Las fotograf¨ªas de aquel 11 de septiembre
C¨®mo trabajaron los fot¨®grafos aquella ma?ana en la que el terror sacudi¨® Nueva York
No hab¨ªa redes sociales, ni nadie iba por el mundo haciendo fotograf¨ªas con el m¨®vil para subirlas luego a Internet. Hoy, despu¨¦s de una d¨¦cada, unos atentados como aquellos en una ciudad como Nueva York producir¨ªa m¨¢s im¨¢genes, muchas de ellas tomadas por meros aficionados, que las compartir¨ªan sin ning¨²n tipo de filtro a trav¨¦s de Facebook o Twitter. Pero esa ma?ana de hace 10 a?os, el trabajo de fot¨®grafos profesionales fue el que produjo la mayor parte de esas im¨¢genes que hoy recordamos. Esta es la historia de c¨®mo trabajaron algunos de ellos aquel d¨ªa.
El ¨²ltimo trabajo de un fot¨®grafo. En la ma?ana del 11 de septiembre de 2001 el fot¨®grafo Bill Biggart (54 a?os) se meti¨® de lleno en la Zona Cero, poco despu¨¦s de que dos aviones se estrellaran contra las Torres Gemelas, en el peor ataque terrorista sufrido por EE UU. Llevaba consigo dos c¨¢maras de carrete Canon Eos-1 y una digital D30 de la misma marca. Biggart, como muchos fot¨®grafos de su generaci¨®n, se sent¨ªa m¨¢s seguro en el mundo qu¨ªmico que en el nuevo digital.
El cuerpo de Biggart fue hallado dos semanas despu¨¦s de los atentados junto a su bolsa con las tres c¨¢maras destrozadas y varios carretes reventados y seguramente expuestos a la luz, lo que les hac¨ªa inservibles. Su viuda Wendy , sin saber muy bien qu¨¦ hacer, llam¨® a su colega y amigo Chip East, que rescat¨® de la tarjeta digital la mayor¨ªa de las 150 fotograf¨ªas que Biggart tom¨®.
A trav¨¦s de ellas, East reconstruy¨® la ¨²ltima hora de trabajo, la ¨²ltima hora de vida de su amigo. "Est¨¢ cada vez m¨¢s cerca, a medida que avanzas [por las fotos] ves la reacci¨®n de las personas, c¨®mo la gente se est¨¢ manejando con todo eso... Todas las fotos de Bill son sobre personas y c¨®mo reaccionan en esta historia", explicaba East en un art¨ªuclo publicado en The Digital Journalist.
La ¨²ltima imagen la tom¨® a las 10.29, cuando se vino abajo el edificio del hotel Marriott, tras la ca¨ªda de la primera torre. Por la localizaci¨®n de su cuerpo, se sabe que Biggart muri¨® cuando se colaps¨® la segunda torre.
La guerra en casa. James Nachtwey y Steve McCurry, dos fot¨®grafos con una basta experiencia en zonas de conflicto, se encontraban ese d¨ªa en su ciudad de residencia, Nueva York. Se pasaban la mayor parte de su tiempo viajando fuera de EE UU, en zonas de conflicto, pero esa ma?ana el horror que tanto hab¨ªan documentado se present¨® en sus ventanas.
Nachtwey es un tipo meticuloso y perfeccionista, como se puede ver en el documental War Photographer, en el que se le segu¨ªa con una c¨¢mara subjetiva mientras fotografiaba en Kosovo o Palestina. La edici¨®n de esos trabajos, seg¨²n se ve en el documental, le llev¨® d¨ªas de revisi¨®n y vuelta a mirar los contactos. Sin embargo, Nachtwey no ha vuelto a acercarse a las fotos que hizo aquella ma?ana del 11 de septiembre hasta que este a?o se lo pidi¨® la revista Time, donde en una entrevista reconstruye esa jornada que se sald¨® con 27 carretes de fotos.
Estaba en su loft neoyorquino, en un ma?ana inusualmente clara, cuando vio como unos vecinos miraban desde un tejado cercano y con gesto at¨®nito hacia la zona de las torres. Desde otra ventana, Nachtwey pudo reconocer el horror tantas veces visto por sus ojos a unos cuantos kil¨®metros de su casa. Como todos los fot¨®grafos de esta reconstrucci¨®n, no lo dud¨® y corri¨® hacia el World Trade Center.
"Siempre estaba fuera, implicado en las tragedias de otras personas y situaciones dif¨ªciles, y volver a Am¨¦rica era siempre un refugio", cuenta en Time. "Pero ahora la guerra nos hab¨ªa tocado a nosotros, y pienso que nos convertimos en parte del mundo como nunca lo hab¨ªamos sido antes".
All¨ª estaba a las 10.29 cuando la primera torre se vino abajo. "Visualmente era impresionante", recuerda en la entrevista, "una de las cosas m¨¢s bellas que hab¨ªa visto jam¨¢s. Pero me iba a matar y no hab¨ªa tiempo de tomar una foto". Nachtwey logr¨® refugiarse en un hotel cercano, asfixiado por el polvo procedente del primer colapso. "Hab¨ªa polic¨ªas y bomberos haciendo su trabajo, siendo muy profesionales", cuenta, "yo por mi parte record¨¦ lo importante que era tratar de fotografiar. Era lo ¨²nico que pod¨ªa hacer, era mi simple tarea".Time ha publicado una selecci¨®n de ese d¨ªa, revisada por el propio autor, con fotograf¨ªas hasta ahora in¨¦ditas, que en los dos primeros d¨ªas super¨® los dos millones de visitas.
Steve McCurry se despert¨® esa ma?ana a las 6. El fot¨®grafo de la agencia Magnum no pod¨ªa dormir porque acababa de regresar de un largo viaje y sufr¨ªa de jet lag. "Un poco m¨¢s tarde llam¨® la madre de mi asistente para decirnos que nos asom¨¢ramos a la ventana para ver al World Trade Center en llamas", cuenta en su web. "Lo m¨¢s ir¨®nico era que hab¨ªa cubierto guerras como la del Golfo P¨¦rsico, L¨ªbano, Afganist¨¢n, Filipinas y ahora pod¨ªa tener esas particulares escenas subiendo del noveno al vig¨¦simo piso de mi edificio de apartamentos".
McCurry es de esa clase de fot¨®grafo que le gusta controlar la luz, el ¨¢ngulo y todos los factores que componen una fotograf¨ªa, como la de la ni?a afgana, su imagen m¨¢s conocida. "Trataba siempre de manejar todo al mismo tiempo. A veces eso no es posible, como aprend¨ª el 9/11", recordaba recientemente en una entrevista para el fabricante de c¨¢maras Leica. "Ese d¨ªa, tuve que confiar en mis c¨¢maras reflex porque no pod¨ªa pensar en ning¨²n tipo de variables de las fotos".
Sus im¨¢genes, primero distantes, desde esa azotea del edificio donde viv¨ªa, y luego en el coraz¨®n del horror, mucha m¨¢s pr¨®ximas, pueden verse en su blog o en la selecci¨®n publicada por la revista Slate. Acostumbrado a la tragedia, Mccurry se sinti¨® incapaz de editar con sus propios manos ese trabajo hasta pasados siete a?os, como confesaba en una entrevista donde explicaba una exposici¨®n con im¨¢genes del 11-S inaugurada en 2008.
La imagen controvertida, im¨¢genes ic¨®nicas. Richard Drew era ya un curtido fot¨®grafo en septiembre de 2001. Fue uno de los pocos fot¨®grafos que el 5 de junio de 1968 pudo fotograf¨ªar a Robert Kennedy poco despu¨¦s de ser tiroteado en un hotel de California. No dud¨® en tomar esa imagen, como tampoco lo har¨ªa con una de las im¨¢genes m¨¢s escalofriantes del 11-S.
Aquella segunda semana de septiembre Drew ten¨ªa el encargo de cubrir, como a?os anteriores, la Semana de la Moda de Nueva York para AP, la agencia para la que trabajaba. Pronto recibi¨® la orden de dirigirse a las torres gemelas que estaban en llamas. Estaba tomando im¨¢genes, cuando escuch¨® una voz que le dec¨ªa "?Mira!". Instintivamente, Drew apunt¨® hacia arriba y vio c¨®mo personas se precipitaban al vac¨ªo, a sabiendas de que no ten¨ªan otra salida. "Hice algo as¨ª como cambiar a piloto autom¨¢tico y empec¨¦ a tomar im¨¢genes de la gente cayendo desde el edificio", recuerda en una entrevista para AP. Capt¨® una de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas y controvertidas del 11 de septiembre: El hombre cayendo. En EE UU solo The New York Times se atrevi¨® a publicar esa imagen, lo que le vali¨® un aluvi¨®n de cr¨ªticas. "Espero que 10 a?os m¨¢s tarde la gente sea capaz de mirar esa fotograf¨ªa", explicaba en una entrevista al diario brit¨¢nico Telegraph.
Nada se sabe de qui¨¦n era aquel hombre, que como muchos otros, se arroj¨® al vac¨ªo. Tom Junod intent¨® averiguar qui¨¦n estaba detr¨¢s de esa imagen en un art¨ªculo publicado en Esquire, con escaso ¨¦xito. En el campo de la ficci¨®n, Don DeLillo se inspir¨® en aquellas personas que se arrojaron al vac¨ªo - se evita la palabra suicidio en estos casos en los medios estadounidenses - para su novela tambi¨¦n titulada 'Falling Man'.
La autocensura de los medios estadounidenses hizo que apenas se vieran escenas de horror, de muertos. Por otro lado, la mayor¨ªa de las v¨ªctimas quedaron sepultadas entre los escombros, por lo que los cad¨¢veres no fueron tan visibles. Una d¨¦cada despu¨¦s The Atlantic ha publicado im¨¢genes como la que tom¨® Drew y que hasta hoy no se hab¨ªan visto en medios estadounidenses.
Aquella fotograf¨ªa se qued¨® a las puertas de ganar el World Press Photo de 2001, el galard¨®n anual m¨¢s importante del fotoperiodismo. Obtuvo un meritorio tercer puesto en la categor¨ªa de noticias de ¨²ltima hora. Con semejante ataque en una de las ciudades con m¨¢s fot¨®grafos por kil¨®metro cuadrado, el 11-S se llev¨® cinco premios en distintas categor¨ªas. Muchas de esas im¨¢genes, 10 a?os despu¨¦s, siguen en la memoria colectiva, y poca gente se acordar¨¢ que ese a?o el galard¨®n se lo llev¨® Erik Refner con la impactante imagen de un ni?o muerto de deshidrataci¨®n en Pakist¨¢n.
El otro gran galard¨®n, el Pulitzer, reservado solo para las fotograf¨ªas publicadas en medios estadounidenses, se le llev¨® el equipo del The New York Times por todo el trabajo realizado esos d¨ªas en su ciudad.
Gulnara Samoilova, tambi¨¦n de AP, vio reconocido su trabajo aquel d¨ªa con uno de esos cinco galardones del World Press Photo.
Samoilova se despert¨® por el ruido de las sirenas de bomberos. Puso la televisi¨®n, y se enter¨® de lo que pasaba a cuatro bloques de su casa. Tom¨® su c¨¢mara, con un objetivo de 85 mil¨ªmetros. Estaba muy cerca de la primera torre, cuando escuch¨® c¨®mo alguien gritaba: "?Corred!". Samoilova se refugi¨® bajo un veh¨ªculo, y hasta que no pudo levantarse pens¨® que hab¨ªa quedado sepultada viva. Cambi¨® de lente, una con mayor ¨¢ngulo, y carg¨® otro carrete en su c¨¢mara. Fue entonces cuando tom¨® la fotografia, una de las m¨¢s representativas del 9/11: en ella un grupo de personas cubiertas de polvo camina perdida poco despu¨¦s de que se desplomara la primera torre. "Me encanta esa foto. Para m¨ª se parece a una escultura. Como congelados", recuerda en una entrevista para la agencia para la que trabajaba. "Me pas¨¦ llorando casi a diario", cuenta. Una d¨¦cada despu¨¦s, Samoilova ya no trabaja para la agencia AP y se ha alejado del fotoperiodismo. Hoy documenta la felicidad, en forma de bodas, en su propio estudio.
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