M¨²sica para la esperanza de Hait¨ª
No resulta extra?o que en algunos pa¨ªses latinoamericanos elijan a m¨²sicos para ocupar altas responsabilidades p¨²blicas. La popularidad de estos artistas, la amplia influencia de la m¨²sica en la cultura y en la vida cotidiana y el compromiso de muchos intelectuales con sus pueblos explicar¨ªan las razones de este fen¨®meno que ha tenido sus ejemplos, entre otros, en Gilberto Gil, en Brasil; o en Rub¨¦n Blades, en Panam¨¢.
El caso m¨¢s reciente es el de Michel Martelly, que tom¨® posesi¨®n como presidente de Hait¨ª el pasado mes de mayo, entre el fervor de sus partidarios que lo han aupado a la m¨¢s alta magistratura del pa¨ªs caribe?o despu¨¦s de un largo y agitado proceso electoral que ha durado m¨¢s de medio a?o. La llegada a la presidencia de un m¨²sico popular y carism¨¢tico como Martelly puede significar para Hait¨ª, sin duda alguna, la apertura de una etapa de consolidaci¨®n democr¨¢tica, reformas profundas en la sociedad haitiana y una mayor colaboraci¨®n con la comunidad internacional.
Es importante subrayar que se trata de la primera ocasi¨®n en la convulsa historia del pa¨ªs en que se ha producido un traspaso pac¨ªfico y democr¨¢tico entre dos presidentes: el saliente Rene Pr¨¦val y el entrante Michel Martelly. Este traspaso simboliza, pues, la normalidad democr¨¢tica tras una segunda vuelta electoral limpia, transparente y no cuestionada, en la que Martelly obtuvo alrededor del 60% del apoyo popular. Esa imagen revela de alg¨²n modo los avances en el proceso de reconstrucci¨®n del pa¨ªs, que no debe limitarse solo a una inmensa tarea f¨ªsica, sino tambi¨¦n a la creaci¨®n de nuevas estructuras sociales y pol¨ªticas en Hait¨ª.
El empe?o no resultar¨¢ f¨¢cil para el nuevo presidente en este pa¨ªs caribe?o, azotado desde hace d¨¦cadas por conflictos armados, golpes de Estado, cat¨¢strofes naturales y gobiernos corruptos. Por supuesto que el devastador terremoto del 12 de enero de 2010, que se cobr¨® cerca de 300.000 v¨ªctimas y destruy¨® buena parte del pa¨ªs, represent¨® un antes y un despu¨¦s en la historia de Hait¨ª. Ahora bien, los problemas de fondo del pa¨ªs m¨¢s pobre de Am¨¦rica se remontan a mucho tiempo atr¨¢s.
No obstante, Martelly cuenta a su favor con el apoyo de los sectores m¨¢s din¨¢micos y abiertos de la sociedad haitiana y con un margen de confianza de la comunidad internacional y de los principales pa¨ªses donantes que han impulsado unas elecciones libres y democr¨¢ticas. As¨ª pues, frente a la clase pol¨ªtica tradicional haitiana, Martelly puede representar una nueva forma de gobernar, un estilo distinto. El flamante presidente, con el que tuve ocasi¨®n de entrevistarme en nombre del Gobierno en la v¨ªspera de su toma de posesi¨®n, es consciente de que el futuro de Hait¨ª est¨¢ en manos de los haitianos.
En este sentido, uno de sus objetivos prioritarios pasa por vincular a la numerosa di¨¢spora haitiana al proceso de refundaci¨®n del pa¨ªs porque conviene recordar que el 80% de los titulados universitarios de Hait¨ª reside en el extranjero, sobre todo, en Estados Unidos, Canad¨¢ y Europa. Est¨¢ claro que, en esas condiciones, el futuro de cualquier pa¨ªs est¨¢ hipotecado. De la misma manera, las nuevas autoridades haitianas son muy conscientes de que el esfuerzo de la reconstrucci¨®n est¨¢ condenado al fracaso si no cuenta con el respaldo de la comunidad internacional.
El terrible se¨ªsmo de Hait¨ª gener¨® en Espa?a el mayor movimiento de solidaridad con un pa¨ªs extranjero registrado hasta la fecha. Desde el Gobierno y las instituciones p¨²blicas hasta miles de ciudadanos an¨®nimos, pasando por las ONG y otras organizaciones de la sociedad civil, todos se volcaron para aliviar los efectos de una de las mayores tragedias contempor¨¢neas. Por ello, Espa?a comprometi¨® 345 millones de euros para la emergencia y la reconstrucci¨®n en el periodo 2010-2013 en una Conferencia de Donantes, celebrada en Nueva York en marzo del pasado a?o. Nuestro pa¨ªs ha desembolsado hasta ahora 196 millones de euros tanto a trav¨¦s de cooperaci¨®n bilateral como multilateral, as¨ª como a trav¨¦s de financiaci¨®n de proyectos de ONG.
Espa?a ha centrado su cooperaci¨®n al desarrollo en sectores como agua y saneamiento, educaci¨®n y sanidad y en regiones como Puerto Pr¨ªncipe y el sureste del pa¨ªs. Por descontado que comprendo la perplejidad y hasta la indignaci¨®n de muchos ciudadanos espa?oles que pueden criticar la lentitud en la reconstrucci¨®n de Hait¨ª. Sin embargo, debo aclarar que las tareas de la cooperaci¨®n internacional y de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se miden m¨¢s por d¨¦cadas que por meses o por a?os. En cualquier caso, los ciudadanos espa?oles deben saber que toda la ayuda destinada a Hait¨ª o a todo pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo est¨¢ sometida a exhaustivos controles, tanto nacionales como internacionales de tal forma que pocos presupuestos est¨¢n sujetos a una vigilancia mayor que los destinados a la cooperaci¨®n internacional.
As¨ª pues, los responsables de la cooperaci¨®n internacional hemos de aprender a ser maratonianos y mirar al largo plazo en lugar de agotarnos en un esprint de cortas miras. Por todo ello, cuando el horror de un terremoto como el de Hait¨ª desaparece de la agenda de los medios de comunicaci¨®n hay que mantener el desaf¨ªo de no olvidarse de ese devastado pa¨ªs que merece una oportunidad de futuro. Todav¨ªa m¨¢s si un m¨²sico popular ha llegado al poder con ritmos de esperanza y democracia.
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