Libia se enfrenta al reto de desarmar a miles de rebeldes
El nuevo Gobierno da un plazo de ocho meses para retirar fusiles y lanzagranadas repartidos para derrocar a Gadafi
Muamar el Gadafi anda suelto. La amenaza a la rebeli¨®n no se ha disipado y los nuevos dirigentes libios desean evitar a toda costa a?adir problemas a los que ya encaran, que son de enorme envergadura. La seguridad es un elemento crucial para poner en marcha un pa¨ªs en el que decenas de miles de hombres armados, todav¨ªa con el ¨¢nimo ardiente, pululan en cada esquina de cada ciudad. No han causado problemas a la poblaci¨®n civil, ni se tienen noticias de saqueos, aunque los disparos al aire -una pr¨¢ctica menos audible cada d¨ªa que pasa- molesten a algunos ciudadanos. Pretender que devuelvan sus fusiles Kal¨¢shnikov podr¨ªa ser una fuente de conflictos. No suceder¨¢ a corto plazo. "Las armas se entregar¨¢n cuando la revoluci¨®n termine, cuando tengamos el primer Gobierno elegido, aproximadamente en un plazo de ocho meses", ha asegurado a este diario Mohamed Ali, coordinador del equipo que lidia con los asuntos de seguridad en Tr¨ªpoli.
El proceso pol¨ªtico dise?ado por el Consejo Nacional de Transici¨®n -el organismo que lleva las riendas de la Libia pos-Gadafi- prev¨¦ la elecci¨®n popular de una conferencia nacional que tendr¨¢ la misi¨®n de redactar una Constituci¨®n y elegir un Gobierno interino que deber¨ªa estar al frente de Libia alrededor del comienzo del pr¨®ximo verano. Ese ser¨¢ el momento de retirar las armas de las calles. A largo plazo, semejante despliegue de fusiles, lanzagranadas y dem¨¢s armamento ser¨ªa un riesgo intolerable para la estabilidad social y econ¨®mica que ahora parece imponerse.
La Uni¨®n Europea ha cancelado las sanciones impuestas a bancos, compa?¨ªas petroleras y levantado el bloqueo a puertos y a las l¨ªneas a¨¦reas. Las autoridades anuncian que las escuelas abrir¨¢n sus puertas a mediados de este mes, y los esfuerzos por restablecer el suministro de agua y electricidad son ¨ªmprobos, aunque los tripolitanos tampoco conceden a esas carencias demasiada importancia. Pero Libia estaba habituada a la presencia de dos millones de inmigrantes (1,2 millones de egipcios), que en gran medida abandonaron hace meses su pa¨ªs de acogida. El puerto de Tr¨ªpoli podr¨ªa funcionar ya con normalidad, pero faltan los trabajadores extranjeros. Se fueron despavoridos y es dif¨ªcil que regresen en masa en poco tiempo. Sin seguridad -las redadas masivas de negros no ayudan a restablecer la confianza- no volver¨¢n.
"Nuestra prioridad es unificar los cuerpos de seguridad en un solo comit¨¦. En Tr¨ªpoli hay cuatro batallones bajo mando de cuatro comandantes. Pero tambi¨¦n hay 5.000 shabab [j¨®venes] de Misrata, 2.000 de las monta?as de Nafusa [al suroeste de la capital] y 3.000 tripolitanos armados. Adem¨¢s tenemos la polic¨ªa, que est¨¢ regresando a las comisar¨ªas, y estamos formando la Guardia de Seguridad Nacional, reci¨¦n creada por el Consejo Nacional Transitorio", asegura Ali, el coordinador -no le agrada que le llamen jefe- del grupo a cargo de la seguridad en el llamado Equipo de Estabilizaci¨®n, el organismo que trata de resolver los enormes problemas energ¨¦ticos, sanitarios, educativos, alimentarios y judiciales que afronta Libia.
El hermetismo del r¨¦gimen imped¨ªa conocer datos b¨¢sicos como la poblaci¨®n de Libia, calculada en unos seis millones de habitantes. Y, en el caos desatado por la rebeli¨®n nacida en febrero en Bengasi, nadie acierta a ofrecer cifras. En esta ciudad oriental, ya m¨¢s estable tras haberse liberado de los uniformados del r¨¦gimen en pocos d¨ªas, patrullan alrededor de 6.000 polic¨ªas pobremente pertrechados. De Tr¨ªpoli y otras ciudades se carece de datos. No obstante, decenas de miles de milicianos han participado en la revuelta despu¨¦s de que en los cuarteles del Ej¨¦rcito se repartiera armamento a la poblaci¨®n para hacer frente a la brutal represi¨®n de las tropas de Gadafi.
Mohamed Ali explica el plan para que los milicianos se transformen en estudiantes, obreros o funcionarios. "Hasta que se elija el Gobierno interino, los shabab conservar¨¢n sus armas porque esto no ha terminado todav¨ªa", afirma sonriente este hombre de Misrata, la ciudad que ha sufrido como ninguna la crueldad del r¨¦gimen de Gadafi. "Entonces se les ofrecer¨¢n empleos, dinero o cursos educativos para que entreguen el armamento. Quien quiera conservar un fusil, podr¨¢ hacerlo, pero tendr¨¢ que ser incluido en un registro. En ning¨²n caso podr¨¢n mantener en su poder armas m¨¢s potentes", concluye Ali. Puede que no resulte tan sencillo.
La gran mayor¨ªa de los j¨®venes y adultos que han derrocado a Gadafi nunca hab¨ªan disparado. Muchos se lanzaron al combate sin experiencia alguna y otros, ya avanzada la guerra, entrenaron en granjas durante unos d¨ªas. Casi todos los consultados est¨¢n ansiosos por regresar a su vida civil. "No" es la respuesta cuando se les pregunta si les gustar¨ªa convertirse en militares. Pero desprenderse del Kal¨¢shnikov requerir¨¢ la desaparici¨®n definitiva de las calles del temor a una reacci¨®n del r¨¦gimen. Aunque ahora casi nadie se dice gadafista, el dictador teji¨® una red de intereses que no puede desaparecer de la noche a la ma?ana.
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