R¨¢pido, furioso, y nauseabundo
Es muy probable que los consumidores de droga en todo el mundo no est¨¦n conscientes de la sangre que ha sido derramada para que puedan tener acceso a la siguiente dosis. Mientras que en Espa?a se consume alegremente la farlopa en los ba?os de los bares de moda, o en Holanda se fuman un porro a la vista de las autoridades, en M¨¦xico la guerra en contra del crimen organizado ha cobrado m¨¢s de 40.000 v¨ªctimas en lo que va del mandato de Felipe Calder¨®n, desde 2006.
40.000 personas muertas. 40.000 tragedias. 40.000 historias de dolor y sufrimiento que han sumido a una naci¨®n entera en el desasosiego y el temor: es pr¨¢cticamente imposible no escuchar cada d¨ªa el recuento, cada vez m¨¢s cruel, de nuevas v¨ªctimas. Cr¨ªmenes que, adem¨¢s, est¨¢n cargados de sevicia. Cuerpos desmembrados que son arrojados a las calles; ahorcados que cuelgan de los puentes peatonales y a los que se les prende fuego; cad¨¢veres que son disueltos en barriles llenos de ¨¢cido. Fosas clandestinas que, cuando son descubiertas, revelan el horror de decenas de personas sin nombre y apellido. As¨ª, todos los d¨ªas. Vivir en el miedo.
M¨¦xico, debido a su posici¨®n geogr¨¢fica, es el paso natural de narc¨®ticos al mayor mercado del mundo, Estados Unidos. Es un negocio que reporta utilidades a los delincuentes de miles de millones de d¨®lares cada a?o, y que es ferozmente disputado por las bandas organizadas, los carteles, que cada vez acaparan m¨¢s recursos, son m¨¢s poderosos y violentos.
Cuando la administraci¨®n del presidente Calder¨®n se decide a dar la lucha frontal contra estas bandas, en una decisi¨®n que cada d¨ªa es m¨¢s cuestionada, solicita, al mismo tiempo, al Gobierno norteamericano, que restrinja la venta de armas de grueso calibre que, seg¨²n ha sido demostrado, son las utilizadas por los delincuentes mexicanos. En Estados Unidos, cualquier persona puede comprar armamento y municiones, pr¨¢cticamente sin restricci¨®n alguna. Fusiles de asalto, ametralladoras, lanzagranadas. A la venta en mostrador. La respuesta ha sido siempre la misma, negativa. Los lobbies de las armas son muy poderosos y activos pol¨ªticamente, y han sabido vender la idea a la poblaci¨®n de que el derecho reconocido en la segunda enmienda constitucional para poseer armas, promulgado en 1791, tiene la misma vigencia hoy que entonces.
Calder¨®n ha insistido, una y otra vez. El principal consumidor de los carteles mexicanos es, a la vez, su principal proveedor de armas. Un negocio infamante que ha costado decenas de miles de vidas. Muertes que podr¨ªan evitarse si a la pradera ardiendo del negocio multimillonario no se arrojara la gasolina de las armas sin control alguno.
Es en este contexto en el que las acciones del Gobierno de Barack Obama son, al menos, incomprensibles. La ATF, agencia encargada de alcohol, tabaco, armas de fuego y explosivos, permiti¨® y alent¨®, a trav¨¦s de la operaci¨®n Fast and Furious, R¨¢pido y Furioso, la entrada a territorio mexicano de m¨¢s de 2.000 armas como las descritas anteriormente. A¨²n a sabiendas de que no es lo mismo un traficante de drogas desarmado a uno con un fusil Barrett, capaz de penetrar cualquier blindaje o pared. Le dieron las armas a los narcotraficantes y luego les perdieron la pista. La cloaca se destap¨® cuando un agente norteamericano fue asesinado con esas armas, y los mismos agentes de la ATF testificaron c¨®mo sus superiores les ordenaron continuar con el operativo a pesar de que les hab¨ªan hecho ver que la correlaci¨®n entre el flujo de armas y el incremento de la violencia en territorio mexicano estaba plenamente comprobada.
Ahora comienzan a caer cabezas y la trama se descubre m¨¢s y m¨¢s nauseabunda. El director en funciones de la ATF, ante el riesgo de perder su puesto, ha declarado que, de acuerdo a sus propias investigaciones, tanto la DEA como el FBI mantienen a algunos l¨ªderes de los carteles mexicanos como informantes pagados. El esc¨¢ndalo crece por instantes, y la opini¨®n p¨²blica est¨¢ cada vez m¨¢s indignada ante la irresponsabilidad y estulticia de las autoridades.
Mientras tanto, M¨¦xico sigue viviendo una pesadilla que comenz¨® con el apetito voraz de los norteamericanos por las drogas y es alimentada por vendedores de armas sin escr¨²pulos, ante la mirada displicente del Gobierno encabezado por el Premio N¨®bel de la Paz. M¨¦xico sigue poniendo los muertos. Es ir¨®nico pensar que, cuando a principios del siglo XX el presidente mexicano Porfirio D¨ªaz dijo su c¨¦lebre frase, "pobre M¨¦xico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", no imagin¨® que por un momento pas¨® de dictador a profeta.
V¨ªctor Beltri es polit¨®logo y columnista del diario mexicano Exc¨¦lsior.
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