¨ªan importancia. Hab¨ªa en Latinoam¨¦rica solo un autoritarismo de izquierda en Cuba, el resto eran dictaduras de derecha. En la primera prefer¨ªan expulsar a los opositores y en las segundas asesinarlos. El resultado, en ambos casos, fue pobreza sin libertades e inestabilidad durante d¨¦cadas, con sociedades en conflicto permanente.
Resolver la exclusi¨®n social a costa de la exclusi¨®n pol¨ªtica conduce a conflictos permanentes
Estados Unidos despreci¨® igualmente a la democracia para Latinoam¨¦rica, la "alianza para el progreso" puso ¨¦nfasis en el desarrollo econ¨®mico y no en las libertades. Con el anticomunismo como pol¨ªtica, realiz¨® intervenciones, aisl¨® a Cuba y respald¨® dictadores, golpes de Estado, fraudes electorales y matanzas. Esta situaci¨®n comenz¨® a cambiar con la pol¨ªtica de derechos humanos del Gobierno de James Carter, que fue determinante en la ca¨ªda del dictador Anastasio Somoza de Nicaragua en 1979. La posici¨®n de Carter fue visionaria en plantear los derechos humanos y la inclusi¨®n de la izquierda. Sin embargo, la reacci¨®n conservadora estadounidense trajo con la administraci¨®n Reagan el conflicto m¨¢s cruento que haya vivido el continente. As¨ª, en Centroam¨¦rica, durante los 80, cientos de miles murieron en una guerra que, teniendo ra¨ªces propias, se interpret¨® como un ap¨¦ndice de la guerra fr¨ªa.
Luego de m¨²ltiples luchas populares, los derechos humanos y la democracia comenzaron a convertirse en los valores hegem¨®nicos de la pol¨ªtica y en los factores de legitimaci¨®n de los gobiernos. La izquierda lleg¨® al poder y comenz¨® la alternancia. La transici¨®n comenz¨® hace aproximadamente 30 a?os a partir de cambios democr¨¢ticos ocurridos en diferentes pa¨ªses. Este proceso a pesar de sus imperfecciones, ha permitido que el continente est¨¦ viviendo un prolongado per¨ªodo de estabilidad pol¨ªtica que apunta a consolidarse.
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, con la reacci¨®n en cadena que produjo en toda Europa del Este, fue una revoluci¨®n anunciada. Lo que est¨¢ ocurriendo en el mundo ¨¢rabe no lo predijo nadie. Antes de T¨²nez y Egipto dominaba la idea de que la democracia era un valor occidental, culturalmente incompatible con la cultura ¨¢rabe. Sin embargo, la movilizaci¨®n revolucionaria en los pa¨ªses ¨¢rabes demuestra que el desarrollo de clases educadas, comunicadas e informadas es incompatible con el autoritarismo. Este logra espacio en sociedades con gran retraso pol¨ªtico, econ¨®mico y social. Detr¨¢s de cada crisis terminal de un r¨¦gimen autoritario hay un conflicto de representaci¨®n y participaci¨®n en el poder de nuevos grupos sociales. La democracia est¨¢ demostrando ser un valor cada vez m¨¢s universal en la medida que el progreso econ¨®mico transforma la estructura de clases de los pa¨ªses.
En el momento en que los ciudadanos alcanzan un mayor nivel de educaci¨®n, la cr¨ªtica, el disenso y la diversidad de pensamiento se multiplican inevitablemente. Es imposible que todo mundo piense de la misma manera y las formas de pensar de las personas tienden a modificarse con el tiempo y con los cambios de condiciones. No pueden todos ser de derecha o de izquierda, creer en Dios o tener el mismo Dios, eso es absurdo. Cuando el n¨²mero de ciudadanos con conciencia cr¨ªtica aumenta sustancialmente se debilita la posibilidad de gobernar a partir de la superstici¨®n, la religi¨®n, el caudillismo, las dinast¨ªas familiares y las verdades ¨²nicas del dogmatismo pol¨ªtico. La vieja alianza Iglesia, militares y terratenientes, que sostuvo la mayor¨ªa de dictaduras del continente, se acab¨® con el crecimiento de las clases medias y el surgimiento de nuevos grupos de poder econ¨®mico.
La democracia y los derechos humanos no son solo un asunto ¨¦tico o ideol¨®gico, son una tecnolog¨ªa de gobierno que permite mantener cohesionada a la sociedad en medio de las diferencias y la natural diversidad que la compone. Esto es posible cuando hay clases sociales m¨¢s educadas que entienden que la tolerancia entre contrarios es fundamental para la convivencia pacifica. Pero lo m¨¢s importante es que ninguna sociedad polarizada en extremo y con divisiones profundas entre sus habitantes es viable ni tiene posibilidades de desarrollo. Por ello, la exclusi¨®n social que deriva en exclusi¨®n pol¨ªtica es un asunto vital de resolver. Am¨¦rica Latina no era viable sin la inclusi¨®n de las izquierdas, as¨ª como el mundo ¨¢rabe no lo ser¨¢ sin la tolerancia hacia los islamistas hasta lograr su moderaci¨®n.
Cuando la sociedad se mantiene cohesionada puede utilizar todas sus capacidades y esto da lugar a una relaci¨®n directa entre democracia y desarrollo. El empobrecimiento social, moral, intelectual, institucional y econ¨®mico de Cuba tras 50 a?os de revoluci¨®n, contrasta con el desarrollo social, educativo, econ¨®mico e institucional de Costa Rica, Chile y Uruguay; los tres pa¨ªses con mayor vigencia y cultura democr¨¢tica del continente. Algo igual ocurri¨® entre el fracaso de la Europa Oriental dominada por los comunistas y el exitoso desarrollo de la Europa Occidental bajo la influencia de la izquierda socialdem¨®crata. La actual situaci¨®n de gran violencia, profunda crisis social, extrema pobreza y riesgo de ser estados fallidos de Hait¨ª, Guatemala, El Salvador y Honduras son el resultado de haber vivido las dictaduras m¨¢s represivas y prolongadas del continente. Los riesgos autoritarios y la extrema polarizaci¨®n que viven Bolivia, Venezuela y Ecuador han resultado de haber excluido social y pol¨ªticamente a una parte considerable de su poblaci¨®n.
Despu¨¦s de medio siglo de revoluci¨®n cubana, la democracia ha demostrado ser m¨¢s revolucionaria, m¨¢s capaz de resolver la pobreza y m¨¢s eficaz en lograr la participaci¨®n ciudadana a trav¨¦s del voto y las organizaciones de la sociedad civil. En democracia si divides a tu pa¨ªs perder¨¢s. Resolver la exclusi¨®n social a costa de la exclusi¨®n pol¨ªtica conduce a conflictos permanentes y a la p¨¦rdida de capacidades vitales para el desarrollo. Cuba ha perdido miles de cient¨ªficos, escritores, artistas y emprendedores, una gran parte de ellos de izquierda y eso mismo est¨¢ ocurriendo en Venezuela. La sangr¨ªa intelectual cubana ha sido tal, que no se puede separar el exitoso desarrollo de Florida del exilio cubano.
Es imposible que un pensamiento ¨²nico derive en progreso. La clave del desarrollo est¨¢ en la interacci¨®n dial¨¦ctica entre diversidad, diferencias, pesos, contrapesos, alternancias, aciertos y errores. Las libertades, las leyes y las instituciones son m¨¢s importantes para los pobres que el paternalismo autoritario. No querer dejar los gobiernos, envejecer en el poder y heredarle a parientes el gobierno no es revolucionario. La izquierda latinoamericana necesita abandonar el mito cubano para asumir de una vez por todas a la democracia como su identidad. La dictadura cubana y las pretensiones autoritarias de Ch¨¢vez son los ¨²ltimos obst¨¢culos a la madurez pol¨ªtica del continente y a la continuaci¨®n delavance de la misma izquierda. No hay r¨¦gimen autoritario eterno, Castro y Ch¨¢vez no permanecer¨¢n, como no permanecieron las dictaduras centroamericanas, las sudamericanas y ahora las ¨¢rabes, no importa si son religiosas o liberales, de izquierda o de derecha, los pueblos siempre terminan hartos y las derrumban.
Joaqu¨ªn Villalobos fue guerrillero salvadore?o y es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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