Asesinos o payasos
La de re¨ªrse es una t¨¦cnica con la que los alemanes disimulan su contradictoria relaci¨®n con el Ej¨¦rcito
Lo que nos hemos re¨ªdo: a costa de Theo, que antes del examen m¨¦dico se trag¨® un tubo entero de dent¨ªfrico para ser declarado no apto; o de los dos estudiantes que se quedaron dormidos el d¨ªa que le tocaba presentar su objeci¨®n de conciencia, por lo que despu¨¦s se tiraron jugando al ajedrez durante meses en la cantina del cuartel, mientras los dem¨¢s ve¨ªan pel¨ªculas porno; por no hablar de la norma de los c¨¦lebres Reglamentos de Servicio, seg¨²n la cual "en profundidades superiores a los 1,20 metros, el soldado adopta por propia iniciativa movimientos natatorios". Todos han renegado del servicio militar, aunque como proveedor de an¨¦cdotas chistosas era imbatible.
La de re¨ªrse es una t¨¦cnica con la que los alemanes disimulamos nuestra contradictoria relaci¨®n con el Ej¨¦rcito. Desde la II Guerra Mundial, uno de los reflejos del izquierdismo chic era estar contra el propio Ej¨¦rcito y con ello, de alg¨²n modo, oponerse tambi¨¦n al servicio militar. A partir de 1989, cohortes enteras de j¨®venes procedentes de todos los rincones de la Rep¨²blica Federal de Alemania se instalaron en Berl¨ªn Occidental para no ser llamados a filas. Parad¨®jicamente, el Ej¨¦rcito se consideraba, por un lado, como un peligroso riesgo de reca¨ªda en el militarismo alem¨¢n; por otro, como un atajo de rid¨ªculos que, llegado el momento de la verdad, se har¨ªan saltar a s¨ª mismos por los aires. Una paradoja semejante atravesaba el debate, que dur¨® d¨¦cadas, sobre el servicio militar.
Tradicionalmente, el servicio militar se adecuaba a los objetivos de la izquierda. Al menos en teor¨ªa, serv¨ªa para domesticar a la tropa alemana. Como "ciudadano de uniforme", el recluta deb¨ªa procurar la transparencia e imposibilitar el desarrollo de un "Estado militar dentro del Estado". No obstante, eran sobre todo los partidos de izquierdas los que exig¨ªan la transformaci¨®n de las Fuerzas Armadas en un Ej¨¦rcito de voluntarios, mientras que los conservadores de la Uni¨®n Dem¨®crata Cristina (CDU) insist¨ªan en mantener el servicio militar obligatorio.
Aplazamiento de un Gobierno de la CDU
Ahora bien, el hecho que fuera un Gobierno de la CDU el que decretara el aplazamiento, y con ello la supresi¨®n de facto del servicio militar, es algo sintom¨¢tico del estado de cosas en la pol¨ªtica contempor¨¢nea. No se trata ya de izquierdas o de derechas, sino ¨²nicamente de dinero. Para ocuparse de la instrucci¨®n de los reclutas hac¨ªan falta 8.000 soldados profesionales, los mismos de los que se dispon¨ªa para intervenciones inmediatas. Y, a fin de cuentas, un recluta solo recib¨ªa una formaci¨®n de seis meses, de modo que, en caso de necesidad, poco era lo que cab¨ªa esperar de ¨¦l. Alemania no pod¨ªa permitirse tan car¨ªsimo lujo en tiempos de crisis financiera. Se trata del ahorrarse cerca de 8.300 millones de euros en el presupuesto de defensa. El Ej¨¦rcito debe reducir sus 240.000 hombres actuales a 185.000, haci¨¦ndose, a pesar de ello, m¨¢s eficiente.
Por bien conocidos que sean los modernos argumentarios pol¨ªticos, junto con conceptos como "imperativos objetivos" y "carencia de alternativas", uno no puede por menos que extra?arse de la poca fanfarria con la que se ha arrojado al abono la manzana de la discordia. Tras d¨¦cadas de enconada disputa, el servicio militar desaparece pr¨¢cticamente sin debate pol¨ªtico.
Y como tantas otras veces, discurre pareja a la falta de discusi¨®n la inclinaci¨®n a tomar decisiones dif¨ªciles de prisa y corriendo. En contra de lo que afirma, el recientemente dimitido ministro de Defensa, zu Guttenberg, no deja, ni mucho menos, un proyecto de reforma pensado a fondo. Por ejemplo, no se aclara en absoluto de d¨®nde van a salir ahora los soldados que Alemania requiere para sus intervenciones exteriores. En la pr¨¢ctica, el haraganeo impuesto por el Estado conocido por el nombre de servicio militar no produc¨ªa "ciudadanos de uniforme", sino que, principalmente, funcionaba como un mecanismo centralizado de reclutamiento. En un pa¨ªs en el que los propios soldados son vistos, de forma cambiante, como asesinos peligrosos, v¨ªctimas indefensas o payasos con pocas luces, no cabe esperar un alistamiento masivo en el nuevo Ej¨¦rcito de voluntarios. Las primeras cifras apoyan esta tesis. En lugar de los 2.000 voluntarios precisos, en el primer trimestre de este a?o solo 433 personas han escuchado la llamada al servicio de las armas. Militares de alta graduaci¨®n hablan ahora de que las operaciones previstas en Afganist¨¢n en 2012 corren peligro. Para compensar el previsible d¨¦ficit, el Ej¨¦rcito deber¨ªa hacerse m¨¢s atractivo mediante salarios m¨¢s altos, mejores oportunidades de formaci¨®n y mayores premios al m¨¦rito. Pero eso costar¨ªa much¨ªsimo dinero, ese dinero que hay que ahorrar. Un nuevo c¨ªrculo vicioso parad¨®jico, cuya salida se ignora.
Personas de baja cualificaci¨®n y extranjeros
En caso de necesidad, el Ministerio de Defensa anuncia que recurrir¨¢ sobre todo a personas de escasa cualificaci¨®n y extranjeros. Eso suena como si nos hubi¨¦ramos olvidado de que hoy los soldados ya no se utilizan como carne de ca?¨®n. Operaciones complejas como las de Afganist¨¢n plantean elevadas exigencias a quienes toman parte en ellas. Los soldados no solo precisan una formaci¨®n s¨®lida y un buen equipamiento, cosas ambas que ya hoy son una rareza. Tambi¨¦n hacen falta sutileza, habilidad para la comunicaci¨®n y capacidad para la empat¨ªa cultural. La pol¨ªtica no se cansa de presentar la imagen del combatiente moderno como un h¨ªbrido de deportista de ¨¦lite y voluntario de la ayuda al desarrollo. El ministro dimisionario se lleva con ¨¦l el secreto de c¨®mo estar a la altura de este perfil con una tropa de fracasados en la vida civil y mercenarios reclutados a la desesperada.
Desde la reunificaci¨®n, precisamente en el Reino Unido se especula una y otra vez sobre el refuerzo (militar) de Alemania. Cuando hace poco el mundo pol¨ªtico alem¨¢n se declar¨® por fin dispuesto, con gran dolor, a llamar a la operaci¨®n en Afganist¨¢n "guerra" y no "intervenci¨®n humanitaria", se vio en ello el s¨ªntoma de una renovada toma de conciencia (militar) de los alemanes.
Vista desde dentro, esta situaci¨®n m¨¢s bien representa exactamente lo contrario. La mayor¨ªa de los alemanes se opone a la intervenci¨®n en Afganist¨¢n. Durante d¨ªas, tres soldados alemanes que murieron all¨ª dominaron los titulares; el ministro de Defensa, la canciller, los l¨ªderes de la oposici¨®n, el presidente del Gobierno regional b¨¢varo y numerosos diputados hicieron su personal¨ªsima visita al funeral. Poco despu¨¦s, el ministro de Defensa dimit¨ªa a causa de una tesis doctoral plagiada. Su legado es un mont¨®n de ruinas generado por tibias reformas.
En los ¨²ltimos tiempos, las risas que causa el Ej¨¦rcito se oyen a¨²n m¨¢s altas. Ahora, como siempre, estamos muy lejos de sentir amor por ¨¦l. En vez de quedarse mirando fijamente al espantajo de la Wehrmacht, en el extranjero deber¨ªan m¨¢s bien ocuparse de si en el futuro Alemania estar¨¢ o no en condiciones de cumplir sus obligaciones internacionales. Al fin y al cabo, en el siglo XXI la defensa militar tiene un aspecto claramente distinto del de hace cien a?os. Se ha convertido en un asunto internacional que no se desarrolla en las propias fronteras nacionales, sino en regiones m¨¢s lejanas. Nuestros socios de Europa y de ultramar esperan que nos hagamos cargo de la responsabilidad que nos corresponde en el marco de las misiones internacionales. En estos momentos, parece como si, sin darnos cuenta, estuvi¨¦ramos dedic¨¢ndonos a desmantelar nuestras fuerzas de intervenci¨®n por culpa, simplemente, de nuestros sentimientos encontrados.
El autor del art¨ªculo Asesinos o payasos es Juli Zeh, escritor alem¨¢n
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