El imperio del centro
China consolida un nuevo imperialismo que se sostiene en su espectacular auge econ¨®mico
Una de las m¨¢s hermosas canciones en la historia del movimiento obrero fue sin duda el Addio Lugano bella, obra del anarquista Pietro Gori. Era una protesta frente a la expulsi¨®n de los libertarios italianos por parte del Gobierno suizo y en la letra no faltaban la menci¨®n de Guillermo Tell, traicionado, ni una rotunda declaraci¨®n de inocencia. La idea an¨¢rquica era una ¡°idea de amor¡±, y la consigna de los revolucionarios consist¨ªa en ¡°predicar la paz y conjurar la guerra¡±. Claro que se trataba de un pacifismo peculiar: ¡°la paz entre los oprimidos y la guerra a los opresores¡±.
Una f¨®rmula destinada a perdurar en el pensamiento de la izquierda europea durante d¨¦cadas a partir de 1945 y de la que el comunismo sovi¨¦tico sabr¨¢ sacar partido con la puesta en marcha del Movimiento por la Paz, paloma de Picasso incorporada. Comunistas, o simplemente gentes de la izquierda, nos opusimos en nombre de la paz y de la oposici¨®n al imperialismo, al armamento nuclear, a la guerra de Vietnam, a la entrada de Espa?a en la OTAN, y sin duda todas esas tomas de posici¨®n eran justas. Faltaba sin embargo la ponderaci¨®n que obligaba a movilizarse tambi¨¦n contra la pol¨ªtica de ese socialismo real que no dud¨® en aplastar los movimientos democr¨¢ticos en Budapest o en Praga, en desencadenar la guerra de Corea o m¨¢s tarde la de Afganist¨¢n. El mundo estaba partido en dos, unos eran buenos, otros perversos, y Estados Unidos la encarnaci¨®n del Mal, posici¨®n de privilegio bien ganada por su apoyo al r¨¦gimen y por la descarnada actuaci¨®n imperialista de la era Nixon. Brezhnev quedaba en la sombra.
El problema reside en que en un mundo profundamente cambiado ese manique¨ªsmo sigue en pie. Cierto que los dos Bush hicieron todo lo posible para justificar los estereotipos del pasado, pero dentro de sus limitaciones tanto Clinton como Obama, con el respaldo europeo, introdujeron una pol¨ªtica exterior orientada a la defensa de los derechos humanos, que sin embargo no libra a los occidentales de una condena universal, hagan lo que hagan. Si no intervienen frente a las autocracias ¨¢rabes, son responsables de que exista Al Qaeda; si lo hacen, como ahora en Libia, es para satisfacer su instinto de depredaci¨®n, propio de aves carro?eras. Quienes as¨ª escriben se miran luego sin duda al espejo, llenos de orgullo y satisfacci¨®n por su progresismo de escaparate.
Nadie se ocupa de la pol¨ªtica exterior de Rusia y de China que en tanta medida contribuye a obstaculizar una presi¨®n democratizadora ejercida desde las Naciones Unidas. En el l¨ªmite, se celebra el regreso ocasional de la violencia neosovi¨¦tica, como ocurri¨® en nuestro pa¨ªs con motivo de la guerra de Georgia, a cargo de las figuras supervivientes de nuestro movimiento comunista. Pero sobre todo, los an¨¢lisis marginan a China, a pesar de la pol¨ªtica de business without charity que est¨¢ caracterizando a su proyecci¨®n exterior desde los a?os noventa. Para China, lo ¨²nico que cuenta es la satisfacci¨®n de sus demandas de materias primas y recursos energ¨¦ticos, y los derechos humanos -por lo dem¨¢s aplastados en la misma China- no son sino un inconveniente. A mayor excedente detentado por minor¨ªas en origen, mayores posibilidades de consolidar la depredaci¨®n. En la concepci¨®n cl¨¢sica, China era ¡°el imperio del centro¡±, el espacio donde resid¨ªan los intereses aut¨¦nticamente humanos; la consideraci¨®n del otro solo puede hacerse desde la exclusividad de esos mismos intereses propios. Tal es la base hoy del nuevo imperialismo que en funci¨®n del espectacular auge econ¨®mico Beijing se est¨¢ consolidando a escala mundial.
Nadie se ocupa de la pol¨ªtica exterior de Rusia y de China que en tanta medida contribuye a obstaculizar una presi¨®n democratizadora ejercida desde las Naciones Unidas
La relaci¨®n de dominio sobre la vecina Birmania/Myanmar constituye hoy la mejor ilustraci¨®n de c¨®mo el sino-imperialismo genera una situaci¨®n de dependencia neocolonial. A fines de los noventa, China desempe?aba un papel capital, por razones estrat¨¦gico-militares, en la supervivencia de una brutal dictadura pretoriana, coloreada de tintes m¨¢gicos. Hoy, la dictadura sigue ah¨ª, habiendo incluso aumentado su distanciamiento de la sociedad al construir una nueva capital reservada para los nuevos reyes, una casta militar que disfruta de todos los privilegios y suscita todos los odios, con la Se?ora, Aung Suu Kyi como ¨²nico faro de esperanza. Solo que la tremenda impopularidad del r¨¦gimen, reforzada incluso por la sensaci¨®n de estar explotados por China sin beneficio alguno -ejemplo, la conducci¨®n al Yunan del gas natural birmano-, a pesar de contar con Suu Kyi y con su ejemplar despliegue de compasi¨®n democr¨¢tica, dif¨ªcilmente suscitar¨¢ evoluci¨®n alguna en la medida que ha cobrado forma una trama de intereses mafiosos por parte de los generales y sus allegados, emisarios del capitalismo chino. Ejemplo, el multimillonario Ta Zay, quien como yerno del jefe de la Junta se hizo multimillonario y hoy controla las redes tur¨ªsticas. Lo sucedido desde 2003, con un crecimiento en flecha por inversiones chinas, y terrible miseria popular subsistente, prueba hasta qu¨¦ punto el efecto de las sanciones occidentales no logra la democratizaci¨®n, y abre en cambio la puerta a los tent¨¢culos del ¡°imperio del centro¡± y a sus sat¨¦lites militares. En adelante, habr¨¢ que contar, no solo con los efectos econ¨®micos del boom chino, sino con su espec¨ªfica proyecci¨®n imperialista.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica
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