El verdugo de Damasco lleva camisa blanca y corbata
La principal aportaci¨®n pol¨ªtica del general Hafez el Asad en los 30 a?os (1970-2000) en que fue al amo de Siria consisti¨® en la invenci¨®n de la republica ¨¢rabe hereditaria. Hafez el Asad hubiera deseado que le sucediera su hijo Basil, pero como este muri¨® en un oscuro accidente de tr¨¢fico, termin¨® haci¨¦ndolo su hijo Bachar. Bachar era un oftalm¨®logo formado en Reino Unido y de modales suaves y amables. Cuando lleg¨® al poder anunci¨® que ten¨ªa intenciones reformistas, pero su "primavera" apenas dur¨® unos meses. Su clan, su secta, el partido Baaz y el Ej¨¦rcito de su padre le convencieron pronto de que Siria necesitaba mano dura.
Ya entrado el siglo XXI, el invento pol¨ªtico de Hafez el Asad estaba a punto de institucionalizarse en el mundo ¨¢rabe. El tunecino Ben Ali, el libio Gadafi y el egipcio Mubarak planeaban dejar la jefatura de sus respectivos Estados a familiares suyos. Es probable que tal desverg¨¹enza fuera una de las razones a?adidas que provocaron la indignaci¨®n de las juventudes de esos pa¨ªses y desencadenaron las revueltas de 2011.
Ahora el viento de la revoluci¨®n ¨¢rabe llega a la mism¨ªsima Siria confirmando una serie de cosas. En primer lugar, que este momento hist¨®rico en la umma ¨¢rabe se asemeja bastante m¨¢s a lo ocurrido en Europa en 1848 y 1989 que a lo ocurrido en Ir¨¢n en 1979, tanto por el contenido democr¨¢tico de los movimientos como por su dimensi¨®n transnacional, por su superaci¨®n de las fronteras estatales. Y en segundo, porque env¨ªa al vertedero de la historia la divisi¨®n de los reg¨ªmenes ¨¢rabes en funci¨®n de su actitud hacia Estados Unidos e Israel. Ben Ali y Mubarak entraban en el campo de los ¨¢rabes llamados "moderados" por ser prooccidentales; en cambio, Gadafi y los Asad han construido su poder autocr¨¢tico con un discurso supuestamente anti-imperialista, pro-palestino y socialistoide.
A Hafez el Asad le gustaba presentarse como "el le¨®n de Damasco", otro presunto heredero de Saladino, otro aspirante al liderazgo del combate de los pueblos ¨¢rabes contra Israel y las potencias occidentales. Por supuesto, se trataba m¨¢s de ret¨®rica que de otra cosa, porque, a la hora de la verdad, Hafez el Asad no pasaba del rugido si el rival era poderoso. Eso s¨ª, era un maestro en el arte de tirar la piedra y esconder la mano. Mientras que a Sadam Husein y a Gadafi se les sorprend¨ªa siempre blandiendo la pistola humeante, el sirio se las apa?aba para difuminar las huellas de sus cr¨ªmenes.
De todos los pa¨ªses ¨¢rabes en los que he trabajado en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, Libia, Irak y Siria han sido, por este orden, los peores para el periodista. En los dos primeros no hab¨ªa modo de dar un paso fuera del hotel sin la vigilancia expl¨ªcita de un comisario pol¨ªtico; en el tercero, ten¨ªas libertad de movimientos, pero los mujabarat, esto es, los esp¨ªas del r¨¦gimen, hac¨ªan ostentosas demostraciones de que controlaban todos tus movimientos.
Hafez el Asad era un tirano. ?l y su clan ten¨ªan el control absoluto del pa¨ªs y no permit¨ªan la m¨¢s m¨ªnima disidencia. Est¨¢ muy bien contado en la novela "El lado oscuro del amor", del exiliado sirio Rafik Schami. Pero su mayor atrocidad, el aplastamiento a sangre y fuego de la revuelta de la ciudad de Hama, en 1982, con m¨¢s de 10.000 muertos, ni tan siquiera mereci¨® una leve condena internacional. Y es que las v¨ªctimas eran los Hermanos Musulmanes.
M¨¢s cauto era Hafez el Asad en su acci¨®n exterior, como ha quedado dicho. Se beneficiaba de un regalo que le hab¨ªa hecho Henry Kissinger al afirmar que la Siria de Asad era "un factor de estabilidad imprescindible en Oriente Pr¨®ximo". Esta muletilla, repetida hasta la saciedad por la realpolitik occidental, le permit¨ªa hacer y deshacer a su antojo en el vecino L¨ªbano, convertido en un protectorado sirio. Y consegu¨ªa que responsables pol¨ªticos europeos acudieran a Damasco con actitud casi reverencial. Aunque en el fondo fueran como Sadam y Gadafi, los Assad, tanto el padre Hafez como el hijo Bachar, llevaban camisa blanca y corbata.
Siria en s¨ª es un pa¨ªs muy importante en Oriente Pr¨®ximo. Como Egipto, constituye un viejo Estado naci¨®n. Como El Cairo, su capital, Damasco, ha sido, y es, una de las grandes urbes del mundo ¨¢rabe. Pero la Siria contempor¨¢nea no es una potencia econ¨®mica, a diferencia de Irak y Libia, as¨ª que, para superar esto y reforzar el papel sirio en la zona, Hafez el Asad forj¨® en los a?os ochenta del pasado siglo una alianza de conveniencia con el Ir¨¢n jomeinista. Esto robusteci¨® la influencia siria en L¨ªbano, a trav¨¦s de lo chi¨ªs de Hezbol¨¢.
Atenci¨®n, hay otra raz¨®n para esa alianza sirio-iran¨ª. Aunque el r¨¦gimen baazista de los Asad es secular y militarista, esa familia pertenece a una singular minor¨ªa religiosa, los alau¨ªs, emparentada con los chi¨ªs. Siendo muy minoritarios en Siria, un 10% frente a un 80% de sun¨ªs, los alau¨ªs han optado por enmascarar su hegemon¨ªa en Siria con un manto laico. El Partido Baaz y las Fuerzas Armadas son sus instrumentos.
Las protestas han terminado llegando a Siria y ayer, viernes, fueron aplastadas brutalmente en la ciudad de Deraa. ?Se extender¨¢n? ?Ser¨¢ Siria el pr¨®ximo T¨²nez, Egipto y Libia? Es dif¨ªcil de pronosticar.
A favor de la continuidad del r¨¦gimen est¨¢ el que la vida en Siria sea modesta, pero no pobre. No hay en Damasco los inmensos barrios de chabolas de El Cairo. Tambi¨¦n juega a su favor el caos en el que la invasi¨®n norteamericana de 2003 ha sumido al vecino Irak. Este "nuevo" Irak es un ejemplo contraproducente de democracia para sus vecinos. Por ¨²ltimo, el que Israel ocupe desde 1967 una parte del territorio sirio, los Altos del Gol¨¢n, ha servido de pretexto durante todos estos lustros para justificar el estado de urgencia, el estado de guerra de hecho, que rige en el pa¨ªs desde 1963.
En contra de Bacha y su camarilla figuran el que Siria tenga importantes elementos en com¨²n con otros pa¨ªses que ya han vivido la revoluci¨®n, empezando por una poblaci¨®n mayoritariamente joven y frustrada en sus expectativas laborales y vitales, y siguiendo por la ausencia de libertades y la corrupci¨®n institucionalizada.
Desde que comenzaron las revueltas ¨¢rabes, el r¨¦gimen ha intentado crear cortafuegos, b¨¢sicamente a trav¨¦s subsidios econ¨®micos y promesas de reforma. ?Pero son cre¨ªbles las promesas de reforma de Bachar Asad? Es dif¨ªcil que Siria alcance verdadera estabilidad con cualquier cosa que no sea un gobierno salido de una elecciones libres y en el seno de un Estado con, para empezar, prensa y justicia independientes. Entretanto, el levantamiento del estado de emergencia y el fin de la ominosa omnipresencia de los mujabarat son condiciones imprescindibles.
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