La mano de Siria
El magnicidio es moneda corriente en el L¨ªbano contempor¨¢neo. En el ejercicio de sus funciones o tras haber abandonado el cargo, varios presidentes, jefes de Gobierno, ministros y l¨ªderes religiosos o comunitarios han muerto en los ¨²ltimos lustros en el pa¨ªs de los cedros acribillados o reventados por una explosi¨®n. Entre ellos, Kamal Jumblat, Bashir Gemayel, Rachid Karame, Ren¨¦ Moawad, Hasan Jaled, Eli Hubeica, Pierre Gemayel y, por supuesto, Rafik Hariri.
La Siria de la familia Asad -convulsionada hoy por una revuelta democr¨¢tica que el r¨¦gimen aplasta brutalmente- ha sido el sospechoso habitual en no pocos de estos magnicidios. Lo fue en el caso del presidente Bashir Gemayel (1982), un cristiano maronita, y volvi¨® a serlo en el del entonces ex primer ministro Rafik Hariri (2005), un musulm¨¢n sun¨ª. En ambos casos, los dirigentes asesinados se opon¨ªan con firmeza al protectorado sobre L¨ªbano que impon¨ªa Siria.
Conseguir pruebas ya es otra cosa. En primer lugar, L¨ªbano es un pa¨ªs sin un verdadero Estado desde hace tiempo, si es que alguna vez lo tuvo. Y en segundo, los mujabarat o servicios secretos sirios son maestros en el arte de tirar la piedra y esconder la mano. En el caso de Bachir Gemayel utilizaron a un sicario liban¨¦s vinculado a una formaci¨®n de nombre tan siniestro como Partido Nacional-Socialista Sirio. Y en el de Rafik Hariri, seg¨²n los primeros resultados de las investigaciones del tribunal especial de Naciones Unidas conocidas hoy, bien pudieron encargarle la tarea a gentes de Hezbol¨¢. Esta formaci¨®n, mayoritaria en el seno de la comunidad chi¨ª libanesa, es a la vez un partido pol¨ªtico, una organizaci¨®n guerrillera y una red de apoyo social. Su ideolog¨ªa y financiaci¨®n proceden de su pariente religioso el Ir¨¢n jomeinista, tradicional aliado en Oriente Pr¨®ximo de la Siria de los Asad.
El asesinato de Hariri, el 14 de febrero de 2005, estuvo a punto de sumir de nuevo a L¨ªbano en los horrores de las guerras civiles del per¨ªodo 1975-1990. Hariri, el millonario liban¨¦s que hab¨ªa liderado la reconstrucci¨®n del pa¨ªs, era el adalid de la causa de la independencia de su pa¨ªs de la tutela de Siria. Su asesinato provoc¨® la que tal vez haya sido la primera explosi¨®n democr¨¢tica en el mundo ¨¢rabe del siglo XXI: la llamada "revoluci¨®n de los cedros". Protagonizada esencialmente por cristianos y musulmanes sun¨ªes, sus objetivos fueron la retirada de los 14.000 soldados sirios presentes en el pa¨ªs (que termin¨® consigui¨¦ndose gracias a la presi¨®n internacional); la creaci¨®n de un tribunal internacional que investigara el asesinato de Hariri (el que ahora ha dictado las ¨®rdenes de arresto), y la celebraci¨®n de verdaderas elecciones libres.
El apoyo a la "revoluci¨®n de los cedros" no fue, sin embargo, un¨¢nime en un pa¨ªs fragmentado por m¨²ltiples diferencias religiosas y pol¨ªticas. El poderoso Hezbol¨¢ encabez¨® el frente prosirio y se opuso frontalmente a los libaneses indignados por el asesinato de Hariri, a los que acus¨® de ser agentes de Estados Unidos e Israel. Cont¨® con el parad¨®jico apoyo del ex general maronita Michel Aoun, que en 1990 hab¨ªa sido expulsado a bombazos de su pa¨ªs por las tropas de Damasco.
Seis a?os despu¨¦s, L¨ªbano, dividido entre patriotas y prosirios, sigue sin conseguir un m¨ªnimo de estabilidad institucional. Los cambios de gobierno son frecuentes, aunque, eso s¨ª, los escarmentados libaneses est¨¢n consiguiendo evitar la repetici¨®n de la espiral de choques armados que entre 1975 y 1990 convirti¨® a su pa¨ªs en el paradigma universal del espanto.
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